Las cálidas ilustraciones de Carolina Parada que mantienen viva la inocencia infantil
El tiempo de esta ilustradora bogotana radicada en París se divide entre los laboratorios de investigación biomédica y su escritorio, el refugio nocturno donde les da vida a seres fantasiosos, inspirados en la naturaleza y la literatura para niños. De pequeña leía libros ilustrados de los hermanos Grimm y ahora es ella quien los hace para otros pequeños lectores, atraídos por sus trazos surrealistas.
Las eternas horas que pasaba Carolina Parada –Carosurreal– encerrada en un laboratorio de Los Ángeles, California, haciendo investigación biomédica le amargaban la vida. Cuando llegaba a casa después del trabajo, se le acumulaba el estrés y sus noches eran infelices. Pero una insípida noche de esas encontró en el dibujo la chispa de su vida. Cuando eso, hace tres años, Carolina dibujaba garabatos para ella misma, hoy tiene más de 50 mil seguidores en su cuenta de Instagram y ha ilustrado cuatro libros.
“Yo nunca me habría imaginado que, de subir dibujos simples a mis redes sociales, pasaría a tener un trabajo, que si yo decidiera cortar la parte científica podría dedicarme a la ilustración sin mucho problema. Realmente fue como una forma de liberar el estrés que estaba viviendo en el trabajo”, afirma esta artista, quien prefiere no revelar su edad y así mantener cierta incógnita sobre su identidad: “si mantienes el anonimato, al menos en cierta medida, la gente valora es el arte, no a la persona”, dice.
Esta bogotana se graduó como odontóloga de la Universidad Nacional pero se fue a Barcelona, España, siguiendo su sueño de dedicarse a la investigación, actividad para la cual no veía recursos en Colombia. En la llamada Ciudad Condal realizó un doctorado en biología del desarrollo en la Universidad de Barcelona y, después de su estancia en Los Ángeles, volvió al Viejo Continente para radicarse en París, Francia, donde vive hoy. Desde que vive en esta ciudad tiene más tiempo para su arte y, a diferencia de lo que sucedía en Estados Unidos, no tiene que pasar más de la mitad del día en el laboratorio.
Desde París, con sus cuadernos y lápices, Carolina combina la biología con la ilustración: su gran interés por la estética de la naturaleza, su admiración por los colores de las flores y los patrones de las plantas, su curiosidad por el desarrollo del embrión y las diferentes formas de los seres vivos y su fascinación por la mitología relacionada con la naturaleza, específicamente la japonesa y colombiana. The Book of Yokai: Mysterious creatures of the Japanese folklore de Michael Dylan Foster es la fuente que nutre el arte de esta ilustradora, donde ha encontrado seres fantásticos como los kodamas –espíritus guardianes de los árboles- o los bankeneko, -gato y demonio al mismo tiempo-.
Con esas referencias, los personajes que plasma en su obra provienen de diferentes reflexiones y pensamientos. El protagonista de su historia puede ser una papa mágica de los Andes, un oso de anteojos que ha vivido por miles de años en el bosque o una niña que usa sus lágrimas para mantener vivo un pez. Todo lo que hace es en pro de la defensa del medio ambiente, combinando seres imaginarios para mostrar realidades que afectan a la naturaleza.
Sus ilustraciones, que ella define como poéticas, son una explosión de momentos bellos y colores cálidos que reflejan una inocencia que desaparece cuando crecemos, pues, como lo ve ella, para ser adulto y triunfador hay que ser agresivo, dominante y estar a la defensiva. Actitudes que tiran a la basura la ternura y la contemplación, valores que ella busca rescatar a través de personajes pensativos que detienen el tiempo para observar su alrededor. “Cuando eres niño -afirma Carolina- tratas bien a todos tus amigos, a todo el mundo. Pero cuando creces la cosa cambia. Siempre pienso que si defendiéramos la inocencia, ese estado de calma de los niños, todo sería mucho mejor”.
El arte de esta artista es un ejemplo de que lo se hace es un espejo de lo que se es: desde pequeña, Carolina ha sido una persona muy introvertida y tímida, características que se perciben en sus ilustraciones. En su paleta de colores nunca puede faltar el color rojo y la acuarela es la técnica de ilustración manual que más disfruta, sin dejar de lado el uso de herramientas digitales. “La acuarela me parece preciosa, da unas texturas que no se pueden conseguir con otros materiales; en digital estoy usando un Ipad con una aplicación que se llama CoCreate, lo mejor que he podido comprar en mi vida de adulta”, comenta.
En la poesía y los cuentos infantiles, Carolina ha encontrado su material de trabajo. Desde siempre se interesó por el surrealismo y quiso dedicarse a él pero para eso necesita mucho tiempo, algo con lo que no cuenta ahora. Entonces, pensó que si se dedicaba a dibujar para niños estaría haciendo lo mismo: dibujos surrealistas, usando elementos de la realidad, cuyo objetivo es exponer una idea de manera interesante, tierna y divertida para un público tan exigente como ese. “La ilustración infantil y la poesía te dan la libertad de dibujar lo que quieres e interpretarlo como sea”, explica.
Otro elemento que ha nutrido el trabajo de esta artista es la literatura. Cuando niña, recuerda, su papá le leía Los músicos de Bremen, un cuento de los hermanos Grimm que sueña con ilustrar. Un camino que ya ha empezar a explorar al hacer ilustraciones para libros –todos en proceso de publicación- de las autoras colombianas Ángela Borja (Vecinos) y Natalia León Amador (Días disfrazados) y el egipcio-canadiense Danny Arafa (The Rain and other poems). Además de eso, también está dedicada a libros propios como Girl and fish: a Joyful Story of Tears, la historia de una niña que vive en las montañas y un día rescata un pez que había caído de un camión que transportaba peceras, lo convierte en su mejor amigo, lo salva con sus lágrimas y decide irse a vivir con él al mar. Ese fue el primer libro que Carolina autopublicó en Amazon y que en un futuro espera que una editorial estadounidense ponga a circular en físico.
Pero como curiosa que es, Carolina ha explorado otras áreas donde su arte puede pegar. Influenciada por Soosh, Agnes Cecile y Alkira Kusaka, tres artistas que la han enamorado con su versatilidad, esta bogotana ha llevado su ilustración a la música, diseñando posters para Bajo Cielo, una banda francochilena; a defender causas animalistas, donando dibujos a un refugio de animales en Perú; y a comercializar productos con sus ilustraciones en Red Bubble.
Mientras sigue poniéndole vida a los textos de diferentes autores alrededor del mundo, Carolina sueña con poder seguir escribiendo e ilustrando sus propias historias y en algún momento renunciar a la ciencia para dedicarse de lleno a su pasión, a su arte y posiblemente en ese momento podrá por hacer pintura surrealista de gran formato.