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Fotos cortesía Mr. Myl

“Si un grafiti es un grito, un mural grande en Cuba es un show de heavy metal”: Mr. Myl

“Pintar a escala mural en La Habana debe estar planificado y vigilado por la institución o por agentes estatales. Para mis pinturas murales el único permiso que necesito es el del vecino que me presta su techo para acceder al muro”.

Ángel Carrillo Cárdenas/@angelcarrillo

Mucha gente del arte urbano alrededor del mundo viaja a La Habana para pintar un muro con él no solo por ser uno de los pioneros del arte urbano en la isla, sino porque Mr. Myl tiene un deseo profundo de contribuir a esta práctica, de aportar a la consolidación de una tradición, tanto así que ayudó a fundar el Distrito de Arte de San Isidro en La Habana Vieja, en el que tienen lugar festivales comunitarios, exposiciones, muestras y talleres para jóvenes.

 

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Ha pintado en el Poliniza Urban Art Festival (Valencia, España), en el Museum of Graffiti (Miami, Estados Unidos), en Pictopia Festival (Medellín, Colombia), en Burdeos Parallaxes (Burdeos, Francia)… y sin embargo sus murales siguen y seguirán iluminando durante años las calles cubanas.

 

***

 

¿Qué te llevó a estudiar Bellas Artes? ¿Cómo recuerdas esos primeros pasos dentro de la universidad?

 

Lo que más me motivaba de estudiar Arte era relacionarme con el mundo de la creatividad y la expresión. Desde muy pequeño pensaba que esa era la forma perfecta de mantener la independencia espiritual frente a la rutina esclava de hacer lo mismo todos los días. Y es un poco irónico al final, pero a pesar de que el arte y la creatividad también suponen una rutina (a veces muy tediosa), creo que tenía razón.

 

En Cuba existe una academia de Bellas artes llamada San Alejandro. Hacia finales de los años 90, e inicios de los 2000, existía un curso disponible para jóvenes sobre los 15 años, y mi idea era hacer las pruebas y entrar en esa academia. Para mí en ese momento el hecho de que no tuviera que usar uniforme y poder tener el pelo largo influía más que la idea de aprender a pintar. Entonces, cuando terminé la secundaria, hice las pruebas y no me aceptaron. En realidad no fue una sorpresa ya que prácticamente no me había preparado y en esa época la academia era bastante exigente. Con 14 años tuve que tomar una decisión sobre lo que realmente quería hacer, arriesgarme y desechar la idea de hacer el bachiller y pasarme un año preparándome para entrar a la academia, o seguir el curso de los acontecimientos y entrar al pre universitario con uniforme y el pelo corto.

 

Obviamente escogí lo primero y comencé a prepararme para entrar a la escuela de pintura.

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¿Cómo influyó en esos momentos en ti (y en tu decisión de estudiar Artes) la música que escuchabas, los libros que leías, las películas que veías, algún deporte que practicaras (o que aún practiques) o las personas con quienes compartías el tiempo?

 

Para la preparación para entrar a la academia se abrió, en la misma escuela, un curso paralelo de oyente para los que habían desaprobado. Yo fui de los primeros en entrar a ese curso. En ese momento las personas que me encontré allí fueron quienes más me influyeron, definitivamente. Todos pertenecíamos al mismo grupo de rechazados que habían desaprobado las pruebas de la academia, eso dentro de la escuela nos hacía diferentes y creo que también más rebeldes. Era una forma de marcar la diferencia ya que dentro de ese curso hacíamos cosas que eran más interesantes que los que estaban de alumnos.

 

Gracias a esas personas en ese curso me llegó música, libros y en algún momento hasta algún deporte, pero lo más importante fueron esas experiencias, ese año de preparación viendo las cosas desde afuera.

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Y después de todo este recorrido iniciático, que incluye un rechazo académico y el encuentro de “los desaprobados”, ¿cuál fue el primer muro que pintaste?

 

Recuerdo la primera etapa de pintar un muro. Las primeras sensaciones. De los primeros recuerdo uno ilegal que hice en una calle céntrica. Con el sol duro de Cuba y los carros pasando, la gente pasando también bajo el sol.

 

Yo iba a lo seguro, con una pintura hecha en casa. Pinté la cosa con brocha. Debe haber sido por allá en el año 2006. Sería mi primer muro céntrico y recuerdo que pasó un señor preguntado: ¿Qué es eso? Yo le respondí: ¡Son los nuevos mensajes! Recuerdo su cara, algo mecánico sucedió en él cuando escuchó la palabra «mensaje», como si entendiera de lo que le hablaba.

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Esa misma rutina se ha repetido por casi 20 años, ahora que lo pienso. Llegar y pintar bajo el sol como si todo estuviera controlado. La gente pasa y mira. Si alguien pregunta se le dice algo, cualquier cosa que funcione para ellos. Y seguir pintando bajo el sol.

 

 

¿Empezaste pintando solo?¿Cómo conseguías los materiales?

 

Sí, empecé solo, inventando con lo que tenía de la escuela de arte. Pinceles y pintura acrílica que rápidamente deseché por lo costoso y poco práctico que resultaba usar esos materiales en la calle. Pero estaba la tinta de imprenta, que es la tinta que se usa para xilografía. El negro de esa tinta se mezcla con gasolina y se un hace líquido que funciona muy bien para trazar y no desaparece. Para rellenar usaba cualquier tipo de pintura de bote disponible. La pintura de aerosol es bastante difícil de conseguir en Cuba; durante los primeros años, cuando comencé a pintar (2005, 2006), era realmente difícil y casi siempre era un solo color. Igual algún aerosol aparecía, pero era de pésima calidad, y lo sigue siendo hoy en día, lo que encuentras en la tienda o en el mercado negro. Para esos años mi primer aerosol fue una lata roja, malísima pero el pigmento pegaba bien.

 

Las primeras salidas las hice solo por el barrio, de noche. Con esa lata roja y un stencil que había hecho para intentar maximizar la pintura del aerosol. Eran mis primeros intentos de conectar con la escritura ilegal sin tener ninguna guía. Caminaba a ciegas y seguro me veía así mismo, andando en zig zag. Luego vinieron otras salidas, solo y acompañado por otros que, igual que yo, iban ciegos de ego por escribir sobre las paredes de La Habana durante la noche. Así eran esas primeras salidas cuando se convirtieron en salidas de verdad.

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Trascendido el barrio, seguimos avanzando hacia el centro de la ciudad, con la paranoia de un sitio en constante vigilancia. Ahí esas misiones se sentían como la acción final. La pintura era performance ilegal que requería una ejecución y situación sincronizada para que funcionara en medio de tanto carro patrulla y vigilante disfrazado. Sentía que era bastante peligroso ser atrapado en la noche haciendo grafiti: ser atrapado por la policía era algo bien complicado ya que el único precedente de grafiti que se conocía en la isla era el contestatario, el mensaje en contra del régimen. Ese tipo de actividades son consideradas ilegales y puedes ir a la cárcel si te encuentran culpable, algo que ha pasado y sigue pasando en Cuba.

 

 

Aseguras en una entrevista que “si pintas a la luz del día, todos asumen que fue aprobado”. El contexto en el que dices esto es la visita de otros artistas urbanos a Cuba. ¿Cómo es la relación de la práctica del arte urbano hoy con la policía o con otras figuras de autoridad institucional?

 

La idea de pintar a plena luz del día surgió como experimento de cambiar el aspecto ilegal de la actividad. Y, honestamente, funciona en la mayoría de los casos. Por otra parte, si terminas en una estación policial tienes más chances de salir ese mismo día que si entras de noche.

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Cualquier relación de práctica cultural con la institución estará fuertemente vigilada en Cuba. Actualmente se vive un momento muy tenso en todos los sectores del país, por lo que, digamos, el arte urbano está en un momento muy delicado, especialmente el lado más contestatario. Desde ese punto de vista no hay ninguna relación entre la autoridad y la pintura urbana auténtica, real, la que se manifiesta de forma espontánea en las calles cubanas.

 

 

Dice Amir Saarony en un artículo publicado en Up Magazine que “en un país donde el arte está definido por la ley, el gobierno dicta quién tiene derecho a vender su arte o quién puede mostrarlo. Hasta el 11 de julio de 2021, los artistas estaban más que en primera línea, eran la primera línea”. ¿Cuáles son las tensiones políticas que existen actualmente en tu país con el desarrollo de una obra que pueda ser considerada crítica? ¿Qué tipo de persecución (o bloqueo) a artistas existe actualmente en Cuba?

 

Para entender este punto solo basta mirar los ejemplos de Luis Manuel Otero o Mailkel Osorbo. La única razón por la que estos dos artistas cubanos estén cumpliendo condenas de prisión y actualmente lleven más de dos años presos, ha sido su obra artística. Lo más triste de esto es que ellos no son los únicos que han padecido esta represión por parte del poder y mientras siga pasando no creo que exista posibilidad de negociación. Los casos de estos artistas ilustran claramente el tipo de bloqueo que existe contra los artistas cubanos.

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¿Qué tipo de fuerza confiere al arte el hecho de estar en la calle, en un muro grande, por ejemplo?

 

Creo que el arte que está en la calle se abre, gana en interpretación, en contenido. Estar en la calle le concede interés. Cuando digo esto no pienso tanto en un mural o en algo planificado, me refiero al arte como accidente, espontáneo, ilegal; también al que de alguna forma fue planificado, pero no por la institución o por un negocio. Hablo del que nace de la colaboración entre varios que pintan y se gestionan. Esto también tiene una conexión con el barrio muy especial.

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Para mis pinturas en muros grandes de La Habana siempre trato de buscar una locación que sea bien visible. Pintar en esa escala de forma independiente en La Habana es casi imposible, y creo que eso le confiere una fuerza extra a la obra. Pintar a escala mural en Cuba debe estar planificado y vigilado por la institución o por agentes estatales. Para mis pinturas murales el único permiso que necesito es el del vecino que me presta su techo para acceder al muro. Cuando la pieza está realizada, se crea una relación entre los que la ven; entre los cubanos se crea una complicidad, ellos saben que eso no debe estar ahí o que no fue hecho con un plan, y en Cuba todo debe ser bajo un plan. Entonces ahí aparece la magia y lo que más me atrapa de pintar en la calle es crear esa grieta de expresión auténtica, que el que la vea la sienta también que es posible gritar. Si una pintura o grafiti es un grito en la pared, un muro grande es un show de heavy metal.

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¿Por qué pintas? ¿Sientes con tus piezas alguna responsabilidad social?

 

Lo del compromiso y la responsabilidad en el arte son temas bien complicados, en especial cuando no podemos controlar la interpretación de una obra de arte. A mí no me gusta nada que sea obligado o que me transmita una sensación de responsabilidad en lo que respecta al arte. Para mí la práctica artística es una forma de liberación, aun cuando eso requiera de una expresión política. Me pasa que cuando el arte asume ciertas responsabilidades, pierde parte de su energía y capacidad de conexión. Yo pinto porque es parte de mí, lo hice parte de mí hace muchos años y fue una decisión conciente. Necesitaba algo que me desconectara de la rutina y que me permitiera conectar con la realidad de una forma directa, pero diferente.

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