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Fotos cortesía de Gallinas Furiosas

Las gallinas del muralismo están furiosas

La colectiva gráfica Gallinas furiosas viene activando la calle con consignas feministas desde 2021. Les interesa, en torno a las intervenciones que organizan con la participación de muchas mujeres, el intercambio, el trabajo multidisciplinar. “Es importante, para construir algo sólido, querer compartir el conocimiento”.

Ángel Carrillo Cárdenas / @angelcarrillo

Se organizaron a raíz del paro nacional. Hoy son cuatro mujeres trabajando hombro con hombro y se hacen llamar Gallinas furiosas, a las cuales se unen, cada vez que abren convocatoria para intervenir un espacio público, más mujeres, sepan o no sepan pintar. ¿Cuál fue el detonante de esta juntanza? El caso de abuso sexual por parte del ESMAD y posterior suicidio de Alison Salazar, ocurrido en Popayán en mayo de 2021 en el marco de las protestas contra el gobierno de Iván Duque. “Por esas fechas estábamos pintando con un grupo grande de chicos en Suba y les dijimos: oigan, por qué no hablamos de esto que está pasando con las mujeres en el país. Nos dimos cuenta de que nosotras teníamos otras necesidades, teníamos que transmitir un mensaje contundente de lo que nos estaba pasando como mujeres tanto en el paro como en nuestras vidas cotidianas. Esto, de alguna manera, consolidó la colectiva, ya que en ese entonces eran muchas las situaciones que se estaban denunciando y para nosotras las mujeres eran y son nuestra prioridad”.

 

Tenían la certeza de que muchas otras mujeres querían manifestarse públicamente contra este tipo de violencias sistemáticas. “Bueno… a ver quién copia”, se dijeron. Después de una convocatoria con el apoyo de Bogotart, Cartel urbano, otras colectivas y artistas, llegaron muchas mujeres al punto de encuentro de la primera intervención, que fue en el Parque de los periodistas, pleno centro de la ciudad. Donaron pintura, insumos, alimentos y muchas manos ayudaron en la pintada.

 

“Nadie estaba hablando de manera contundente sobre las violencias que estábamos aguantando las mujeres durante el paro, violencias que vivimos a diario desde siempre. El hecho de que hiciéramos lo que hicimos animó a muchas mujeres a unirse a lo que estábamos hablando. Aquella vez llegaron quienes hoy son dos de las integrantes de Gallinas furiosas, que hacen grafiti hace 6 años y son piezas superimportantes dentro de la organización porque fueron ellas quienes nos enseñaron a hacer las letras más grandes, el scketch, los diseños en gran formato. Este año ya nos consolidamos las que hoy somos la base”.

 

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Foto de @negra_alegria

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Las crews han funcionado como organizaciones muchas veces clandestinas que reúnen diferentes escritoras y escritores de grafiti. Algunas de ellas han tenido voluntad de apoyo mutuo y autogestión. ¿Cómo ven el estado actual de las crews en Colombia integradas exclusivamente por mujeres?

Para conformar una colectiva es importante tener un trabajo multidisciplinar: habilidades en pintura, en comunicación, en gestión, en diseño. Y es importante, para construir algo sólido, querer compartir el conocimiento.

 

Hoy hay un montón de chicas organizándose, como las de Mala junta klan, Ibanasca, entre otras. Todas acá hemos sido partícipes de los procesos de otras colectivas y no es como en otros lugares donde se dice: yo me paro duro pero por mi parche. Acá no, acá hacemos colectividad. Nosotras hemos colaborado con Perras gráficas, que hacen cartelismo, con Miércoles de chicas, que hacen bordado, con las chicas de la galería feminista Siempre vivas que son las mismas de la colectiva de Mujeres muralistas.

 

Pasar bajo los puentes en Bogotá siempre es un riesgo, son espacios en los que se han cometido crímenes contra muchas mujeres. Justamente la galería feminista Siempre vivas se gestó, bajo el puente de la calle 26 con carrera 30, por esto. Hace un par de meses ustedes inauguraron el mural Callejeras, bajo el puente de la carrera 3 con calle 26. ¿Cómo se gestó y se conceptualizó este muro?

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Foto de @negra_alegria

 

Nos ganamos una beca de Idartes para ese proyecto. Lo que se nos pidió fue hacer un mural y talleres con la comunidad (la cual nosotras ya la tenemos consolidada: chicas y disidencias). Ese lugar, puntualmente, lo escogimos por logística, porque a pocas cuadras queda el taller de una de nosotras y para mover los materiales (las pinturas, principalmente, que es algo muy pesado) era estratégico. Pero también teníamos claro que ese espacio es problemático, está cargado de violencias, suceden muchas cosas lamentables. De hecho, a un chico que se había ganado la misma convocatoria, que ya había terminado y estaba haciendo su registro fotográfico, lo atracaron durante la pintada. No podíamos trabajar después de las seis o siete de la noche. Sin embargo, tratamos de relacionarnos con las personas de la zona, con habitantes de calle y transeúntes.

 

Muchos otros espacios los hemos seleccionado estratégicamente en pro de la causa, por lo que ha significado más allá de la logística nuestra. La plaza de la hoja, por ejemplo, donde fue nuestra segunda pintada, es un punto de concentración de mujeres y colectivas feministas.

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Foto de @negra_alegria

 

Queríamos que en ese muro, el de la carrera 3 con calle 26, el mensaje fuera agresivo, pensar cómo darles la vuelta a insultos como perra o zorra o gallina. ¿A una mujer por qué se le dice perra? ¿Por estar viviendo la libertad de relacionarse con quien quiera y hacer con su cuerpo lo que quiera? Nosotras somos callejeras, somos grafiteras, eso queremos reivindicarlo. En el imaginario colectivo está muy clara la idea de cómo las mujeres debemos expresarnos en la calle: con la florecita y en un lenguaje condescendiente, la imagen de la mujer toda preciosa. Que eso no es que esté mal en torno a lo femenino, pero nosotras queríamos decir que también somos agresivas, que estamos en el espacio público desde la rebeldía.

 

Es importante recalcar acá que aunque este muro se hizo con presupuesto, todo lo demás que hemos hecho como Gallinas furiosas ha sido autogestionado.

 

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Archivo Gallinas furiosas.

 

¿Por qué las gallinas están furiosas?

Quisimos activar la calle de una manera diferente y justo por la época en la que se empezó a gestar la colectiva, una de nosotras había hecho una ilustración sobre el asunto de los huevos de Carrasquilla (¿se acuerdan de la docena de huevos a1.800?) y tratamos de ligar eso con la concepción negativa que hay de las gallinas; cuando una persona tiene miedo por lo general le decimos “ay, severa gallina”. Quisimos replantear esos significados que muchas veces se les dan a los animales femeninos y a partir de ahí nombrarnos, ponernos un nombre como Gallinas furiosas.

 

Me decía Gloria Quispe, la artista peruana del grabado en gran formato o “grabado histórico”, que enfrentarse a una placa de dos metros es de alguna manera ponerse ella misma frente a un espejo y calarse. ¿Qué ha significado para ustedes poner el cuerpo frente a estos muros inmensos como acción política en el espacio público?

Siempre hemos deseado poner mensajes contundentes en esos tamaños para que tengan relevancia, para que no puedan pasarse por alto. Queremos también cambiar la dinámica en la que se pintan los muros, que ha sido siempre en paredes, por eso nos empezamos a apropiar de espacios como los pisos, que requiere de otras habilidades mentales.

 

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Archivo Gallinas furiosas.

 

Cuando una mujer se enfrenta a estos espacios no solo está el rigor del tamaño, también hay que trabajar, por ejemplo, con el pánico que producen las alturas. Ahí nos enfrentamos re duro con esos miedos y solo queda decir: marica, sí, esto está una gonorrea, pero vamos que vamos. Tienes que preparar tu cuerpo y tu mente, todo de ti. Cada nuevo espacio trae un nuevo reto, hay que moverse diferente, hay que tener cuidado con distintas cosas.

 

Que una mujer esté ahí implica muchas cosas, no solo es el riesgo de que te puedes caer de un andamio, es el riesgo de que pasa un tipo y te dice algo, de que pasa un policía y también te morbosea. Son circunstancias diferentes a las que enfrenta un hombre, una tiene que ver cómo es la zona y pensar cómo nos vamos a vestir, si tenemos que irnos tapaditas, dónde vamos a orinar, cómo lo vamos a hacer si nos toca en la calle.

 

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Archivo Gallinas furiosas.

 

En cada intervención ha habido un proceso de experimentación para encontrar lo que requiere cada pintada, para saber cuál es el método. Ese conocimiento solo lo logramos como colectiva y eso es una acción política en sí misma.

 

¿Qué más han encontrado en la búsqueda de una metodología para operar en esos espacios?

Lo primero es reconocer el espacio, pillar cuál es el contexto, quiénes participan ahí, el estado del muro o el piso en el que vas a pintar para poder equiparse. Es importante también conocer personas que se sumen al proceso, por ejemplo alguien que tenga un dron (para las pintadas en el piso es supernecesario) y quiera unirse, alguien que nos haga un acompañamiento y sepa cómo hablar con la policía. Es importante tener muy claro el insumo que se requiere y también crear un banco de esos mismos insumos, que en nuestro caso se ha ido construyendo a través de todos los procesos que hemos llevado a cabo.

 

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Archivo Gallinas furiosas.

 

Hemos aprendido a ser muy organizadas. Ahora sabemos que van a llegar muchas chicas con la disposición para colaborar y muchas de ellas no saben pintar, entonces, para que esto no se nos salga de control, organizamos grupos, uno para pintar equis color, otro para hacer trazados, otro para rellenar otro color. Otras mujeres entonces se pueden encargar de conseguir el agua. Otras llegan después a hacer el power line y definir bien el diseño para que tenga buenos acabados. Aprendimos que los diseños que hagamos tienen que poder replicarse por otras personas, no vamos a buscar diseñar letras supercomplejas porque no van a poder ser trabajadas por todas. Sabemos direccionar esos esfuerzos para terminar en el tiempo que tenemos y para no desperdiciar materiales.

 

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Plaza de la hoja. Foto de @cbastianmendez

 

Esas herramientas que hemos conseguido son herramientas que estamos dispuestas a compartir, a transmitir: eso es algo que hace y quiere seguir haciendo la colectiva, transmitir este paso a paso para lograr intervenciones de este tipo.

 

La primera pintada de Gallinas furiosas fue sobre el piso del Parque de los periodistas. ¿Con qué se enfrentaron ese día?

Convocamos a varias mujeres pero cuando llegamos no había llegado nadie, entonces puedes imaginarte a cuatro gatas con un proyecto así de grande. Llegó Esmad y empezaron a cercanos… a cuatro viejas con ese montón de materiales. En ese momento estaban pasando cosas superfeas, agresiones, pérdidas ojos, entonces qué susto. Igual nos quedamos y esperamos a las otras chicas. Prendimos una vela en el monumento que hay ahí para que no lloviera y de una llegó un policía a decirnos que íbamos a incendiar el monumento. Le dijimos: esa piedrota no se va a prender con una vela. Cuando empezaron a llegar las otras mujeres nos sentimos más en calma. Una amiga llamó a Derechos humanos y, por otro lado, el papá de Trípido habló con el alcalde local, gracias a eso pudimos hacer ese piso, porque nos estaban diciendo que ahí paila, que ahí era patrimonio cultural.

 

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Parque de los periodistas. Foto de Bogotart.

 

Ahora, además de esas amenazas de la policía y el Esmad, hubo personas, gente particular que rechazaba lo que estábamos haciendo y era incluso más agresiva que los mismos policías. Una señora que iba pasando antes de que empezáramos nos gritó: cojan oficio, vagas, váyanse a estudiar, a hacer algo productivo, pobrecitas esas mamás de ustedes, pero eso fijo sus mamás son iguales de perras.

 

Además del muralismo, ¿con qué otras expresiones artísticas han experimentado?

Cada una de nosotras, dentro de la colectiva, tiene su forma de habitar el espacio público y cada una tiene una fortaleza diferente, pero hacemos o grafiti o muralismo y ya. Hay muchas parceras que se expresan de otras formas, por ejemplo Lorenza, de Miércoles de chicas, ha trabajado mucho en soportar la escena de bordado, entonces crea espacios y nos acompaña en los nuestros para mezclar el lenguaje. Queremos que muchas chicas aprendan a hacer muchas cosas porque puede que a algunas no se les dé la pintura pero sí el cartelismo.

 

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Archivo Gallinas furiosas.

 

Perras gráficas, por ejemplo, hacen carteles, entonces nos preguntamos ¿cómo nos unimos? Ellas habían hecho unos carteles para una actividad que hicieron y los llevaron y ese resultó ser el relleno de las letras de un mural. También compramos papel para que las otras chicas que llegaran hicieran sus propios carteles. Ese día nosotras como colectiva aprendimos cómo hacer engrudo, cómo pegar carteles. Ahí lo importante fue el mensaje y también el intercambio de conocimientos.

 

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Foto de @negra_alegria

 


 

 

 

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