Ud se encuentra aquí INICIO Ecologicas El Activismo Es El Metodo Mas Efectivo Contra La Depresion Flavia Broffoni
Ilustraciones por @nefazta.666

“El activismo es el método más efectivo contra la depresión”: Flavia Broffoni

En esta entrevista, la coordinadora de Extinction Rebellion Argentina y activista regenerativa no sólo hace un análisis extendido y detallado, en clave latinoamericana, sobre la crisis más urgente que atravesamos, es decir la medioambiental, también ofrece herramientas sociales y holísticas para asumirla desde lo comunitario.  

Por María Teresa Flórez*

<<¿Cuál es el costo de las mentiras? No es que las tomemos por la verdad. El peligro real es que si oímos suficientes mentiras entonces ya no podemos reconocer la verdad. ¿Qué hacer entonces? ¿Qué queda sino abandonar incluso la esperanza de la verdad y conformarnos, en cambio, con historias? En estas historias no importa quiénes son los héroes, todo lo que queremos saber es quién es el culpable>>.  

Estas son las líneas con las empieza la aclamada serie del 2019 Chernobyl. Sacadas de su contexto original, las traigo a colación en torno a la crisis climática y ecológica, que es la más grande que hemos enfrentado como especie, porque siento que son pertinentes en este escenario en el que la verdad sobre la situación planetaria nos ha sido sistemáticamente velada y ha tomado su lugar lo que Greta Thunberg denominaba en su potente discurso ante Naciones Unidas “fantasías de crecimiento económico eterno.”

Recuerdo que el año pasado por todas las reacciones de aversión y críticas que generó este discurso, la historiadora y divulgadora Diana Uribe hizo un video corto estableciendo un paralelo entre la obra de Henrik Ibsen, Un enemigo del pueblo, y los activistas por el medio ambiente. En la obra, el médico del pueblo anuncia que encontró una bacteria en el agua del balneario local que podría enfermar a todos los bañistas. Gran parte de la economía del pueblo dependía del funcionamiento del balneario, razón por la cual se prioriza el sustento económico sobre la salud de sus habitantes. El médico se convierte en la amenaza del pueblo por haber anunciado este problema. Muy similar la situación a las críticas que llovieron a Greta, por su tono y por la contundencia con la que nos alertaba sobre esta crisis, como si usar otro tono cambiara la realidad de la crisis en la que nos encontramos. El problema no es que haya un mensajero anunciando una catástrofe ni la forma como lo hace, el problema es la catástrofe misma y las acciones y esfuerzos deberían enfocarse en tomar medidas para enfrentarla.

Nuestra forma de gestionar las crisis nos lleva quizá mecánicamente a buscar al culpable, como si una vez hallado éste, el problema quedara resuelto. Uno de los rasgos más potentes y disruptivos que encuentro dentro el movimiento ciudadano Extinction Rebellion (XR) es que justamente no busca culpabilizar a nadie en particular, pues esta no es una crisis de la que vayamos a salir con sólo identificar al culpable. Por supuesto que la responsabilidad de las decisiones que nos han traído hasta ese punto ha estado en manos de muy pocas personas. Pero al final todos somos víctimas en mayor o menos medida de este sistema tóxico. La pregunta ante la que nos enfrentamos, y que nos plantea la activista regenerativa argentina Flavia Broffoni, es: ¿qué hacer con el tiempo que nos queda disponible?

img_20200125_104256_310.jpgFoto cortesía de Flavia Broffoni.
 

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Flavia, una búsqueda en Google de tu nombre arroja como resultado tu recorrido formal profesional. Eres politóloga, trabajaste siempre en la agenda ambiental desde diferentes ámbitos: en oenegés grandes como WWF, en la política durante el segundo período de Macri, en el área de sustentabilidad de algunas empresas del sector privado. Ahora haces parte de XR Argentina y te defines como activista regenerativa. Cuéntame cómo fue el proceso de esa transición hacia el activismo regenerativo.

Inicialmente me desempeñé como politóloga, tuve después formación académica en temas ambientales y trabajé en esta agenda desde diferentes espacios; activismo hice siempre en diferentes lugares. Estudié en una universidad muy conservadora, con lo cual no es que estas ideas de cambio sistémico me vengan desde la facultad, sino de haber intentado realmente empujar la agenda ambiental desde adentro del sistema y que no diera resultado, desde oenegés grandes, desde la política electoral misma en donde ejercí. En particular en la antepenúltima elección en Argentina, en la que estaba participando de una campaña política, entré en un proceso de profunda frustración. Había tenido a mi segunda hija, soy mamá de dos niñas, y creo que ahí pasó algo raro. Eso fue fin de 2015.

Durante los tres años siguientes, empecé a profundizar en esto que parecía ser la frontera de la sustentabilidad, que era el desarrollo regenerativo. La sustentabilidad como concepto ya había quedado obsoleta porque hablábamos siempre de asegurar recursos para las próximas generaciones. A mí me estaban empezando a hacer sentido cómo necesitábamos con urgencia construir una narrativa, no digo común porque homogeneizar las cosas siempre es nocivo y es lo que nos trajo al momento en el que estamos, pero hay claramente un anhelo de transformación en muchas colectivas y colectivos de los márgenes del sistema. Lo que sentí en ese momento es que el modelo de opresión colonialista patriarcal en el que estamos viviendo es la base misma por la que nos encontramos en este punto de la historia en una verdadera emergencia ecológica y climática, en donde la probabilidad de extinción de nuestra propia especie es cierta y está científicamente probada. En ese explorar el mundo del desarrollo regenerativo tomé una formación muy interesante en Estados Unidos con Regenesis Group y cuando volví empecé a profundizar en esa disciplina. 

Pero en simultáneo apareció en mi vida una pulsión muy fuerte a volver al activismo de calle, entendiendo que estaban pasando demasiadas cosas muy graves y que desde la academia exclusivamente, desde los procesos de reformismo que todas las disciplinas proponen, no iba a ser suficiente. Con esta sensación empecé a leer muchas autoras y autores, entre otros pluriversos, que habían explorado la desobediencia civil como estrategia para el cambio sistémico, pero hay muy poca sistematización de esas cosas. Apareció también la novedad, al menos en mi vida, del movimiento del que soy parte hoy también que es Rebelión o Extinción. Ahí creo que encontré uno, una narrativa que verdaderamente me hacía sentido desde el activismo, una que si bien nace en el norte global, rápidamente, por la propia dinámica del movimiento, logró adaptarse y que desde cada una de nuestras regiones pudiéramos aglutinarnos alrededor de esta visión de cambio compartida, eso que le llamamos cultura regenerativa. Se empezó a mezclar entonces lo que venía explorando desde lo académico sobre desarrollo regenerativo con la necesidad desde el activismo de que nuestros espacios de resistencia nos cuidaran a nosotres también, porque la lucha es larga, es dura, porque tenemos una tendencia como especie a la crítica vertical adentro de nuestros propios espacios, pasa en el feminismo y pasa en todos los colectivos de resistencia en donde en algún punto el norte deja de ser más relevante que el camino. Y creo que la cultura y el activismo regenerativo lo que nos pueden aportar son herramientas, procesos, formas de vincularnos en donde seamos como sistemas vivos nosotres tan importantes como esa lucha que estamos encarnando. 

Creo también que cabe dentro de la definición de activismo regenerativo, me gusta, no la había usado nunca, la inventaste vos, el hecho de transformar esa esperanza ya en este punto de la historia ridícula adentro de la agenda ambiental de creer que con sólo cambiar nuestros hábitos de manera individual y los tips para salvar el planeta y qué sé yo, vamos a salir de este caos, porque eso en este punto de la historia no es real. Consumo información científica hace mucho años y me costó también a mí saltar esos cercos negacionistas dentro de mi propio proceso de pensamiento, porque tenemos una tendencia natural a no pensar la muerte, a no pensar la extinción metida ahí, nos alejamos naturalmente de esas posibilidades. Y cuando la información científica es catastrófica y apabullante a pesar de ser real, si no construimos colectivamente espacios en donde podamos procesar esa información y las emociones que están asociadas a eso, vamos a seguir fallando. Entonces pararnos desde el fracaso de lo que venimos haciendo, al menos a mí, me dio la posibilidad de empezar a cocrear un espacio, que en el caso de aquí fue el grupo de XR Argentina, en donde traigamos al plano de la conciencia activista todo el tiempo también cuestiones espirituales, o en todo caso metacuestiones. Al menos lo que siento que hice durante mi recorrido es haberme formado mucho en los aspectos técnicos de la crisis, en poder demostrar con datos, con conciencia dura, con argumentos incontrastables, el porqué necesitamos una transformación completa del sistema de consumo, que es lo que siempre me ha movilizado. Pero en ese blindarnos racionalmente perdimos mucho en el camino, y en muchos casos el ambientalismo se alejó de su propio objeto de estudio, por así decirlo. Por eso en el ambientalismo hegemónico, en el tradicional de las grandes oenegés, hubo muy poco cuestionamiento a las prácticas personales con respecto a las cosas, al consumo de animales por ejemplo, que es el que me parece más recurrente, y no porque sea vegana y crea que todes tenemos que serlo, sino porque desde la urbanidad y consumiendo animales industrializados en una góndola de supermercado estamos siendo cómplices de invisibilizar todo lo que eso atrás implica en términos ambientales, en términos de crueldad y la invisibilización de procesos, creo que es el gran éxito del capitalismo. En definitiva es la razón por la cual estamos en este punto crítico.

 

Creo también que esto está relacionado con la cuestión que mencionabas del poco impacto de las acciones individuales, aunque eso no nos exima de estar obligados a hacerlas. Me parece apenas lógico que nuevas formas de producción demanden formas, digamos, consecuentes de formas consumo. Recuerdo que hace unos años vi un meme que decía “si cierras la llave mientras te lavas los dientes, ahorrarás doce litros de agua. Pero si luchas por sacar del país a las multinacionales petroleras, entonces se salvarán doce mil litros de agua por minuto”. La cifra, seguro, no es exacta, pero la idea era señalar lo inocuas que resultan las acciones individuales frente a un sistema de producción voraz. ¿Qué piensas sobre la insuficiencia de las acciones individuales?

Creo que también es una de las grandes victorias del capitalismo, y del sistema en general, porque además permeó muy profundamente en personas con un anhelo de cambio revolucionario. Entonces transformó esa energía vital, que es colectiva y que solamente puede funcionar entramada con otras personas, en “Ok, tenés la responsabilidad de reciclar las botellas que me compraste. Sí, vos podés cambiar al mundo y con tu granito de arena vamos a lograrlo”. Y esta última frase se convirtió en la justificación moral de todes les que estábamos tratando de cambiar las cosas de forma más radical. Me asumo también en ese punto de la historia en algún momento, no me estoy excluyendo de la crítica. Esto sucedió desde el momento en el que se definió a la sustentabilidad y todo el mundo empezó a hablar de ella: las corporaciones, los gobiernos, la sociedad de consumo, todo el mundo. Lo que trajo como consecuencia algo que como ciudadanes logramos identificar y que me llama poderosamente la atención: más allá de las diversidades de las identidades y de las situaciones sociales, todes quedamos aglutinados en una definición casi ontológica como consumidores. Es algo de lo que nadie reniega. 

Cada que vez que un gobierno trata de promover la economía lo hace ampliando la torta de consumo, entonces cuando decae el consumo se cae todo. Siempre el consumo es el centro de la construcción de la política pública y se impuso como anhelo también personal el tener acceso a consumir, digamos, determinadas cosas y en eso ninguno de nosotres quedamos excluidos. Se homogeneizó a la humanidad como una gran bola de consumidores. Y en esa gran bola fue fácil asignarnos la responsabilidad por la contaminación ambiental y la crisis de extinción de especies porque se nos definió como causas de esos males. Entonces supuestamente cada vez que salimos con nuestra billetera vamos a tomar una decisión con nuestras compras, que digo, no quiero deslindar responsabilidades, las tenemos porque los cambios individuales son imprescindibles, pero en este punto de la historia son insuficientes, es el único problema. 

Cada vez que uno habla de los granitos de arena se va recluyendo en su casa y en su individualidad y en la convicción de creer que puertas adentro es suficiente ámbito de transformación, cuando esos castillos de arena lo que han hecho es construir castillos de una sola persona y no salimos a construir comunidad. Las megaciudades atentaron, obviamente, contra la posibilidad de generar colectivos que se nutrieran también en sus experiencias. Hay un médico epidemiólogo amigo, Damián Verzeñassi, que trabaja sobre temas de salud socioambiental y que tiene una frase, que a mí me parece maravillosa, que dice que la única forma de generar conocimiento nuevo es si es colectivo. Se está viendo ahora más que nunca, porque analizar aisladamente los efectos de una crisis pandémica como la actual no hace sentido si no se aborda de forma colectiva. Pero nos cuesta muchísimo, creo que es la gran barrera porque aparte el hecho de sólo hacer cosas a nivel individual es un poco quedarnos en nuestra zona de confort, y eso es muy cómodo para la mayoría de las personas. Mientras no estés interpelada en tu corporeidad con algunas injusticias del sistema, te parece suficiente lo que hacés adentro de tu casa. En el ambientalismo eso pasa muchísimo todavía. Pero una vez que probaste la energía que se genera alrededor del activismo comunitario colectivo, difícilmente podrás volver a quedarte conforme adentro de tu casa. Hace falta algo para salir. 

Eso, creo yo, es algo interesante que está trayendo la desesperanza fruto de la crisis climática; el hecho de juntarte con otres a compartir cómo estás procesando ese duelo, tiene un potencial activista muy grande. Creo que lejos de llevar a la mayor parte de la gente a la inmovilidad, la desesperanza, la angustia, la desesperación, la tristeza de estar enfrentades a un proceso de colapso inevitable si seguimos tal cual, puede llegar a ser un gran motor activista si existen redes comunitarias y espacios colectivos que acojan a nuevas personas transitando esos procesos. Porque el capitalismo es muy hábil en desarticular la comunidad.

img_20191228_104307_745.jpgFoto cortesía Flavia Broffoni.

 

Creo que la exacerbación del individuo es en parte producto de su creación durante la Modernidad, pues precisamente lo que hizo fue romper esa idea de comunidad y de unidad con la naturaleza que había antes. En la Edad Media, pensando sólo en Europa claro, no existía ese rompimiento entre humano y naturaleza. Siento que ahora estamos buscando restaurar esa unidad y estamos aprendiéndolo de las comunidades sobrevivientes de pueblos originarios en América Latina, porque ellas no tienen esa escisión y para ellas la colectividad y la militancia colectiva es lo que les permite pervivir. En las ciudades estamos tratando de aprender eso, y al encontrarnos en las manifestaciones en la calle nos sentimos parte de algo  que nos sobrepasa. ¿Cómo vez tú entonces la cuestión de la colectividad en América Latina? 

Cuando decimos aprendemos, quienes estamos en la ciudad somos los que estamos aprendiendo, porque experiencias de resistencia entendida no como oposición sino como lo que es, resistencia frente a la injusticia, en los territorios sucedió siempre y de forma muy radical. Me da cierto escozor hablar de desobediencia civil en tanto teoría porque es ponerle un nombre a algo que en los territorios sucede hace quinientos años sin ese halo académico. El año pasado en particular fue, creo, súper clave en nuestra región la emergencia de procesos verdaderamente rebeldes de base con una interseccionalidad que yo creo que no había sucedido hasta ahora y que para mí la gran oportunidad, la esperanza más radical, el hecho de que por un lado los espacios de resistencia territorial, que ya están en un punto de desesperación muy alto, se acercaron a los nuevos movimientos en rebeldía de corte urbano, que en muchos casos llegaron por estudiantes que tomaron contacto, por ejemplo, en el caso de la agenda ambiental, con las cosas que Greta Thunberg dice, o con las huelgas de los viernes. Y de repente el año pasado acá a mí me tocó, de hecho es gran parte de lo que hago, la generación de alianzas con espacios antriextractivistas de raíz territorial. En la Charla TED cito algunos ejemplos a nivel comunitario de formas de organización social, en ciudades o pueblos, que no perdieron escala humana, que es lo que nos pasa en las grandes ciudades. En esas formas de organización es mucho más claro cómo estamos integrados con este organismo vivo que es la Tierra. 

En las ciudades los procesos de invisibilización dominan todo, y es muy difícil romper esa disonancia cognitiva porque constantemente ante nuestros ojos está una realidad o una normalidad que es ilusoria, que es verdaderamente, como dice un buen amigo mío, la estafa piramidal más grande de la historia. Porque lo que creemos que es real, que es la forma en la que nos hemos relacionado con el mundo durante el lapso de nuestras vidas, ya sea que tengamos veinte, treinta o cuarenta hasta setenta años, la normalidad y realidad que hemos visto en tiempos de la Tierra es una ficción. Nunca nos fue mal a quienes estamos en una clase media urbana, en nuestra vidas, más o menos crisis, las cosas siempre evolucionaron, en términos de acumulación de riqueza, para mejor. Entonces creemos que es el único modelo posible y que es la única forma de hacer las cosas. Pero cuando te salís de la ciudad y vas a ver lo que ocurre en los territorios, la riqueza indescriptible vincular que hay en comunidades que no tienen uno o dos millones de habitantes, sino que tienen menos de cincuenta mil, que conservan escala humana, que tienen mecanismos de participación directa en sus decisiones de gobierno, que conocen al intendente (el alcalde en Colombia), es su vecino y sabés que lo que estás cuidando es esos espacios es tu propio sustento de vida. Todas las relaciones de interdependencia se vuelven mucho más evidentes y son parte de tu conversación cotidiana, eso es re importante. En las grandes ciudades, en nuestras conversaciones cotidianas hemos eliminado por completo la posibilidad de hablar de las cosas que verdaderamente importan en muchos casos. Y en los espacios de activismo, de resistencia, de movilización popular que están fuera de las grandes megaciudades, todo el tiempo traen al plano de una conversación en una comida las cosas que importan, su tierra. Entonces pierden relevancia cosas que son accesorias.

Por ejemplo, el caso de las Malvinas argentinas, que es una localidad en donde se iba a instalar la planta de secado de semillas más grande del mundo. Y a la comunidad de Malvinas, que es muy pobre, se le prometió la generación de trabajo con la instalación de esta planta, como siempre sucede con las zonas de sacrificio extractivistas. Pero tenían tan incorporado en su diálogo comunitario cotidiano lo que querían para el desarrollo de su ciudad, que en cuanto googlearon lo que representaba Monsanto se dieron cuenta y decidieron que no querían eso. Pidieron a sus autoridades iniciar un proceso de consulta popular para decidir si se instalaba la planta o no, no les dieron bola, nunca se habilitó ningún proceso democrático. Entonces se plantaron en el lugar donde se iba a instalar la planta bloqueando el ingreso de materiales durante cuatro años, con rondas rotativas para bloquear el ingreso de los camiones, con la policía reprimiendo. Bueno, digo, Colombia tiene casos muchísimo más extremos de lo que estoy relatando, con lo cual no es ninguna novedad. Pero para nosotres desde la urbanidad, y reactivando espacios un poco más radicales desde la narrativa y desde la acción en ciudades grandes y estando en una situación de absoluto privilegio, tomar contacto con esas realidades nos nutrió indescriptiblemente. 

Creo que es lo que está sucediendo ahora. Hoy se están acercando esos universos de estudiantes urbanos preocupados por la crisis climática, fundamentalmente, con espacios, en algunos casos octogenarios, de resistencia antiextractivista. En nuestro país uno de los más representativos son las zonas-asambleas de pueblos fumigados, que están resistiendo al modelo agroindustrial y las antiextractivistas mineras. Sé que en Colombia hay muchísimos casos parecidos y algunos más radicales, con las plantaciones y con todo el proceso de militar en el medio más complejo aún. Esos universos están ahora conociéndose y está pasando algo muy interesante que es quizá la última de las oportunidades que tenemos para que se inicie una adaptación profunda a un nuevo contexto civilizatorio. Porque esta civilización se va a extinguir indefectiblemente, ya no se sostiene más, pues es un modelo en sus bases autodestructivo y está dando los últimos manotazos de ahogado, pero además de darlos, no nos lo cuentan, entonces nuestra misión es justamente contarlo.

 

En el caso de América Latina, quizá particularmente en Colombia, pero creo que es una herida compartida en toda la región, la historia de la violencia es aplastante y devoradora. Y erradamente extrapolamos la situación de las manifestaciones en Europa a nuestra región, por lo que hay como un cierto descontento, un “pero por qué aquí no pasa nada. Pero aquí cuándo va a ser el despertar. Somos unos arrodillados”. Pienso que no es que aquí no pasen cosas, porque siento que resistimos de muchas formas muy potentes, pero aquí salir a manifestarse es poner en riesgo la vida a plena luz del día. Entiendo entonces que tengamos mucho miedo de salir a hacerlo, porque la violencia es muy brutal. Además somos los países saqueados, y por eso nos llevamos la peor parte, que es la pobreza  y la muerte en los territorios. Las manifestaciones son en una y otra región diferentes. ¿Cómo ves tú ese asunto de relaciones entre las manifestaciones del norte global con respecto a las del sur global?

Sí, definitivamente somos las sujetas de sacrificio del modelo. La globalización capitalista empezó hace quinientos años, no empezó después de la segunda guerra mundial. Durante esta guerra se profundizaron los procesos de aceleración en la degradación de la biocapacidad, pero la forma de organización de saqueos y de sacrificios de territorios es la misma que se inauguró hace quinientos años con la colonización. 

Lo que creo es que esos puentes de los que hablábamos recién tienen un poco que ver con esto, con que los movimientos del norte global, que nacen más movidos por la crisis climática, en algunos casos incorporaron un componente que no existía antes en donde las estrategias, por ejemplo, de arresto están basadas en hacer uso de su situación de privilegio. Eso está explicitado cada vez que allá se manifiestan. Por ejemplo las que bloquearon las ciudades europeas el año pasado durante abril y octubre dos veces, era explícito el hecho de interpelar a los pares en esos espacios de activismo frente a la dimensión de la injusticia en el sur global. Por supuesto que esto no es una estrategia que puede aplicarse en nuestras latitudes así como así, porque la violencia institucional es feroz realmente. 

Pero algo que durante este proceso de aislamiento tuve que revisar es cuál era nuestro rol, si nuestro rol como activistas era seguir buscando una disrupción sistémica o si tenemos que parar la pelota, generar espacios de referencia en los que cuando llegue el proceso revolucionario de rebelión que inevitablemente va a llegar con posterioridad a la pandemia, creo yo, y va a llegar en el corto plazo por una situación económica sobre todo en nuestros países, creo que la crisis social se va a radicalizar profundamente porque los procesos de desigualdad se van a radicalizar y se van a profundizar y nuestros países no lo van a aguantar. Entonces creo que el momento de salir a la calle y generar disrupción, más que provocarlo nosotres desde nuestros espacios, va a suceder por inercia de la historia, porque no hay ningún indicador que nos dé esperanza sobre que la salida de la crisis económica sea justa o tenga más componentes equitativos, no. Todos los indicadores de profundización de la desigualdad y de megaacumulación de riqueza y de generación de nuevas pobrezas y vulnerabilidades, se van a profundizar. No creo que nada bueno vaya a salir de esto. El momento de estallido social, que el año pasado en nuestra región ya se empezó a ver en Chile y Ecuador, quizá los dos más representativos, tuvieron como una pausa por la pandemia. Pero el aislamiento también les trajo a esos espacios, por ejemplo en el caso chileno, que estaba debatiéndose qué proponer, un momento para repensarse y fortalecerse.

Cuando en lo que queda de este año y principios del año que viene se empiecen a tomar medidas gubernamentales para rescatar a los mismos centros de poder de siempre con nuestros propios impuestos, creo que la rebelión es inevitable, no creo que la vayamos a forzar. Creo que seguir colaborando en construir una narrativa pacífica va a tener que ver con nuestro norte utópico. Pero creo que este sistema va a reaccionar de forma violenta para no perder los privilegios que acumuló durante estos quinientos años. Y no nos va a quedar de otra y ya no va a ser una decisión salir a la calle a marchar porque van a estar ocurriendo conflictos sociales ininterrumpidos, por comida, por tierras, por acceso a recursos negados y en ese momento quizás los espacios de activismo más urbanos y más nuevos se vean interpelados en dónde posicionarse. Por ahí si no nos hubiésemos acercado a las comunidades más vulneradas y si no hubiésemos tomado verdadera conciencia sobre el momento crítico en el que nos encontramos, hubiéramos estado queriendo volver a una normalidad irreal. Pero ahora creo que nuestro rol va a ser acompañar a los movimientos de resistencia ancestrales, en muchos casos, y colaborar con una mirada, quizás, que para una buena parte de la sociedad es legítima moralmente, algunas decisiones estratégicas. En Argentina ya se está hablando de un proceso de reforma agraria, que muy probablemente no va a ser validado por el gobierno. Y si vos me preguntás a mí hace diez años si hubiese estado de acuerdo yo lo hubiese dudado y hoy digo “al carajo, hay que salir a tomar tierra”. Ya esto es terrible, es un genocidio, un terricidio, y no puede ser que en un país que tiene biocapacidad suficiente para alimentar al continente tengamos el 30% de los niños muriéndose de hambre, bajo la línea de la pobreza. Entonces ya nada justifica sostener el statu quo y quizás no vaya a ser una decisión salir a la calle a marchar, creo que ese punto de las marchas en la calle va a estar superado por cosas más radicales. Yo siento que a la época de las marchas masivas le queda poco rato, creo que se van a empezar adoptar medidas más radicales y que no las vamos a presionar nosotros, van a venir por la propia dinámica no lineal del sistema, y porque las señales y los patrones que están ocurriendo en otros países se van a replicar acá. 

En la crisis del 2008 se salió a rescatar a los bancos, bueno en esta crisis se va a salir a rescatar a las industrias extractivistas, a la industria aeronáutica, es lo que ya están demostrando Europa y Estados Unidos, no se está rescatando económicamente a la base de la pirámide sino a los mismos de siempre y quiero creer que no lo vamos a aceptar una vez más, pues ya llegamos a un punto crítico de hambre en muchos casos muy extremo. 

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En Colombia el año pasado tuvimos el paro nacional y la respuesta del gobierno fue muy violenta. Esto nos atemoriza mucho. Pero siento que a veces en las ciudades perdemos de vista que las personas en territorio siempre enfrentan esa situación. Creo entonces que eso tiene que ser un motor movilizador en las ciudades para unirnos con las manifestaciones en territorio, pues para ellos no es una cuestión de decidir si sí o no, sino que es lo que tienen que hacer para poder vivir. Necesitan que nosotros también nos unamos a sus demandas, que claramente tienen que ser las nuestras. Pero definitivamente nosotros tenemos que protegerlos y defenderlos porque son ellos los que tienen los conocimientos ancestrales de cómo vivir en este planeta siguiendo las lógicas del mismo, en sincronía. Como señalabas, esta es una matriz civilizatoria que ya está en su epílogo, justamente lo que necesitamos es entrar en contacto con cómo se vive fuera del modelo capitalista, porque por ahora nosotros no lo sabemos y esto nos genera una incertidumbre espeluznante.

Las personas en territorio necesitan nuestro apoyo, pero definitivamente nosotros los citadinos necesitamos muchísimo más de esos espacios de resistencia. Es la última frontera del sistema, la última frontera de avallasamiento de la naturaleza, es realmente la última oportunidad para la regeneración de espacios naturales que quieren ser nuevos territorios de sacrificio. Y queda muy poquito.

A las tasas de deforestación y de conversión de ambientes naturales de nuestra región les quedan uno o dos años más a este nivel, realmente estamos en el límite. El 75% de superficie de la tierra ya está degradada en términos de desertificación de suelos, esto es un dato de IPBES, el panel intergubernamental de biodiversidad y ecosistemas de Naciones Unidas. Se calcula que de no cambiar las tendencias de consumo y particularmente de consumo de animales, a fin de esta década ya vamos a haber degradado completamente la superficie terrestre. Y cuando digo esto me refiero a haber afectado de forma irreversible procesos de regeneración ecosistémica, de resiliencia, en donde pasados esos puntos críticos o de no retorno, no tenemos posibilidad de predecir cómo se van a  comportar. Esto quiere decir que se van a cortar las cadenas de suministro de alimentos, eso en ciudades tan insumo dependientes como las megaciudades va a ser detonante de crisis social. Abastecimiento de energía, de alimentos, todas esas cosas están profundamente relacionadas al colapso de los ecosistemas y las primeras en caer vas a ser las grandes ciudades porque son demasiado dependientes, porque no pueden sustentarse si no les entra todo de afuera. Entonces en verdad necesitamos mucho más nosotres a quienes están resistiendo en espacios de territorio, y los que más lo sufren son ellos en términos de violencia física.

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Hablemos de desobediencia civil. Decías en un principio que te incomodaba un poco su abordaje académico, como si estas ideas se hubiesen planteado desde allí y no como un fenómeno social por parte de las comunidades territoriales ¿Qué entiendes tú por desobediencia civil y cómo la ves en Latinoamérica?

Creo que lo que se hizo desde la academia fue ponerle nombre a algunas cosas. Y en algunos casos ni tampoco, porque la verdad es que como concepto es bastante antiguo. Uno de los primeros en describir parte de la teoría alrededor de la desobediencia civil, que está muy poco sistematizada, es Henry David Thoreau. No es que haya un gran compendio de autores que hablen sobre desobediencia civil y en todo caso no te los enseñan en ninguna universidad. Yo estudié ciencias políticas y nunca jamás estudié ningún texto vinculado ni al ecologismo como ideología política ni a la desobediencia civil como estrategia ciudadana para gestión del poder. Thoreau escribió el primer ensayo, Del deber de la desobediencia civil, que es muy sencillo y corto y describe una situación muy profunda de nuestra relación como personas con los sistemas que nos gobiernan, con los contratos sociales. En 1848 escribe este ensayo en un momento en el que Estados Unidos estaba en guerra con México y no había abolido la esclavitud ni el presidente de turno tenía intenciones de hacerlo. A partir de un cuestionamiento filosófico sobre la justicia superior a las leyes y las instituciones decide asumir de forma individual una acción en desobediencia con su gobierno: dejó de pagar los impuestos para no financiar con sus recursos actos injustos, la guerra con el vecino país y la esclavitud. Y por eso lo meten preso una noche (pues unas personas pagaron la fianza). 

Lo que encuentro interesante del planteo tiene mucho que ver con de quién viene, porque él era un naturalista fundamentalmente, casi toda su obra está basada en la poética alrededor de la naturaleza. A partir de esos planteos él ingresa en una construcción de pensamiento político vinculando estos dos universos que en general se tomaban como disociados. Porque el ecologismo tradicional raramente se metió en la arena política a cuestionar formas de gobierno. 

Y con posterioridad lo que sucedió fue un poco de desarrollo práctico sobre esta base teórica con los grandes desobedientes: las corrientes de sufragistas, Martin Luther King y Gandhi que explícitamente adhirieron a la teoría de Thoreau y la llevaron a la práctica y le sumaron componentes que no tenía originalmente, que para mí son los más potentes y que tienen que ver con, además de estar basada en una justicia superior a la institucionalidad que cuestiona el orden establecido si es moralmente injusto, la vocación colectiva —lo de Thoreau fue sus acciones individuales—. La posibilidad de que esta estrategia sea colectiva tiene que ser con vocación de masas. Los actos individuales no son suficientes para sostener de forma exitosa una estrategia de desobediencia civil entendida como la posibilidad de provocar un cambio sistémico o al menos de poner en tensión al poder institucional frente a una situación que cualquiera puede entender como injusta. 

Esa parte de la estrategia de desobediencia civil que tiene que ver con generar denuncias con valor simbólico me parece muy atractiva y muy pertinente en nuestro tiempo. Porque nos da la posibilidad de denunciar cosas concretas, también denuncia la imposibilidad de que se resuelvan con la lógica del sistema porque las leyes en muchos casos amparan la injusticia. Se nos habilita entonces a cuestionar el propio contrato social que firmamos con nuestros gobiernos. Porque en el momento en el que decidimos organizarnos en este formato de organización social de Estados Nación, delegamos un montón de libertades individuales, pero a cambio de que ese ente superior a nosotres contribuya a nuestra protección. Y está tan claro desde la ciencia empírica en este punto de la historia que los gobiernos entramados con los centros de poder, las corporaciones, están atentando contra nuestra propia supervivencia, que si logramos denunciar y demostrar eso, la potencialidad de generar un movimiento realmente masivo, que no solamente venga desde los márgenes del sistema, aunque yo creo que son los agentes de cambio, sino que a nosotres que estamos en la urbanidad también nos haga sentido, nos cuente una historia que nos permita navegar la realidad e interpretar parte de esta angustia existencial con la asignación de responsabilidades a quienes tienen nombre y apellido, digo. Un ejemplo: en Argentina el 9 de Julio fue nuestro día de la independencia y el presidente apareció dando el discurso ese día sentado al lado del presidente de la sociedad rural que es el antro conservador más nefasto en nuestro país, es el núcleo de poder más anquilosado. Y es la referencia simbólica que un presidente, buena onda en general, demuestra ese día. Hay tantas señales que demuestran que los gobiernos no son los verdaderos detentores del poder, que un acto de desobediencia civil también puede ayudar a que se profundicen mecanismos verdadera democracia, que ayuden a cualquiera que sea el gobierno a luchar contra estas fuerzas mucho más poderosas y oscuras que son el 1% que gobierna al mundo. 

En ese sentido creo que lo interesante de la propuesta de estrategias de desobediencia civil tiene que ver con que de ninguna manera impugnan a la democracia como mecanismo, sino que buscan profundizarla y ayudar a que esa simbiosis que se generó fruto del modelo capitalista definitivamente, pueda empezar a repensarse y desactivarse. Por eso creo que la denuncia pública de valor simbólico es algo muy interesante porque nos habilita para realizar acciones directas que en las urbes pueden ser no violentas y que atraen a la gente a pensar en estas cosas. 

Pero bueno, es como decíamos también al principio, espacios en desobediencia-resistencia civil existen desde siempre, donde hubo poder siempre hubo resistencia. Quizás este es el nombre que le ponemos porque después de haber vivido procesos de dictaduras militares tan feroces en nuestra región, cualquier cosa que te aleja del halo democrático puede revestir el riesgo de que te tilden de fascista. Tenemos miedo por un lado a la violencia y miedo por otro lado a cuestionar los mecanismos democráticos. Creo que es importante en este punto cuestionarlos, no por inválidos sino por insuficientes, pero que la apuesta sea profundizar la democracia, no que venga un gobierno totalitario. Es un riesgo muy grande ante el que nos vamos a encontrar en el corto plazo, que vengan dictadores que digan que esto se hace de determinada manera incluso bajo una narrativa ecologista. No podemos permitir que pasen medidas draconianas de gobierno sustentadas en una narrativa ecologista, esto es muy peligroso.

 

Sobre el asunto de los mecanismos democráticos pienso que hemos igualado democracia al mecanismo electoral. Me llamaba particularmente la atención del ensayo de Thoreau su lucidez al señalar que un voto no es una acción comprometida con la justicia, pues una vez se ha votado el votante se desentiende de los resultados de la contienda y de lo que pueda venir producto de esos resultados. En Colombia sucede que algunos piensan y sostienen que el voto es la acción política más comprometida, que la política es ir a votar cada cuatro años por X o Y candidato. Y que si uno no ha votado, por ejemplo porque no cree en la eficacia de la política electoral, entonces después uno no tiene derecho a criticar al mal gobierno. 

Eso mismo sucede aquí, cuestionar la instancia electoral te pone en ese lugar de ecofascismo que hablábamos recién. De hecho el año pasado hicimos una acción con XR Argentina de una boleta alternativa con la cara de Greta Thunberg porque en las elecciones presidenciales ninguno de los seis candidatos estaba ni siquiera mencionando la crisis ecológica y climática. La boleta alternativa claro que automáticamente anulaba el voto, pero era una acción de enfrentar al poder donde no espera ser retado, que es en parte un poco de la génesis de la desobediencia civil, meterte en esos lugares en donde el sistema no espera que te metas, no sólo en manifestaciones sino en una instancia electoral. Acá el sentimiento atado al voto es igual y fue muy resistida la acción, pues creemos esto mismo que vos señalabas y creo que tiene que ver con nuestras historias de dictadura, pues tuvimos tantos años sin posibilidad de votar que hoy al voto se lo sigue custodiando como lo más sagrado de la democracia y a esa instancia de poner un papelito en una urna se la defiende a capa y espada. 

Cuando en verdad, a pesar de que vos elijas un representante, que es lo que describo siempre en Argentina en particular con las elecciones legislativas del mecanismo de representación indirecta, en las que vos votás y te suben diputados y senadores. Pero suele pasar muy seguido que apenas asumen su banca la dejan para irse a otro cargo y sube el que estaba después para ganar más espacios adentro del Estado. Por ejemplo, la lista de diputados aquí la encabezó un tipo que a mí me simpatiza, Pino Solanas, que tuvo una militancia ecologista fuerte, entró la lista de diputados. Pero el día que entraron al congreso, él resignó su banca para irse a ocupar otro lugar dentro de la administración pública y subir más gente del propio partido. Eso se llama candidaturas testimoniales: personas que tienen referencia entre la ciudadanía las ponés en la lista para entrar al congreso pero después dejan sus bancas para irse a ocupar otros lugares. Pasa muy seguido. 

Son todas estas las fallas que demuestran que no vivimos en democracias reales, vivimos en unas que lo único que tienen de democrático es habilitar cada dos o cuatro años instancias electorales. Es el único rasgo democrático que conservan nuestros sistemas republicanos, en Latinoamérica por lo menos. Hay mucho miedo impuesto en la ciudadanía a meterse en esa conversación porque tan pronto la planteás, quedás tildado de dictador. Creo que el desafío más grande que tenemos es el de defender cómo nos definen, porque quienes definen los conceptos terminan siempre controlando el debate. Hay un riesgo grande desde el activismo ecologista radical de que nos tilden de ecofascistas, y es algo sobre lo que tenemos que ser muy cuidadosos.

 

Quisiera que conversáramos sobre la disonancia cognitiva. Estamos viviendo el momento de la historia de estar expuestos a mayor información, digamos, agobiante y apocalíptica sobre la crisis climática. Pero uno mira por la ventana y todo sigue andando normal, abre la llave y hay agua. Los incendios del Amazonas se convierten como en un espectáculo lejano que no va a llegar a afectarnos particularmente. ¿Cuál es el problema entonces? Tú desarrollas en algunos de tus posts de Instagram de qué va esa disonancia: tenemos acceso a esa información pero como vemos que en nuestra inmediatez todo sigue “funcionando con normalidad”, seguimos actuando en conformidad a esa normalidad y no como si estuviésemos en una crisis. ¿En qué consiste este fenómeno? 

Creo que pasan dos cosas con la disonancia cognitiva. Este tema tiene un desarrollo muy incipiente y se usa bastante desde los movimientos veganos para entender cómo podemos seguir comiendo animales industrializados aún sabiendo la crueldad que se esconde ahí detrás. Pasa lo mismo con la ropa que usamos sabiendo que se confecciona en talleres clandestinos en Bangladesh, con el Iphone que compramos sabiendo cuáles son las condiciones en China. El hecho de que exista tanta información disponible y que estas realidades estén tan alejadas de nuestra cotidianeidad en relación al peligro con la crisis climática es muy claro. 

Si lo ponemos en dos ejes tenemos por un lado algo realmente siniestro que va a suceder y es quizás lo peor que le haya sucedido a nuestra civilización, pero súper alejado en el tiempo y en donde las peores consecuencias ocurren muy lejos. Entonces esto inhibe la experiencia empírica de percibir el peligro pues nosotres como somos mamíferos nos caracterizan unas capacidades cognitivas limitadas, porque hay otras especies que perciben peligros de una forma mucho más espectacular que nosotres, los pájaros que adelantan terremotos, por ejemplo. Pero nuestra capacidad cognitiva, además viciada por toda la artificialidad posmoderna, es muy inmediata, sólo actuamos frente a un peligro por la inmediatez, nos cuesta que nos entre de forma racional. Por eso hay mucha gente que dice que para actuar frente a la crisis climática y ecológica en realidad hay que poner mucho más énfasis en contar buenas historias que en demostrar tantos datos. 

Algo interesante que sucede con el proceso de disonancia cognitiva es que por una lado está la información racional, pero no la ves por tu ventana y al no verla ningún día, toda esa información que racionalmente tenés se aleja en el tiempo y el espacio: sabés que algo muy grave va a pasar, es tan grande que sentís que no podés hacer nada al respecto y además no lo ves de forma directa. Pero algo interesante está sucediendo con esta pandemia que tiene detrás una lógica muy parecida: en las primeras semanas del aislamiento el tipo de amenaza se parecía mucho a la amenaza climática, era un virus invisible de forma directa y que aún así llevó a los gobiernos a actuar como si estuviéramos en una emergencia. 

Lo que la disonancia cognitiva ofrece, por así decirlo, a quienes no quieren salir de su zona de confort son herramientas para mantenerse en ese espacio de comodidad. Lo que pasa es que se activa automáticamente un bloqueo mental frente a la información para no tener que cuestionar tu consumo de animales, ni cuestionar treinta vuelos por año al otro lado del continente y en fin... Y como el peligro no lo ves directo, de una forma siento yo consciente, te llenás de justificaciones para seguir actuando como actuás y esas justificaciones también hacen a la disonancia cognitiva como proceso mental. Es lo que más me interpela de la situación en la estamos y en general de cómo como especie hemos podido convivir con situaciones de profunda injusticia a pesar de que sabíamos que sucedían, los genocidios fundamentalmente, los procesos de terrorismo de Estado, colectivamente sabíamos y en esos casos jugaba el miedo también, pero igual preferíamos no acuerparlo. Eso es algo que nuestra mente mecanicista habilita porque estamos poco conectados con la vida y al estar así es más fácil activar esos procesos de bloqueo mental para mantenerte en tu zona de confort.

Otra cosa que sucede, que también es muy interesante y que casi no tiene desarrollo, es que hay lo que llaman el punto ciego de todas las culturas y civilizaciones, y es cómo colectivamente tampoco, más que nada en Occidente, hemos podido abordar conversaciones profundas y construcciones culturales alrededor de concebir nuestra propia muerte, desaparición y extinción aún sabiendo que es la única característica que compartimos con todos los seres vivos, la cuestión de la muerte es algo que nunca abordamos de forma proactiva. Este punto ciego a nivel individual nos produce también frente a este tema catastrófico, este punto final, muchas inhibiciones mentales porque como cualquier duelo el hecho de abandonar una forma de vida, que es en definitiva lo que va a suceder, se va a extinguir este modelo civilizatorio, hay posibilidad de la extinción de nuestra especie pero inevitablemente lo que se extingue en el corto plazo es este modelo civilizatorio. Acuerpar esa desesperación, ese dolor, esa desesperanza, creo yo, lejos de traernos parálisis puede llevarnos a estadios de construcción colectiva mucho más interesantes. Pero siempre nos dijeron que es mejor tener esperanza en los diez tips que van a salvar al planeta.

Siento que a nivel individual nuestra experiencia es re diferente, porque cuando perdemos una pareja, un ser amado, un laburo, un tipo de vida, o adquirimos una discapacidad, esos procesos de profunda desesperación, angustia y desesperanza en general terminan de forma muy positiva, con una perspectiva nueva de nuestro rol en el mundo y el propio mundo en su funcionamiento. Y si pudiéramos llegar a ese punto de forma colectiva, tendríamos muchísimas más herramientas para transitar la adaptación a lo que sería un nuevo modelo civilizatorio.

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Me gustaría que cerráramos con dos cosas. Una, estabas mencionando el proceso de duelo y para muchos esto que estamos enfrentando es un duelo ecosistémico. Quisiera que habláramos sobre ese proceso de duelo, cómo llevarlo y cómo ese proceso es necesario para poder activarse frente a esta crisis. Y finalmente si pudieras decir algunos datos que consideres claves sobre la crisis que estamos viviendo.

Empiezo con los datos más científicos. Las fuentes más interesantes tienen que ver con espacios conservadores de ciencia porque es lo más incontrastable. El Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) y el Panel Intergubenamental de Biodiverdad y Ecosistemas (IPBES) que son dos organizaciones dentro de Naciones Unidas. 

Sobre el asunto climático en Octubre de 2018 lo que ocurrió es que el IPCC sacó el informe 1.5 en donde plantea un escenario de aumento de la temperatura global que tiene que ser máximo de 1.5 grados para reducir emisiones de gases de efecto invernadero y mantenernos por debajo de ese límite versus un escenario de aumento de 2 grados límite indicado por el acuerdo de París del 2015. Las consecuencias que el IPCC prevé en términos de aumentar la temperatura global a más de esta cifra entran dentro de lo que llamamos el colapso ecosistémico masivo, porque la disrupción que genera un aumento promedio de la temperatura de los ecosistemas de forma sostenida por arriba de 1.5 grados genera el advenimiento de lo que se llaman puntos críticos o de no retorno, en donde los impactos acumulados por ese estrés son recibidos por los sistemas naturales y en un punto dejan de tener la resiliencia suficiente para seguir funcionando como siempre. En ese punto de no retorno se desencadenan procesos de retroalimentación. El otro día daba un ejemplo que tenía que ver con el derretimiento de la capa de permafrost. Creo que debe preocuparnos urgentemente, y tiene que ver no sólo con reemplazar la matriz fósil por energías renovables, porque ya hay muchos procesos atmosféricos desencadenados que indican que no tenemos tiempo para que dejar de emitir sea nuestra prioridad, sino que también tenemos que encarar estrategias de adaptación. 

En términos de impacto, superar ese límite de temperatura implica hoy nueve puntos de no retorno que tienen que ver con el derretimiento de los polos, Ártico y Antártida en varios sectores, el funcionamiento inestable del sistema amazónico, los cambios en el Bosque Boreal en el norte del continente americano, la ralentización de las corrientes oceánicas del Atlántico y en particular el caso del derretimiento de la capa de permafrost es muy gráfico sobre cómo de no tomar medidas urgentes, y esto es reducir a la mitad nuestras emisiones de gases de efecto invernadero a 2030 e ir hacia la carbono neutralidad a 2050, entraríamos en procesos de colapso masivos. Estamos hablando de que esto implica cambiar profundamente el sistema económico, detener la economía tal cual está planteada hoy en los próximos treinta años, porque no es suficiente con reemplazar la matriz energética. 

Cuando estos punto críticos se alcanzan perdemos la posibilidad de adaptarnos a los cambios que se pueden volver muy repentinos y drásticos. En el caso de la capa de permafrost a medida que se va derritiendo, que es algo que ya está sucediendo, queda liberada a la atmósfera materia orgánica acumulada por miles de años que empieza a liberar metano, un gas de efecto invernadero muchísimo más intensivo que el dióxido de carbono, que a medida que se libera acelera muchísimo más el proceso de calentamiento global entrando en este ciclo de retroalimentación mencionado. Con este derretimiento, esa superficie blanca que refracta luz solar, el llamado efecto albedo, deja de funcionar y la materia negra acumula más calor acelerando todavía más el proceso de calentamiento. Este caso en particular es el que llevó a la última extinción masiva sobre el planeta hace sesenta y cinco millones de años. Con lo cual ahora estamos acelerando este proceso a un ritmo mucho más veloz y ya sabemos que con ese solo punto de no retorno activo tenemos posibilidades de que se extinga la vida sobre el planeta, porque en realidad ya sucedió, como lo mencioné. 

La cuestión climática no solamente va a traer aumento del nivel del mar, sino procesos de desertificación, temperaturas insoportables, la multiplicación muy acelerada de vectores infecciosos, malaria, dengue, chikunguña, porque los mosquitos se reproducen mucho más rápido en contextos más cálidos y se expanden geográficamente de forma más acelerada. El servicio meteorológico de Estados Unidos ya alertó que va a tener este verano temperaturas superiores a los cincuenta grados durante varias semanas consecutivas, para no irnos únicamente a los espacios vulnerables que ya están sufriendo las consecuencias. Esta temperatura durante varias semanas es literalmente mortal en el escenario hipotético en el que se corte la luz un día, porque el cuerpo humano puede estar expuesto a temperaturas superiores a treinta y cinco grados, con niveles altos de humedad, solamente durante seis horas, después de ese tiempo entra en colapso metabólico. Eso ya está sucediendo ahora. Se van a profundizar los incendios en los ecosistemas más grandes y en particular los procesos de calentamiento que estamos viviendo aceleran los procesos de desertificación en muchas latitudes del planeta.

El banco mundial ya estimó que para 2050 la zonas geográficas que albergan a cuatro mil millones de personas hoy en día van estar expuestas a estrés hídrico permanente, lo que significa que no habrá agua ni posibilidad de cultivar alimentos para la mitad de la población mundial, que en treinta años estará entonces luchando por sobrevivir. Con lo cual la hipótesis de conflicto más severa en el contexto climático ya no tiene que ver con olas impactando las ciudades, tiene que ver con conflictos bélicos simultáneos y generalizados en todo el mundo por refugiados ambientales. 

Esto en cuanto al clima, en cuanto a la biodiversidad es que IPBES y el otro informe interesante para consultar es el informe planeta vivo de la WWF, en el que se trackearon poblaciones animales desde los años setenta hasta la fecha y quedó demostrado que el 75% de la superficie terrestre está degradada, están en peligro de extinción un millón de especies, extinción cierta, digamos, que es casi irreversible. Un caso ilustrativo de qué quiere decir esto: el año pasado con los incendios de Australia aunque no se murieron todos los koalas, es una especie técnicamente extinta porque la población remanente no es lo suficientemente grande ni diversa para asegurar su supervivencia en el tiempo. El koala hoy es una especie técnicamente extinta, al igual que miles de especies que ni conocemos que por los incendios de la Amazonía del año pasado también están extintas por ser endémicas de ese entorno. A eso se le suma cómo está compuesta hoy la vida sobre la Tierra, apenas el 4% de los animales terrestres son silvestres, casi el 75% son animales son destinados a la ganadería para consumo humano y el 68% de las especies vertebradas terrestres se extinguieron durante los últimos cincuenta años. 

El informe IPBES lista los cinco factores de degradación ecosistémica y de la biodiversidad. El primer impulsor de degradación es el cambio de suelo, esto es frontera agropecuaria para o producir alimentos para animales industrializados o para ganadería directamente. La segunda es el uso directo de especies, caza y pesca fundamentalmente. El tercero es cambio climático. El cuarto es contaminación y polución con plásticos y químicos en los ambientes naturales. Y el quinto es la introducción de especies exóticas invasoras. Estos cinco factores dejan muy claro qué medida podría ayudar inmediatamente a revertir un montón de tendencias de degradación: disminuir radicalmente, en un 90% al menos, el consumo de animales porque si seguimos la tendencia de consumo de carne global, que para el 2050 aumentaría un 58% según la FAO, entonces para abastecer esa demanda de carne se necesitaría deforestar un superficie de 600 millones de hectáreas, esto es casi tres veces la Argentina, una superficie igual a la India. Y en realidad la carne le aporta al mundo solamente el 37% de las proteínas y el 18% de las calorías y sabemos que yendo a una dieta libre de animales y derivados se reduciría 75% de la superficie transformada para usos agrícolas y se podría nutrir igual a la población mundial con proteína vegetal basada en legumbres, fundamentalmente. El tema animales para consumo humano es claramente una de las medidas más fáciles e imprescindibles, que además hoy tampoco genera empleo significativamente porque está todo en granjas industriales, con lo cual no hay justificación alguna para seguir comiendo animales. Y... ¿cuál era la otra pregunta?

 

Sobre el proceso de duelo. Porque al enterarse de toda esta información de golpe es posible caer en depresión y no activarse.

De esto hablamos un poquitito antes, sobre la desesperación y la desesperanza y cómo reaccionamos como especie frente a situaciones traumáticas. 

Creo que mucha gente frente a esta información puede caer en procesos de depresión o de inacción, pero la verdad es que hay mucha otra gente que va a transitar el duelo como lo que es, como la posibilidad de dejar de creer que podemos seguir sosteniendo este estilo de vida. Hay un autor interesante que habla sobre los procesos de adaptación profunda y las cosas que podemos conservar o dejar, es Bruno Latour. Cuando entramos en contacto con esta información yo creo que lo más importante de todo es poder transitarlo en espacios comunitarios, en tramas colectivas. No sólo lo creo, es que lo vivo: cuando nosotros armamos el grupo de XR aquí, casi la mayor parte del tiempo que el equipo de cultura regenerativa destina es a generar dinámicas de procesamiento del dolor, de tristeza porque ahí hay un potencial muy espectacular, al menos es lo que me paso a mí. 

En el momento en el que asumiste la posibilidad de colapso inevitable, que tiene mucho que ver con nuestra relación con la muerte, y sabés que hay cosas que vas a poder conservar para esa nueva poscivilización y tenés que tomar un montón de decisiones difíciles que tienen que ver con probablemente mudarte, probablemente cambiar de profesión, probablemente dejar de tener expectativas sobre tu futuro profesional o el futuro de tus hijos en términos capitalistas, ya no es un aspiración ser CEO en una multinacional, ¿para qué vas a estar aprendiendo herramientas como por ejemplo saber hablar seis idiomas si eso de verdad no es una posibilidad en el mundo que viene en términos de conectarte globalmente con tanta diversidad? Cuando realmente decidiste atravesar esa tristeza y lo hiciste de forma acompañada, viendo que existe la posibilidad de crear otra cosa y que eso está en otro lado, pero es con gente que está transitando tu mismo proceso de dolor, los lazos y la conexión que se generan, creo yo, son la fuerza necesaria para adoptar una nueva esperanza que es mucho más radical y que tiene que ver con “ok, esto es una mierda”. Pero lo que estábamos viviendo también era una mierda, una mucho peor pues le quitó la posibilidad de habitar y ser en este mundo al 99% de los seres vivos, no humanos y humanos. Ahí hay un halo de oportunidad de generar pluriversos nuevos muy espectacular. 

Creo que la ciudad y el individualismo atentan contra la posibilidad de transformar todo esto en activismo y sí nos puede llevar a depresiones profundas y a estar todo el día en pantallas consumiendo información apocalíptica. Pero en ese momento podés decidir salir a juntarte con quien sea, con la sociedad de fomento de tu barrio a plantar árboles, con cualquier grupo sea de activismo o no. Empezar a indagar en tus propias expectativas sobre la transición, si realmente es viable seguir viviendo en la ciudad o si tenés que pensar en irte a vivir a la ruralidad. Todas esas cosas al atravesarlas de forma colectiva se transforman en algo muy copado que tiene el potencial de ser la fuerza que transforme todo. Y por ahí no es para todo el mundo, quizá un porcentaje de personas vayan a tirarse en la cama deprimidas, es una posibilidad grande. Pero tiene que ver con las experiencias de vida de cada uno y a todas esas personas yo siempre les recomiendo lo mismo: activá en comunidad. El activismo, además de ser necesario para transformar las cosas, es el método más efectivo contra la depresión. Quienes hemos estado en espacios activistas de lo que sea sabemos que funciona y que si ponemos todo para que funcione es una herramienta comunitaria espectacular. 

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*María Teresa es filósofa. Puede seguirle la pista a sus textos en Medium.

 

 

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