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Las baratísimas suites del barrio Santa Fe

Durante las noches y madrugadas, a esta zona llegan a buscar hospedaje esos vendedores de bus y comerciantes de plaza que se pasan el día corriendo en la capital. La oferta, que no es poca, va desde los $4.000 la noche hasta los $500.000, si es un mes completo. Hicimos un recorrido para ver cómo funciona el negocio de las posadas de bajo costo en la ciudad, siempre sujeto a redadas y sellamientos por parte de las autoridades.

Mario Rodríguez H. | @quevivalaM

“Aquí no vengan a tomar fotos que yo sí los voy es levantando”, grita un señor, quien al parecer es el dueño de una de las residencias ubicadas entre la carrera Décima y la Avenida Caracas, entre calles 22 y 24. La zona es caliente. Nadie abre la puerta sin antes preguntar a qué venimos, qué estamos buscando, qué queremos, quiénes somos. Ante el interrogatorio, que cae como un bombardeo, decir la verdad –que somos periodistas preguntando por el hospedaje de bajo costo- parece no funcionar.

“Lo que pasa es que deben pensar que ustedes son de la alcaldía y vienen a continuar con una serie de sellamientos”, explica Willy, un inquilino que lleva tres años viviendo en una de estas posadas y hace unos meses arregló con doña María, unas de las caseras de la zona, para hacer de botones improvisado.

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Para los inquilinos que llevan varios años viviendo en la residencia, como Willy, este es su nuevo hogar. “Entre la misma comunidad, entre los que nos conocemos, tratamos de cuidarnos, ya que esta zona, por cuestiones de inseguridad, a veces resulta siendo intransitable”, afirma.

En donde doña María hay 16 habitaciones, las cuales tienen un valor de $11.500 la noche para una sola persona, o $15.000 si se trata de una pareja. Por cada visita hay un recargo de $4.000. Todas vienen con su baño privado y acceso a la zona de lavandería.

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En cada cuadra es posible encontrar hasta tres residencias. Son casas gigantescas construidas hace mínimo cien años, las cuales tienen unas escaleras como puerta, como si el primer piso no existiera. Según la oficina de prensa de la alcaldía local de Santa Fe, algunos de estos establecimientos no cumplen con los requisitos para operar dentro del marco turístico de la ley 300 de 1996, y resultan siendo moteles disfrazados de hospedajes.

“Las 24 horas cuestan $12.000 y después de las 11 de la noche no se le abre a nadie”, dice doña Jenny. Ella lleva más de 13 años trabajando como casera. En su posada, cada habitación cuenta con un televisor y una cocineta, además de duchas comunales, zona de lavandería y parqueaderos para motos.

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“Está rotundamente prohibido el ingreso y la estadía de menores de edad, así como el consumo de drogas”, explica doña Jenny. “Aquí somos muy estrictos con esas reglas, sobre todo porque estamos muy cerca de la zona de tolerancia. Es para cuidar la salud de nuestro negocio; si la Policía hace un operativo y encuentra algo, nos cierran y se acabó”.

Según datos del Registro Nacional de Turismo, las localidades que más quejas presentan son Chapinero, la Candelaria y Santa Fe, en donde hasta la fecha se han producido allanamientos en cinco hoteles por consumo de sustancias psicoactivas, incumplimiento en las normas básicas de sanidad e instalaciones eléctricas inadecuadas.

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Por su parte, la Policía de Turismo advierte que esto se hace para proteger la integridad de los foráneos, ya que muchas veces son ajenos a las dinámicas actuales y desconocen cómo opera una metrópoli como Bogotá. “La idea es garantizar los requisitos mínimos tanto para quienes llegan a residir, como para los vecinos del sector”, dicen.

“Si usted se fija, todo esto era una zona con mucho potencial urbanístico, pero con el paso de las décadas y de las administraciones, la pobreza y el olvido se fueron apoderando de la ciudad. Esto era para que fueran residencias lujosas”, explica don Martín. Él y don Pedro tienen un pequeño conjunto de residencias compuesto de tres casas al lado de la estatua de La Rebeca, por las cuales cobran $18.000 pesos la noche o $500.000 mensuales por pieza fija.

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“Aunque sí he tenido mis huéspedes gringos, no es mucho el extranjero o el estudiante joven el que viene a hospedarse por estos lares. Aquí más que todo se ve es vendedor de la calle que va buscando hospedaje barato por unas cuantas semanas”, explica doña Beatriz, que atiende el hotel Posada Nogal, una casona con 13 habitaciones individuales, a un costo de $15.000 la noche y $400.000 si se van a quedar el mes completo.

Otro caso es el del señor Miguel, que lleva 27 años rentando 40 camarotes “a todo tipo de camelladores”, desde $4.000 la noche. “Acá llegan en las madrugadas gente de la plaza, de los buses, y también vendedores ambulantes. Gente que llega a Bogotá a probar suerte y que lo único que busca es en donde dormir sin que se les descuadre el bolsillo”, explica.

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