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Desvío Visual

En las calles de Medellín se desarrollan las historias de este colectivo itinerante. El cine “guerrilla”, su naturaleza clandestina y una estética mordaz de la decadencia definen el espíritu de este “retorcido” laboratorio audiovisual.

Milton Tobón Restrepo

Un voyerista busca películas porno en el centro de Medellín. Entre el tumulto, queda cautivado por Kika, un tranimal, o personaje sin sexo o rol definido, con rasgos entre lo femenino y lo masculino, que se distorsiona el rostro cubriéndolo con una media velada. Seducido por la presencia de Kika, el mirón decide seguirlo(a), pero éste(a) improvisa una emboscada al sentirse observado(a).

Esta es una sinopsis, a vuelo de pájaro, de uno de los cortometrajes de Desvío Visual, un proyecto audiovisual que se ha especializado en rastrear, y retratar, a través de la ficción, aberraciones, bajos instintos, vicios, perversiones y manías de personajes que le disparan a la moral y que transgreden lo política y socialmente correcto.

Promocionar drogas como la heroína o el pegante (más conocido como “sacol” o “gale”) en un falso anuncio publicitario en el que se echaba mano de la estética con la que se comercializan productos de belleza es, sin duda, una provocación en una ciudad como Medellín. Con ese spot nació en 2011 el colectivo, que en un principio se denominó Kaos y que un año después se transformaría en Desvío Visual.

 “Fue tal el impacto que muchas personas, al ver nuestro primer video, empezaron a  enviarnos correos en los que nos preguntaban si en realidad vendíamos heroína, que cómo podían adquirirla o dónde debían consignar”, cuenta uno de los cuatro integrantes de Desvío, luego de pedirnos que no mencionemos su nombre, ya que se ciñen algunas de las normas de Dogma 95, el famoso movimiento cinematográfico que procura evitar los créditos para que la obra predomine sobre el autor.

Los creadores anónimos de Desvío Visual reconocen que no están mostrando nada nuevo, pues la marginalidad es el pan de cada día en las capitales del tercer mundo. El problema es que no la aceptamos. Estos “desviados”  audiovisuales definen su propuesta como “una experiencia perturbadora, psicotrópica, erótica, decadente, arriesgada y trascendental”. Son el lente que capta retratos corroídos de submundos transitados por pieles pecaminosas que ansían sumergirse en el desenfreno de la noche.

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Quienes defienden a la Medellín light, que se vende como símbolo del progreso y la innovación nacional en postales adornadas con el metro, el edificio Coltejer, las gordas de Botero, los arrieros de antaño y las silletas repletas de flores coloridas, evitan siempre mirar a los ojos la sordidez en la que se especializa este colectivo audiovisual, cuya misión fetiche consiste en desviar nuestra mirada hacia lo defectuoso, improductivo, grotesco, es decir, hacia las realidades “sucias” que ignoramos intencionalmente. Drogadictos, homosexuales, transexuales, andróginos, habitantes de la calle y demás seres clandestinos son protagonistas de cortometrajes y fotografías en los que se evidencia la existencia de los disidentes del tabú, de los devotos de la excentricidad y la libertad.

“Hay personas que llegan y nos expresan el deseo de hacer algo. Nosotros simplemente tratamos de crear una historia y grabamos esa idea. Desvío Visual es la libertad de salir entre amigos a experimentar con una cámara en la calle y grabar. Mucha gente le tiene miedo a eso, pero nosotros no. Es como un azar planeado”.

Desvío Visual no tiene oficinas ni estudios de grabación. Su única sede es la calle. Esto es cine hecho en la calle. Cine itinerante. Es quizás este carácter clandestino de cine guerrilla lo que los distancia de los demás colectivos audiovisuales y productoras de la ciudad que, a su modo de ver, tratan temas recurrentes, convencionales o triviales, y tienden a abordarlos superficialmente. Su quehacer está atravesado por una genuina pulsión creadora, por esa concepción de la realización cinematográfica que el director alemán Werner Herzog asocia a una suerte de subversión, en la que el artista independiente transmite ideas “con una visión propia, sin miedo a la soledad o al aislamiento”. 

"Desvío Visual es la libertad de salir entre amigos a experimentar con una cámara en la calle y grabar. Mucha gente le tiene miedo a eso, pero nosotros no. Es como un azar planeado”.

En total, Desvío Visual  suma ya siete producciones, entre las que se destacan Decadence (2012), Perdidos en el paraíso (2013), A mí me encanta comer mierda, ¿a usted no? (2013) y Elegante como el pegante (2013), un cortometraje que obtuvo un reconocimiento en el Festival de Cortos Psicoactivos de la Cinemateca Distrital de Bogotá. Y, no menos importante, Gadabout Kika (2013), otro corto cuya  premier tuvo lugar el año pasado en el Festival de Cine Underground, celebrado en Buenos Aires.

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“Hemos querido intervenir otras plataformas, además de Facebook y Twitter, y proyectar nuestros audiovisuales en distintos  espacios de ciudad, pero, entre otras cosas, necesitaríamos un buen hacker ”, reconocen, conscientes de la implacable censura a la que se verían expuestos.  

Desvío Visual, conformado por realizadores audiovisuales, ingenieros musicales y filólogos, “hijos del cine” y de la “generación de la cámara”, se encuentra actualmente en una fase creativa y de experimentación en nuevas poéticas y formatos audiovisuales, para seguir deleitando o perturbando, sin miedo a la desaprobación, a los espectadores de sus videos sugestivamente retorcido

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