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ilustración: @imaiages

El dolor detrás de un feminicidio

Después de casi tres años, el caso en Barrancabermeja de María Angélica Polanco sigue sin ser cobijado por la justicia. Este texto reconstruye los hechos y recoge la voz de Libia, la madre.

Laura Bohórquez / @laurafbohorquez

Libia Miranda de Polanco supo desde el primer momento que a su hija le había pasado algo terrible. Para ella fue inusual que no le contestara las llamadas y no llegara a su casa la noche del viernes 17 de julio de 2020. A la mañana siguiente, cuando recibió un mensaje de su nieta para informarle que seguía sin aparecer, una corazonada le advertía que María Angélica Polanco ya no estaba con vida.

 

Recuerda ese día con exactitud. Aquella tarde habían tenido una breve llamada telefónica donde María Angélica le comentó que se vería con su expareja sentimental, Arlington Polo Ariza, porque él quería arreglar las cosas. “Mami, hablamos lueguito, es que Arlington me acaba de llamar y me citó porque quiere hablar conmigo. Está enamorado de mí”, fue lo que le comentó.

 

A las 6:00 p.m. terminó su jornada laboral. Ella trabajaba como docente de los grados tercero, cuarto y quinto de primaria en el colegio Santa Teresita en Barrancabermeja. Media hora después se encontraba en su casa ubicada en el barrio Torcoroma y, según investigaciones hechas por la Fiscalía, se observa en las cámaras de seguridad de la zona que subió a una camioneta que coincide con la que conducía su exesposo y que incluso se observan los logos de la Unión Sindical Obrera de la Industria de Petróleo, USO, organización a la que pertenecía Polo Ariza. Este fue el último día en que fue vista con vida.

 

Desde aquel viernes a las 7:30 de la noche su celular estuvo apagado y con él llegó un indicio de su situación. A pesar de los intentos de localizarla y de la denuncia realizada por su desaparición, todo fue en vano.

 

En medio de una reunión familiar los titulares de un canal de televisión local anunciaban: “Encontraron un cuerpo con las características de la docente desaparecida”. El corazón de Libia Miranda de Polanco parecía detenerse por un momento, pero la esperanza seguía acompañándola. Sin embargo, 15 minutos después, la Policía llegó a su casa para pedirle el reconocimiento de un cuerpo que coincidía con el de María Angélica. Fue su hermana quien sacó el valor para hacerlo y quien lamentablemente verificó que era ella.

 

Cinco días después de su desaparición, el martes 21 de julio, habitantes del corregimiento el Llanito de Barrancabermeja, encontraron en una alcantarilla en alto grado de descomposición el cuerpo de María Angélica Polanco. En medio del horror, los vecinos avisaron a las autoridades. La ciudad se vio envuelta en una nube de tristeza y dolor.

 

Los días después del feminicidio

 

Como si fuese una espectadora de su propia vida, Libia no comprendía lo que había pasado. Recuerda el transcurrir de los días, mientras ella se quedaba sola en aquel momento y el mundo avanzaba con rapidez, sin darle espacio para un respiro. Después del hallazgo llegó el silencio, la tristeza y el dolor que quedó para ella como madre y para sus tres nietos de 21, 13 y 2 años.

 

Fue el mismo silencio que quedó en el colegio Santa Teresita, en donde no encontraron las palabras para explicarle a los estudiantes o “hijos”, como a Angélica le gustaba llamarlos, que la profe de matemáticas no volvería al salón.

 

Aunque no había pensado dedicarse a la docencia, era una profesión que llevaba en la sangre. Su madre es maestra y desde pequeña desarrolló admiración por la pedagogía. “Ella me ayudaba a trabajar. Cuando estaba en la universidad estudiando Contaduría, venía en las tardes y a veces dictaba las clases por mí. Eran jornadas muy bonitas, con mucho amor y alegría, como ella era”, recuerda Libia con nostalgia.

 

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La investigación en la Fiscalía

 

Han pasado casi tres años desde que ocurrió el asesinato y, a la fecha, aún no han capturado a ningún responsable. Según el Observatorio Feminicidios Colombia, en 2020 en el país ocurrieron 630 feminicidios, de los cuales 18 fueron en Santander, uno de ellos fue el lamentable caso de María Angélica. Según las investigaciones hechas por la Fiscalía y los testimonios ofrecidos por familiares, el presunto responsable es su expareja sentimental, Arlington Polo Ariza, con quien convivió 12 años.

 

Se sabe que la última persona con quien ella tuvo contacto, antes de desaparecer, fue con Polo Ariza. No obstante, al ser citado a indagaciones, su expareja negó los cargos y en medio del interrogatorio sufrió un altercado de salud que le impidió continuar y, además, le imposibilitó asistir a otra audiencia.

 

Una de las hipótesis indica que la razón de Polo Ariza para cometer el crimen serían discusiones por bienes patrimoniales, ya que aún tres años después de la separación el hombre no había cumplido con la manutención de su hijo. Según Libia, el hombre se rehusaba principalmente porque su hija ya compartía con otra persona con quien tenía un bebé de cinco meses.

 

En la cámara de seguridad de la zona de residencia se observa que ella subió a una camioneta Alaskan color azul oscuro 4x4 doble cabina que coincide con la de su expareja sentimental. Después de este encuentro, el vehículo fue lavado en Yondó, Antioquia. En el carro se encontraron señales de  golpes en una de las ventanas. Además, permanecía en un taller después de haber sido hallado el cuerpo de la docente.

 

Entre los sospechosos también está el escolta de Polo, quien era su mano derecha y constantemente lo acompañaba. El hombre huyó de Barrancabermeja. Tiene una circular azul por la Interpol y se encuentra entre los más buscados del Magdalena Medio. Se le acusó del delito de feminicidio agravado y ocultamiento, alteración o destrucción de elementos materiales probatorios.

 

Libia sigue exigiendo justicia para su hija. No comprende cómo teniendo todas las pruebas en el caso no hubo celeridad y dejaron escapar a ese hombre. “¿Saben por qué matan a las mujeres? Porque los hombres ven que no pasa nada, que no se hace nada y que quedan libres”, expresa con dolor.

 

Sin verdad ni justicia

 

En la última conversación que tuvieron madre e hija, Libia le manifestó su inconformidad y miedo ante la cita de esa noche, a lo que la docente contestó: “Mami, tranquila, él me ama y ama a su hijo, qué daño me va a hacer”. Este crimen destrozó la vida de la familia Polanco, en especial la de los tres hijos que, aunque cuentan con el apoyo de abuelos y tíos, saben que nada volverá a ser igual.

 

Meses después del feminicidio, en conversaciones con su nieta, ella le contó que eran constantes las discusiones y, en medio del conflicto, Polo Ariza le dejaba de hablar. “Le hacía maltrato sicológico, ella le daba la comida y él la botaba. Actuaba de una forma muy desagradable, se iba de la casa por días”, recordó. Hubo también golpes, pero la familia nunca supo sobre estas agresiones. Libia, intentando seguir la pista detrás del feminicidio, habló con los vecinos para conocer más sobre la relación. “Ellos nos dijeron que los sacaba a la calle, los humillaba y se quedaban ahí hasta que a él le daba la gana de abrirles la puerta”.

 

Y como quien permanece en un bucle durante un intervalo de su vida, la familia no se sobrepone al dolor. Ahora las fechas especiales carecen de sentido. Si bien ha pasado un tiempo desde que se cometió el crimen, es un duelo que ha sido difícil de llevar por la impunidad de quien presumen es el asesino.

 

Este es el relato individual de una familia que perdió a su hija, aunque también puede convertirse en la triste historia de los familiares de las 630 mujeres que en 2020 perdieron su vida víctima de una violencia machista. Y, a la fecha, ¿cuántas han recibido justicia? “Todavía amo a Angélica donde esté. Le digo todos los días: te amo, hija. Ya se imaginan ustedes lo difícil que ha sido vivir sin ella. Me levanto y quisiera que fuese una pesadilla el saber que ella no está porque un mal hombre la quiso desaparecer. Y ya ella no va a volver, ella no va a volver”.

 

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*Este contenido fue uno de los 10 ganadores de la convocatoria CARTEL LO PUBLICA realizada en 2023.

 

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