Así es la contrapublicidad antiespecista de Voicot
El 2014 una pareja argentina creó esta iniciativa para cuestionar los hábitos de consumo y apoyar la lucha por la liberación animal. Desde el año pasado un joven colombiano se ideó una filial del colectivo en Bogotá consolidando un proyecto de gráfica animalista.
“Estamos muy acostumbrados a cuestionarnos, pero hasta cierto punto. Eso pasa tanto en las manifestaciones, como con este cartel en contra de Duque”. Nicolás señala el cartel pegado en un muro alto en el que se muestra al presidente Iván Duque con la cara de un cerdo. “Por un lado, estás peleando por algo que tal vez no es justo, pero ignoras otras cosas, como que los animales no merecen ser cosificados, merecen respeto”. No sabe que un par de horas más tarde va a estar en un CAI a punto de irse a la UPJ.
Habíamos acordado encontrarnos a las nueve de la noche en el Museo Nacional. Como a esa hora ya no hay tanta gente en las calles, podíamos cumplir con tranquilidad nuestro objetivo: pegar carteles. Dos botellas de engrudo, una escoba, papel adhesivo blanco para hacer calcomanías y unos treinta carteles de distintos formatos eran el material con que Manuel, Nicole Vegan Life y Nicolás Duarte empezaban una jornada más de paste up representando a Voicot, un colectivo de gráfica antiespecista que surgió en 2014 en Buenos Aires en contra de la industria cárnica y en favor de la liberación animal.
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Pendiente de que no vaya a caer la policía mientras sacaba un cartel, Manuel se untó las manos de engrudo para completar la acción. Entre tanto, hablamos del nacimiento de Voicot y de sus creadores, Federico Callegari y Malena Blanco, un par de argentinos que, en el marco de la Semana de la Moda de 2014 en Nueva York y mientras todo el mundo exhibía su opulencia usando prendas fabricadas con piel de animales, decidieron imprimir material informativo y rotarlo en la Gran Manzana.
DifusiónV, el movimiento que difuende el mensaje de organizaciones como Voicot, llegó a Bogotá con Manuel en agosto del 2019, cuando éste volvió de trabajar en Argentina, en donde conoció a Federico y Malena. Luego de notar que no había nada parecido en las calles capitalinas, Manuel y un grupo de conocidos a los que los movía el mismo interés animalista y el veganismo, decidieron lanzarse a las calles para dejar en estas el mensaje de liberación animal. Los tres tienen una historia que contar sobre el veganismo. Manuel (26 años) llegó al éste gracias a los conciertos de hardcore que se hacían en Bogotá en el 2009. En estos espacios –según cuenta– vendían comida vegana y se intercambiaban fanzines y folletos con información relacionada con el tema.
Por otro lado, Nicole (21 años), tuvo su acercamiento al veganismo gracias al documental Cowspiracy, que un amigo le compartió. Luego de verlo, Nicole empezó a informarse al respecto por internet hasta que tomó la decisión de dejar del todo el consumo animal de cualquier tipo.
Nicolás (24 años), por su parte, empezó a interesarse en el veganismo por unos vídeos que vio a sus catorce años y en los que se mostraba la realidad de los mataderos y de las industrias dedicadas al asesinato y la explotación animal. “No pude soportar la idea de que yo fuera cómplice de todo eso y decidí cambiar. Al principio no tenía mucha información y dejé las carnes en general, luego fui informándome mucho más y me di cuenta de lo inconsecuente e incoherente que es ser vegetariano y así, decidí dejar todos los productos de origen animal”, explica.
Los tres concuerdan en que tomaron acción a través del cartelismo pues es una forma del activismo que no vulnera la vida ni la integridad de nadie, sino que, por el contrario, se mueve en defensa de la vida de los animales. Debajo de cada uno de los carteles que pega este colectivo hay una nota aclaratoria que dice: “Voicot no se responsabiliza por la fijación de estos afiches de la misma forma que las personas, las empresas y el Estado no se responsabiliza de la matanza de animales más grande de la historia”.
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En la capital argentina la publicidad exterior es legal y por eso es común cruzarse con gente que va fijando carteles en la calle, a plena luz del día y sin ninguna molestia por parte de la policía o de algún transeúnte atravesado. Pero acá la vuelta es distinta. El artículo 140 del Código de Policía, que habla de comportamientos contrarios al cuidado e integridad del espacio público, califica como conducta contraria "fijar en espacio público propaganda, avisos o pasacalles, pancartas, pendones, vallas o banderolas, sin el debido permiso o incumpliendo las condiciones establecidas en la normatividad vigente”. De acuerdo con el artículo 181 del mismo documento, esto puede llegar a acarrearle al ciudadano una multa de hasta treinta millones de pesos.
Foto de @milkchiros_
Aunque se nos dice todo el tiempo que debemos respetar el espacio público, pues es de todos, esto no ocurre en la vida real y así como se permiten grandes vallas de publicidad, así mismo se callan los ejercicios que buscan intervenir las calles con mensajes de la ciudadanía. Mientras a diario se censuran iniciativas que hacen contrapeso a la publicidad y sus mensajes, marcas como McDonald’s o Burger King plagan las ciudades con vallas gigantes sin que nadie lo discuta.
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“Estos grupos de poder nos bombardean con una publicidad que más allá de ser contaminación visual, tiene una influencia en las personas y modifica su forma de pensar y de actuar. Es una manera dañina de comunicar y lo es más aún para los animales, que son cosificados y se venden como objetos para consumo. Por eso tomamos estos espacios para enviar un mensaje positivo, para que las personas logren un cambio a favor de los animales”, dice Manuel.
En nuestro camino por la séptima hacia el sur los integrantes de DifusiónV se encuentran con viejas pintadas como el esténcil que dejaron en la fachada de un local de Presto. Según cuentan, prefieren salir a empapelar cada quince días y en grupos pequeños. Recuerdan por ejemplo una acción en Tunja, en la reclutaron a veinte personas con las que lograron empapelar toda la ciudad.
Mientras interviene un muro en una casa aparentemente abandonada, Manuel habla de cómo el veganismo lo mueve todos los días y de qué manera se convirtió en una lucha en defensa de víctimas a las que casi siempre se decide ignorar. “A los animales los vemos únicamente como objetos de consumo. Cuando hablamos de violencia en contra de los niños o las mujeres lo entendemos, pero cuando hablamos de violencia contra los animales aún no lo conocemos. Mi vida tiene sentido por el activismo que hago día a día y ese es uno de los propósitos de esto, es uno de los propósitos de Voicot”, dice.
En estos seis años las acciones del colectivo han traspasado fronteras. Además de intervenir las calles de Argentina y Colombia, también han dado de qué hablar en países como Estados Unidos, Perú, Uruguay, Chile, México, España, Alemania, Francia, Inglaterra, Italia y Portugal. Aunque son más bien jóvenes en Colombia, su ejercicio se ha convertido en uno de los más contundentes del animalismo distrital.
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“Estas iniciativas se deben seguir haciendo por la efectividad comprobada de este tipo de comunicación. Debemos generar un espacio donde podamos transmitir un mensaje distinto al que nos venden, un mensaje de liberación animal, de “basta de explotación”. Algo tan simple como una escalera y un afiche nos permiten transmitir este tipo de mensajes por el fin del especismo”, señala Manuel.
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Luego de un par de horas de haber pegado carteles sin mayor inconveniente, saqué una lata de aerosol para botar unas firmas. En una de esas, Nicolás me pidió la lata para pintar algo. “NO + ESPECISMO”, escribió en la puerta de un Subway ubicado en la Torre Colpatria, sobre la calle 26. Unas cuadras más adelante, pasando por el CAI de San Diego, se acercaron dos integrantes de la Policía solicitando nuestros documentos y un registro pues, de acuerdo a lo que les habían informado unos celadores, andábamos pegando carteles y rayando las paredes del sector. Ahí se llevaron a Nicolás asegurándole que iba a pasar la noche en la UPJ.
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Sin embargo, al final uno de los policías decidió dejar ir a Nicolás, cuyas botas ya no tenían cordones y ya no contaba con sus pertenencias para evitar que se las robaran en la UPJ. Fue una ironía. A Nicolás no se lo iban a llevar a la UPJ por poner una pancarta de dos metros que publicitaba alguna nueva hamburguesa y mucho menos porque los policías se hubiesen sentido ofendidos por su mensaje, sino por rayar la puerta de un local comercial en la Colpatria.
Combatir la publicidad especista con sus mismas estrategias resulta ser tan riesgoso como necesario. Mantener en las calles una gráfica que se resiste a todo tipo de lógicas consumistas, implica sostener un discurso de seguro incómodo para muchos. Sin embargo, si algo prueba el ejercicio de Voicot, es que el asunto no solo se reduce al gesto de pegar carteles, sino que se trata de convencerse del mensaje y llevarlo a cualquier parte. Una camisa, una chaqueta, un afiche o una calcomanía pueden ser suficientes para difundir la urgencia de salvaguardar la vida de los animales y transformar nuestros hábitos.
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