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¿Quién hace los muñecos gigantes del Carnaval de Blancos y Negros?

El evento más esperado de estas fiestas tradicionales pastusas es el desfile de carrozas, las cuales recorren la ciudad con figuras de gran tamaño que a veces ni pueden avanzar por culpa del cableado de las calles. Visitamos un taller responsable de una de estas carrozas mientras se preparaban para la celebración.  

Juan Santacruz

Tal vez es la fiesta más importante del sur de Colombia. El Carnaval de Blancos y Negros convocó para su última edición cerca de 9.800 artistas para que exhibieran sus creaciones más curiosas y llamativas: disfraces, comparsas, coreografías, carrozas motorizadas, etcétera.

Los organizadores estiman que más de un millón de personas visitan la ciudad durante las actividades del carnaval. Quienes han tenido la oportunidad de vivirla aseguran que es la mejor fiesta tradicional del país.

El carnaval se originó en las celebraciones indígenas agrarias que Pastos y Quillacingas les hacían a su diosa Luna, actividades que con el tiempo se fueron nutriendo de más expresiones culturales y que dieron comienzo a esta fiesta que año tras año vive San Juan de Pasto entre diciembre y enero.

Además de las verbenas populares que se forman en las plazas de la ciudad, la principal atracción es el desfile de carrozas, el cual completa una ruta aproximada de 7 kilómetros. Este desfile recorre las calles del centro de la ciudad, pasando por la Plaza del Carnaval.

Ciudadanos, visitantes y turistas se reúnen para presenciar este particular evento, acompañados de canciones tradicionales y típicas de Pasto, mientras aplauden y arrojan confeti a los artistas que participan en el desfile.

Sin embargo, como todo evento, esta importante celebración requiere una preproducción agotadora: crear y levantar semejantes figuras para ponerlas a rodar en una ciudad con tantos –y tan bajos– cables de luz no es tarea fácil.

Juan Santacruz documentó la creación de una de estas carrozas con gigantescos personajes.

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Esta historia comienza en Mi taller, un espacio que ha albergado el sueño de distintas generaciones. 

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Hoy estos espacios son un atractivo más para los miles de turistas que llegan a la ciudad. En ellos no solo se crean estos gigantescos personajes, también se vive, entre afanes y cierto sufrimiento, el Carnaval.

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Don Edilberto, gran conocedor del Carnaval y encargado de la aerografia de las figuras, dice que aquí no existe el tiempo, que nadie usa reloj: “Cuando ataca el hambre uno sabe que ya es hora de comer, y cuando ya el cuerpo no puede más es hora de dormir”.

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“Uno crece en el taller viendo al papá, al tío y al abuelo pintar, llenos de ilusiones. Entonces comienzas a imitarlos, después aprendes y finalmente sientes el Carnaval”, me dice Michael, ayudante en las labores de empapelado y pintura. 

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Estas son las manos de Michael a las 3 de la mañana del 5 de Enero. Faltan pocas horas para el gran desfile. 

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“El arte lo aprendimos de nuestros abuelos. Yo aprendí del mío, en Samaniego, Nariño. Yo allá hacía esculturas para los cementerios; hoy hago las esculturas para el Carnaval. Ya llevo mucho en esto y si no fuera por Rosa, que es mi gran apoyo, no tendríamos ni donde dormir”, me explica el maestro Franklin, sentado junto a su esposa. 

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El apoyo todavía es muy pequeño por parte de Corpocarnaval. Algunos de estos artesanos alquilan espacios para desarrollar sus proyectos (que pueden tomar hasta seis meses) y el dinero sale de sus bolsillos, de hipotecas o préstamos. 

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En este taller trabajan diseñadores, empapeladores, pintores, soldadores, ayudantes… Doña Rosa es la encargada de las finanzas.

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Horas antes del desfile se siente la angustia: que falta esto o aquello, que el pintor se emborrachó o se dañó tal cosa. Aunque el genio de las personas no es el mismo, las ganas sí. Deben llegar a las cuatro de la mañana al punto de concentración para no ser descalificados.

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Además de construir los elementos que adornan la carroza, estas personas deben hacer el ensamble antes de llegar al punto de concentración.

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Una vez listas las figuras, la base es la última en partir. Acá comienza la travesía y generalmente arrancan sobre el tiempo. 

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El recorrido hasta el punto de partida es de aproximadamente dos horas. Un camión es la base de la carroza y una camioneta lleva los elementos externos. Venden puestos en la carroza que fabricaron para recuperar algo de la inversión, por si acaso no ganan el certamen. 

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Pasto es una ciudad pequeña y el cableado eléctrico siempre ha sido un problema porque el tamaño de las figuras generalmente sobrepasa las medidas establecidas. El conductor maneja a ciegas y la visibilidad es otorgada por tres personas, que van gritando “ahí, a la derecha, a la izquierda, ¡frene marica!”. 

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“El Carnaval es un viaje ancestral. ¿De dónde cree que nacen los colores, las figuras y los cuentos de fantasía? El taller es el “terruño”, mijo, en donde se hacen realidad los sueños”, me dice el maestro Franklin.

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“El Carnaval es un romance entre la pasión y el arte, la lucha incansable de un ideal grupal. En el taller todos somos actores, los días no tienen límite y siempre se lucha contra el letargo del sueño”, explica César, diseñador del taller.

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Este carnaval es el orgullo nariñense, un momento en el que la tradición supera las edades, la necesidad, las injusticias y la desigualdad. Un “viaje ancestral” que parece durar toda la vida.

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