En fotos: A dos calles de la zona más golpeada por el coronavirus

La alcaldesa montada en la parte de atrás de una camioneta diciéndoles a los vecinos del sector que van a hacerles pruebas de contagio, se ha vuelto una escena común en las redes sociales. La localidad de Kennedy, en Bogotá, fue durante 15 días protagonista de los diferentes medios de comunicación del país a causa de los casi 4.300 contagiados registrados —en el marco de la oficialidad— en una localidad donde viven 1’250.000 personas. Es, sin duda, una cifra muy alta comparada con los 1.550 casos de Suba a la fecha de hoy, los 1.200 de Ciudad Bolívar o los 1.700 de Bosa, localidades que se perfilan como las siguientes a entrar en medidas rigurosas de confinamiento. A partir de los 15 días de cuarentena estricta aplicada en esta localidad al suroccidente de la ciudad, se han presentado cifras que sostienen un desaceleramiento en la cantidad de contagios y asimismo también ha habido preguntas sobre la estigmatización de los barrios que la conforman.  

Santiago Ramírez Baquero es un fotógrafo que vive a dos cuadras de esta localidad y que en la búsqueda de narrar con imágenes lo que lo rodea, decidió atravesar el caño que lo separaba de Kennedy para encontrarse con una cotidianidad extraña y unos ritmos de vida bastante particulares desde su mirada, ritmos que, como se ve en una de sus fotos, parecen marcados por un reloj con un escudo de Santa Fe destruido en la entrada de un parqueadero sin mucho uso. Un hombre que hace 4 años vive en la parte de atrás de su carro y que hasta allí lleva su tapabocas y medidas de salubridad, es uno de los protagonistas de esta serie que él tituló ‘A dos calles de la zona más golpeada por el COVID19’. Se encontró también con una familia que vende rosas, con una niña que atiende un negocio de regalos, con recicladores y conductores que se disponen a trabajar en sus uniformes pero que sin trabajo qué hacer, prefieren tomarse unas cervezas y jugar cartas como si nada estuviera pasando. “Me cuestiono el territorio”, explica Santiago, “me pregunto por qué algo que parecía que nos tocaba a todos por igual les toca más difícil a las personas que allí viven. Al entrar a mi barrio se siente una tranquilidad extraña, frágil, que no me llena”.

Sin escenas grandilocuentes y buscando una narración que conecta desde lo simple, Santiago cuenta una historia fotográfica conformada por historias particulares que —veladas por cifras y datos extraordinarios en los noticieros que convierten la complejidad de lo particular en algo general y cuantificable— exponen un problema esencial y estructural: la desigualdad imperante en nuestra sociedad.

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