
El resurgimiento de los cineclubes bogotanos
A pesar de la informalidad en la que funcionan los cineclubes en Bogotá, estas iniciativas atraviesan por un buen momento. Según la Cinemateca Distrital hay 235 salas de este tipo en la ciudad y más de tres mil amantes del cine que las disfrutan mensualmente. Hoy hay proyectos para formalizar este sector de la escena cinematográfica, que en el pasado ayudó a formar directores como Óscar Ruiz Navia o Luis Ospina.
En Colombia los cineclubes no tienen un lugar prioritario dentro de la industria cinematográfica. Desde 1949, cuando Luis Vicens y Hernando Salcedo Silva fundaron el primer cineclub de Colombia, pasando por la década de los setenta, que dejó como legado el famoso Cine Club de Cali -conformado por Andrés Caicedo, Luis Ospina y Carlos Mayolo- estas salas han cambiado y mutado de muchas maneras. Tanto que hoy en día la mayoría funcionan bajo la informalidad, un panorama muy diferente al que se vivió durante sus años dorados.
Poster del Cine Club de Cali
“Aparte de que la boleta para entrar entrada era comprar maíz con gaseosa y tener un carné del club, el cineclub también era un espacio a donde la gente iba a hablar, pensar y a debatir gracias al cine”, recuerda Juan Guillermo Ramírez, un profesor de cine de la Universidad Manuela Beltrán, que hace 40 años estudia el séptimo arte local. En ese entonces, en cada esquina se encontraba un cineclub, como se encuentra ahora una cancha sintética de fútbol.
Pero esta tendencia también se extendió a los ochenta. En esos años Juan Guillermo fue director de dos cineclubes del Museo de Arte Moderno de Bogotá (MAMBO): Zootropo y Máquina de sueños. Ambos se quebraron pues –según afirma él- las condiciones de supervivencia de los cineclubes eran muy complicadas. Algunas de las razones por las que el proyecto no funcionó fueron el díficil traslado de las latas y cintas de películas del tamaño de un timón de un carro, la programación discontinua que no permitía que el público asistiera masivamente y la dificultad para obtener las películas en la embajadas y productoras.
Pero sus dos cineclubes no fueron los únicos que sufrieron estos males. También pasó con Sexo y Poder, que proyectaba películas de la nueva ola francesa y con Cine o Sardinas, que cada mes pasaba una película sorpresa y al final se rifaba una lata de sardinas.
Un promedio de entre 15 y 20 personas asisten a cada una de estas salas, aproximadamente 3.100 personas al mes, sumando todos los cineclubes de la ciudad.
La aparición de Cine como una carrera profesional en las universidades y la construcción de centros comerciales hicieron debilitar el cineclub de barrio en Bogotá, que optaron por trasladarse a las universidades y los colegios. “Las salas de cine comerciales empezaron a programar las mismas películas que los cineclubes. Entonces el cine de barrio y de calle empezó a desaparecer”, afirma Ramírez, que también sostiene que sin estos espacios no existirían directores nacionales como Luis Ospina o como Óscar Ruiz Navia, director de El vuelco del cangrejo.
Un cineclub de Bogotá
Hoy la oferta de cineclubes es bastante amplia. Desde 2013, la Cinemateca Distrital los está rastreando con el programa de Salas Asociadas, un proyecto para mapear los cineclubes, visibilizarlos y formalizarlos.
Actualmente, tienen registradas 235 salas permanentes y temporales (festivales) en toda la ciudad. Los lugares donde están ubicados son principalmente universidades, colegios, bibliotecas, casas culturales, casas comunes y festivales como el Zinema Zombie. Un promedio de entre 15 y 20 personas asisten a cada una de estas salas, aproximadamente 3.100 personas al mes, sumando todos los cineclubes de la ciudad.
Entre los cineclubes más movidos de la ciudad están: La Chimenea trabaja en diferentes lugares de la localidad, que tiene funciones todos los sábados a las 6:00 p.m.; Kinósofos (Universidad Nacional – Edificio de posgrados de Ciencias Humanas), que junta filosofía y cine todos los viernes a las 2 p.m.; Caldo Diojo (Biblioteca Pública La Marichuela en la diagonal 76b Sur #1c -40), ofrece cine de autor en la localidad de Usme todos los sábados a las 3 p.m.; Imagen Viajera (L’Aldea Nicho Cultural en la calle 17 # 2 – 77), un proyecto de la Fundación Manguaré, Comunicación y Cultura que proyecta el tercer miércoles de cada mes a las 6:30 p.m. y Diorama (Corporación Unificada Nacional de Educación Superior en la Calle 17 # 4 - 95), que tiene planeado un ciclo de animación para este mes de mayo.
Ubicación de cinco cineclubes a los que usted puede asistir
El muestreo de la Cinemateca Distrital también arroja que la mayoría de los cineclubes proyectan películas colombianas, como sucede en las salas temporales del festival Cita con el Cine latinoamericano (CICLA), que pasa cerca de 37 películas, y Macondo al Barrio, que ofrece un ciclo de cine colombiano con el fin de unir a la comunidad de las localidades de Kennedy, Suba y Tunjuelito.
Proyección de Macondo al Barrio 2015
Aún así, el cineclub en Bogotá tiene un gran desafío y es dejar de actuar en la informalidad. Según César Almanza, funcionario de la Cinemateca Distrital, en el país hay tres tipos de salas: las comerciales (Cine Colombia, Royal Films, etc.); las alternativas (Cinemateca Distrital o Los Acevedo del MAMBO); y las informales, que son aquellas salas que tienen la libertad de proyectar lo que quieran y en su mayoría son propiedad de entidades que quieren defender alguna causa, como una agrupación cristiana o una fundación.
El problema de esta diferenciación es que la Ley de Cine las trata a todas como salas de exhibición, es decir, a todas por igual, por lo cual deben cumplir unos requisitos para ser legalizadas. “Si los cineclubes quisieran legalizarse, tendrían que ser una sala como la Cinemateca Distrital o Los Acevedo. Para eso se necesita una estructura organizativa, y muchos no tienen la capacidad ni el interés de hacerlo”, afirma César.
Afiche del cineclub Konósofos en el centro de Bogotá
La estructura organizativa lo que pide es un lugar adecuado (como una sala de cine), una taquilla y la compra de derechos para presentar una película, requisitos que la mayoría de cineclubes no cumplen. Por ejemplo, comprar los derechos de una película cuesta mínimo dos millones de pesos . “Ha sido complicado mantener el cineclub, sobre todo a la hora de pagar derechos de autor. No se logran cubrir los costos ya que la mayoría de las entradas son gratuitas. La Cinemateca Distrital nos colabora con algunas películas porque tiene los derechos, pero no todos proyectan lo mismo, entonces tenemos que recurrir a comprar películas piratas”, explica Tatiana Rodríguez sobre la situación de Moby Dick, un cineclub que tiene desde 2011.
"La idea es que se apoyen esos espacios culturales mediante la creación de un subsidio, la conciliación con entidades como Sayco Acinpro, las embajadas y distribuidoras"
Por eso, esta socióloga está realizando una investigación que tiene como objetivo proponer una ley de cineclubes. La idea es que se apoyen esos espacios culturales mediante la creación de un subsidio, la conciliación con entidades como Sayco Acinpro, las embajadas y distribuidoras. También pretende crear una asociación para compartir experiencias y una plataforma que se pueda consolidar como una institución enfocada al cineclub.
Lo que diferencia este tipo de salas de las otras es la oportunidad de disfrutar una película en grupo, comentarla y pensar el cine. “Los cineclubes siempre han estado entre nosotros, pero no se les ha prestado atención y hay que pagar una deuda histórica porque gracias a ellos el bichito cinematográfico se le metió a mucha gente”, dice César. A pesar de que actúen en la informalidad por no poder pagar los derechos de exhibición de las películas, es claro que estos espacios son importantes para la discusión y difusión de la cultura en la ciudad.