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A base de testosterona y ejercicio, así vive una chica su proceso de transformación en chico

Hace seis meses Cocó empezó un tratamiento de inyecciones de testosterona para dejar de ser Amparo. Hoy se define como un hombre con vagina, al que diagnosticaron con disforia de género y ha recibido el apoyo de su familia y novia lesbiana.

Mario Rodríguez H. | @quevivalaeMe

Cocó se despierta a las tres de la mañana cuatro días de la semana para practicar su rutina de hora y media de acondicionamiento físico. Cada tres semanas cambia la rutina y su entrenador personal le inyecta 250 mg de Testoviron, una hormona esteroide que combina dos tipos de testosterona: propionato y enantato, ambas relacionadas con la hormona de la “hombría”. El Testoviron se lo recomendó su endocrino con el fin de transitar de género, un proceso que inició hace seis meses.

Cocó es un hombre transgénero. Para serlo no es necesario ni transitar ni inyectarse testosterona, pero el malestar de verse al espejo y no identificarse como lo que se sentía, lo llevó a tomar el camino de la transformación.

Lo primero que se toma tras la rutina es un batido proteínico para darle forma a sus músculos. La testosterona juega un papel clave en el desarrollo de los tejidos reproductivos masculinos como los testículos y la próstata, así como en el incremento de la masa muscular, la masa ósea y el crecimiento de vello corporal.

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Foto de Cocó

 

 

 

Legalmente hablando, hace dos años Cocó dejó de llamarse Amparo, como su abuela paterna. Quiso llamarse así, pues cree que Coco Chanel fue quien logró masculinizar la forma de vestir en las mujeres y porque el coco es su fruta favorita. “No me imagino llamándome Carlos, Javier, o cualquier otro nombre ‘fuerte’, porque no soy ese tipo de hombre”, explica.      

Por ahora, solo ha hecho el cambio de su nombre en notaría y está en trámite para realizar el cambio de sexo, algo permitido desde finales del año pasado con la expedición del Decreto 1227 de 2015, lo cual precisó Nora Picasso, asesora legal de Parces.

Sexualmente hablando, la hija de Gabriel y Lilia, nació con vagina. No había indicios de que tuviera un pene pequeño como si lo tienen algunas personas, pero era una niña diferente a las demás, odiaba ponerse aretes o jugar con muñecas.

“Amparo era rebelde, me tocaba peinarla obligada. Las pocas veces que usó vestidos era por la presión familiar. Desde que se puso tacones se veía horrible y los vestidos tampoco le quedaban bien”, cuenta Lilia, quien 23 años después cree que siempre intuyó lo que pasaba con su hijo.

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Foto de Cocó

 

 

 

A los nueve años le llegó el período por primera vez y su madre recuerda cómo se pegaba puños en el estómago mientras lloraba.  “Ella odiaba la regla de manera absurda y nunca quiso tener tetas”, recuerda su mamá. Al mes de iniciar el proceso de tránsito la regla desapareció para siempre de su cuerpo. Fue lo mejor que le pudo haber pasado en la vida.

“Cocó se está construyendo como hombre. Es un ser especial porque sabe el sentir de ser mujer. Y ahora está conociendo el sentir de ser hombre”, afirma su mamá.

Las preguntas sobre la construcción de género, un proceso por el cual pocos indagan, empezaron a invadir la cabeza de Cocó: “¿Qué me hacía mujer y qué me hace hombre? ¿La regla? ¿La ropa? ¿La posición de “macho” ante la sociedad? Cuando fui mujer me di cuenta de cómo, por lo general, el hombre se impone mientras que la mujer es más receptora, que el hombre por el hecho de tener verga se muestra mientras que la mujer se recoge”, explica Cocó.

Para él, ser un hombre transgénero va mucho más allá de lo que se tiene entre las piernas: es un hombre con vagina y está feliz con su vagina de hombre. Transitar se trata de ser lo que tú sientes que eres y reflejarlo para poder ser tratado como eso que eres y no como algo que no sientes que eres”, explica.

El clítoris de Cocó ha crecido aproximadamente cinco centímetros y lo ve como su pene pequeño. También usa hace un tiempo una faja que le esconde los senos con los que nació. Cocó cree necesario realizarse una mastectomía –extirpación de senos-, tal y como lo recomiendan por temas de salud. Al igual que aconsejan realizarse la histerectomía total - extirpación quirúrgica del útero, incluyendo el cuello uterino o cérvix, esa puerta fibromuscular que permite el paso de espermatozoides a las trompas de Falopio-.

En su proceso de tránsito, Cocó buscó la asesoría de Liberarte, un espacio de acompañamiento psicológico especializado en la comunidad LGBTI que ha asistido 130 tránsitos. Carolina Herrera Small, una de las psicólogas clínicas de Liberarte, afirma que la construcción tanto de la identidad como del género, es algo que todas las personas mantienen en construcción durante toda su vida.

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Foto de Cocó

 

 

 

“Realmente no se necesita nada para ser un hombre transgénero, sino sentirse y construirse. Se trata de la identificación y diferenciación propia como persona frente al otro, y de ese malestar que se puede llegar a tener con el cuerpo con el que se nace, así como con su rol o género asignado”, explica Carolina.

El punto de quiebre de Cocó en ese proceso de tránsito, o al menos el que su mamá recuerda como tal, fue el viaje que hizo a Buenos Aires (Argentina) para estudiar teatro. Sucedió hace tres años, y Lilia lloró cuando su hijo, estando allá, se cortó el pelo. “Yo adoraba su cabello y eso fue lo más significativo para mí en esa época”, dice.

Desde esa época, madre e hijo tuvieron tiempo de acercarse más y la relación se afianzó en enero de este año cuando estuvieron aislados de todo en Cuba. Durante ese viaje, Cocó tuvo más tiempo de introspección que le permitió reafirmarse en su deseo de transitar de género, un deseo que le expresó a Lilia en ese momento.

Fue justamente en Cuba que una amiga de la familia, que había sido profesora de Lilia y siempre había estado pendiente de Cocó, hizo de intermediaria para ayudarle a comprender el proceso. Cuando volvieron del viaje, le contaron a Gabriel, su padre, que afirmó que intuía lo que estaba pasando con su hijo. “No ha sido fácil”, dice Lilia, quien encuentra consuelo al ver feliz a su hijo en su proceso.

La mamá de Cocó nació con la Biblia debajo del brazo, pues su papá era testigo de Jehová y su mamá adventista. Por otro lado, el papá de Cocó es católico no practicante, pero con familia boyacense muy homofóbica y hasta racista. Por esas razones, decidieron alejarse de la gente que los ve con pesar, de la gente que, con lástima, dice que no quisiera estar en sus zapatos.

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Foto de Cocó

 

 

 

Hay días en que Lilia abraza a Cocó y llora, y le dice que extraña a la niña. Que le hace falta. “Entonces Cocó me mira y me dice ‘aquí estoy’. Al principio le dije que lo único que me iba a quedar de Amparo era su manera de mirarme. Sus ojos. Pero ahora después de más de cinco meses veo que hasta su manera de mirarme ha cambiado”, cuenta Lilia.

Una de las batallas más duras de Cocó fue sacar toda esa ropa de niña que había en su clóset.  “Creo que esa noche soñé con Ámpix – el primer alter ego de Amparo-, no me acuerdo bien qué me decía, pero me dio a entender que todo estaba bien. Que así debía ser”, recuerda Cocó, quien también se enfrentó a la decisión de retirarse una vez de Labloom, escuela de fotografía y artes visuales en Bogotá, cuando un profesor le dijo que hablaría con él solo cuando fuera un hombre de verdad.

“Para mí el tema no pasó a mayores, le hice entender a quienes correspondía la falta que me parece que se cometió, y listo. Como nadie hizo nada, pues yo me fui”, explica Cocó.

Ese encontronazo con el docente, sumado a su retiro de la universidad, ha sido parte del tránsito que él mismo define como una fiesta dentro de un funeral: por una parte mató a Amparo, no solo para él sino también para quienes lo conocían de antes, pero también vio nacer a una nueva persona. Y eso es motivo de fiesta, una fiesta que tuvo su primer brindis familiar el día que fue diagnosticada con disforia de género y recibió la certificación médico-legal para empezar su tránsito y se inyectó los primeros 250mg de Testoviron.

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Foto de Cocó

 

 

 

Antes la población trans era diagnosticada con un trastorno de identidad, y hoy en día se asocia con la disforia de género. Para Liberarte este nuevo enfoque no mejora la situación. “Los médicos no tienen claro qué hacer en los casos médico-legales, por lo que este es un concepto requerido ante las falencias jurídicas existentes. Si bien hoy hay quienes están trabajando por una ley de identidad de género, todavía no hay cómo llenar esos vacíos”, explica Carolina Herrera Small.

Además del apoyo que ha recibido de su familia y por parte de la gente de Liberarte, Cocó logró consolidar una relación amorosa con Alejandra Mosquera. Una amiga lo encaró una vez, preguntándole que si su novia era lesbiana, ¿por qué estaba con él que supuestamente es hombre? Cocó respondió que simplemente se trataba del amor entre dos personas.

El tránsito le ha dejado muchas enseñanzas, entre ellas la aceptación del cuerpo con el que nació, pero que fue capaz de dejar atrás para sentirse cómodo. Ha aprendido a conocer a los hombres, a escuchar lo que hablan, a observar cómo se comportan. Sabe también lo que es ser mujer, tener cólicos y que le baje sangre cada mes.

“Las cosas que tengo de mujer no las quiero abandonar, porque no quiero matar por completo a esa persona que hizo parte de mi vida y quedará en mis recuerdos y en la gente que me conoció así, pero hay que dejar ir. Hay que llorar, hay que permitirse dudar también, y hay que saber decidir qué quiero”, afirma Cocó.

 

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