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Fotos: @angieserna97

Entre las aguas

Después de la construcción de la represa Salvajina en 1985, el caudal del río Cauca bajó y los peces no volvieron. Años después los pescadores y sus familias fueron trasladados a una zona sin riesgo de inundación. Se fueron abrazados al recuerdo y al nuevo mañana.

Angie Serna M. / @angieserna97

A las familias que habitaron la vereda El Porvenir y a sus Crónicas de la gran laguna. A la vida del gran río Cauca, que injustamente ha cargado con tantas muertes.

 

Es fácil escuchar este intento por recuperar la memoria: “¿Se acuerda cuando llegábamos tarde? Anclábamos los botes detrás de la casa y los amarrábamos allá al palo’e mango. Y ahora sí. A remendar la atarraya porque esa ya está muy vieja, o empiece a tejer otra. Con lo contento que era luego uno arrebatándole el pescado al charco”.

 

El oficio de los mayores lo llaman los nietos que han tomado como herencia el amor por la labor. Recuerdan cuando les enseñaban a abrir el congolo, una red más pequeña y pesada que servía para practicar. No a tirarla: a lanzarla. Fuerza y fina precisión, dicen que se necesitaba para que se expandiera entera sobre el río Cauca. Cuando los peces se juntaban en las curvas del río, cerca de los bancos de arena, hombres, mujeres y niños hacían el lance de la atarraya, todos al tiempo.

 

Hablan los pescadores abrazados al recuerdo. Pero qué se hace ahora con la aguamala, con el cambio de clima, con los peces que ya no llegan porque al río lo retuvieron más arriba. Quienes vivían en sus orillas pescaban cerca a la Laguna de Sonso, en el tramo entre Buga y Yotoco. Cada tanto presenciaban el alumbramiento de las madreviejas y en los momentos de espera veían flotar los cuerpos putrefactos que bajaban por el agua en la década de los 90.

 

Con los años el agua cambió. Cada vez más densa y sin oxígeno. Mucha ha sido la agresión por los agrotóxicos que utilizan los cultivos aledaños y por las aguas negras que vienen de la ciudad. Después de la construcción de la represa Salvajina en 1985, el caudal del río bajó y los peces no volvieron. Años después los pescadores y sus familias fueron trasladados a una zona sin riesgo de inundación. Se fueron abrazados al recuerdo y al nuevo mañana. Porque la crisis no dio espera, el porvenir tampoco.

 

En el mismo río sobrevuela el garzón gris con sus patas extendidas, como flecha rasgando el viento. Los pescadores –ahora guías de las aguas que han recorrido por más de 40 años– lo señalan desde sus canoas cuando pasa. A los coquitos, las águilas, al martín pescador. A los guayabos, carambolos y guanábanos del camino. Guían a los visitantes en el cuidado de estas aguas y tierras que conocen tan bien.

 

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La tilapia, el bagre y la cachama grande son las especies que más se pescan y se comercializan en el Río Cauca y las lagunas cercanas. Debido a los agroquímicos usados en los cultivos aledaños, la presencia de plantas invasoras como el buchón de agua y la disminución del caudal del río, la cantidad de peces también ha menguado.

 

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Cuando una gran cantidad de peces se reúne en una sola zona del río, es usual que los pescadores se encuentren en “topa”. Desde esquinas opuestas lanzan al mismo tiempo las atarrayas que vuelan desde sus canoas y se despliegan abiertas sobre el agua.

 

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Sobre las riberas del río Cauca y la laguna Sonso se asentaron los primeros pobladores de la vereda El Porvenir en 1975, cuya actividad principal era la pesca artesanal. A pesar de que años después fueron trasladados a otros sitios para evitar los riesgos por posibles inundaciones, por medio del tejido y del lance de la atarraya conservan su tradición como comunidad anfibia.

 

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Eladio Herrera fue uno de los fundadores de la vereda El Porvenir y pionero en el arte de la pesca. Le enseñó todo lo que sabe a su hija Xiomara Herrera, quien también es pescadora artesanal y lideresa juvenil de la laguna de Sonso.

 

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En enero del 2021 nació una nueva madrevieja en el río Cauca. Los pescadores llevaban más de 30 años sin presenciar el nacimiento de una y la bautizaron La Negra. La reconocieron como un humedal de mucho valor para la conservación de especies y desde entonces se dedican a su cuidado. Un santuario de fauna y flora.

 

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La mayoría de pescadores ya no se dedican únicamente a la pesca. Están organizados para conservar sus memorias sobre este oficio tradicional, así como para dedicarse al cuidado del ecosistema: Corporación Agua de Sonso, Asociación de pescadores La Atarraya, Asociación de pescadores defensores del río Cauca, sus humedales y la laguna de Sonso.

 

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Miguel Vivas, pescador artesanal desde hace más de 30 años, recorre el río Cauca con su canoa a motor y remo.

 

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Durante el recorrido que guían los pescadores se puede encontrar al garzón gris (Ardea cinerea) característico de la zona. También es común que sobrevuelen el bien parado (Nyctibius griseus), la garza real (Ardea alba) y los coquitos (Phimosus infuscatus).

 

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Miguel así como el resto de pescadores ahora son guías de estas aguas que conocen tanto. Llevan a turistas, científicos y visitantes en su canoa enseñándoles los chiminangos, los guayabos, los nidos de iguaza y los chigüiros -si se dejan ver- en las orillas lejanas.

 

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