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La histeria del bogotano medio

Ciertos remanentes de la lucha de clase, el arribismo clásico de los capitalinos, la animosidad natural, la mala leche hacia el que piensa diferente o la simple desinformación son el caldo de cultivo de la histeria del bogotano que discute sobre asuntos públicos. 

José Gandour*

El bogotano medio nunca ha creído en la política. Al menos alguna vez en su vida ha dicho que eso es materia infecta digna de ladrones. Para justificar su actitud, acude a la historia de un amigo del tío que fue concejal o senador y que se robó no sé cuántos millones de pesos y nadie hizo nada al respecto.

La política, como si fuera un virus molesto, ha sido evitada a toda costa, y a quien debate sobre ella se le ha tachado algunas veces de aburrido, desocupado o anacrónico. Pero hoy el bogotano medio, por razones ajenas a la misma política, y más bien relacionadas con cuestiones de clase social, arribismo clásico de los capitalinos, animosidad natural, o simple mala información, riñe sobre temas públicos con quien opine diferente.

Vivimos momentos de histeria y exagerada rabia en la ciudad. Si dice algo en tono de crítica sobre la pasada gestión de Gustavo Petro, inmediatamente saldrá alguien en su red social favorita a tildarlo de simpatizante de los contubernios neoliberales y del gran poder económico, y lo señalará, con una liviandad increíble, de fascista y/o paramilitar. Si observa poco complaciente los primeros días de gobierno de Enrique Peñalosa, en pocos segundos recibirá mensajes en los que lo llamarán cuasiguerrillero de escritorio, cómplice del populismo o mamerto insoportable.

En cualquier caso, si usted se mete de forma abierta en el disentimiento acerca de lo que  debe hacer o no la Alcaldía Mayor sobre cualquier asunto de interés social, sentirá la cólera del bogotano que se atrinchera en Facebook o en Twitter frente a las posiciones contrarias. Pocas veces observará que esa discusión se realize en el marco de la tolerancia, del respeto o, al menos, de una mínima intención de escuchar lo que dice el otro. Con cada pelea se trata de ver quién grita más, quién desagravia con mayor crueldad, o, como dirían en cualquier pelea de machitos, “quien la tiene más larga”.

“La izquierda bogotana emite su discurso de crítica desde el resentimiento y la derecha responde desde la soberbia. Ninguna de las dos posiciones es seria y en su actitud justifican el pobre nivel de debate que hay en estos días en la ciudad”

El bogotano medio sigue renegando de la política hasta en sus propios comentarios políticos. Su accionar se limita a compartir los memes que considera más divertidos y agresivos contra su contradictor, sin importar si lo que se dice ahí es cierto o no.  Muestra en su perfil su indignación sobre lo que le parece mal y cree que con eso es suficiente para que las cosas cambien (o permanezcan como le gustan). Si le preguntamos en serio sobre asuntos vitales para la ciudad, como la movilidad, la educación, los dineros públicos, entre otros, demostrará rápidamente que está poco documentado al respecto.

Repetirá lo que dicen las caricaturas que más le gustan y a las que les cree sin poner una sola palabra en duda. El bogotano medio no se informa más, ya que tiene apenas lo suficiente para agredir a su antagonista. Cualquier elemento adicional pertenece a la política, y eso es materia sucia que prefiere no tocar.

La histeria no es exclusiva de los ciudadanos en las redes sociales. Se extiende a los líderes de cada uno de los grupos en trinchera. Lleva pocos días de posesionado Peñalosa como burgomaestre y ya algunos energúmenos están convocando a la revocatoria de su mandato, sabiendo, además, que no pueden lograr que su propuesta sea viable antes de un año de gobierno. Eso no hace honor a las reglas de juego anteriormente aceptadas y no honra dignamente el papel de opositor.

Por otro lado, el mismo Peñalosa arrancó su mandato con el pie izquierdo, al no insistir en asegurar la presencia de su predecesor en su toma de juramento. Es poco inteligente, además, su decisión de negarse en su discurso cotidiano a reconocer cualquier labor efectiva del anterior gobierno, describiendo todo como un desastre total. Eso es un acto torpe y sobrador. La confrontación, de lado y lado, se sale de toda posibilidad de discusión adulta y pasa por momentos infantiles y vengonzosos.

La izquierda bogotana emite su discurso de crítica desde el resentimiento y la derecha responde desde la soberbia. Ninguna de las dos posiciones es seria y en su actitud justifican el pobre nivel de debate que hay en estos días en la ciudad. Entre ambas partes, a punto de insultantes dimes y diretes, construyen una grieta urbana que puede ser irreparable.

Insisto: el bogotano medio nunca ha creído en la política. Grave error, porque la política es (y debe ser) el instrumento más efectivo de transformación de la sociedad. Pero por su parte los políticos no ayudan a que la situación mejore. Su pobreza argumentativa y sus riñas personalizadas alimentan el hastío del ciudadano.

No se trata de ser catastrofista, pero Bogotá, por este camino, perderá las posibilidades de ser un espacio serio de convivencia y cambio justo. Al final, a la ciudad sólo le quedará la inútil histeria.

*Editor de www.zonagirante.com

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