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Foto cortesía de Hazzas Elo

Estudiar o comer: el dilema de los estudiantes de universidades públicas

La crisis económica no ha sido ajena a los estudiantes de las universidades públicas que hoy se enfrentan a esta disyuntiva. De cara a una deserción masiva, algunos de ellos han entrado en huelga de hambre buscando que el gobierno escuche, por fin, sus exigencias.

Daniela Pomés Trujillo / @danipomes

Altas tasas de desempleo, negocios quebrados y el aumento del trabajo informal en casi un 50% son algunas de las causas por las que las cifras de deserción en las universidades públicas del país para el segundo semestre del año superan el 40%, como es el caso de la Universidad Nacional. En medio de la crisis producida a raíz de la pandemia, para muchos estudiantes de estas universidades continuar con sus estudios se ha convertido en un lujo que no pueden darse. 

Por esta razón, además del riesgo que por la emergencia sanitaria conlleva manifestarse en las formas habituales del estudiantado –marchas y plantones–, estudiantes en todo el país han visto la huelga de hambre como el único recurso para retomar la siempre vigente exigencia por educación pública gratuita, esta vez con más urgencia que nunca.

mateoudea5450.jpgFoto cortesía de Mateo Sánchez 

 

Esta forma de protestar, pacífica o violenta según se mire (pacífica en tanto no agrede de ninguna manera a otro ni irrumpe propiamente en las dinámicas sociales habituales; violenta con el propio cuerpo e incluso con la dignidad personal), supone grandes sacrificios físicos y mentales en condiciones normales. Si se le suma el riesgo que implica llevarla a cabo con un virus potencialmente peligroso al acecho, el panorama para los jóvenes que luchan por la Matrícula Cero se oscurece aún más.

Pero el asunto con las huelgas de hambre no es un tema de las últimas semanas. Otras universidades del país, a través de los mismos mecanismos, ya lograron conseguir la gratuidad para todo el estudiantado. La UIS en su sede de Bucaramanga fue la primera en manifestarse al respecto. Desde el 27 de abril, dos representantes estudiantiles estuvieron en huelga de hambre por 60 horas. Le siguieron la Universidad de los Llanos y de la del Tolima, que tuvieron que resistir once y siete días de hambre respectivamente antes de que les fuera otorgada la matrícula cero. 

En la Surcolombiana, los estudiantes completaron 264 horas de huelga de hambre hasta el anuncio de gratuidad para el 100% de la comunidad estudiantil. La Unicauca se unió a la Marcha por la Dignidad que ha transitado por diferentes lugares de Colombia para hacer escuchar sus exigencias. 

En la Universidad Nacional y la Universidad Pedagógica todavía hay estudiantes en huelga ante la falta de respuestas. 

mateoudea5416.jpgFoto cortesía de Mateo Sánchez

 

A lo largo de estas jornadas, los huelguistas han tenido que proveerse mecanismos de cuidado y bioseguridad a causa de la indiferencia institucional y las burlas. Este es el caso de la Universidad Nacional que le ha negado a los estudiantes el uso del campus y los baños pese a los riesgos de la pandemia. Así mismo, el medio de comunicación alternativo bogotano Parvada Sinsonte denunció a través de Instagram que durante la huelga el gobernador del Huila envío buñuelos a los estudiantes de la Surcolombiana a modo de burla. La Alcaldía, Personería, Defensoría y demás instituciones relacionadas han hecho caso omiso a la situación de las personas que están ejerciendo su derecho a la protesta en estos campus.  

mateoudea5333_0.jpgFoto cortesía de Mateo Sánchez

 

Si bien el 14 de mayo de este año la ministra de educación anunciaba: “Hoy el Gobierno del presidente Iván Duque Márquez, le sigue cumpliendo a la Educación Superior pública”, refiriéndose a la asignación de $97.500 millones de pesos del Presupuesto General de la Nación, ese dinero no ha traído tantos beneficios como suponía. Ese presupuesto debe ser repartido entre 63 instituciones, además, el Estado debe a las IES más de 18 billones de pesos desde 1992, lo que hacer que, en ultimas, este monto sea insuficiente. 

No obstante, y pese a la crisis que enfrenta la educación desde hace tiempo, el gobierno nacional ha invertido dinero en el fortalecimiento del ESMAD con municiones y tanquetas, decretos que favorecen al sector financiero a costa de los ciudadanos, compra de lujosas camionetas blindadas o mejoras sobre la imagen de Iván Duque. Dejando en evidencia las prioridades del gobierno de turno, que están lejos de querer salvar y fortalecer la educación superior pública del país. 

Estudiantes de la Universidad de Antioquia, la Nacho y la Pedagógica nos contaron sobre sus días de aguante en las huelgas de hambre. Para muchos, más que con el dinero, la Matrícula Cero tiene que ver con la voluntad política. 

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María Gallego tiene 25 años. Es estudiante de noveno semestre de licenciatura básica con énfasis en matemáticas de la Universidad de Antioquia, integrante de la Red Popular Caminando la Palabra y del Congreso de los Pueblos. María fue una de las seis personas que estuvieron en huelga de hambre por 202 horas para exigir gratuidad en la matrícula del 100% de los estudiantes del pregrado de la universidad a la vez que insisitían en que se concediera el mismo beneficio al Politécnico Jaime Isaza Cadavid, el Tecnológico de Antioquia y la Digital de Antioquia. Además de eso, exigían a la universidad comprometerse de manera pública a no hacer cambios en el estatuto universitario hasta que todos los estamentos pudieran estar físicamente presentes para la toma de decisiones. 

sin_titulo-1_6.jpgFoto cortesía de Mateo Sánchez

 

Cuenta María que la decisión de levantar el campamento y declararse en huelga de hambre respondió primero a la imposibilidad de otros mecanismos de presión como la movilización masiva por cuenta de las restricciones sanitarias actuales. Además, este método ya había sido usado con éxito por otras universidades y el replicarlo demostraba articulación del movimiento estudiantil a nivel nacional.  

“Quiero dejar muy claro que, aunque fue una “acción pacífica” no hay nada más violento que tener que atentar contra tu propio cuerpo para exigir derechos. No es lo mismo que esto lo hubiera hecho una persona que cree en el pacifismo o que es pacífica en sus modos de lucha a que lo hiciéramos seis personas que defendemos la movilización y la acción directa”, dice María.

Señala además que las exigencias en cuanto a la gratuidad jamás fueron hacia la universidad, puesto que son conscientes del estado de desfinanciación en que se encuentra. “De los 33.000 estudiantes 30.000 tributan en Medellín, hacen sus compras y pagan sus impuestos aquí”, agrega. De ahí que hayan dirigido sus peticiones a los entes gubernamentales antes que a la universidad.

udeadoble_0.jpgFotos cortesía de Mateo Sánchez

 

Sobre la llegada al campus y el montaje del campamento María recuerda que la seguridad privada de la universidad les impidió la entrada de manera violenta y en medio de la confrontación sólo una compañera logró acceder a las instalaciones, quedando sola adentro y declarándose inmediatamente en huelga de hambre. Cuando la compañera entró al campus consiguieron que una de las puertas quedara abierta y a sabiendas de que se requerirían varios agentes de seguridad para vigilar, María y los demás huelguistas intentaron negociar su entrada a cambio de dejar cerrar la puerta. Ante las negativas y falta de disposición de las directivas y los vigilantes, finalmente cedieron a quedarse fuera del campus con el compromiso de que se les permitiría acceso a baños y electricidad. 

Una vez cerrada la puerta se dan cuenta de que les habían mentido. Les prometieron dos baños bien dotados y sólo les habilitaron uno que además quedaba muy lejos de la portería del ferrocarril, lugar en el que levantaron el campamento. Por otro lado, la inseguridad del sector y la cantidad de mosquitos y olores que salían de las alcantarillas que los rodeaban hicieron mucho más compleja la situación. 

2_171.jpgFoto cortesía de Mateo Sánchez

 

Este mismo escenario se vio en otros de los campamentos dispuestos en las demás universidades del país. La seguridad privada, cumpliendo órdenes de las directivas, velaba por evitar el ingreso de los estudiantes a las instalaciones de las universidades. Incluso a algunos les pusieron alambre de púas, como si dejando por fuera el “problema” salvaran su responsabilidad. 

En el camino fueron encontrando respaldo en organizaciones sociales, colectivos audiovisuales y de derechos humanos, medios de comunicación alternativos, sindicatos de profesores y trabajadores de la universidad, compañeros y compañeras de las otras universidades que ya lo habían logrado, del Comité Departamental de Paro de Antioquia, la CUT y otros procesos sociales cercanos. 

La Cruz Roja y médicos de la universidad y voluntarios los acompañaron en temas de salud, mientras que la Secretaría de Salud brilló por su ausencia. También los acompañaba una patrulla de policía en las cercanías, sin embargo, además de ser testigos de robos en la calle, dice María que pasaron noches de mucho miedo porque eran constantemente hostigados por desconocidos que les tomaban fotos y carros sospechosos que permanecían en el sector. Al miedo se sumaron la dificultad para dormir por el ruido del tráfico de la zona, las condiciones del terreno sobre el que estaban las colchonetas y, por supuesto, la eterna incertidumbre a falta de respuestas. 

3_152.jpgFoto cortesía Mateo Sánchez

 

Sin embargo, estos seis estudiantes y todos los otros que los rodearon durante las 202 horas que duró la huelga resistieron contra todo pronóstico. “Váyanse de ahí, nosotros no tenemos nada que dialogar”, eran las comunicaciones que por terceros llegaban al campamento de parte de las directivas y del gobierno local, según cuenta María. 

“Muchos nos criticaron por incluir a las personas de estratos 4, 5 y 6 por considerar que son personas “de dinero” que tienen cómo pagar. Pero ahí hay dos premisas: primero, todo hogar, sin importar el estrato, redujo sus ingresos; segundo, creemos que la educación debe ser gratuita, pública, de calidad y universal, eso es lo que garantiza que sea un derecho, esa es la esencia de la educación pública”, dice María. 

A propósito de los largos días de huelga de hambre que pasaron antes de ser escuchados, María cuenta que fueron de muchísimo desgaste no sólo físico sino también mental y emocional. El que más bajó de peso fue un compañero que perdió 7 kilos, ella por su parte perdió 4. A los seis huelguistas se les aconsejaba hacer lo mínimo para guardar energías, sin embargo, los primeros días se mantuvieron muy activos para tener la cabeza ocupada y embolatar el hambre, lo que causó algunos desacuerdos entre ellos. 

Dice María que al principio no sentía hambre e incluso toleraba ver comida cerca. Con el paso del tiempo el simple olor le hacía querer comer sin parar. Paradójicamente, para saciar esa ansiedad de comer que sentía, ella y los otros huelguistas hablaban de todo lo que querían comer cuando terminara la huelga, llenándose el estómago a punta de imaginación. “Yo por cinco días no sentí hambre. Hasta que vi un pollo”, cuenta. Tuvo que tomar Milanta para contrarrestar un poco el dolor que le producía la gastritis. 

juntas2.jpgFotos cortesía Mateo Sánchez 

 

El 12 de julio, cuarto día de huelga, María empezó a tener quebrantos de salud. Primero, perdió las ganas de hablar y de pensar. Pasaba el tiempo pintando o mirando a la gente que pasaba –muchas veces insultándolos–. A María le dio osteocondritis, una inflamación en los cartílagos presentes en los huesos del pecho que causa una sensación similar a la de un infarto. 

Según el médico que la auxilió, esa fue la forma que su cuerpo encontró para somatizar el hambre, el cansancio y la falta de sueño. La recomendación era clara: debía abandonar el campamento. Sin embargo, ella decidió seguir en resistencia. Desde ese día redujo toda actividad y consiguió más colchonetas para poder dormir mejor. 

Mareos y migrañas fueron el día a día de los huelguistas. Al no poder tomar medicamentos con el estómago vacío preparaban infusiones. A veces comían pedacitos de bocadillo o banano para estabilizar los niveles de glucosa. “Una compañera se mojó una noche en la carpa y al otro día lloraba del dolor en el pecho –cuenta María–. Como yo no me dejé trasladar, ya no nos respondían los llamados de emergencia”. Sin embargo, recuerda que también se vivieron buenos momentos. “Las niñas nos íbamos a bañar todas juntas por las mañanas, nos subíamos el ánimo entre nosotras, poníamos música y bailábamos. Si alguna estaba mal todas estábamos ahí”, cuenta.

mateoudea17.jpgFoto cortesía Mateo Sánchez

 

El momento más crítico fue el 15 de julio cuando se anunció la nueva cuarentena estricta en Medellín. De cara a un fin de semana con festivo y toque de queda desde el viernes, los huelguistas empezaron a cuestionar su permanencia. Ya había pasado un fin de semana y sabían que esos eran días perdidos, pues la gente se olvidaba de ellos y esta vez serían cuatro días de resistir sin avance alguno. 

Por un momento consideraron levantar la huelga pues en ese punto el desgaste ya era casi insostenible. No todo había sido en vano, ya habían conseguido 13 mil millones de la Gobernación de Antioquia, pero eso no alcanzaba para todos. “Un compañero propuso que nos bajáramos de la huelga si la institución expedía un compromiso de estudiar las exigencias –cuenta María–. Otra compañera dijo que sin garantías no, entonces yo pensaba que si alguno seguía en huelga seguíamos todos y así fue”. 

La mañana siguiente les llegó la noticia. Luego de más de ocho días de huelga lo habían conseguido: la Universidad de Antioquia anunció matrícula cero para el 100% de los estudiantes de pregrado. Con los signos vitales por el piso los seis huelguistas se tomaron un batido y una sopa a modo de celebración. No pudieron comer más. Después de aguantar tanta hambre tenían el estómago encogido. 

“Sabemos que la posición del gobierno sigue apuntando a la privatización y a la desfinanciación porque es un gobierno corrupto. Si esto fue posible en épocas de pandemia, nuestra bandera como Movimiento Estudiantil tiene que ser radicalizarnos para que sea posible para siempre la matrícula cero. Si se logró en un momento de crisis económica grave queda claro que es un tema de voluntad política”, es la reflexión que deja María. 

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Mientras esto sucedía en Medellín, estudiantes de la Universidad Nacional hacían peticiones a través de cartas y documentos enviados al Ministerio de Educación, la Presidencia de la República y las directivas de la universidad. Videos de profesores, egresados y hasta figuras públicas empezaron a inundar las redes sociales compartiendo el mismo mensaje: “Salvemos la Universidad Nacional. Matrícula cero para todas y todos los estudiantes”. Sin embargo, no hubo respuesta alguna.

Cansados de no ser escuchados, varios estudiantes de las sedes Bogotá y Medellín se decantaron por las acciones. Santi (como le dicen sus amigos) de 20 años, estudiante de psicología en Bogotá, es una de las personas que, hasta la publicación de este texto, seguía en huelga de hambre en el campamento instalado en la salida de la calle 26. 

Lo que Santi y sus compañeros piden es muy claro: inyección presupuestal para solventar el déficit generado por la pandemia (que es casi igual al déficit histórico de la universidad que rodea los sesenta mil millones de pesos) y matrícula cero para todas las y los estudiantes de pregrado y posgrado en este segundo semestre del año y para los próximos dos en el 2021. Eso para el gobierno nacional; a las instancias administrativas de la universidad les piden que faciliten una mesa de interlocución con el gobierno y garantías de derechos humanos y bioseguridad para la movilización actual. 

Cuenta Santi que la movilización empezó el 27 de julio. Ese día unos veinte estudiantes se dieron cita sobre las 7 de la mañana en inmediaciones de la universidad. Sin mucha claridad aún de lo que vendría, lograron ingresar al campus saltándose las rejas cercanas a la entrada que da a la capilla. La seguridad privada de la universidad llegó y hubo conflicto. Superándolos en número los persiguieron en moto, pero los estudiantes lograron esquivarlos y llegar a la salida de la 26 donde de inmediato se encadenaron a las rejas. 

Desde entonces hicieron varios plantones, movilizaciones internas, velatones, pintadas, transmisiones en vivo y ruedas de prensa, pero a pesar de la presión mediática el silencio seguía siendo la única respuesta. Cuenta Santi que los medios tradicionales se acercaron el primer día. Las fotos de los huelguistas con capas rojas parados sobre el techo de la entrada sosteniendo una pancarta que decía “Que la indignación se vuelva pandemia” le dieron la vuelta al país. Sin embargo, luego de eso no volvieron más. Ha sido el apoyo de medios alternativos lo que los ha mantenido visibles. 

 “El primer día llegó mucha prensa, muchas donaciones. Para nosotros fue impresionante”, cuenta Santi. Esa primera noche estuvo marcada por el miedo y la incertidumbre. A la mañana siguiente entablaron diálogos para pedir condiciones dignas de salubridad. Pidieron que les abrieran algún edificio para poder usar los baños, pero no hubo autorización para eso. Quizás pensaban que así desistirían de la toma. 

 hazzasun21.jpegFoto cortesía Hazzas Elo

 

 “Tuvimos que hacer nuestras necesidades en el pasto y conectar una manguera a una llave externa que encontramos en un edificio para bañarnos, lavar la loza y las manos”, cuenta esta estudiante. Lograron que una señora de una tienda vecina les dejara usar su baño pagándole el día, pero en las noches, el potrero seguía siendo la única opción. Luego de varios días les proporcionaron un lavamanos y una ducha portátil. “Luego nos dejaron usar un baño de los celadores en una garita en la 26 pero cuando surge algún conflicto con ellos, instantáneamente nos niegan el ingreso” cuenta Santi. 

En cuanto a la seguridad, Santi y sus compañeros denuncian persecución y amedrentamiento. “Percibimos constante presencia de infiltrados, suponemos que de la policía o la Sijín. Algunos han logrado entrar y hemos tenido que sacarlos porque no se identifican. Otros están afuera vestidos de civiles tomando fotos y nos dimos cuenta que los recogen motos de policía. También hay drones constantemente sobrevolando”, cuenta.

juntas2_0.jpgFotos cortesía de Hazzas Elo

 

El lunes 10 de agosto, Santi y otros cinco compañeros y compañeras decidieron declararse en huelga de hambre después de dos semanas de campamento sin respuesta. Si bien se anunció matrícula cero para la Nacional, la verdad fue que la misma universidad, herida de muerte por el déficit histórico, destinó recursos propios para intentar solventar la deserción que podría superar el 50% del estudiantado para este semestre. 31.000 de los casi 50.000 estudiantes del alma mater recibirían alivios financieros. 

Además de empobrecer más la institución, esta medida venía con letra pequeña. El alivio cubre a estudiantes de estratos bajos y además está condicionado al PBM (escala que define el valor de la matrícula según las condiciones socioeconómicas de cada estudiante). Por su parte la ministra de educación dijo que ya había recursos destinados desde el gobierno nacional, aludiendo al programa Generación E (el nuevo ‘Ser pilo paga’), programa que se sabe beneficia al sector privado. Algunos incautos creyeron en la noticia y las donaciones empezaron a escasear. 

Los sindicatos de trabajadores y profesores, estudiantes y senadores de la oposición han sido quienes más los han respaldado mientras las directivas y el gobierno los ignoran, cuenta Santi. Sin embargo, hoy en día tienen pocos alimentos para los campistas y gestores de derechos humanos que acompañan la huelga. Además, el respaldo general por parte del estudiantado no ha sido el que esperaban. 

hazzasun43.jpegFoto cortesía Hazzas Elo

 

Sobre la preparación para resistir la huelga, cuenta Santi que empezaron comiendo muchos carbohidratos en busca de una sobrecarga alimenticia. Posteriormente pasaron a comer poco, tres veces al día sin nada entre comidas, luego dos y luego sólo un desayuno muy suave. La fase en la que se encuentran actualmente es de consumo de líquidos como caldos y agua de panela, suprimiendo casi al 100% los sólidos. 

Según cuenta, a pesar del esfuerzo “el gobierno ha hecho caso omiso. La alcaldía no reconoce la acción, no dejan llegar personería ni entes territoriales. Las administrativas de la universidad no han respondido a nuestras cartas y han hecho básicamente como que no estamos ahí”.

Desde su experiencia particular Santi cuenta que es una persona muy espiritual, practica yoga, medita y hace telas. Esto sumado a sus conocimientos en psicología le ha ayudado a equilibrarse desde que entró en huelga, pero aun así está pasando por situaciones que la desbordan. En cuanto a lo físico, cuenta que siente muchísimo frío todo el tiempo, tiene mareos y migrañas muy fuertes y cualquier sonido lo escucha muy fuerte.  Además de eso, el cansancio que siente a pesar de guardar reposo hace que se quede dormida todo el tiempo. La sensación de hambre ya no es tan fuerte pero los pensamientos se le han vuelto lentos. 

hazzasunlaurasantiagoentrevistadaycompanera.jpegFoto cortesía Hazzas Elo

 

“Cuando me despierto después de dormir mucho me siento sumamente deprimida. El cuerpo no funciona bien, está lento. Como se han dado tantas situaciones de inseguridad algunas veces tengo delirio de persecución, ataques de pánico y paranoia, siento miedo de estar aquí”, cuenta. Compañera, su perra, la ha acompañado todo el tiempo en el campamento y es quien la ayuda a mantenerse fuerte. 

Dispuesta a seguir el tiempo que sea necesario, Santi y sus compañeros completan ya casi dos semanas en huelga de hambre, siendo ya una de las más prolongadas hasta ahora y sin vislumbrar voluntad por parte del gobierno nacional. “Queremos estudiar, aunque nos toque dejar de comer”, sentencia. 

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El caso de la Universidad Pedagógica Nacional no dista mucho del de la Nacho. Cosme, estudiante de 24 años de licenciatura en artes escénicas, integrante de Aula y Palabra, Ciudad en Movimiento y el Congreso de Los Pueblos se encuentra en huelga de hambre desde el 18 de agosto. Él y otras dos personas empezaron ese día, pero con el paso del tiempo y ante la falta de soluciones se han ido uniendo más compañeros. 

duvan.jpgFoto cortesía de Duván Alonso Espinel 

 

Luego de más de tres meses de trabajo coordinado entre profesores, estudiantes, colectivos y organizaciones, Cosme y otros cuatro estudiantes vieron la necesidad de materializar las acciones que hasta entonces no habían tenido respuesta. “Sin mecanismos de presión directos, ni el gobierno ni la U nos iban a escuchar”, dice. Por eso decidieron ingresar al campus de la calle 72 el 27 de julio a las cinco de la mañana. 

Una vez adentro empezaron a buscar visibilización por medio de plantones, pintas y velatones, además del trapo de 20 metros que pintaron y que ha estado rodando por diferentes sectores de la ciudad en busca de apoyo popular. Durante este tiempo empezaron el conteo regresivo para la huelga de hambre. La última opción que les quedó para ejercer presión. 

Dice Cosme que la necesidad de matrícula cero para toda la comunidad estudiantil de la Pedagógica es imperiosa, pues el 96% de los estudiantes provienen de los barrios de la periferia, de sectores sin oportunidades. Con la llegada de la pandemia, la mayoría de estos jóvenes y sus familias se quedaron desempleados y sin recursos. Además, muchos de ellos no tienen internet ni equipos que les permitan seguir con las clases virtuales. 

duvanjuntas.jpgFotos cortesía de Duván Alonso Espinel 

 

Es por eso redactaron un pliego de peticiones que se divide en peticiones internas y externas. A la universidad le exigen garantías académicas durante el tiempo que dure la emergencia sanitaria, conexión de internet y equipos a quienes lo necesiten, apoyo psicosocial, reformas al reglamento estudiantil con perspectiva de género, garantías laborales para los y las profesoras, catedráticos y ocasionales y capacitaciones en uso de herramientas TIC. Al gobierno le piden recursos para garantizar la matrícula de la totalidad de los estudiantes. 

duvan1.jpgFoto cortesía Duván Alonso Espinel 

 

“Creemos en la idea de que la educación debe ser gratuita, crítica, digna y antipatriarcal”, dice Cosme. Apoyados en eso se mantienen en pie de lucha a pesar de las dificultades que han pasado en los más de 25 días que llevan de campamento. Cuenta que hay drones sobrevolando sobre todo en las mañanas y en los días de movilización. Además, denuncia persecución policial porque en las guardias nocturnas han encontrado carros parqueados vigilándolos y personas rondando. 

“Lo que se recauda en un día en Transmilenio alcanza para la matrícula cero de todo la Universidad Pedagógica y hasta sobra un poco de dinero”, asegura Cosme, quien considera que la financiación no es un tema de recursos sino de voluntad. “El gobierno no asume su papel en la educación, que cree que las universidades públicas son espacios de terrorismo y no quiere girar los dineros necesarios. Se jactan de decir que son el gobierno que más dinero ha dejado a las IES, pero lo real es que solo aportan entre el 3% y el 5% de los recursos necesarios”, agrega.

duvan3.jpgFoto cortesía Duván Alonso Espinel

 

Actualmente se están articulando con los huelguistas de la Universidad Nacional para fortalecer la protesta y se declaran en pie de lucha frente a toda adversidad. Saben que el camino es largo y más complicado por ser universidades que dependen directamente de la nación, pero están dispuestos a seguir hasta donde sea necesario. 

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La crisis económica agravada en el país por cuenta de la pandemia no ha sido ajena a los estudiantes de las universidades públicas. Hoy en día muchos de ellos se enfrentan a la disyuntiva entre comer o estudiar. La huelga de hambre ha sido uno de los mecanismos de presión que han adoptado algunos estudiantes buscando que el gobierno finalmente tenga en cuenta sus exigencias, un mecanismo que hoy eclipsan otros problemas del país.

Sin embargo, el logro de María y los demás estudiantes de las diferentes universidades públicas que hoy cuentan con matrícula cero para todo el estudiantado ha dejado entrever que más allá de la existencia o no de los recursos, la voluntad política es el factor decisivo para lograr la financiación. La plata está y son los gobernantes quienes deciden hacia qué sectores se dirige. 

Ya durante el Paro Nacional de 2019 se había hecho evidente la falta de disposición del gobierno nacional para sacar de la agonía presupuestal a las públicas. Ahora, en plena pandemia, las universidades que dependen directamente de él son las que completan las huelgas de hambre más largas y de condiciones más complejas. 

El recrudecimiento de la violencia y las masacres en el país invisibilizan aún más los esfuerzos de quienes siguen resistiendo. La indiferencia y la falta de empatía, no sólo de las instituciones y de la ciudadanía, sino también de los mismos compañeros, vuelven cada día más difícil el camino para los huelguistas que siguen dando la lucha por la educación pública, gratuita y de calidad. 

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