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Desde La Polla Récords hasta Los Compadres Recerdos: un recorrido por el rock en español más deslenguado

La risa, dicen, es un remedio infalible, y bandas como Odio a Botero, Genitallica y Sinergía han atragantado a sus seguidores con altas dosis de humor. Pero no son las únicas. Desde los primeros acordes de Botellita de Jerez, hasta los sonidos poco convencionales de los Balde Boys, la irreverencia se ha puesto al servicio del rock para hacer denuncia social, crítica política y burlarse de los puristas. 

Tomás Tello

Antes de empezar a leer el artículo, dele play a esta selección musical poco seria:

 

 

 

En 1968, Frank Zappa se atrevió a parodiar la portada del mítico Sgt Pepper’s Loney Hearts Club Band de The Beatles, lanzado un año antes. En la primera canción del We’re Only In It for the Money, ‘Who needs the Peace Corps?’, Zappa interpreta a un hippie que se reconoce como una persona postiza, que adora San Francisco y que se enferma de herpes, pero que pide disculpas pues está drogado. La canción y el disco reforzaban su mirada burlesca a los Beatles, y al creciente movimiento hippie.

Más allá de Zappa, la historia del rock ha estado repleta de artistas que rompen con el statu quo: The Beatles fumando porro con Bob Dylan; las presentaciones de Iggy Pop con The Stooges, untándose mantequilla de maní o cortándose con vidrios rotos; las decapitaciones de palomas y murciélagos de Ozzy Osbourne a inicios de los ochenta; y el Take off your pants and Jacket de Blink 182, lleno de letras escatológicas y videos que parodian las películas adolescentes y las boy bands.

Eso por mencionar algunos ejemplos en el rock anglo, pero los exponentes en nuestra lengua no han sido ajenos al humor, la parodia y la irreverencia como herramientas creativas. A juicio de Chucky García, programador artístico de Rock al Parque, un antecedente claro de dicha explosión del rock en español se puede encontrar en bandas como La Polla Récords, que ha levantado revuelo con su nombre desde hace 40 años, y que siguieron Toda la puta vida igual, como el nombre de su álbum conmemorativo de 2000.  En 1984 también nacieron Los Toreros Muertos y los Hombres G que, como bien dice Chucky, repercutieron en la escena latina generando un gran público.

Tal vez, la respuesta latinoamericana a esta oleada de rock cargado de humor venido de España, inició en México. En 1983, en el país manito, se formó Botellita de Jerez, una banda que rescató las costumbres y estética de las clases bajas apelando al lema “todo lo naco es chido”. Con cumbias como la ‘Abuelita de Batman’, le apostaban a un giro rocanrolero, arraigado a las tradiciones aztecas. Un año después, en Uruguay, surgió El Cuarteto de Nos, quienes tuvieron un elemento cómico desde el inicio con canciones como ‘No somos latinos’, ‘Me agarré el pitito con el cierre’ y ‘El día que Artigas se emborrachó’, un tema que se burlaba del prócer uruguayo José Gervasio Artigas. Esta canción fue censurada y la venta del disco que la incluía, El tren bala, fue prohibida para menores de edad. Hacía 1989, nuevamente en México, se fundó Cuca, muy recordada por esa oda al matoneo que es ‘Cara de Pizza’. Diez años antes, en 1979, y aunque alejados del rock, Los Caú de Argentina le apostaron a la irreverencia, mezclando ritmos tropicales con el tradicional chamamé. Los Caú sonaron con un primer LP en el que aparecían los cinco miembros pintados al estilo de Kiss y, de hecho, uno de los primeros nombres que pensaron para la banda fue Los Cuis para reforzar su parodia a la banda gringa.

Estas bandas, a juicio de Andrés Durán, productor e historiador de rock, surgieron como propuestas de rock latinoamericano alternativo mientras que en la misma época Soda Stereo o Caifanes triunfaban en el continentel. También, campañas como Rock en tu idioma, adelantada por BMG entre 1986 y 1990 crearon, en parte, las condiciones para que surgiera el rock étnico –como lo define Andrés-. De la mano de Aterciopelados, Café Tacvba y hasta Molotov, ese rock étnico denunciaba las problemáticas sociales con sonidos latinoamericanos como el mariachi, la norteña y el bolero. De esta propuesta musical nacieron himnos como ‘Gimme the Power’, ‘La Cuchilla’, ‘Ingrata’ o ‘Madrugal’.

Y esta ola fue, en parte, el caldo de cultivo para una escena musical más irreverente en el continente.

“En los noventa todas las bandas hablaban del orgullo de ser latinoamericanos. Entonces era la raza furia, lo aborigen, los pueblos latinoamericanos unidos… y nosotros como que no”, cuenta Camilo La Rotta, vocalista de Los Compadres Recerdos. De hecho, el origen de los Compadres, en 2005, se debió a “ver que todo era la misma mierda, que todas las bandas tocábamos lo mismo, que todas decíamos lo mismo”, afirma Ricardo Suárez, también vocal de la banda.

A la par de grupos como Aterciopelados o Café Tacvba, los noventa también vieron un mayor surgimiento de bandas con un estilo propio, más cargado de comedia y sátira: Chancho en Piedra (1994) y Sinergia (1992). De esta última se recuerdan canciones sobre un hombre que quiere alcanzar los titulares de prensa por acosar a las mujeres –‘Chupatrón’-, o el malestar del empleado con el jefe y del marido con su novia enojona. Más al norte, todavía en México, Las Ultrasónicas (1996) hacían covers de The Stooges y les pedían a los chicos que se vinieran en sus bocas.

Apegados a la línea de parodiar estéticas y estilos, en 1999 apareció Moderatto, banda que entró a la escena burlándose de la estética glamera de los ochenta, su desbordante rimbombancia y la cursilería de sus letras. Moderatto la integraban ex miembros de Fobia, y Randy Ebright, el batero gringo de Molotov. En 2001, con las ínfulas del nuevo milenio encima, aparecieron Los Chabelos, banda peruana de punk que debutó con su álbum KKQLOPDOPIS, que incluye un cover de Caca, culo, pedo, pis de la banda ficticia Los Punkitos, y también figuraron los Puerquerama de México. Más entrado el milenio, en 2007, tendrían algo de reconocimiento los poetas españoles de Larva Fecal, ese fenómeno de Youtube que pedía a gritos que les lamieran su prepucio sucio, o advertía a todas sus amantes que les iban a dar por el culo.

El tema se empezó a consolidar en 1998, cuando en el muy mentado México se organizaron los chicos de Genitallica, cuyo nombre –perdón la obviedad- es una sátira de los legendarios del thrash. Ya en su primer álbum, ¿Picas o Platicas?, les cantaban a la borrachera, el THC, la farra y los amigos obsesionados con el sexo y la masturbación, mezclando ritmos de rock clásico y ska.

Diecinueve años después, la banda de Benito Martínez, Andrés Sáenz, Gerardo Olivares y Antulio Espinosa, aunque eternamente recordada por su canción “Borracho”, sigue vigente con su estilo. “Sin la irreverencia y sin la cerveza no existiría Genitallica, es parte de nosotros y de cómo realmente se debe tomar la vida, no tan en serio”, dicen desde esta banda, cuyas influencias de Molotov, Cuca y Botellita de Jerez son más que evidentes.

Después del ¿Picas o Platicas? llegaron Sin Vaselina y ConSexcuencias, de 2002 y 2004 respectivamente. Siete años después lanzaron Sean todos bienVenidos, esta vez endulzado con arreglos de funk. En 2014 salió su quinto álbum A la larga te acostumbras, en el que Cristian Castro grabó un video vestido de mujer para la canción ‘Quiéreme’ que dio mucho de qué hablar. Ahora Genitallica acaba de estrenar su álbum Bien Intenso, en el que siguen firmes en lo suyo y al que acompañan con una línea de cervezas exclusivas para sus fanáticos.

A ellos, dicen, los mantiene unidos la virtud de reírse de uno mismo y de “no terminar siendo un artista mamón y creído, sino algo más honesto, más real para la raza. La gente se siente identificada sin que uno tenga que fingir algo que no es”. Si bien bromean con el alcohol y el sexo, los mexicanos reconocen algo que sí se toman en serio: “aunque parezca algo despreocupado, siempre estuvimos rodeados de muy buenos músicos y esto hizo que desde el inicio empezáramos a tomarnos muy en serio las cosas a la hora de producir un disco: desde el arte gráfico hasta la calidad de los videos, sin dejar atrás la cuestión sónica”.

 

El rock colombiano irreverente: de Defenza a los Balde Boys

En Colombia, cieratmente no hay una banda irreverente con el alcance de Genitallica, sí ha existido una intención fuerte y constante por hacer humor y parodia con rock. Para conocedores como Jaime Andrés Monsalve, periodista cultural de Radio Nacional, esta movida, cuyo inicio puede ubicarse a finales de los noventa con Defenza, se debe más a un momento histórico que a un movimiento artístico estable. Eso sí, no niega que Colombia ha sido terreno fértil para bandas que maman gallo y divierten, y han sabido ganarse su lugar entre el público.

René Segura y Darío Bernal fueron los fundadores de Defenza, esa banda de hardcore que versionaba temas infantiles como ‘Sammy el heladero’, o ‘No me trates de engañar’ de El General, que sonó hasta en el Boletín del Consumidor. No se limitaban a eso: en cada toque René imitaba las voces y gestos de Amós Piñeros, vocalista de Ultrágeno y de Dilson Díaz de La Pestilencia, bandas insignia, e intocables, del rock nacional para ese momento.

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Foto de Alejandra Mar.

 

Con el antecedente de Defenza, surgió en 2001 Odio a Botero, que compartía miembros con aquella banda y continuó con la línea humorística. Odio a Botero, conformada por René Segura, Gabriela Ponce, Jaime Angarita, Alejandro Pinzón y Juan David Rojas, apareció con temas que trascendían a los clásicos estereotipos del rock, y que criticaban la estupidez y la pretensión. Para René, los tres pilares de la banda son la irreverencia, la libertad y la opinión. Tres cosas que han llevado hasta el final y sin temer las consecuencias, como sucedió en Rock al Parque  2007. Ese año, antes de que Odio a Botero saltara al escenario principal, a René le pidieron que no lanzara sus acostumbradas críticas, pero él hizo caso omiso. Sacó una tela amarilla con la frase “Sayco Apesta”, pintando la última “A” como el símbolo anarquista, dejando a varios con las manos en la boca. En 2008 repitieron la escena, y les costó hackeos, amenazas y hasta aislarse seis meses por fuera de la ciudad.

Parte del concepto de Odio a Botero era también burlarse del rock, el hardcore, el punk y las bandas clásicas que a ellos les gustaban. “Es como lanzar una bomba con uno al lado: también puedes salir lastimado”, afirma René. En su primer LP, Odio a Botero, hicieron un cover de la mítica ‘Stairway to Heaven’, versión que les costó críticas de los rockeros más puristas. En 2013, cuando la banda se reunió, les quitaron el micrófono porque a los medios les daba vaina entrevistarlos y que criticaran instituciones como Rock al Parque. 

Más allá de estos episodios, Odio a Botero tiene una discografía que siempre ha tocado temas espinosos: criticando a la Policía Nacional (‘Reclame un celular' o ‘Fuck the tomba’), a los “cuenteros vagos” (Kill the cuentero) y otros covers de las Spice Girls (‘Spice Punk’) o Mutantex (‘Money’). En 2013 se reunieron y anunciaron un nuevo proyecto pero la idea no se materializó y, aunque mojaron algo de prensa, René era consciente de lo difícil que iba a resultar sonar en radio.

“Si yo pensara en las personas que voy a ofender no habría nacido Odio a Botero. Se habría llamado Aguacate Azul porque eso no ofende a nadie”, sostiene René. Para él siempre se corre el riesgo de ofender cuando se alcanza un público mayor. Lejos de quedarse callados, la banda planea su regreso en diciembre de 2017 con un documental y un álbum nuevo.

Así como Defenza fue la semilla de Odio a Botero, Chite y Agrikultor lo fueron de Los Compadres Recerdos. Desde su creación, esta banda interiorizó el mensaje de Henri Bergson en su libro La Risa: una cualidad indispensable para disfrutar plenamente de la comedia es desprenderse de todo apego emocional. Como quien dice, si uno se toma algo en serio es difícil poder reírse de eso. La idea de “ofender a los rockeros” desde el humor surgió cuando le metieron dembow a la batería. “Nació la banda de una mamadera de gallo de la mamadera de gallo”, afirma Ricardo Suárez, vocalista.

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Compadres promocionando Superputa en la Feria del Libro de 2015.

 

En 2009 los Compadres sacaron Putiadero Gore, su primer álbum, que se burlaba por igual de gomelos (‘Party zombie’) y ñeros (‘La calle visajosa). De ahí en adelante, ni los fetos ni los niños ni Carlos Vives son tabú para Camilo La Rotta, Darío Bernal y Ricardo Suárez. Para ellos nada es sagrado y, quizás por eso su segundo álbum, Superputa, arranca con un sample del clásico Raining Blood de Slayer, que termina convertida en un reguetón. En Superputa también experimentan con el merengue (‘Metalera sin culo con unas tetas recerdas’), con los sonidos de los picós de la Costa Atlántica (‘El picó monster’) y la salsa de Eddie Santiago (‘La Salsa prohibida’). Además de la apuesta musical, los Compadres cuidan la imagen de la banda y la música como objeto, por eso acompañaron su primer álbum con un calendario ilustrado y un juego de cartas de Super Triumph, pero con putas.

Los Compadres se presentaron en 2016 en Rock al Parque y el público, según recuerdan, los escuchó a tres velocidades: los que no entendían, los que bailaron y los que no pararon de abuchear. A eso le han sumado amenazas y que les apaguen el sonido. Cuando empezaron no querían que la gente supiera quiénes estaban detrás del proyecto, pues temían las reacciones a su propuesta transgresora. La solución que encontraron fue esconderse detrás de unas caricaturas que imitaban las de South Park. Sin embargo, todo eso es parte del ejercicio de los Compadres: ampliar los límites de la censura pública y la propia.

Para Camilo, la innovación musical no está en el rock y están de acuerdo con que el hardcore está estancado en la capital. Encuentran propuestas valiosas en Edson Velandia, Boom Full Meke y Los Pirañas, pero sienten que hay una especie de encarcelamiento musical de las personas y la música que escuchan. Entonces ocurre que un metalero es incapaz de reconocer que le gusta un merengue o una salsa. “Al final sí queremos lograr un cambio en la cabeza de la gente: que se ría, que se relaje que se shockee”, dicen.

En la actualidad, temiendo su propio estancamiento, están pensando en hacer una canción “seria”, pero reconocen que les va a quedar difícil componer así porque “siempre tiene que haber algo mala leche, algo fastidioso”, para ver si se pueden volver radiales y sonar en emisoras.

Aunque ahora no existe un Odio a Botero, se mantienen bandas como Los Elefantes y surgen otras como los Rolling Ruanas, The Kitsch y los Balde Boys. Todos siguen creyendo en el humor a la hora de componer y actuar. Esta última, los Balde Boys, se cataloga como género chirrete y ve el arte como una herramienta para denunciar y apoyar proyectos de base y causas sociales. Por eso, y aunque tengan canciones como ‘Mi novia se murió en un pogo’, tocan su punk con instrumentos poco convencionales para apoyar causas nobles, como la de recolectar ayuda para las víctimas del terremoto en México

Y mamando gallo pero enserio, hacer reir con música no ha sido nunca una tarea fácil: revela en sus exponentes un afán de denuncia, preocupación y hasta sacrificio. Como quien dice, tomarse en serio la comedia y la irreverencia requiere compromiso y, como terminaría Bergson: "el filósofo que la recoge encontrará algunas veces, por una exigua cantidad de materia, una cierta dosis de amargura".

 

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