
Moteros agitando la noche bogotana
Las clásicas Yamaha Calimatic y DT que usaban los mercenarios de Pablo Escobar hoy recorren calles oscuras en busca de adrenalina, no víctimas. Este fotorreportaje recoge imágenes de una salida nocturna con los Chuckis, un parche de más de cien motociclistas que se juegan la vida entre piruetas.
Además de la fotografía, toda la vida he tenido una cierta fascinación por las motos, sobre todo por las Yamaha Calimatic porque mi papá tuvo una. Por otro lado, al ver los videos de Pablo Escobar en Nápoles, uno pilla al hombre rodeado de Calimatics y DTs de todos los colores.
Aunque Escobar ya no esté, estas motos quedaron estigmatizadas, pues la gente piensa que solo son usadas por sicarios (los empleados de “El Patrón” hacían sus vueltas asesinas montados en motos como estas), de hecho, Medellín sigue plagado de ellas y son las que más para la policía.
Lo uno me llevó a lo otro y en un toque de La Wera ella me dijo que quería unas fotos de su parche de moteros, los Chuckis. Ahí le propuse hacer unas tomas de ellos practicando stunt, haciendo sus maromas súper jodidas, como levantar la moto en una rueda y hacerla girar sobre su propio eje.
La Wera me invitó y esa noche caí a la 27 sur, uno de los sitios donde se reúnen todos estos moteros los miércoles y viernes para luego tomarse la calle. Llegué y había como 20 personas no más. Me decepcioné entonces porque creí que iban a venir muchos más.
Ya estaba pensando en irme cuando, en menos de 15 minutos, llegaron de una sola vez más de 100 motos.
Estos modelos ya los descontinuaron y es jodido, o caro, encontrar una moto así. Los afortunados que las consiguen las modifican para que se vean idénticas a las de la época de Escobar, hasta les cortan los manubrios para que pasen entre los carros sin el riesgo de golpear los espejos.
Los miembros de los Chuckis tienen al famoso personaje de terror en la ropa, pegados en sus motos o tatuados.
Hasta en los llaveros aparece el muñeco asesino.
Algunos le agradecen a Pablo por haber traído estas motos al país.
“Acá se reúne gente de todas las profesiones y estratos: estudiantes, banqueros, mecánicos, mensajeros o empleados de aerolíneas”, me dice Bam Bam, el duro de los Chuckis y uno de los fundadores de este parche.
Antes de salir, Bam Bam da las instrucciones de la ruta que vamos a tomar, que por lo general cambia en el transcurso. También les recuerda su filosofía de respetar las señales de tránsito y cero consumo de drogas o alcohol.
Los Chuckis se toman las calles para demostrar que estas no son solo de los carros y que ellos también tienen derecho. Las motos solas, de a una en una, sufren mucho a causa del tráfico, pero en combo, ¡jueputa!, son imponentes.
A eso de las 8 de la noche empezamos a rodar. La caravana siempre la lideran cuatro o cinco locos que todo el tiempo están haciendo piruetas en sus motos.
En la práctica del stunt hay unos se dedican a hacer trucos mientras andan por la calle.
Y otros se conforman solo con picar la moto y hacer que la placa roce el asfalto. Mierda, yo ni con una cicla puedo hacer eso.
Las placas quedan vueltas mierda.
Fue jodido fotografiar a estos manes porque tienes velocidad pero no buena luz. Me rebusqué y le pedí a La Wera que se les pegara para aprovechar la farola que los iluminaba por detrás. Mientras con una mano me agarraba como podía de la moto en la que iba trepado, con la otra disparaba la cámara.
El punto de llegada fue la Zona Industrial. “Este es el lugar más frecuente, pero a veces nos vamos al Alto del Vino, Mesitas o Guadalupe”, me comenta Bam Bam.
Acá llegaron otros parches con motos de otras marcas y otros modelos. Pero también había gente con ciclas y hasta niños que estaban aprendiendo.
Me di cuenta de que casi nadie se cae en este parche, pero no faltó el principiante que por dárselas del más duro terminó en el suelo haciendo el ridículo.
Las mujeres son parte de la exhibición y andan de “pato” mientras el piloto hace los trucos.
Bam Bam me dice que ellos han participado en eventos de distintas alcaldías. “Queremos que la gente se dé cuenta de que somos deportistas, que no salimos a hacer nada malo sino a entrenar”.
Todos compiten para ver cuál tiene la mejor moto, quién hace los mejores trucos y quién logra llamar la atención de todos.
No soy bueno para la velocidad, pero sí para buscar las historias caletas de Bogotá. Fue brutal estar rodeado de motos hasta la media noche y untarme del smog de los exostos, cuando por lo general estoy en mi casa editando fotos o “foqueado”.
Y la verdad, yo ahora estoy buscando mi moto propia.
Apoyo periodístico: Andrés J. López