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Del puente para allá hay censura: la lucha por las paredes en Cali

En Cali no solo se ha dado una batalla cuerpo a cuerpo por la dignidad. En el marco del Paro Nacional los muros también han sido el terreno donde se han enfrentado aquellos que buscan dejar un mensaje de resistencia y los que buscan pintar de gris la ciudad.

Alejandra Botina @labc_06 y Suku @suku_mix

Partimos desde el sur del país, bajo un cielo grisáceo parecido a la pintura con que se ha borrado la memoria, callado las paredes y silenciado al arte durante el Paro Nacional. Viajábamos rumbo a la ciudad de Cali, hoy la capital de la resistencia, respondiendo al llamado de la Minga, de los colores que representan nuestra diversidad; al auxilio y reparación del mensaje y de la palabra.

Viajábamos atendiendo a una convocatoria para la renovación de los murales que fueron tapados en la ciudad como un acto de censura a los reclamos de los manifestantes. Allí un grupo de artistas de diversas zonas del país decidieron asistir. No solo se trataba de recuperar los muros; buscábamos no perder paredes que, más que informar, han gritado en nombre de un país que se desangra. La coyuntura actual que vivimos nos obligó a no hacernos los de los oídos sordos, ni de la vista gorda y por eso decidimos actuar.

Nos separaban más de 400km y recorrer tres de los departamentos más golpeados por la violencia y el narcotráfico: Nariño, Cauca y finalmente el Valle. Transitando el camino, se evidencian los rezagos de la lucha del pueblo: peajes, estaciones de policía y locales quemados, transporte escaso y con sobre precio, acompañado de la zozobra que se ve en los rostros de quienes pasan por la carretera.

Viajábamos a Cali, la capital de la resistencia, de la digna lucha, de la olla comunitaria, de la barricada. Una ciudad que ha dejado en evidencia la resiliencia que ha tenido el pueblo para levantarse una y otra vez, pues allí se han resumido las violencias o hechos más crueles que se ha vivido en la historia actual de Colombia. Casos como el mal llamado “asesinato colectivo” de cinco niños en de Llano Grande o los asesinatos ocurridos en el marco del Paro Nacional (un número que rodea las 80 muertes según cifras de la fundación Nomadesc), así como las denuncias de desapariciones y los cuerpos mutilados, dan fe de lo que ha sido la vida en esta ciudad.

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En cuanto llegamos a Cali nos recibió y hospedó Nomadesc, una fundación nacional para la defensa de los derechos humanos convencida de que, a través del muralismo, se pueden crear canales de comunicación directa, de memoria y reparación del tejido social. Esta fundación ha participado en el proceso de uno de los murales censurados y por este motivo brindaron un espacio en su sede para los artistas que lo requerían.

Desde el inicio del Paro Nacional el movimiento muralista del país se ha involucrado de lleno y participado activamente. Desde su labor siempre han sido consientes del poder comunicativo de las paredes y de cómo se generan diálogos y ejercicios pedagógicos a través de las mismas.

(Lea ‘Tres perspectivas sobre el Paro Nacional’)

Y es que tal vez nunca antes en el marco de una protesta social, en nuestro país, las paredes hablaron con tanta fuerza y en cada rincón de cada ciudad. En el marco de las manifestaciones de los dos últimos meses, el arte urbano ha demostrado la inconformidad, denunciado el abuso y expuesto la desigualdad de un pueblo agobiado y agonizante. Cali, por supuesto, no ha sido ajeno a esta lucha que se da también desde el arte y se ha convertido en estos dos meses en una de las ciudades donde más ha dado de qué hablar el arte urbano. No solo por los impactantes mensajes de sus murales, sino también por la censura de la que han sido víctimas.

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La calle 5ta con carrera 5ta es una zona emblemática de la ciudad de Cali. De hermosos atractivos turísticos naturales y arquitectónicos, esta parte de la ciudad se ha visto envuelta en una disputa territorial sobre uno de sus muros y en la que, según quien quede “vencedor”, el muro se pinta con una denuncia o se pinta de color gris plomo. En los últimos dos meses y medio éste gran muro de al menos 150 metros de largo por 8 metros de alto, ha sido intervenido seis veces en su totalidad, dando cuenta de una disputa sin precedentes sobre el espacio público.

Esta batalla por los muros en la ciudad se ha dado así:

Antes de comenzar el Paro Nacional se pintó la denuncia Que paren el genocidio. Algún tiempo después, cuando debido a la tensión generada por el Paro, funcionarios de la alcaldía borraron los murales de los alrededores con contenido similar, se genera polémica nacional y por presión, al día siguiente, los mismos funcionarios de la alcaldía intentaron restaurar los murales que no terminaron de cubrir.

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Posterior a esto, los artistas repararon los daños realizados en sus murales. Sin embargo, algunas semanas más adelante, un grupo de ciudadanos, entre ellos personas como Andrés Escobar (el recordado pistolero que salió armado en defensa de la policía), convocaron, nuevamente a la comunidad a una gran pintatón para devolverle a Cali el color gris plomo que ha caracterizado estas jornadas en varios sitios del país. Esta última acción solo duro siete días, pues diferentes sectores artísticos se movilizaron y recuperaron el espacio con color, mensajes de dignidad y respeto por la vida.

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El pasado 4 de julio, en horas de la mañana, algunos caleños se dieron cita en el sector para dar inicio a la “gran pintaton” con la intención de borrar todos los murales que no cumplían con los parámetros de su curaduría. Se hizo un llamado a toda la comunidad y a la familia caleña a ser parte de esta iniciativa, pero finalmente quienes terminaron manchándose las manos y borrando los murales, fueron algunos jóvenes desempleados (a los cuales les prometieron 70 mil pesos y terminaron dándoles 30 mil), bachilleres de la policía y algunos trabajadores los cuales fueron enviados por sus jefes a saldar su turno diario “colaborando con la comunidad”.

En esa tarde gris, más que tapar murales, se borró la memoria. La gente desconcertada transitaba la calle 5ta tratando de descifrar lo que ocurría. Muchos esperaban la siguiente acción por parte de artistas y jóvenes caleños, pues la movilización, la respuesta inmediata y “el aguante” de éstos había sido contundente en los anteriores episodios de censura.

Y así fue. Durante la semana empezaron a conversar y a unir esfuerzos distintos colectivos de grafica urbana de la ciudad y artistas independientes que exigían volver a pintar las expresiones acalladas. Empeñados en no dejarse vencer por la censura, se reunieron el pasado 10 de julio para pintar de nuevo las paredes. Que paren el genocidio, En Cali secuestran mujeres, 6402, ¿Y los desaparecidos? Somos diferentes, La memoria no se borra y ¡La lucha es por la vida!, fueron los mensajes que incomodaron a algunos sectores de la sociedad supuestamente por su incitación al odio y a la división.

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La convocatoria fue exitosa y se dieron cita en el puente del chorizo oleadas de personas entre curiosos asistentes y transeúntes. El apoyo de la comunidad a la respuesta por parte de los artistas fue uno sin precedentes.  Las cornetas, los pitos de los carros y las arengas a favor de la nueva pintaton que se estaba llevando a cabo, fueron contundentes e hizo sentir el clamor de la gente que ha sido testigo de una Cali resiliente.

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El encuentro concluyó con éxito. Sin embargo, aunque dejó un balance positivo y confirmó que Cali tiene aguante para rato, la censura no faltó a la jornada. Según la administración local, uno de los colectivos se desvió de los parámetros establecidos y realizó un mural que incita al odio y a la división y que, según dijeron, también genera contaminación visual. El mensaje de la administración ha sido replicado por los medios locales y nacionales bajo el título de “murales que incitan al odio”.

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Que paren el genocidio es el mensaje que ha suscitado la polémica por el que nuevamente se enfrentan sectores de la sociedad. Desde la administración, dicen que no quieren censurar y que apoyan todas las expresiones artísticas, pero que este mensaje, este mural, no entra en esta lista y amenaza con pintarlo de gris nuevamente y dárselo a un grupo de artistas que se ajusten a los lineamientos establecidos por ellos.

(Conozca ‘Junior Jein y Buenaventura, una historia de desigualdad y aguante’)​

El mural fue realizado por la comunidad en cabeza de un grupo de artistas de la ciudad y diversas regiones entendiendo a Cali como un punto donde convergen personas y costumbres de toda Colombia y una de las voces más resonantes del Paro Nacional, con el fin de brindar solidaridad y visibilidad a hechos que enlutan al país.

La fundación Nomadesc, brinda espacios de palabra, reconciliación y memoria donde han participado muchas de las víctimas de la violencia que se vive en todo el país, pero especialmente en el sur occidente colombiano. El resultado quiere dar a entender que en ningún lugar del mundo es aceptable que la vida sea tan menos preciada y prescindible. Por esta razón, se decidió sostener la palabra y renovar nuevamente el mensaje porque lo consideran acertado y reparador. Pues reconocen en ésta una de las alternativas para visibilizar procesos que van encaminados a la impunidad, al encubrimiento.

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No ha pasado ni una semana y “ciudadanos de buen actuar” han convocado nuevamente a una pintatón, para tapar con gris todo lo que se realizó en la jornada artística, el mural se encuentra envuelto en una polémica en donde participan directamente miembros del centro democrático, la alcaldía de Cali, diversas dependencias y varios colectivos de grafica urbana, a la espera de que lo más seguro es que vuelva a ser fondeado. Mientras fundaciones y víctimas, recogen firmas y hacen lo humanamente posible por sostener la palabra y mantener el mural.

Las personas que han sido partícipes de su elaboración y renovación muchas veces, dicen que esta batalla la pierde el que desfallezca primero. En medio de este enfrentamiento sobre los muros, tal vez estamos viendo la consolidación de una primera línea gráfica.

 

 

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