Cinco lecciones de activismo LGBTI en Colombia
En 2019 se cumplen cincuenta años de los acontecimientos de Stonewall, el referente internacional más relevante en la lucha por los derechos y la igualdad de la comunidad LGBTI. Sin embargo, Colombia recibe la celebración con una comunidad dividida, cuyas rupturas, antes que preocuparnos, deben llamar la atención sobre las diferencias y la diversidad de la misma.
Este año Bogotá es testigo de tres marchas del orgullo. Ya no sólo se trata de la marcha del Pride que tiene lugar este domingo 30 de junio, sino también de la Marcha del Sur que se desarrolló el pasado fin de semana y la Marcha del orgullo trans el 5 de julio en el barrio Santa Fe.
Aunque los ojos de los medios siguen enfocados en la gran marcha que aglomera bajo la bandera multicolor cada una de las siglas del movimiento (así como las marcas que en favor de sus ventas han sabido sumarse a esta lucha), este gesto no puede pasar desapercibido. Antes que roces entre líderes, se trata de inconformidades por parte de miembros del mismo movimiento y comunidad que han decidido desmarcarse de una marcha que no sólo no los representa, sino que, además, también los ha excluido.
A cincuenta años de Stonewall –para muchos el referente más importante de la lucha por los derechos de la comunidad– en Colombia el panorama es el de una comunidad crítica consigo misma y que ha sabido entenderse desde su país y su diferencia. Incluso cuando los estigmas todavía pesan sobre la comunidad y a diario tienen lugar eventos de intolerancia y agresividad, el activismo LGBTI en Colombia (en medio de sus sinsabores y triunfos) ha dejado lecciones importantes que le apuntan a solucionar las agendas de cada grupo, así como a un país verdaderamente incluyente.
De cara al día del orgullo de este año, hablamos con algunos activistas y artistas sobre las lecciones que les ha dejado su trabajo y los retos que aún tiene por delante la comunidad.
***
Entender que existe diversidad dentro de la diversidad
Para Manuel Antonio Velandia, quizá el activista gay que mayor impacto ha tenido dentro de la historia del activismo LGBTI en el país, la mayor lección que le ha dejado su trabajo ha sido reconocer que la identidad no es algo fijo, sino que siempre está en constante cambio. Este movimiento de la identidad, explica Manuel, implica que para las personas la construcción identitaria es un proceso de transformación continua, que puede llegar incluso a no tener que pensarse en una identidad o a construirse en una diversidad de post-identidades.
“El gran aprendizaje que me ha dejado el activismo como homosexual que trabaja por los derechos de las minorías sexuales es la coherencia; tengo claro que existe la diversidad y no me escandaliza que haya mucha más de la que inicialmente pensaba que pudiera existir o que la que me pensaba capaz de entender. La coherencia tiene que ver con aceptar al otro/otra/otre como un auténtico otro/otra/otre que es único, irrepetible, trascendente, dinámico, histórico, prospectivo y emocional”.
(Lea también Un marica peligroso: una charla con Manuel Velandia, pionero del activismo gay en Colombia)
Colombia no es Estados Unidos y se puede hacer lo que se proyecta
Una de las lecciones más importantes que le ha dejado el activismo a Daniela Maldonado, fundadora de la Red Comunitaria Trans, es que a pesar de la importancia de escenarios como Stonewall, las luchas en Colombia se dan de forma diferente a como han tenido lugar en Estados Unidos. Nuestra historia de violencia y la desigualdad que abunda en el país son dos barreras ineludibles que marcan la diferencia. Según cuenta Daniela, querer replicar el movimiento LGBT gringo en un movimiento colombiano lleno de interseccionalidades, pero donde ninguna es reconocida y querer meter todo y hacer una cosa agringada que no es, termina invisibilizando muchas cosas. De ahí que la Red, motivada además por los desplantes que han tenido lugar desde la institución, haya decidido desmarcarse del movimiento y llevar a cabo su propia marcha.
“Siento que también es un mensaje para las personas trans. Me interesa que las personas trans entendamos que nuestra lucha traspasa las orientaciones sexuales y las identidades de género. Somos indígenas, somos raizales, somos feministas, somos transfeministas, somos negras, gitanas, estamos en todo. Me interesa que todas las personas trans podamos entender eso y no nos quedemos ahí posando detrás de una bandera arcoíris que al final del día, si bien es lo más visible ante el mundo, al final es lo que más invisibiliza”, cuenta Daniela. Estar en la calle y trabajar desde el arte por la reivindicación de un barrio que desde hace tiempo ha sido excluido por los Bogotanos es una de las acciones más importantes de la Red que rescata esta lideresa, quien también señala la relevancia de no sólo afirmarse desde la resistencia, sino también desde la acción.
Sin embargo, a pesar de los retos que aún existen y la desigualdad que aún reina en un movimiento que desconoce todas sus posibilidades, otra lección importante para Daniela está en la posibilidad de que todo lo que se proyecta hacer por la comunidad puede llevarse a cabo. “Es muy triste ver que hay personas que pasamos por situaciones muy similares, esto no genera empatía entre nosotres. Eso me parece muy doloroso. La falta de empatía con las personas trans. Eso viene del mismo desconocimiento que hace que eso pase. Sin embargo, para mí la lección más importante es ver que sí se puede hacer lo que sueñas. Cuántas veces yo soñé con tener un espacio, poder tener un grupo. La primera marcha trans éramos cuarenta y todo era desorganizado y ahora ver cómo ha crecido y que personas no LGBT y de distintas disciplinas, me parece del putas”, dice Daniela.
(Le puede interesar Tres mujeres trans en prisión: una mirada interseccional)
El arte es una vía de cambio y empoderamiento
El contexto social colombiano y su formación como artista le enseñó a Tomás Espinosa que el arte es la vía ideal para comunicar aquello que, por peligro o por estigma, no se puede decir en voz alta. Así mismo, cuenta, ha sido la forma en que han podido hablar muchas veces las personas a la que no se les ha dado la voz. Su trabajo con la Red Comunitaria Trans, aunque no se desarrolla necesariamente desde el activismo, le ha enseñado el valor que tienen las apropiaciones artísticas sobre los territorios y los cuerpos. Al igual que el año pasado, Tomás dirige la construcción del Transinflable, uno de los protagonistas de la marcha del orgullo trans que tendrá lugar el 5 de julio.
“La Red Comunitaria Trans no sólo usa el arte como una herramienta pedagógica para trabajar dentro de su comunidad, sino también para comunicar sus problemas hacia afuera y también ahí hacer pedagogía. El barrio ha cambiado mucho con la Red Comunitaria y eso también es una lección. Ver cómo el trabajo de una comunidad, basado en el arte y en las prácticas artísticas, llámese fotografía, escultura, serigrafía, el baile, el canto, cambia una comunidad y sus alrededores. Eso es sanar y una persona que empieza a sanar comienza también a ayudar a que las otras se sanen”, dice Tomás.
La marcha es una marcha política. Y que sí, que también es una farra, ¿quién dijo que una fiesta no puede ser política?
Para Alejandro Lanz, director de la ONG Temblores, la movilización social y la marcha del orgullo es un punto clave del activismo pues habla de cómo la fiesta y el orgullo son también gestos políticos. Sin embargo, para Alejandro, también es el espacio para poner sobre la mesa otras agendas que afectan a la comunidad y que son alimentadas día a día por el estigma. La criminalización de los usuarios de drogas, la persecución del trabajo sexual, el exterminio de habitantes de calle y los traslados transitorios a CTP (UPJ) o el encarcelamiento son algunos de los fenómenos que, para este activista, afectan de manera diferenciada a la comunidad y son situaciones que necesitan seguir siendo visibilizadas.
“Que la movilización social es el momento en el que nos apropiamos del espacio público para hacer un reclamo frentero y público por nuestra ciudadanía y por nuestros derechos. Es un espacio para salir en conjunto a la calle en modo de revancha por todas esas veces en las que hemos tenido que estar condenados a lo privado y a lo clandestino. Por eso es una farra. Una farra política y maricona que se reúne cada año (no solo para sentir orgullo por ser LGBTI) sino para estar atentamente denunciando que nos siguen matando por ser LGBTI, la Policía Nos sigue golpeando y la gente nos sigue estigmatizando”.