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Tumaco a los ojos de cuatro jóvenes artistas

Jhon con su marimba, Marta con su voz, Telmo con su décima cimarrona y Carlos con su sazón son cuatro exponentes de las tantas manifestaciones artísticas que se dan en este municipio de la costa nariñense. Para cada uno es fundamental haber crecido y permanecer en su territorio, en el que se sobreponen a la violencia gracias al arraigo que sienten por sus tradiciones ancestrales. Desde su arte, estos jóvenes quieren ser herramientas en la construcción de paz.

Júlia Farràs

Francisco Tenorio, de la Fundación Tumac, cuenta que los ancianos dicen que hace muchos, muchos años, al comienzo de los tiempos, tres enormes peces rojos salieron a recorrer los mares del mundo. Fueron enviados desde África por Yemayá, la madre de la vida y de las aguas, para que, al volver, le contaran cómo estaban las tierras. Los tres peces rojos nadaron durante un tiempo incalculable por los océanos. Un día, después de navegar sin parar, se sintieron cansados y decidieron reposar a las orillas de los manglares del Pacífico colombiano. El clima, los sonidos de los animales y el oleaje arrullaron a los peces hasta que cayeron en un profundo sueño. Tal fue la somnolencia que la arena empezó a cubrirles los lomos, la vegetación emergió de sus cuerpos y las incesantes lluvias formaron ríos encima suyo. Así fue como los peces se transformaron en tres islas: Tumaco, Viciosa y Morro.

A ese archipiélago, San Andrés de Tumaco, se le atribuye el nombre de la ‘Perla del Pacífico’ por su riqueza natural y su importante puerto, que ha sido siempre un punto neurálgico en Colombia, tanto para bien como para mal. El 88% de su población es afrocolombiana y de sus 208.318 habitantes, según el DANE, 100.000 son jóvenes, convirtiéndose entonces en una de las cunas de la cultura del Pacífico. Allí la vida pasa diferente, ya sea por los deliciosos camarones apanados, el clima tropical, las playas infinitas o por el caudal artístico. O por la combinación de todo eso. Por desgracia, también es una de las zonas más afectadas por el narcotráfico y el conflicto armado.img_6901.jpg

En este contexto, se celebró la primera edición del festival Tumaco Vive, entre el 23 y 28 de julio. La iniciativa del Ministerio de Cultura y la Fundación Canto por la Vida se realizó con el objetivo de “dar una respuesta a la situación crítica de Tumaco y al reconocimiento de la región, de la cultura y de su gente”, explica Jorge Franco, funcionario del ministerio en temas de investigación y músicas populares. En el evento “se han querido cultivar las atmósferas de paz por el territorio y extenderlo al máximo posible. Es una forma para unir a un pueblo que se ha visto azotado por el conflicto armado y el desplazamiento forzado. Los tumaqueños tienen mucha riqueza: toda su herencia ancestral, las manifestaciones artísticas y su gastronomía”, comenta Yorman Quintero, organizador del festival. 

Entre las actividades, talleres y muestras culturales del Tumaco Vive resaltaron las actuaciones de los jóvenes, que son los que llevan la tradición circulando por sus venas. Ellos son los que reciben todos los conocimientos y la herencia ancestral de los ancianos, cuyo papel fundamental es el de transmitirlos a las nuevas generaciones. Los jóvenes, aun estando en temprana edad y escuchando reguetón y salsa choke (nacida en Tumaco, por cierto), tienen muy presentes sus raíces. 

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Uno de ellos es Telmo Santiago Angulo, más conocido como ‘El decimero menor’. Con apenas 24 años, ya es uno de los mejores decimeros del Pacífico y de Colombia, además de profesor en las escuelas del municipio. Él se define como “gestor cultural y guardián de la tradición oral y de la décima cimarrona”. La décima, como bien lo cuenta Telmo, es una composición poética que consta de 44 versos octosílabos. “Yo, como ‘Telmo el decimero’, digo que tiene que tener mínimo seis y máximo nueve sílabas. En resumen, una décima es contar en verso”. La décima es mitad española y mitad africana, y cuando llegaron los colonizadores la comunidad afro creó la décima cimarrona. Con ella, se pueden contar infinidad de cosas: factores humanos y terrenales, elementos divinos y hasta competir en duelo, es decir, hacer contrapunteo. En las décimas se encuentra la esencia del Pacífico: las costumbres, las tradiciones, las gentes, los paisajes y las comidas están en ellas. Telmo cuenta que no sabe en qué momento se convirtió en decimero, ya que no recuerda minuto en su vida en el que no haya estado rimando: “Ya cuando estaba en el vientre de mamá componía”, asegura entre risas.

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“En la noche, cuando se iba la luz, salíamos de las casas y con los amigos nos poníamos a cantar en la calle”, recuerda Marta Landazury, vocalista del grupo Bejuco, que fusiona la música tradicional con ritmos más actuales como la salsa, y es ex integrante de la agrupación Changó, ganadora en el Petronio Álvarez de 2011. Ella empezó escuchando y cantando baladas como las de Miriam Hernández y Ana Gabriel, hasta que en una ocasión cantó un bambuco viejo y descubrió la música tradicional de su tierra. “Con la música siento que se unen todas las personas, da igual si eres de ciudad o de campo”, reflexiona. 

Otro de los muchos jóvenes que han encontrado el balance perfecto entre la modernidad y la tradición cultural es Carlos. Este joven de 23 años estudia cocina en la Escuela Taller. “Aquí se aprende cocina de todo tipo: tradicional e internacional. La cocina que más me gusta es la tradicional y la mexicana: me encanta saber de mis raíces y me gusta mucho el picante”, comenta Carlos. Él nunca se había planteado ser cocinero, lo veía como una afición, pero ahora ve que es un sueño hecho realidad. “Las recetas tradicionales se pasan de generación en generación y cada familia cocina diferente una misma receta”, explica este joven, quien no duda en afirmar que el tapado de pescado es su especialidad, además de su plato favorito. “Este es un plato que se sirve normalmente en las mañanas, para que la gente empiece el día con energía. Es un plato de la gente del campo, la que vive en las veredas. Lleva plátano, pescao, cebolla, tomate, sal y hierbas. Se pone a hervir y se hace el tapao. Queda caldoso, pero no es sopa, es tapao de pescao”.

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Una de las manifestaciones artísticas que más representa la cultura del Pacífico sur y que en 2010 fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, es la música de marimba. Cuando suenan las primeras notas de este instrumento, todos los tumaqueños lo reconocen y se reconocen en él. “La marimba transporta por su sonido, aleja todos los malos pensamientos, da paz y vida”, cuenta Jhon Jairo Cortés Caicedo, marimbero y profesor de música y bailes tradicionales. Este joven de 32 años pertenece al grupo de música PluconPla, que mezcla tradición con reggae, salsa o hip hop. Entre clases y ensayos, no le queda tiempo para descansar, pero “compensa y me gusta mucho, es mi vida”, reconoce. A pesar de crecer rodeado de música y baile, Jhon soñaba con ser futbolista profesional, otra de las tantas salidas que, con suerte, tienen los jóvenes de la región. Pero a los diecisiete años escuchó la canción ‘Justino García’, interpretada por el maestro Marino Beltrán, y entonces la magia ocurrió: supo que quería ser marimbero. “La marimba representa la matrona, la dueña de la parte cultural ancestral, la base de todo ritmo. Para mí es amor, es mi eje, mi día a día. Cuando toco la marimba me transporto, siento que soy otra persona, siento el poder de mis maestros… eso es, me siento libre en el mundo”, dice.

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Todos estos jóvenes agradecen haber nacido y crecido en la ‘Perla del Pacífico’, pero hay veces que surgen dificultades, una de ellas la falta de oportunidades. Cuenta Carlos, que aparte de ser cocinero, también le gustaría estudiar contaduría pública, pero de momento no puede ya que todas las universidades cercanas son privadas. Telmo, por su parte, cuenta que el primero obstáculo que tuvo fue la falta de apoyo. “Los decimeros son muy importantes en la medida que uno los necesite. Cuando no, no. Ese es el factor más deprimente, porque estamos al rescate de la tradición oral, ¿y si no apoyamos a los decimeros como lo vamos a lograr?”, se cuestiona. Él explica que son muy pocos los decimeros que siguen ahí a pesar de las adversidades, pero es optimista de cara al futuro, ya que las generaciones jóvenes vienen pisando fuerte. Marta y Jhon coinciden en que el mayor problema en este momento, tanto para los artistas como para los tumaqueños, es “la violencia que nos rodea en todo lo que hacemos”. 

A pesar de los percances y contratiempos, iniciativas como el Tumaco Vive motivan a la juventud tumaqueña. “Muchas personas desconocen lo que se hace en la Casa de la Cultura, y con eventos así la gente conoce y participa de ellos. Son espacios necesarios para Tumaco”, sentencia Marta, quien desde 2006 incursionó de lleno en la música del Pacífico. A ojos de Jhon, quien ha podido viajar a otros países gracias a la música, proyectos de este tipo les abren puertas a ellos. “Yo no sabía que había tantos grupos de marimba, pensaba que éramos cinco grupos, pero hay muchos marimberos. Eso es esperanzador porque te hace ver que la marimba no se va a perder, continuará la tradición”, cuenta. Carlos agradece a los que apoyan estos actos porque “así la gente también se apropia de su cultura, porque hay mucha que está alejada de todo esto y no se puede perder la transferencia boca a boca de conocimientos”. El decimero que tiene como misión enseñar por todo el mundo la transmisión oral opina que el Tumaco Vive “hace el reconocimiento y el acercamiento de la población, tanto cultural como socialmente. De estas acciones pueden salir otras muy lindas: involucrar a los colegios, crear semilleros de poesía y arte…”.

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Una cosa está clara, y es que la cultura del Pacífico sur colombiano está en auge. “Está mucho más sonado y reconocido. Hay mucha calidad y riqueza en una ciudad tan pequeña como Tumaco. Tenemos a Pacific Dance, que le ganó a Estados Unidos; los decimeros, que ya los invitan de otras partes y la cuna de la salsa choke está aquí”, explica Jhon. Carlos tiene una visión esperanzadora de la cultura tumaqueña: “va a resurgir eso que hacían nuestros antepasados. Mantenerlo vivo es lo que nos hace tumaqueños, ser de acá, esa magia que tenemos nosotros por el hecho de haber nacido en Tumaco”.

En Tumaco hay miles de sueños por cumplir, que poco a poco se van haciendo realidad. Telmo quiere terminar su carrera, publicar un libro y seguir siendo profesor para que “puedan acceder a su cultura, y construir comunidad, que tanto necesitamos”. A Marta le gustaría ayudar a las niñas a cantar. “Tumaco está sometido por la violencia y hacer arte sirve para aprender. Si se tiene la mente ocupada en algo productivo no vamos a hacer cosas malas”, afirma la cantante. El anhelo de Carlos es seguir con la tradición, aprender y aportar al pueblo lo que le ha dado a él. Jhon tiene claro que no quiere “dejar de tocar música tradicional con la marimba porque es lo que me identifica. Continuar con la transmisión oral es la clave. Y también viajar a través del mundo mostrando nuestra cultura y tradición para dar a conocer que en Colombia y Tumaco no solamente hay guerras, como lo muestran en las teles”.

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