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Una charla con Steffi Crown, la reina callejera del trap caleño

En las letras de sus canciones, cargadas de RnB noventero y sonidos del Pacífico, esta artista colombochipriota de 26 años habla de sus vivencias en las calles de Nueva York, Los Ángeles y Cali, la ciudad donde se reencontró con los deseos de hacer música. Al contenido sexual que objetifica a las mujeres en muchas canciones de este discutido género prefiere no pararle bolas: “No me molesto porque ese es nuestro poder, que nos deseen es nuestro poder”.

Diana Carolina Martínez

Para muchos músicos, salir de Colombia y construir carrera en el exterior es el camino al estrellato. Pero la fórmula funcionó a la inversa para Stephania Ayiotou, mejor conocida como Steffi Crown. Nacida en Nicosia, Chipre, pero con madre colombiana, esta artista encontró la inspiración en Cali, conectándose con sus raíces y enamorándose nuevamente del rap, un gusto que había perdido años atrás, aburrida de escuchar el mismo boombap gringo en cada rincón de Los Ángeles y Nueva York, en donde vivió una temporada. Steffi llegó a ‘La sucursal del cielo’ hace tres años, enamorada de un caleño, un sentimiento que la motivó a echar raíces en esa ciudad. Poco a poco, empezó a codearse con los raperos y fue acogida por parches callejeros de freestyle, encontrando su punto de partida en la música.

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Haciéndole honor a su nombre, que en griego significa “corona de virtud”, esta trapper se posiciona en Cali como la reina del género, la embajadora de la realeza callejera. Combinando armoniosamente el poder lírico del rap con el sonido versátil de la electrónica, Steffi comenzó su incursión en el trap en 2016 trabajando con el productor bogotano Storneli, con quien sacó a la luz su EP debut, Closing Lights, compuesto por tres canciones con cierto aura de RnB noventero: ‘No quiero ser’, ‘Closing Lights’ y ‘Figlia di papa’.

Esta primera producción dejó en evidencia a una artista multidisciplinaria, que así como canta también compone, dirige y diseña. Steffi se formó durante años como actriz de teatro y productora de cine en el Lee Strasberg Theatre and Film Institute en Nueva York y, a pesar de no haberse graduado, el talento la llevó a presentar su primer cortometraje en el Festival de Cannes en 2011 y a ser elegida como la diseñadora de algunos actores en los Globos de Oro de 2012. Este último reconocimiento la motivó a fundar una marca y tienda de ropa en Cali, que surgió gracias al éxito de Only Bad Bitches, un evento en el que participaron Graziella, Maria Direktor y MC Tita. Con la ropa que diseña también envía un mensaje de honrar la batalla del artista, del tercermundista, y no sentir verguenza por el lugar de origen.

Como si fuera poco, esta colombochipriota de 26 años se puso el overol para hacer de Cali la capital del trap y construir escena con el festival Trapicali, que tuvo su primera versión en agosto de este año con el objetivo realzar el talento de la ciudad y ya calienta motores para una segunda edición. Además del festival, cada viernes la gente se reúne a parchar en su tienda y ver shows en vivo de trap, dancehall y RnB en los Trapicali Sessions

En el marco de su visita a Bogotá, para participar en el Sónar, y a pocos días de un nuevo EP, hablamos con Steffi sobre su entrada a la música, el momento del trap caleño, su aporte a un género siempre discutido y las historias detrás de sus canciones.

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Usted se formó como actriz de teatro y productora de cine, ¿cómo llega entonces a la música?

Siempre hice música, siempre canté en banditas en el colegio y siempre escribí poesía. Siempre estuve en la búsqueda consciente, o inconsciente, de un productor con el que me pudiera conectar y ese productor –Storneli- lo conocí hace un año. Con él sentí que tenía un sonido propio, que me sentía bien y lista para sacarlo al mundo. Entrar del todo, con alma y cuerpo a la música fue un momento en el que dije que tenía que darle una pausa a lo de la ropa, porque eso fue algo que pasó accidentalmente en mi vida y que a mucha gente le gustó, pero me dije a mí misma: “Espérate, yo soy artista, yo nunca me metí a estudiar para ser diseñadora”. Entonces, cuando me metí en ese cuento caí en cuenta que necesitaba hacer mi música, sacar las canciones que tenía escritas y mostrárselas al mundo para poder estar bien. Lo hice y fue una de las mejores decisiones que he tomado. 

¿Esa formación se refleja de alguna manera en su producción musical?

Totalmente. Yo dirijo mis videos. El único video en el que no tuve control total de dirección fue el de ‘Figlia di papa’ porque ya le tengo mucha confianza a mi equipo y eso para mí es durísimo. ‘Closing Lights’ lo dirigí yo… creo que yo soy es directora porque todo para mí es como un viaje sonoro y me enfoco mucho en los diseños de las prendas, tengo que poner mi mano en todo. 

¿Cuál es ese sonido propio en su música que la hace diferente del resto?

El contenido, la letra, la intención. En mi música no estoy hablando de culear, no estoy hablando de plata fácil. Para mí el trap, así como la palabra “trap”, sí corresponde a su significado: la trampa. Esa expresión nació en Atlanta (al sur de Estados Unidos), entre personas del barrio, entre vidas difíciles que a través de la plata y de hacer cosas que no necesariamente querían hacer, salieron de la trampa del sistema. Cuando se nace en esos lugares, o en Colombia en el barrio, no se tiene opción, entonces la misma trampa puede ser un tesoro, eso es lo que yo amo del trap.  Yo hablo de mis vivencias porque también viví mucho la calle de Nueva York, de Londres, de muchas partes del mundo. Yo siento que en la calle vas a ver la verdad y por eso me encanta el trap.

¿Por qué trap y RnB? 

Con el trap, en realidad, no es que yo entrara en el estudio a hacer trap. El trap pasó. Yo escribía rap pero no me gustaba el rap tradicional, me gustaba la nota electrónica. Busqué cómo podíamos hacer esa fusión y ahí me metí en esto. Hablando del RnB, pues yo soy a 90s kid, criada por MTV, Aaliyah, todos esos ritmos RnB como romanticones. A mí me encanta esa época, fue como la última época en que las parejas bailaban juntas, ya de eso para acá es puro perreo, entonces poder rescatar ese elemento me parece muy bonito. 

Para muchos el trap es un género de contenido misógino, ¿cómo es ser mujer exponente de ese género, en una escena tan machista como la latinoamericana?

Se trata de cogerlo por la cabeza y dominarlo, como se hace con cualquier persona que lo reta a uno. Es un mundo muy dominado por los hombres: en los estudios me ha tocado vivir muchas cosas, que me miran como “bueno, ¿y esta hembra qué?”. Ahí es cuando les suelto lo que tengo, me respetan y me montan en tarima con ellos. Hay que erradicar ese separatismo, la realidad es así, pero uno la puede cambiar. 

Por eso uno es artista, uno puede darle la vuelta al arte en el que escoja estar. Como mujer me parece chévere que, en vez de ser polémica, puedo más bien decir: “Listo, ¿tú me vas a culear, tú me vas a hacer esto y lo otro? Pues yo también puedo hacértelo a ti y darme la vuelta y ser fría y chao”. Las mujeres ya nos empoderamos, no necesitamos que nos den el permiso de ser lo que somos. Ya lo somos. 

¿El trap es su herramienta de empoderamiento?

Es una de mis herramientas. La ropa que hago también es una de ellas, a la gente le gusta mucho la ropa que hago porque es muy unisex y se sienten empoderados. El empoderamiento no siempre tiene que ser solo de sexos, es de identidad. 

¿Cree usted que como exponente de trap tiene alguna responsabilidad de cambiar la imagen cuestionable que tiene el género?

Una de las razones por las que el trap se percibe así es porque hoy en día está muy basado en el consumismo. ¿Qué quieren los chicos pobres que hacen trap? Hacer plata, comprar diamantes y carros, y tener viejas. Entonces la gente lo ve así y no necesariamente es culpa de ellos… es de la sociedad. No voy a venir a decirles que todo lo que hacen está mal y que yo soy feminista y que no tienen derecho a ‘pordebajearme’ así porque no solo ellos tienen la culpa, todos tenemos la culpa porque todos aceptamos eso. 

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Mi responsabilidad como artista es dar música honesta como mujer y sí, hablar. Soy una mujer que sabe lo que quiere y me ha tocado duro con manes que no están acostumbrados a eso, que quieren que seas sumisa o te hagas la bobita y la morronga para que ellos se sientan el macho alfa. Eso sí lo critico porque no creo que como mujeres debamos ser de cierta forma para que los hombres nos acepten, me parece muy limitado y muy triste porque somos seres súper poderosos y eso es lo que se tiene que celebrar. 

Entonces la culpa de esa imagen no es del género sino del artista.

Claro. ¿Cómo se va generalizar todo un género que es tan amplio solo porque no les gustó un tema de un artista? Eso es un poco ignorante. 

Sus letras se alejan del lugar común del trap, que es el malandreo y el contenido sexual explicito. 

Es que esa no es mi esencia. Mi esencia es callejera, pero yo no me la paso pensando en plata ni en sexo. Yo quiero expresar mi realidad como poeta, ese es mi rol. Yo no quiero sonar como otro artista para gustarle a la gente. Si uno entra a este gremio queriendo hacer algo para que les gusta a los demás, ¿por qué no se consigue un trabajo de oficina? 

Como mujer, ¿qué piensa de esas letras de trap que exponen a las chicas como objeto sexual?

No les doy mucha atención. Las mujeres también nos arrechamos, las mujeres también vemos un man y nos lo queremos comer y ya. Si lo escucho y me gusta el tema, pienso en el man y ya. No me molesto porque ese es nuestro poder, que nos deseen es nuestro poder, y está en nuestras manos que nosotras lo usemos así. 

Usted estuvo viviendo en Grecia, New York, Los Ángeles y Londres, ¿cómo ha influido ese mix de culturas en su trabajo musical?

Ha sido muy enriquecedor porque me permitió tener una visión 360 de la vida. Cómo viven los jóvenes de Cali, su vida y sus sueños y cómo ve la gente de New York a los jóvenes de Cali. Es muy curioso que gente de Cali muera por el sueño americano e ir allá, pero los de allá están aburridísimos de lo que pasa en su país y mueren por una experiencia tercermundista y under como la de Cali. Estamos en una era en la que esos dos mundos se pueden unir y se pueden celebrar. 

Como pionera del trap en Cali, ¿qué tal ve la escena?

Esta chévere, está interesante. Queremos mezclar los sonidos del Pacífico con el trap y darle una identidad. Allá hay mucho talento. No tengo ni idea quién más está haciendo trap en Colombia y, si hay alguien, que me escriba. Para mi ha sido muy bonito abrirle espacio a la escena con festivales como Trapicali. En el barrio hay liebres, hay bandas que no se hablan pero todas las bandas que han tocado allá siempre se han respetado, nunca ha habido pelea y lo que me encanta es que hay gente de la industria. 

Su canción ‘Figlia di papa’ tiene un coro potente: “miénteles que eso es lo que ellos quieren escuchar”. ¿A quién hay que mentirle?

Es un poco una burla a la sociedad. Muchos en este momento conocemos la verdad pero seguimos viviendo nuestras vidas como si no la conociéramos, preferimos vivir así. El título de la canción es un poco una burla hacia la expresión daddy´s girl, pero yo le estoy dando un giro más oscuro porque sí, yo me crie con un papá que me cuidó mucho y que me dio una vida buena, pero él fue mi escuela de la calle. Es un man que se hizo solo, él no tenía nada y llegó a tener una buena empresa. 

Para mi, mí papá refleja lo que es ser un gangster de verdad, porque para mí ser un gangster es tener una actitud hacia la vida, no necesariamente ser un criminal. Es un himno hacia el legado que él me deja, de ser real. Honra, honra lo feo y lo bueno, honra tu identidad: si tu papá es un gangster, hónralo. No tengas pena de lo que eres. ” ¡Muéstralo todo porque esa es la forma de crecer, de aceptarte! 

El video de su canción ‘Closing lights’ fue grabado en la selva del Pacífico colombiano y tiene varios elementos indígenas, como el chamán que la sumerge al rio. ¿Cuál es su conexión con esos rituales y qué tiene que ver con su música?

El Pacífico tiene algo muy místico: es un mar oscuro, mezclado con la selva. Estamos en un momento de la humanidad en el que estamos viviendo muchos cambios, un despertar. Entonces ‘Closing lights’ significa una luz que se está apagando, que se está yendo, como un portal. El mensaje es “¡Despierta! Entra a la nueva humanidad, a la nueva etapa porque la luz se va y te quedas en la oscuridad”. 

 

 

Desde que decidí volver a Colombia, quise conectarme de verdad con la naturaleza porque me aburrí de vivir en las ciudades grandes. Me conecté con ese chamán en un mambiadero, y pasó algo muy increíble con él que me hizo tenerle confianza: cuando estuvimos en el primer círculo mambiando él empezó a hablar y comenzó a llover solo sobre nosotros, fue una cosa súper poderosa. Eso ha influido completamente en mi música, porque me ha hecho creer en el instinto. Eso me llena de mucha fuerza.

‘No quiero ser’ parece ser una canción muy íntima, que refleja vulnerabilidad. ¿En qué se inspiró para escribirla?

No me inspiré específicamente en una experiencia amorosa, lo que me inspiró fueron las ganas de querer recostarme en alguien. Estoy cansada de tener la máscara de mujer fuerte y yo creo que todos vivimos eso, todos salimos con una máscara a la calle a guerrear todos los días y hay momentos en que nos cansamos. Y de eso habla el tema, de ser vulnerable y celebrar esa vulnerabilidad. 

Por primera vez Sonar tiene un line up comandado por mujeres ¿cómo has vivido toda esta apertura en la escena musical colombiana para las chicas?

Me ha ido muy bien, pero lo que si voy a decir, y creo que a todas las mujeres les ha tocado, es que uno tiene que aceptar que le echen los perros, uno no pueda dar un “no” rotundo porque la otra persona tiene poder, eso sí me ha pasado y me anda pasando hace años y creo que uno como mujer debe saber cómo manejar esas situaciones, eso es un poco jarto, pero ademas manejar esas situaciones, eso es un poco jarto, pero ademe ha pasado y me anda pasando hace años y es uno como mujer ás de eso nada, pura buena vibra. 

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