
“Me robé treinta libros… Mentiras, como noventa”
José Manuel Home lleva seis meses preso en La Modelo por reincidir en el robo de libros. Su especialidad son los libros de superación personal. Esta es su historia contada por él mismo.
Bueno, te voy a contar.
Entré al Éxito de Chapinero a quemar tiempo porque tenía una entrevista de trabajo. Me puse a mirar los libros porque siempre me ha gustado mirar los temas, ojear, y si es preciso voy y me tomo un café en el mismo establecimiento. Estaba mirando el Almanaque Mundial de 2015… Perdón, 2014… Estoy confundido. Me llamó la atención que cada día salen más países. También cómo era la antigua Unión Soviética. Cuando de pronto dije: “Hijuemadre, me cogió la tarde”.
Salí del almacén y como a las dos cuadras miré y dije: “Ay, mierda, ¡el libro!”. Involuntariamente me lo había colocado debajo del brazo, como si fuera mío. Dije: “¿Ya a qué me devuelvo? Agg, qué hijuemadre”.
Fui a la entrevista de trabajo, no pasó nada. Me puse a ojear más el libro y después me metí a una vaina de compraventa de libros y revistas, y me lo compraron. Un poquito más de mitad de precio.
Ahí fue donde se me metió en la cabeza: “Bueno, si yo saqué ese libro, entonces puedo sacar más”.
Me volví un pícaro, lo reconozco (risas)… Sebastián, se me va a colgar, quedan treinta segundos…
Fotografía de Julián Pilonieta
José Manuel finalmente se despidió al otro lado del teléfono.
Los sesenta y cuatro mil pesos que le consigné para que me llamara desde alguno de los teléfonos de La Modelo, la cárcel a la que lo enviaron en febrero pasado por el hurto reiterativo de libros, solo alcanzaron para trece minutos y medio de entrevista. Según me contó, un “marica” irrumpió en su celda y le robó casi toda la plata.
“Sebastián, me tocó lavar ropa de gente de acá para ganar unos pesos y poder cumplirte”, me dijo.
José Manuel está recluido en el pabellón Nuevo Milenio, en el cual permanecen los presos con sida. Hace dos semanas, en la audiencia de imputación de cargos, me dijo: “Te tengo una primicia. Me dijeron que tengo sida”. Luego agregó: “Soy inocente”.
Para ese momento, la juez que dirige el caso llevaba alrededor de cinco minutos en el estrado, ordenando sus papeles. A las cuatro y quince de la tarde comenzó la sesión.
En una sala de audiencias del octavo piso de un viejo edificio de la calle dieciséis, entre carreras séptima y octava, José Manuel escuchaba atentamente al defensor de oficio que le asignó el Estado, el doctor Marco Tulio Céspedes. La juez, que no superaba los treinta años, les concedió dos minutos para que tomaran una decisión.
—Su señoría, el señor acusado ya tomó una decisión.
—Señor José Manuel Home García, ¿es eso cierto?
—Es cierto, su señoría.
—Señor José Manuel Home García, ¿usted tiene deseos de aceptar los cargos?
—Sí, su señoría.
—Siendo así las cosas, señor fiscal, le concedo el uso de la palabra.
Fotografía de Javier Campuzano
Entonces el fiscal comenzó a leer un documento con las pruebas que inculpaban a José Manuel.
—El día siete de febrero, siendo las seis de la tarde, José Manuel Home García, quien tiene 44 años y nació en Cali, entró al Éxito de la calle 175…
Una vez allí, ese 7 de febrero, José Manuel, consciente de lo que iba a hacer (no como la vez del Almanaque Mundial) tomó cinco libros: La estrategia del ave fénix, Manejo del duelo, Pablo Escobar Mi padre y dos ejemplares de Hablando sola. Luego, como si muy en sus adentros quisiera que lo atraparan, cruzó la puerta principal del almacén y lo único que logró fue que se encendieran las antenas de seguridad, que el guardia le pidiera el recibo de compra y que, al percatarse de que se trataba de un robo, le quitara los libros y llamara a la Policía.
—Su señoría, el dactiloscopista de la Sijin —dijo el fiscal— hizo el cotejo con las huellas dactilares de José Manuel Home, estableciendo su plena identidad. Pongo a su disposición estos documentos.
—Proceda, doctor.
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A principios de 2014 robé ese almanaque y un par de libros más. Tuve una temporada de quedarme quieto como ocho meses y a finales de año empecé a hacerlo más seguido.
Me he robado por ahí unos treinta libros. No, no… Son muchos más. Por ahí unos noventa.
Yo soy selectivo, porque me gusta la lectura. Me gustan mucho los de superación personal: ‘Amar o depender’, del doctor Walter Riso, ‘Te amo, pero soy feliz sin ti’, del Papá Jaramillo.
"Yo soy selectivo, porque me gusta la lectura"
Soy una persona emocionalmente muy débil y esa es una de las razones por las que he llegado a donde he llegado.
También me gusta Isabel Allende. Me leí ‘De amor y de sombras’. Sin embargo, mi libro preferido es ‘La culpa es de la vaca’. Ese del hijo de Pablo Escobar apenas si lo ojeé. No vale la pena.
Después de leerlos los vendía por ahí en Chapinero o en lo zona de la 16, por donde están los juzgados, donde me hicieron la audiencia. Si un libro costaba cuarenta y dos mil pesos, entonces lo vendía a mitad de precio.
Pero, no sé, Sebastián. Siento esto como una indagatoria.
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La juez revisó los documentos, corroborando cada punto, hasta que finalmente dio su veredicto.
—Se comprueba la materialidad de la conducta y la responsabilidad del procesado, indicando entonces esta funcionaria que la sentencia que emitirá no será otra que una sentencia condenatoria. ¿Señor defensor?
—Su señoría, muy respetuosamente —dijo el abogado Céspedes—. El señor José Manuel Home se vino de Cali hace tres años, es administrador de empresas de la Universidad del Valle, vive en la carrera 13A # 13-61, y pues… Aquí no ha logrado encontrar estabilidad, lo que lo llevó a cometer ese delito para subsistir. Tampoco tiene antecedentes, su señoría. Pido que se le suspenda la ejecución de la pena, así como la indemnización. Él no tiene los medios.
"El señor José Manuel Home se vino de Cali hace tres años, es administrador de empresas de la Universidad del Valle, vive en la carrera 13A # 13-61, y pues… Aquí no ha logrado encontrar estabilidad, lo que lo llevó a cometer ese delito para subsistir": abogado Céspedes.
Yo era muy alcohólico —me cuenta— e incluso me tuve que rehabilitar. Los papás de mi segunda esposa la alejaron de mí, y la enviaron a estudiar a Buenos Aires.
Antes de llegar a Bogotá, fui hasta allá para recuperarla (risas). Volví muy desorientado. Traté de erradicar la vida nocturna: el que está untado de aceite, no se puede acercar a las llamas.
La juez ignoró al defensor. Estableció la fecha de la siguiente audiencia y luego dio por terminada la diligencia. El abogado y yo bajamos al primer piso del edificio en el mismo ascensor. En este lapso me contó que José Manuel dirigió dos empresas importantes, pero que un negocio fallido lo dejó en bancarrota.
Mientras tanto, dos guardias conducían a José Manuel y a cuatro presos más de La Modelo hacia la carrera séptima, donde los esperaba un bus del INPEC. José Manuel, esposado, miraba de reojo la vitrina de una librería.
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En la última audiencia, antes de que José Manuel llegara, escuché a la juez y a la delegada del Ministerio Público murmurar entre ellas.
—Muy de malas —dijo la delegada del Ministerio Público—. Pero, ¿por qué hacen esas cosas?
—Es lo que todos se preguntan— le respondió la juez, sarcásticamente.
—Bueno, le robaba a los ricos, ¿no? —comentó la delegada, dirigiéndose al defensor de almacenes Éxito, quien no asistió a la audiencia pasada y se veía sorprendido ante las risas que soltaba la funcionaria mientras decía lo que decía.
“El tipo ahora está mejor —me dijo el abogado Céspedes antes de entrar a la sala—. Lo hubiera visto cuando lo atraparon. Estaba mechudo, sucio”.
Era 10 de junio. José Manuel llevaba cinco meses y 15 días en prisión.
Sebastián, por favor llévame algo de comer —me dijo una semana antes en otra llamada—. Me gané un chuzón por ponerme a defender a un man de acá. Ojalá me den salida ya.
José Manuel por fin llegó a la sala.
—Buenas tardes a todos —dijo agitado. El guardia con el que llegó hizo que subiera los ocho pisos corriendo debido a que iban tarde. Sin embargo, más se demoró su respiración en relajarse y su sudor en secarse, que la juez en dictar el fallo. Omitió por completo el pedido del abogado Céspedes en la última audiencia: “Su señoría, pido que se le suspenda la ejecución de la pena, así como la indemnización. Él no tiene los medios”.
“Esa juez… ¿Para qué le metía la caución?”, me dijo Céspedes antes de tomar el ascensor. El proceso apenas duró diecisiete minutos.
La juez ordenó que José Manuel permaneciera treinta días más en La Modelo, antes de quedar libre y estar expuesto a la tentación de embolsillarse un nuevo libro.