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Acoso callejero para dummies: entiéndalo y enfréntelo

Es una realidad más bien triste: las mujeres suelen evitar ciertos caminos a diario para no enfrentarse a silbidos, piropos subidos de tono, entre muchas otras violencias “sutiles” y cotidianas que la sociedad parece aceptar e incluso apoyar.

Nos incomoda la violencia que encontramos a diario en nuestros caminos: vecindarios, parques, esquinas. Es de las más cotidianas y “sutiles” con las que tenemos que convivir las mujeres. Puede ser en algunos casos lo que muchos llaman “un simple piropo”. Tiene nombre específico, se llama acoso callejero. ¿Por qué parece que todo el mundo acepta esta forma de violencia y algunos hasta la defienden?

Existen comportamientos heredados que nos limitan a la hora de relacionarnos con el mundo. Desde que somos niñas o niños aprendemos lo que generalmente debemos hacer y ser. Es extraño que tengamos que cumplir con ciertas cuotas femeninas o masculinas.

En nuestro contexto social, el prototipo ideal de hombre parece ser el que más aires de pavo real aparenta. Ese juego nos hace objetos no solo a quienes como mujeres nos construimos, sino además a otros cuerpos que no caben en lo masculino. Muchas veces esos comportamientos o egos de territorialidad se dirigen hacia nosotras sin que los manes crean que existen consecuencias. 

Queremos que se imagine a usted mismo caminando por la calle, lanzando piropos, silbidos, toqueteos, insultos, burlas, comentarios. A muchos hombres se les da con facilidad, pero alguno recuerda ¿qué cara puso ella al recibirlo? Son sin duda comportamientos violentos que debemos rechazar.

Para muchas mujeres la violencia es pan de cada día, pues aunque lo pongan en duda todavía se sufren agresiones en privado y en silencio. Ahora sumémosle que también el acoso y la intimidación hacia las mujeres están normalizadas en las calles. ¿Te tocaron en Transmilenio? “Es normal, los hombres no pueden controlarse”, pueden responder algunos. ¿Te dijeron buenos días mamacita rica? “De qué te quejas si eso ayuda al autoestima”.

Esta clase de acoso ocurre por lo general en lugares públicos y usualmente va de hombres hacia mujeres, desde el “súbete al carro, no andes solita”, pasando por el avistamiento sorpresa de penes cuando apenas estábamos en primeros años de bachillerato, hasta ser perseguidas por un tipo durante varias cuadras solitarias o despertarse en el bus al sentir una mano que se mete entre nuestras piernas.

Lo sufrimos aproximadamente desde los 7, 10 años de edad. Si hacemos cuentas, quienes tenemos entre 25 y 30 años caminamos por nuestra ciudad entre 4 y 5 veces a la semana, si solo se nos acosa (se nos gritan morbosidades, se nos manosea, etcétera) una vez por recorrido, hemos sido hostigadas como mínimo 3.600 veces en nuestra vida. Poniéndolo en números, nuestra molestia frente a este fenómeno es de todo menos exagerada

El acoso callejero implica que se transgredan nuestros límites sin consentimiento, es decir, fuera de situaciones de coqueteo mutuo y ejecutado por hombres que no conocemos, que probablemente no nos interesan y a los cuales no les hemos dado permiso de opinar acerca de nuestro cuerpo. No estamos interesadas en conocer de primera mano las intenciones o aberraciones sexuales de ciertos hombres que nos cruzamos a diario: es un hecho, en la mayoría de los casos estos actos no son recibidos con agrado, de hecho producen rabia, asco, indignación, miedo.

¿Será normal que estemos constantemente buscando formas para no transitar por ciertos lugares, como edificios en construcción, tiendas de barrio llenas de hombres bebiendo, esquinas solitarias, puentes, túneles, caños?

¿Será normal que todos los días cuando salimos a estudiar o al trabajo levantemos fronteras y construyamos caminos imaginarios en los cuales buscamos sentirnos seguras? Estas son, para nosotras, estrategias de miedo.

Según una Encuesta de Convivencia y Seguridad realizada por el DANE hace un par de años, la percepción de inseguridad en la ciudadanía es mayor en las mujeres: 78,2 %. La investigación también muestra que muchas de las mujeres encuestadas restringen su acceso a la ciudad pues sienten que se les coarta su derecho al disfrute de la noche (30,3%), o buscan salir de manera expresa a lo necesario (27,4%), o evitan salir solas (20,9%), adoptando esto como medidas de seguridad.

Es importante dejar de justificar. Un pretexto usual es que “ella se lo buscó” por caminar de noche, por ponerse falda, por ser cortés. No hay excusas, si un hombre quiere hacerse el seductor debe hacerlo con una mujer que demuestre estar interesada en él y que se lo permita. Nadie debe creerse con derecho sobre otro a las malas.

Es una mierda que debamos vivir sin poder caminar tranquilamente por la calle, bien sea de día o de noche. Es urgente hacer algo para que habitemos espacios seguros. Ojalá dejemos de ser esa sociedad que enseña a las mujeres desde niñas a evitar ser violadas pero que no enseña a los hombres desde niños a no violar.

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*El Observatorio Contra el Acoso Callejero (OCAC) Colombia es un parche de amigas que pone sobre la mesa discusiones y debates sobre el feminismo desde distintas posturas. Hacemos parte de una red que ya cuenta con más de 5 observatorios en diferentes países de Latinoamérica.


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