El cotejo del barrio, la pola del tercer tiempo y el aguante en la obra de Martín Gordopelota
A los argentinos el fútbol les viene por defecto en el ADN, y este artista de La Pampa argentina no es ninguna excepción a esa regla. Con sus murales y dibujos goleadores, e inspirados en el arte de Fernando Botero, retrata el mundo de la pelota que escapa al foco mediático: el del futbolista amateur que fuma en el entretiempo, se ensucia en la cancha llena de barro y baja un asado con birra depsués del partido.
Si no hubiera aire para respirar, en Argentina se viviría de fútbol. Pero el fútbol en la tierra de Maradona, de Messi, de dos Mundiales ganados, de Boca y de River, va más allá esos ídolos sonoros y símbolos rimbombantes. En el país del cono sur, el mundo de la pelota no se entiende sin el aguante, sin los picados del barrio, sin la birra, sin los cigarros de medio tiempo, o sin el asado para llenar la panza tras el pitazo final.
En ese mundillo alejado de los focos se fija Martín Gordopelota, un artista bonaerense que con sus ilustraciones y murales homenajea a las canchas barriales, a los futbolistas amateur y a las costumbres sociales que se desprenden de la “pecosa”. Aunque fue “bostero” -hincha de Boca Juniors- durante muchos de sus 32 años, se alejó del rol del fanático y ahora disfruta el fútbol de otra manera. En su ADN está impreso hacerle fuerza a la Selección Argentina, sin duda alguna, pero también encuentra el placer sentándose a ver cualquier partido de fútbol, desde uno plagado de estrellas en la Champions League, hasta un cotejo inundado de barro y garra en la segunda división del fútbol argentino.
De gordo no tiene nada, pero fue el apodo que le pusieron a Martín Kazaniets cuando empezó a firmar como “Gordo” sus grafitis; después, cuando incursionó en el dibujo y la pintura, le dio un giro a su sobrenombre y quedó como el Gordopelota. De sus padres, un arquitecto y una periodista con estudios en bellas artes, este artista aprendió la tenacidad y consistencia, dos elementos innegociables en su forma de trabajo. Así como se alejó de ser hincha, se apartó también de las carreras de Diseño Gráfico y Cine en la Universidad de Buenos Aires, nunca les terminó pero eso no fue impedimento para darle bola a su arte.
Uno de los referentes para su obra, si acaso el más importante, lo encontró aquí, en la tierra del Pibe Valderrama, de James y Falcao, del 5-0 a Argentina en el Monumental de River… lo encontró en el trabajo del artista Fernando Botero, que con su técnica, personajes gordos y forma sútilmente cómica de trabajarlos le aportó al trazo que hoy indentifica al Gordopelota. De pequeño, recuerda Martín, había una reproducción de una obra del artista paisa en su casa, retirada de un museo y que terminó en Buenos Aires. Desde eso se enganchó a la propuesta de Botero.
En la capital argentina está buena parte de sus murales, uno de ellos en el barrio de La Boca, a dos cuadras de La Bombonera, el mítico estadio de Boca Juniors. Cuando este equipo ganó la Copa Libertadores –el torneo de clubes más importante del continente- en el 2000, Martín tenía 14 años, vivía en La Pampa y su tio lo invitó a La Bombonera a celebrar el título.
Era la primera vez que el Gordopelota entraba al estadio. Para la celebración se había preparado un show de fuegos artificiales y un concierto de Los Autenticos Decadentes, un grupo que fusiona ska, rock y cumbia con muchos temas dedicados a la pelota. Una fiesta. Pero llovió. Más bien “re diluvió”, como recuerda Martín, y esa escena de la cancha llena de gente, todos empapados, le dio la idea para el mural que pintó en una fachada de La Boca, aportando su pintura al colorido barrio de Buenos Aires.
Es su visión de la hinchada, del aguante, la misma que tiene al calzarse los tenis y jugar al fútbol con sus amigos. “Es el momento de ir totalmente desinteresado a jugar a la pelota, de pasar un par de horas tratándo de olvidar todas las mierdas de la vida, de ir corriendo detrás de la pelota cargándote de risa y boludeando con amigos” , cuenta Martín. Allí no se ven grandes estrellas, ni estadios lujosos, ni mucho menos cuerpos esculturales.
Los amigos con kilos de más y las canchas en medio de las villas –zonas deprimidas de la ciudad- son los matices que resaltan en las obras de Gordopelota. Son historias del otro fútbol, como las que recoge en las cuatro obras que se ven en las imágenes de arriba, pinturas que expuso recientemente en la exposición Los Locales, enfocada en mostrar cómo se vive la localía en Argentina. En ella retrata una cancha cercana a su casa, al otro lado de una villa, y que tiene una pared que divide esos dos mundos. Muestra como los chicos que bajan de la villa se encaraman en la pared y, usando un gancho e hilos, “pescan” las maletas y los balones de los que están jugando.
También le tira a la publicidad, al mezclarla con un poco de realidad. “De repente ves un pibe con una camperita Nike o con una camiseta Adidas fumándose un pucho y nunca en tu puta vida verás una publicidad de Adidas o de Nike con alguien fumando, porque lo veras jugando a la pelota y luciéndose y pareciéndose a Ronaldinho”, dice Martín. Así alude al uso constante de marcas deportivas pero mezclándolas con cigarros y cervezas en sus obras.
(Si se fijaron bien, en la foto de portada hay un guiño del Gordopelota para el América de Cali. Pero no, el tipo no es hincha, ni tiene relación alguna con el equipo caleño. Solo tiene un amigo en Buenos Aires que sí es hincha y le pide obras que tengan el escudo de los Diablos Rojos).
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