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Alexandra Cárdenas y el live coding: música electrónica escrita en lenguaje de programación

La programación como práctica performativa y musical lleva tres décadas. En el live coding se exhiben en vivo los secretos del intérprete. Esta compositora bogotana es pionera mundial de un género que “no podría haber nacido sino en un ambiente hacker”. 

Luis Fernando Medina

En el frío invierno berlinés, una estación de metro puede convertirse en refugio de transeúntes o, incluso, escenario para un performance. Como atraídos por los sonidos techno que se confunden con el rechinar de los rieles, la gente de uno de los pasillos de la Ernst-Reuter-Platz se detiene a contemplar unos extraños códigos de programación que se proyectan sobre el baldosín de los muros. Algunos incluso se preguntarán de qué manera aquellos códigos se relacionan con los sonidos que escuchan. Detrás de un computador portátil la compositora colombiana Alexandra Cárdenas digita los códigos que todos ven proyectarse a un ritmo frenético. 

La sustentación de su tesis de maestría la ha llevado a experimentar con estas actuaciones callejeras y con un nuevo paradigma en la creación musical del cual ella es una de las pioneras: el live coding, que consiste en componer música y producir secuencias en vivo a partir de un computador y haciendo uso de un lenguaje de programación. Alexandra nació en Bogotá en 1976, estudió composición en Los Andes, también guitarra clásica y matemáticas. Su música se ha tocado alrededor del mundo, en lugares como Colombia, Venezuela, México, Estados Unidos, Europa y China. 

El carácter de improvisación del live coding se ve resaltado por la costumbre de proyectar la pantalla (exponiendo públicamente cómo se logra el sonido) para poder apreciar los códigos de programación que son digitados en ese momento, poniendo de manifiesto los comandos internos de la máquina y la mentalidad del interprete. Es considerada una vanguardia de las artes electrónicas. 

 

Quizá el live coding sea la realización musical de nuestra sociedad digital, el sueño de la simbiosis entre el humano y la máquina. Alexandra viaja por el mundo dando conciertos y talleres, rompiendo los viejos códigos para fomentar unos nuevos que son abiertos y que incluso pueden ponernos a bailar. En su práctica, que es como un viaje sonoro al corazón de la máquina, no solo revela lo que escribe en un lenguaje de programación, sino que se muestra con todas sus influencias y el ánimo de superar las fronteras artificiales, bien sea entre países o entre personas y máquinas. La música se confirma una vez más como el lenguaje universal.

En tu tesis de maestría leí que el live coding ya tiene treinta años y ahora parece estar en auge. ¿Por qué la tardanza?

Sí, arrancó con el live-programming y aunque esto está unido a la historia de la música y por lo tanto tiene siglos de influencia, la programación como práctica performativa lleva tres décadas, por lo cual aún es novedosa. Es un nuevo paradigma realmente subversivo porque es retador mostrar lo que haces. 

Treinta años son pocos para la historia de la música, pero pueden representar siglos para la de la programación...

Es novedosa si se compara con lo que ya se hacía en música y específicamente en música por computador. Hay cosas que uno siempre pensó que deberían estar ocultas y no ser mostradas al público. No vemos un performance de alguien construyendo un carro o un avión porque lo que importa es lo visible, el producto. El consumismo y el sistema capitalista quieren que los productos se vendan mejor, pero no mostrarnos los procesos. La idea de live coding toma más tiempo porque no viene de la industria de la música sino de la academia y de su lado más subversivo: los hackers. 

¿Abandonaste por completo los instrumentos acústicos?

Todavía trabajo con instrumentistas acústicos pero me he dado cuenta de que desde hace cinco años todas mis obras incluyen electrónica en vivo. Hace mucho no escribo para instrumentos acústicos solamente, y aunque lo extraño, tiene sentido porque estoy totalmente entregada a la música por computador. 

¿Qué piensas sobre el uso del laptop y la programación como mecanismos de composición musical?

La laptop tiene la gran ventaja de la portabilidad y el rango de precios, lo cual hace que llegue a más personas. Es más barato comprar una laptop que un piano —risas—. Por ello está tomando fuerza y ya no suena tan raro cuando digo: soy una laptopista. Ahora, cuando yo empecé a estudiar música llegó la primera Powerbook a la Universidad de los Andes, tenía dieciséis años y nunca había visto una laptop. Tenía que pedir horas para poder trabajar en ella en el laboratorio de música electroacústica. Eran los noventa, imagínate treinta o cuarenta años antes cuando las computadoras eran unos mastodontes inmensos dentro de las universidades y necesitabas horas para obtener un sonido pequeño. Por eso es impresionante el desarrollo tecnológico. 

Pero no es solo la máquina, es el software, sobre todo el software libre y de código abierto, porque ya no estás trabajando con el software de una compañía que busca ser eficiente con el dinero, sino que tienes un lienzo con enormes posibilidades, casi sin límites.

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Foto por Tokyo Wonder Site

 

Justamente quería preguntar sobre live coding comparado con otros programas que generalmente buscan imitar la interfaz física de un sintetizador, como un moog o un buchla.

Fíjate que cuando oyes música de livecoders suena bastante “antigüita” —risas—, es regresar en el tiempo de alguna forma y es porque estamos desarrollando otra movida, otra forma de concebir la música. Aquí en Berlín es maravilloso oír a los DJs en todos los clubes que hay. Hace dos noches estuve horas viendo cómo uno trabajaba con Ableton Live. Lograba hacer cosas maravillosas. Sin embargo, me gusta más ver el potencial de la máquina, más allá de tratar de imitar visualmente la realidad física de un aparato. Si tu mente está programada para que al mover un fader hacia arriba el volumen suba, entonces tu pensamiento musical va a estar limitado. Es la gran oportunidad de la computadora: que ya no tenemos que limitarnos por esas cosas. Es liberador hablar con la máquina directamente y esto es mejor entre más sepas programación. Yo entré a la programación por la música y aún pido ayuda a mis amigos programadores. 

Se dice que a veces a la música hecha por computador le hace falta el elemento escénico…

Tal vez una característica común de los livecoders es que somos geeks, no muy abiertos o performativos como los roqueros . De otro lado estamos los compositores, y ninguno de los grupos es que se destaque por ser supercarismáticos en el escenario. Cada vez que me subo al escenario me da un miedo terrible y corre la adrenalina. Pero con el tiempo y la práctica aprendes a conocerte. Yo no estoy interesada en ser MC o entertainer, soy de la tradición de ser compositora y por mí habla mi música. Por supuesto, hay otros livecoders como el inglés Sam Aaron (creador de la plataforma Sonic Pi), cuya presencia en el escenario es más similar a la de un Dj. Además de la música, que es lo importante, tengo la ventaja de que la gente ve mi pantalla y lo que hago, y eso es maravilloso. Para mí dar un saludo es mucho más fácil escribiendo dentro del código [que se está proyectando] que decir: ¡Hola Moscú! 

 

 

Hay una banda de Sheffield (Inglaterra) que se llama 65 days of static y que hicieron la banda sonora del videojuego No man's sky. Son la primera banda de rock que he visto que usa live coding. Esto va a pasar cada vez más porque en treinta años todos los niños van a estar programando. Ya somos cyborgs, la máquina es parte de nosotros y vamos a comunicarnos con ella, a buscar paradigmas que liberen la creatividad y que no estén apegados a reglas del pasado que se tienen que superar.

Eso sonó bastante ciberneticista, muy en la onda de Donna Haraway…

¡Totalmente! Soy fan de Haraway  (académica estadounidense, autora del Manifiesto Cyborg). Y me siento una cyborg. Ahora estoy, precisamente, investigando sobre ciberfeminismo.

Se ha venido rescatando, para las nuevas generaciones, el papel de la mujer en la música electrónica con pioneras como Delia Derbyshire, Daphne Oram, Pauline Oliveros o la colombiana Jacqueline Nova. ¿Qué tal es ser mujer latinoamericana en un campo que se percibe como masculino?

Toda mi vida, desde que me interesó la música, me vi inmersa en un mundo que se circunscribe al hombre. Punto. Además en Latinoamérica,  si eres música académica, estas viendo hacía Europa, pasando por Estados Unidos. Entonces, para mí no es algo nuevo el eurocentrismo. Me he acostumbrado a vivir la vida rodeada de hombres blancos, especialmente aquí en Europa. Es por esto que el live coding ha sido una gran oportunidad para mí y para todas las mujeres que lo practican. Cada vez hay más mujeres involucrándose. La comunidad de live coders global es incluyente y apoya el trabajo de todo el mundo sin importar género, edad, capacidades o backgrounds. Tal como los hackers, lo que importa es lo que haces y cómo apoyas a la comunidad. Este es otro paradigma que el live coding está ayudando a cambiar.

Cuando te conocí abriste la sesión de Algorave en el prestigioso festival berlinés Transmediale. Aparte de la acordeonista que acompañaba tu live coding, tú eras la única mujer.

En el mundo geek de los computadores, puedes tener un ciber-id y la gente no sabe si eres hombre, mujer, la edad que tienes, etcétera. En el mundo hacker lo importante es lo que haces, no quien eres.

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Foto por Ruud Gielens

 

Pero la cultura hacker es criticada a veces porque demográficamente consiste principalmente en hombres blancos entre veinte y treinta años…

Sí, y eso no es bueno. Estoy trabajando mucho en hacer alianzas con mujeres. Siempre me están preguntando: ¿qué es esto del live coding?, ¿qué puedo hacer? Y yo les respondo: mira aquí y allá. Aparte de mis talleres, me preguntan por internet y varias de esas personas son mujeres, lo cual me alegra mucho. Está muy normalizado el que estemos en un mundo de hombres, especialmente en Latinoamérica, porque lo del feminismo nació en la clase media europea, ¿o me equivoco?

Pero ahí hay una contradicción, por lo del eurocentrismo, ¿no?

¡Exacto! Lo que pasa es que en Latinoamérica hay un machismo enorme, muy normalizado. Todos mis ejemplos de feminismo provienen de mujeres blancas y solo hasta ahora estoy empezando a leer mujeres latinas, pero realmente son muy apagadas por la corrupción y esa mentalidad de hundirnos los unos a los otros. 

Estando en Europa me di cuenta de lo machista que soy. Aunque estoy trabajando en eso todos los días, en cada instante de mi vida. A veces me dicen “¡Ay Alexandra, ya bájale a esa onda!”, pero en Latinoamérica los hombres viven muy cómodos suprimiéndonos a las mujeres y nosotras dejándonos suprimir. Por eso me parece importante la posición en la que me encuentro: en medio de este movimiento musical de vanguardia, rodeada de hombres. 

Se asume el mestizaje en la música y en la tecnología como una reacción ante ese eurocentrismo. Proviniendo de Latinoamérica, ¿juega esto un papel en tu trabajo?

Honestamente, a mí eso del patriotismo y las fronteras me tienen sin cuidado. Aunque yo sé cómo funcionan las cosas y entiendo lo que represento para otras personas.

Ahora hablabas del machismo latino. Entonces, aunque suena bonito jugar a ser el ciudadano del mundo, hay una carga histórica qué negociar.

Para los compositores que no son europeos esto siempre es un problema. La pregunta es si voy a ser un compositor nacionalista o voy a hacer música europea con, por ejemplo, sabor mexicano. Y me hago un danzón que lo toque la orquesta, algo pintoresco y que los europeos lo vean con gracia. Aún no he podido definirme en ese sentido. Para los europeos es mucho más claro porque ellos inventaron la música clásica y en ella toman influencias de músicas tradicionales. ¿Qué sería si Mozart no hubiese traído la percusión turca a la orquesta?, ¿o Bartok el folclor de su país a sus composiciones? Pero, ¿qué pasa con nosotros cuándo importamos ideas de música clásica de otro lugar y tratamos de meter las raíces de músicas tradicionales en esa imposición? Los compositores latinoamericanos hemos trabajado formas de lidiar con eso. Algunos se han vendido y hacen cosas pintorescas para pagar la renta. Otros lo han hecho de manera más sofisticada. En mi caso, mi obra más exitosa se llama de los tiempos de ruido, que compuse para cuatro Djembes (tambores africanos) con patrones rítmicos de cumbia y bullerengue. Es una obra contemporánea abstracta, fue una exploración maravillosa de la que estaré orgullosa hasta que muera. Sobre mi live coding en Rusia alguien me dijo que sonaba “chamánico” y para invocar a los espíritus, pero yo no uso cantos de chamán ni nada de eso. Es la forma como uso los sonidos y sí, tal vez sale eso que yo soy: una mezcla de todas esas influencias en mi vida.

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Foto por La Casa de las Estrategias, Medellín

¿Qué recomendarías para ser livecoder?

El gran reto es subvertir los límites. ¿Qué es música? ¿Si no programo todo en vivo estoy haciendo trampa? Todo eso lo tenemos que pasar, tener ganas. ¿Puedo hacer música sin tener un piano carísimo en casa? ¿Puedo hacer música con mi computadora? ¿Puedo hacer música escribiendo un código?

Aunque los pioneros del live coding estamos superemocionados por todas las posibilidades, falta tiempo para que esto se asiente. Ahora lo que se necesita es tener el valor de subirse al escenario atrás de una computadora, teclear código, mostrarlo y que se vean los errores, sin pensar si eso sería música según alguna escuela de composición. 

Mencionas mucho a los hackers y, teniendo en cuenta que el lema del live coding es “Muestra tu pantalla”, uno no puede evitar conectarse con la idea del software libre. 

Creo que el live coding no podría haber nacido sino en un ambiente hacker. O sea, quienes tuvieron esta idea fueron los hackers: académicos brillantes y científicos computacionales que comparten y tienen esta curiosidad y pasión por crear sistemas o reapropiarlos y compartirlos con los demás. Es emocionante cuando uno descubre algo y quiere compartirlo. La comunidad live coding usa foros y listas de correo. Se genera esa conexión que se hace por puro amor y pasión a la exploración de estos sistemas. Es lo más bonito de los humanos: querer ayudarse pero no necesariamente solo para la supervivencia sino también para la diversión.

No hay el interés de vender esta fórmula que yo escribí, realmente no estamos pensando en ganar dinero con esto. Es más un estado de libertad. Creo que esto viene de los hackers. Es como un adolescente queriendo romper reglas y probar cosas y si algo se rompe, pues se intenta otra cosa y se comparte con los demás. Por eso el uso de software libre. Tenemos a todos estos genios que saben cómo escribir programas y que además tienen visión artística, como Alex McLean o Sam Aaron, que crean plataformas de live coding. Yo por ahora solo soy una usuaria de TidalCycles y SuperCollider, pero mi sueño es escribir mi propio software para hacer la música como la imagino. 

Soy parte de la comunidad y entonces el software lo escribimos entre todos. El interés es hacer una comunidad más amplia e incluyente. Ya hay mujeres, gente muy joven, gente adulta, gente con discapacidades no solo físicas. No se trata de tolerancia, va mucho más allá. Es realmente apreciar al otro por lo que hace.

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Foto en Loophole, Berlín

 

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