Ud se encuentra aquí INICIO Node 18035

El aquamán gélido

Matías Ola quiere atravesar el mundo nadando. Conoció el mar hace apenas cuatro años, y ya ha recorrido los mares y los ríos de medio planeta. A pesar de las aguas heladas a las que se lanza, no sufre de hipotermia.  

María Victoria Ennis

Frío. Mucho frío. La temperatura ambiente en Estonia es de 20 grados bajo cero y el agua está literalmente helada. Hay escarcha flotando y encima comienza a nevar. En medio del clima hiriente, un hombre semidesnudo se sumerge en el río. Lleva apenas una trusa, un gorro elástico y antiparras. Atraviesa nadando más de 700 metros y sale ileso. Sin el más mínimo signo de hipotermia. No es la única locura que comete Matías Ola (no haré la manida referencia a su premonitorio apellido), un argentino de 28 años que está cruzando el mundo a nado. Lleva más 138 kilómetros en brazadas (repito: en brazadas y en aguas muy frías), uniendo por tramos los cinco continentes. Cuando concluya su travesía, serán 302 kilómetros, casi como viajar de Bogotá a Manizales.

Esta suerte de aquamán ha sido capaz de soportar muchos kilómetros nadando a temperaturas extremas, incluso, durante ocho horas seguidas. Y siempre sin traje de neopreno (un caucho sintético y elástico especialmente diseñado para bucear o nadar en aguas muy frías).

Este ‘loco’, como lo consideran algunos, ya rompió el record Guinness en el Estrecho de Bering, al nadar 86 kilómetros entre Eurasia y América con olas de hasta 5 metros. Nadó además desde España hasta Marruecos, en Papúa Nueva Guinea, en Estambul, donde por primera vez en la historia del Canal del Bósforo se detuvo el tránsito de buques solo para que él cruzara nadando. También en el glaciar argentino Perito Moreno, justo cuando se desmoronaba un gigantesco bloque de hielo. Las increíbles hazañas de este joven nadador han llegado hasta el fin del mundo, porque nadó incluso en las frías aguas de la Isla de los Estados, la porción de tierra más austral del continente.

Sería la claustrofobia de vivir en la provincia más pequeña de Argentina o una hidrofilia causada por el deslumbramiento tardío del mar, al que vio por primera vez a los 24 años. En realidad, Matías desembocó en las aguas abiertas por sus limitaciones como nadador profesional en piscinas, a las que también llegó mayor, a los 21, por un problema de salud.

aquaman_1_.jpg

 

Habla tranquilo y sin sobresaltos, como si todo lo que hace fuese muy normal.

—De pequeño los médicos me decían que tenía que practicar natación porque tenía asma y vivía muy al norte (en Orán, provincia de Salta), en una zona muy rural de Argentina. Recién después de unos años, cuando nos mudamos a Tucumán, fue cuando entré en contacto con un club privado, porque no existían lugares públicos para que pudiera enfrentar esa enfermedad.

 

Uno de los objetivos de Matías es lograr que el deporte, en especial la natación, sea más accesible. En un lugar sin piscinas públicas, pagar es la única opción y quienes no pueden hacerlo quedan excluidos. La segunda meta es restaurar un centro deportivo en su provincia, Tucumán, que está notablemente deteriorado, y llevarlo a un nivel incluso superior al del Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CENARD) de Argentina, el único en el país y ubicado en Capital Federal, a una enorme distancia de todas las provincias. Matías tenía que viajar 16 horas en autobús para llegar al Cenard. El tercer horizonte tiene que ver con la ciencia. Una licenciada en nutrición lo acompaña en cada travesía para intentar descubrir, básicamente, por qué Matías no se muere de frío.

Por todas esas razones creó, junto a un equipo de profesionales, el proyecto Unir el Mundo, que recibe el apoyo del Gobierno Nacional, de empresas auspiciantes, del célebre arquitecto argentino César Pelli y de un juez de la Corte Suprema de Justicia, quien aprendió a nadar a los 55 y no ha dejado de hacerlo hasta sus 74 actuales. La ayuda es necesaria. Para lograr su ambicioso proyecto necesita juntar de algún lado (o de muchos) 20 millones de dólares. De manera que, o consiguen el dinero por su cuenta, o logran una acción de gobierno.

 

—Nosotros apuntamos a las dos cosas, la que surja primero, pero mientras tanto estamos apostando a organizar una Asociación Civil sin fines de lucro aquí en Buenos Aires. Apunta a desarrollar otros centros de alto rendimiento porque no existen. Lo que queremos es detectar centros deportivos en abandono en el interior del país y presentar proyectos a los gobiernos para restaurarlos.

Los anhelos de este nadador de aguas abiertas tienen que ver con su historia personal. Con apenas unos meses de vida, él y su familia debieron mudarse a un pequeño pueblo de otra provincia norteña para que su padre pudiera continuar trabajando en la industria azucarera. Ahí tampoco había dinero suficiente ni piscinas públicas.

 

aquaman_2_.jpg

—Si quería hacer natación tenía que hacerla en un club privado y mis padres no iban a pagarme una cuota mensual a mí solo, porque éramos cuatro hermanos y no podían pagarnos a todos. Después, irme a un torneo a Jujuy (una provincia vecina) significaban unos 150 dólares, más hotel y comidas… Era difícil. Y cuando estuve en el Cenard me tocó ayudar a muchos chicos que no tenían para lavar la ropa o a algunos que les quitaban la beca porque no llegaban a un tiempo determinado. Así que después de esa experiencia y viendo cómo sufre el deportista la falta de infraestructura, fue que propuse Unir el Mundo.

Todo bien con el objetivo solidario, pero ¿por qué las aguas heladas?

—¿Cómo haces para lanzarte a ellas? 

—Te metés -contesta como si fuese obvio- Me tiro directamente. Al principio me metía de a poco, pero después descubrimos que perdía más calor al demorarme más. Nuestros entrenamientos fueron cada vez más inteligentes. En eso me guía el equipo científico que investiga por qué yo no produzco hipotermia. Porque la mayoría de los nadadores son de países nórdicos, pero yo soy el único de acá.

Por muy natural que lo cuente, tiene su estrategia. Se aísla del resto con una música cualquiera. Calienta, respira, se concentra profundamente y se lanza sin más.

Es una sensación nueva. Jugás mucho con la respiración, tenés que tener coordinación. Cuando son aguas muy frías, las piernas y los brazos se empiezan a anestesiar, pero eso no te impide nadar. Nunca sufrí hipotermia y no comparto la idea de que hay que hacerlo de a poco porque yo no lo hice así.

La ambición de Matías parece ilimitada. Nadó en el fin del mundo y ahora quiere hacerlo cerca del cielo.

Cuando son aguas muy frías, las piernas y los brazos se empiezan a anestesiar, pero eso no te impide nadar

—Voy a entrenar en el Aconcagua para ir al Everest. Según el guía de montaña que nos acompaña son 5.500 metros, donde hay una laguna. Hay un solo registro de una persona que nadó ahí, un inglés que nadó 1 kilómetro a 1 grado. La temperatura no creo que me sorprenda, pero la altura sí. Está programado para octubre. Después voy al Polo Norte, en Finlandia, un lugar que está dentro del Círculo Polar ártico.

aquaman-02.jpg                                          

 

 

Comentar con facebook