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Arte en el Catatumbo: entre el conflicto y la esperanza

Para muchas artistas que se ven en momentos de sus vidas atrapadas en medio de la guerra, la obra es algo más que un producto hecho a partir de cierta técnica: la obra es, además, el acto de seguir presentes en la región y contribuir para mantener encendida la esperanza. 

Eliana González / @mamienbici

El arte tiene una conexión íntima con la guerra, tiene la característica de sobrevivir a ella, así como al tiempo, al territorio y hasta a sus propios protagonistas. El arte ha servido para documentar, denunciar, protestar, sanar e incluso ha estado al servicio de las opulencias de grandes dictadores. Pero en su fase más sentida es un herramienta de memoria y tiene la capacidad de colectivizar los dolores para exponerlos ante el mundo: nos recuerda la vergüenza que nos produce nuestra propia crueldad humana y nos brinda la utopía de llegar a tener la consciencia necesaria para la no repetición.

 

Solo hay que mirar algunos ejemplos de obras inspiradas en la guerra para reconocer la necesidad humana de reconstruir la memoria, como Guernica de Pablo Picasso, un cuadro que refleja el horror que produce la guerra en los seres humanos a partir del bombardeo que sufrió la población civil de Guernica en 1937. Cada una de sus formas simboliza una característica de la violencia: el toro simboliza la brutalidad y la oscuridad, la madre con su hijo muerto en brazos, la fragilidad y el sufrimiento; la paloma, la ruptura de la paz; el hombre implorando como representación de la súplica y el llamado a la clemencia, entre otras interpretaciones que ha suscitado el cuadro.

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O, por su parte, el activismo político y artístico de los Murales Chicanos y la Guerra de Vietnam que muestran el impacto de la guerra en las comunidades latinas, la muerte de jóvenes soldados chicanos y la crítica al racismo sistémico.

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Para algunas organizaciones y gestores culturales el arte es la única forma de reparación que les permite conectar con las comunidades; puede no ser pretencioso, no te hace grandes promesas de transformación y viene en tantas formas distintas que termina enlazando hasta a aquellos que parecen ajenos, por ejemplo el rap y la música popular, el break dance y la danza folclórica, el grafiti y el arte abstracto, que han impactado a víctimas y victimarios y cada una de sus formas puede hablarte de los mismo dolores, de recuerdos en común, de experiencias de la violencia y hasta de la búsqueda de la esperanza. 

 

En Colombia tenemos referentes como la obra Fragmentos de Doris Salcedo (2018), en la que el suelo de la obra está hecho con el metal fundido de 37 toneladas de armas entregadas por las FARC durante el proceso de desmovilización: un piso oscuro, quebrado e irregular que representa el dolor que deja a su paso la guerra y que además fue intervenido por mujeres víctimas de violencia sexual en el marco del conficto armado en Colombia.

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Ahora, no todas las manifestaciones artísticas que se gestan en medio del conflicto armado o la guerra se reflejan en grandes obras, en monumentos o contramonumentos, cuadros, murales enormes, o en míticas canciones como Wind of Change de Scorpions o The Wall de Pink Floyd, que recibieron gran reconocimiento después de la caída del muro de Berlín. El arte también vive y tiene poder en las pequeñas acciones, en los esfuerzos de colectivos artísticos, en la resistencia de las letras de raperas y en su preocupación por mantener conectada a la población con la esperanza de un futuro distinto. 

 

En el caso de nuestro país, la crisis con los grupos armados se ha extendido, de nuevo, por toda Colombia: según la Defensoría del pueblo, el 71% de los municipios del país están bajo amenaza por la presencia del ELN, las disidencias de las FARC y el Clan del Golfo, y su presencia no pasa desapercibida para los habitantes ni para aquellos gestores culturales que siguen presentes día a día en los territorios, aquellos que a lo largo de los años, a lo largo de su propia infancia y adolescencia, se inventaron formas para mantener vivo el tejido social, como es el caso de Motilonas, dos mujeres que desde el rap componen una narración de su propia historia.

 

«Te presento a mi pueblo campesino, son amables, son guerreros y como el roble han aguantado el aguacero»: Motilonas

 

2025 inició con el recrudecimiento de la violencia en lugares como el Catatumbo, una zona estratégica y de alto valor para los grupos armados y que lleva tres meses en una de las crisis humanitarias y de orden público más graves en los últimos años. Para artistas como las Motilonas, el rap les abrió las puertas para escribir sobre sus propias realidades, especialmente en la época de las masacres por parte de los paramilitares en el que la población civil vivía con mucha zozobra y miedo.“En esa época no entendíamos por qué nuestra gente hablaba de que había que tener cuidado, de que no se podía salir, no entendíamos el miedo que vivíamos en el territorio y que hoy nuevamente viven los niños (..) Entonces, cuando llegó el rap a nosotras, nos permitió poder expresar el territorio y ese rechazo a la violencia por medio de la música”.

 

El Catatumbo ocupa cerca de la mitad del departamento de Norte de Santander, en el nororiente colombiano, y al tener frontera con el país vecino, Venezuela, se convierte en un atractivo corredor estratégico para grupos armados que se disputan el poder en la zona.

 

A finales de los 90, gracias a la avanzada paramilitar, los ríos Catatumbo y Táchira fueron testigo de la bajada de cuerpos sin vida por sus aguas, hijos y almas catatumberas que no volvieron con vida a sus hogares y que llevaban la sangre y la muerte como muestra de maldad y control, por lo menos hasta la cruel implementación de hornos crematorios en Norte de Santander, los cuales ya ni les permitieron a las aguas devolver los cuerpos de los desaparecidos.

 

«Catatumbo en el globo por siempre será escuchado, sus luchas son ejemplos pa’ los pueblos olvidados»

 

A Sol Ortega y Denis Cáceres, este par de Mcs del Catatumbo, las hizo raperas el territorio. El despertar artístico llegó desde que eran muy jóvenes como una forma de grito y denuncia, como un llamado que se convirtió en resistencia, en la conexión con el mundo para enviar un mensaje catalizador sobre sus propias experiencias y las de su gente.

 

Debido a las experiencias que enfrentaron desde niñas al vivir en una zona llena de violencia y al poder catalizador que encontraron en el arte, fueron descubriendo las diferentes formas en las que las poblaciones y sus gentes enfrentan el conflicto, que pueden ser muy diferentes a las que ellas conocían desde la búsqueda de soluciones, la resistencia, el diálogo, la misma crueldad y hasta la forma en la que cada pueblo narra sus dolores.

 

«Crecimos en medio de trincheras, herederas de las montañas catatumberas»

 

“Por lo menos las primeras veces que salimos de Tibú a Cúcuta”, recuerdan, “que fue la primera ciudad que nos recibió, nos dimos cuenta de que éramos, hablando del contexto territorial, muy diferentes. Nosotros vivíamos todo el tema del conflicto y aparte lo vivíamos diferente, las soluciones que se daban en ese momento eran diferentes a cómo lo hacía la ciudad”. Entonces se dieron cuenta de la fuerza que puede convocar la música aun sin saber que eso que estaban haciendo eran liderazgos sociales. “La participación en espacios fuera del territorio es lo que nos permite entender que la música es un puente que comunica, pero también un puente que puede funcionar para canalizar las emociones que muchas veces la población en medio del conflicto no digiere de manera correcta”.

 

Es así como el arte en esta zona del país se convierte en una vía de denuncia, de comunicación de sentires, tanto para el mismo territorio y sus habitantes como para quienes escuchan el mensaje desde otros lugares. A pesar de las limitaciones que el mismo contexto les pone a sus habitantes, los y las artistas encuentran formas para mantener vivo su quehacer artístico, en el caso de Motilonas a través de talleres para que las infancias puedan expresar lo que viven y ponerlo en palabras o en distintas manifestaciones artísticas.

 

«Sé qué es callar para guardar la vida, compa, sé qué es llorar al ver tu pueblo entre las sombras, sé que buscas a tu ser querido entre las rocas, guarda la esperanza y la vida se te agota»

 

“Cualquier expresión artística es libre de desarrollarse en el territorio. Ahora, el contenido de pronto, los discursos que se manejan a través de estas artes, pues sí han tenido mucho cuidado, mucho tacto, porque estamos en medio de muchas corrientes violentas, entonces se maneja con mucho tacto y mucho cuidado”, aseguran. “Pero lo importante aquí es que todos entendemos que el arte sí es importante y es necesario. Llevamos 14 años luchando por medio de la música, por medio del arte (porque aquí no es solo que le apostamos al rap), desde que nosotras llegamos a la comunidad le estamos apostando al arte, respetando las diferentes formas o gustos de los jóvenes, sus pensamientos. Aun así, lamentablemente, la institucionalidad no le apuesta al arte, nosotras estamos completamente seguras y con los ojos cerrados de que el arte sí puede transformar, sentimos que en el territorio no le han dado la oportunidad al arte de verlo como una herramienta que sí pueda transformar, si usted llega a cualquier municipio del Catatumbo, hay talento, pero nadie habla de arte, nadie le da la importancia al arte, nadie”.

 

Precisamente el arte es la herramienta que mantiene encendida la esperanza, la reconstrucción del tejido social y la tenacidad de las poblaciones ante el miedo. La música fue el vehículo para Motilonas, pero como bien lo manifiestan, el arte abarca un sin número de expresiones que unen a la gente y que tienen el poder de llevar mensajes, de contagiar la búsqueda de dignidad y que no necesariamente deben quedarse dentro del territorio afectado, sino que deben salir de él para ser escuchados y vistos desde otras regiones. 

 

Para Eider Ortiz, cantante de música popular quien también es oriundo del Catatumbo, del municipio del Tarra, la región tiene mucho talento inexplorado, por las condiciones históricas del conflicto es complejo para los artistas encontrar oportunidades reales de crecimiento para sus carreras y por eso se ven obligados a salir de sus tierras, sin embargo no desconoce el enorme potencial que tiene el territorio en cuanto a encontrar en las manifestaciones artísticas una forma de comunicar los sentires que los unen como comunidad.

 

“Para la mayoría de personas que venimos del Catatumbo, lo que está pasando nos da tristeza y nos amarga la vida”, dice Eider, “por ver a tantas personas huyendo de su territorio, yo viví 30 años en el Tarra y sé que está muy complicado el tema de la seguridad y da miedo viajar hacía los municipios a pesar de que uno no tiene nada que ver en el conflicto, uno igual siente temor, pero conservo la esperanza de que esto pase pronto y poder sembrar semillas de esperanza y paz en la región y eso es lo que esperamos como artistas. Salir del Catatumbo es muy difícil. Creando música es bastante complicado, hay mucho talento, hay jóvenes con sueños y metas que quieren cumplir, pero hay falta de inversión y apoyo económico, hay muchos jóvenes que desean salir con el arte y no tienen las oportunidades”.

 

Entonces, se podría decir que en el caso de los artistas del Catatumbo, o aquellos que se encuentran en regiones apartadas en medio del enfrentamiento de grupos armados, su forma de dejar un legado en la historia y de que su arte sobreviva más allá del tiempo y el espacio es más que una obra en específico con altos estándares de calidad y cuidadosos parámetros de técnica, sino que radica en seguir presentes en la región, en contribuir con mantener encendida la esperanza, y en ese caso la obra pasa a ser más poderosa y más diciente, porque no se conforma con narrar un dolor, sino que lo vive, lo siente, lo amasa y con ese dolor en las manos vuelve a sembrar en su tierra.

 

«El viento me sopla un secreto al oído: lucha por todas tus hermanas, es mi corazón la semilla, la llama, esperanza para los territorios»

 

Conservar la esperanza tal vez sea la decisión más humana, pero también la más difícil después de años y años de enfrentamientos en los que la población civil es la más afectada y, sin embargo, el arte permanece en las voces de los y las artistas, en los bailarines que con sus cotizas narran las tradiciones y no las dejan morir, en los muralistas y artistas callejeros que con su firma te dicen “seguimos aquí”, y en las ideas de los gestores culturales que se siguen reinventando para que la comunidad crea firmemente en que pueden volver a habitar su hogar.

 

“Nosotras pensamos que lo principal es acompañar a las comunidades”, dicen Sol y Denis, “que los artistas, por lo menos en Tibú, están muy presentes en los albergues, no sólo para brindar un entretenimiento y para que puedan liberar un poco su mente frente a la tensión que se vive, sino también para que los jóvenes, los niños, puedan ver en ellos una inspiración, entonces el ejercicio en este momento es más provocar en la gente esperanza, de que juntos vamos a mantenernos en la idea de que esto va a cambiar, de que esto va a pasar, de que vamos a retornar seguros, esa es la idea. La expectativa es que las comunidades regresen al territorio en unas condiciones dignas y que sobre todo sus vidas sean lo principal respecto al retorno. No vamos a permitir que lo que ya hemos avanzado se acabe, porque, como decimos en una de nuestras canciones de 2016: es triste que nos acaben lo que ya hemos logrado y sí lo estamos repitiendo de alguna manera, pero no vamos a permitir que se acabe”.

 

«Como el agua voy fluyendo, lágrimas van bajando, pero canto resistiendo...»

 

Motilonas, al igual que Eider, como artistas que nacieron en la región, desean que su territorio no sea cuna del combate y que por el contrario sea reconocido por el talento que se teje en los municipios, un arte que ha resistido y que permanece vivo a punta de esperanza, esa que ven las infancias en los y las artistas que hoy son escuchados. Esa esperanza es, en últimas, lo que mantiene vivo al pueblo catatumbero cuando se ve obligado a salir de su territorio.

 


 

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