Con sus trazos, este ilustrador de 25 años se burla de un entramado de tradiciones conservadoras muy arraigadas en México, un país que caracteriza como violento sin que le tiemble el pulso. Sus dibujos y animaciones, críticos y no aptos para estómagos débiles, retratan situaciones banales que viven los jóvenes en medio de una cotidianeidad por momentos desesperada.