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Foto de portada de Alejandra Mahecha

Cine Invasivo, un proyecto audiovisual comunitario en las lomas de Ciudad Bolívar

Con el interés de hacer pedagogía y entretener a los niños y las niñas en condición de vulnerabilidad, esta iniciativa nacida en medio del confinamiento es una apuesta por el apoyo popular más allá del asistencialismo.

Daniela Pomés Trujillo / @danipomes

La localidad 19 de Bogotá, Ciudad Bolívar, es la más grande después de Usme y Sumapaz. Esta localidad ha recibido a través de los años migrantes, desplazados, víctimas del conflicto armado y población vulnerable. Allí, más del 90% de la población pertenece a los estratos 1 y 2 y existe una cantidad de personas indeterminada que habita en la parte alta de las lomas en asentamientos informales o invasiones. 

Estos asentamientos generalmente son predios sin urbanizar en los que no hay redes de servicios públicos y donde además se vive con el riesgo inminente de que haya un deslizamiento o que los ranchos se vengan abajo por las carencias de la infraestructura, pues las casas suelen ser construidas con maderas viejas y escombros. Se habla de más de 150.000 familias viviendo en estas condiciones. 

El año pasado, durante el confinamiento estricto por la pandemia, además de la escasez o falta absoluta de alimentos, asentamientos informales como los de Altos de la Estancia se enfrentaron a desalojos violentos por orden de la Alcaldía y por parte de la fuerza pública. En otras palabras, el panorama de los pobladores de Ciudad Bolívar y en especial de los asentamientos informales es de altísima necesidad y vulnerabilidad. En medio de esta situación, personas del sector se reunieron para apoyar desde diferentes frentes. Así, mientras algunos ayudaron con comida y acompañamiento a los habitantes de estos asentamientos, otros construyeron iniciativas artísticas populares que ofrecieran alternativas de vida a los niños y niñas del territorio.  

Luisa Alejandra Mahecha Hurtado (22 años), vecina del barrio Candelaria La Nueva, realizadora audiovisual y educadora en atención integral a la primera infancia en formación; es la creadora de Cine Invasivo, una iniciativa que, armada de un proyector y muchas manos dispuestas a aportar, busca llevar el cine a los lugares más olvidados de la loma y ofrecerlo como herramienta pedagógica y de entretenimiento para los niños y niñas de esta zona de la capital. Personalmente, en lo audiovisual Alejandra se enfoca en el documental y del lado pedagógico en lo popular, artístico y cultural, y eso busca transmitirlo a través de esta plataforma de cine comunitario. 

natalie_ocampo1.jpgFoto por Natalie Ocampo

 

Ella cuenta que todo comenzó a mediados de marzo de 2020, empezando el confinamiento, cuando la gente del sector salió a las calles a manifestarse por el hambre causada por el abandono estatal durante la emergencia sanitaria. Andrés Zea, un amigo de Alejandra que se encontraba haciendo un cubrimiento de estas manifestaciones, fue contactado por Don Abel, líder del barrio El Paraíso. Don Abel le contó sobre la situación tan grave de hambre y miseria por la que estaban atravesando las personas de las mal llamadas invasiones de Ciudad Bolívar. Éste, a su vez, le contó la situación a Alejandra y ambos decidieron ir a ver con sus propios ojos lo que estaba ocurriendo con estas familias. 

“A pesar de que esas problemáticas estaban ocurriendo en mi localidad no nos habíamos dado cuenta. Más que cubrir periodísticamente lo que estaba ocurriendo decidimos tomar acciones. Con mi amigo Andrés y Fernanda García decidimos empezar a subir mercados a las familias de las invasiones. Don Abel nos llevó a las casas de las personas que necesitaban los mercados con más urgencia”, cuenta Alejandra. 

Desde ese día empezaron a hacer colectas y a pedir donaciones a través de redes sociales para llevar estas ayudas todos los domingos. A esta iniciativa se sumaron otras personas del barrio que, aunque estaban viviendo situaciones difíciles por la pandemia, también hacían donaciones. “Mis compañeros viven en Bosa y traían en bici lo que recolectaban. Dejaban las bicicletas en mi casa y salíamos a coger Transmicable con maletas grandes, parecíamos mochileros. Allá en la casa de Don Abel reuníamos todo y armábamos buenos mercados”, cuenta.

alejandra_mahecha8.jpgFoto por Alejandra Mahecha

 

Sin embargo, aunque era consciente de la importancia de las ayudas que estaban llevando a estas personas sentía que había otros factores menos visibles que el hambre y que no se podían pasar por alto. La escasez de servicios públicos en los asentamientos informales, la falta de viviendas dignas y de educación para los niños y niñas, entre quienes hay desplazados, migrantes, víctimas del conflicto armado y de abuso policial, son problemas del territorio que Alejandra identifica. 

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Mientras tanto, cada domingo además de entregar los mercados Alejandra y sus amigos empezaron a hacer otro tipo de actividades con la gente de la loma como ollas comunitarias y actividades culturales para las niñas y niños, buscando en un principio ofrecerles una realidad más amable por un rato. Fue cuando Alejandra se empezó a involucrar en las realidades de los más pequeños que sintió la necesidad de aportarles algo más desde su saber. “Un día estando en mi casa pensé ¿Por qué no llevar un poco de lo que más me gusta a los niños y las niñas de la invasión?”. Con esta pregunta inició Cine Invasivo.

Ese día llamó a su mamá, le contó la idea que tenía y le pidió prestado el video beam del trabajo, mismo proyector que aún hoy siguen usando. “Le comenté a unos compañeros de la universidad la idea, les pedí apoyo visual, logístico y de sonido. Yo tenía unos soportes que me servían como una especie de gran pantalla y mis compañeras de Poder Popular [colectivo del que también hace parte] me colaboraron con palomitas de maíz y bebidas para los niños y las niñas. También compañeros de Ritmo Animal llevaron comida para los animales”, cuenta Alejandra.

Aunque cometieron bastantes errores en esa primera proyección, Alejandra recuerda que la respuesta de los niños fue de mucho amor y felicidad, lo que los motivó a seguirlo haciendo. Así nació oficialmente Cine Invasivo. Con el proyecto creció también la posibilidad de recorrer otras lomas, otros barrios y otras calles para generar, a través del cine, herramientas de comunicación y expresión para educar y construir una identidad cultural.

doblecineinvasivo.jpgFotos: izquierda por Alejandra Mahecha, derecha por Natalie Ocampo

 

“Cine Invasivo surgió de la necesidad de hacer pedagogía a través del arte y la cultura en lugares de vulnerabilidad social. Ese día vimos cómo con Cine Invasivo, en articulación con otros colectivos, logramos hacer algo grande y que realmente marcó no sólo la vida de los niños, las niñas y las personas que asistieron a la primera proyección, sino también marcó las nuestras. Elegimos el cine como forma de expresión y herramienta de trabajo porque más allá de ser una expresión cultural que fortalece la identidad, el cine también representa a las comunidades invisibilizadas y marginadas”, explica Alejandra. 

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Actualmente Cine Invasivo está conformado por Natalie Ocampo, también realizadora audiovisual y gran amiga de Alejandra, quien aporta en temas de producción y organización. Alejandra, por su parte, es quien dirige las actividades y hace la parte pedagógica. Además de ellas dos está el apoyo de amigos y amigas cercanas que eventualmente les ayudan con las recolectas, logística y otras cosas. También se articulan con colectivas amigas para llevar eventos y ayudas más nutridas a la gente.  

El nombre de este sistema audiovisual comunitario responde en primer lugar al sector con el que han querido trabajar, que es el de las invasiones. Dice Alejandra que es Invasivo porque “Hace alusión a la gente luchadora con la que trabajamos y a su vez a cómo invadimos diferentes espacios a través del cine: las invasiones, los barrios, las calles y todo lugar al que podamos llegar con nuestro proyector a llevar esta magia. Invasivo porque en realidad lo que hacemos es invadir el espacio público”.

La situación de abandono, el hambre, la pobreza y la desazón en las caras de quienes no tienen nada es sin duda el motor que mantiene viva esta iniciativa. Para ellas, sentir que contribuyen más allá del mero asistencialismo, que están llevando buenas memorias para los niños y las niñas, que desde sus conocimientos están aportando para el fortalecimiento de la identidad cultural y abriendo camino a nuevas narrativas y formas de expresión, son las grandes motivaciones para seguir haciendo lo que hacen. 

“Las reacciones frente a las proyecciones son de felicidad y asombro porque no están acostumbrados a este tipo de actividades. A muchos les genera curiosidad y emoción. Muchos y muchas de las niñas nunca en su vida han estado frente a la pantalla grande, nunca han ido a un cine, nunca han tenido la oportunidad de estar en eventos culturales, de tener actividades artísticas, entonces para ellos y ellas que alguien llegue con un proyector y les pase una película es algo realmente asombroso”, cuenta Alejandra. 

alejandra_mahecha5.jpgFoto por Alejandra Mahecha

 

La intención de Cine Invasivo es abrir una puerta a través del séptimo arte que muestre otros caminos y otras posibilidades a los niños de los asentamientos.  Por esa razón proyectan cine que para ellas puede ser educativo, cine que muestre situaciones reales con las que los pequeños puedan sentir una conexión e incluso identificarse. Que les deje preguntas, reflexiones y sobre todo motivación para el futuro. 

Generalmente, al terminar cada película los espectadores conversan entre ellos, opinan y sacan sus propias conclusiones sobre el filme. Por lo general el cine que proyectan es colombiano. Alejandra recuerda que “La primera película que se proyectó fue la película infantil  animada Un gran dinosaurio que aborda temas como la pérdida del miedo al mundo nuevo, aún si nos sentimos débiles, mostrando la fuerza y el valor que tiene el amor para superar esas inseguridades. También hemos proyectado cortos realizados con los niños de la comunidad o animaciones Colombianas como Sinfonía del viaje a la luna”.

Con el paso de los meses las chicas de Cine Invasivo han construido una familia con las personas que habitan las invasiones donde proyectan. Esto les ha permitido acercarse a la gente y aportar desde otras esquinas. Recuerdan por ejemplo el caso de Doña Leidy, una inmigrante venezolana que vivía con sus cuatro hijos en un rancho en El Paraíso. “Vivían en un ranchito que ella misma había construido y que no era muy seguro. En temporada de lluvias el rancho se cayó y junto al colectivo Poder Popular reunimos dinero y materiales y nos pusimos en la tarea de levantar un rancho nuevo más seguro para doña Leidy y sus pequeños. Hicimos parte de la construcción del ranchito sin saber nada en lo absoluto de la construcción de una casa, pero aun así tuvimos las ganas de hacerlo y lo logramos. Actualmente doña Leidy está bien”, cuenta Alejandra.

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natalie_ocampo3.jpgFoto por Natalie Ocampo

 

Ese es uno de los grandes logros que desde el trabajo comunitario recoge Cine Invasivo, así como sentir que desde lo audiovisual han logrado contribuir un poco en mejorar la calidad de vida de las personas y sobre todo de la infancia de invasiones como El Paraíso. A futuro esperan poder llegar a muchos lugares de Colombia a llevar la magia del cine. “Queremos poder aportar, dejar esa huella a través del cine a muchas personas en Colombia que realmente necesiten esta magia en sus vidas –dice Alejandra–. Pensamos ir a las calles, a los barrios a cualquier lugar que nos inviten, a donde podamos llegar con nuestro proyector”. 

Como este colectivo hay otros que desde diferentes posiciones y saberes se han acercado a las comunidades que habitan los cerros de Ciudad Bolívar, sin embargo, no hay labor social que abarque el abandono estatal que tiene condenadas al hambre a estas personas. La esperanza está puesta en la niñez que hoy corretea en las cumbres empedradas que son el mismo suelo de sus hogares, para que puedan hallar alguna de las tan escasas oportunidades en este país. “Cine Invasivo realmente es algo que no habíamos pensado, fue algo que sucedió y fue algo increíble que cambió nuestra vida”, concluye Alejandra.

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