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Fotos Cortesía Lou81

Solo pinto en las paredes, no hago parte de ninguna contrarrevolución cubana: el bombing de Lou81

“Acá no hay leyes para regular el grafiti porque no existía nada hasta hace un tiempo. Te atrapan y te quieren hacer creer que de verdad lo que estás haciendo está muy mal”.

Angel Carrillo Cárdenas

Primero fue la actuación. Después la danza contemporánea. Los bailes populares y la rumba. Como alguien que va tachando expresiones artísticas de una lista que otra persona elaboró, pero con la que se siente bien. “A mi madre siempre le gustó ponerme en cualquier cosa artística que veía por ahí, como el ballet clásico. En ese momento, años noventa, había un gran problema de racismo acá y a las academias no les gustaba que hubiera personas de color haciendo ballet”. Entonces llegó al baile español. “Bailando flamenco duré mucho más tiempo. Me enamoré, solo quería bailar, pero había que ponerse muchos trajes con lentejuelas y muchos accesorios específicos y mi familia no tenía una posición económica buena y lo tuve que dejar”. Luego se dedicó al modelaje y ahí se quedó un buen rato.

Es posible que todo esto le llegara a Glenda Tapia Noajed, más conocida hoy como Lou81 por su tag que ha ido llenando los muros de La Habana, por un relevo generacional. “Mi abuela es graduada de la Academia nacional de bellas artes San Alejandro, tal vez eso lo tenía en las venas por ahí”. La idea de la moda y la indumentaria siempre está dándole vueltas en la cabeza. “Yo quería ser diseñadora pero no sabía cómo pintar la ropa, como vestir un maniquí, cómo hacer un vestido. Ahora, con el tiempo, fue que empecé a descubrirme en esta cosa de la intervención de la ropa. Yo quiero pintorretear todo, no solo las paredes con mis bombas sino mi ropa, la ropa de mis amistades. Ya me dicen: mira, tienes que parar”. Pero Lou no ha hecho caso.

 

***

 

¿Tuviste algún empleo antes de dedicarte al bombing?

 

Fui vendedora en un mercado (acá en Cuba les decimos ferias). Como desde 2015 estuve trabajando en este giro, que es completamente distinto a lo que hago hoy pero, ya sabes, hay que vivir, hay que comer. Hace dos años, más o menos, fue que empecé a dedicarme completamente a la pintura.

Ahí había gente que vendía pinturas, las ya clásicas del carro americano, o la mulata con el tabaco, esas cosas que son puro souvenir. Yo vendía ropa. Un par de veces puse ahí cosas intervenidas por mí, un sombrero, un cenicero, pero no era algo constante. Estar ahí me robaba demasiado tiempo, no podía crear nada. Tuve la suerte de encontrarme con una grafitera brasileña en el mercado que me mostró otro mundo, otra manera de vivir.  

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¿Cómo giraste entonces hacia el arte urbano?

 

En el 2014 yo estaba en el Parque de G, un lugar donde se reunían los freakies, los punks, los skaters y tal. Se juntaban a dar el perro por la noche. Ahí conocí a un muchacho que se convirtió en mi pareja. Él ya hacía plantillas y algo de grafiti. En ese momento no había mayor arte urbano acá, si acaso dos o tres tags por ahí regados.

Con el tiempo empecé a frecuentar una galería que queda en Prado y Neptuno, a ver cuadros, tags, firmas, y me quedé fría, diciéndome: Bueno, y esto qué cosa es y por qué no lo había visto. Empecé a ver a la gente pintando y decidí que yo quería probar también. Ahí empecé a verme con Fabián, 2+2=5, y le digo: Oye, cómo es que tú haces esto, enséñame, dime por dónde arranco.

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Empecé a hacer una firma, dos o tres bombitas, a meterme en el mundo poco a poco. En ese momento no había economía para comprar latas de espray; acá siempre la economía ha sido complicada. Así que empecé con una brocha y un poco de tinta imprenta a salir por las noches. Ahí, en 2016, no hacía letras sino unos monstruos raros. Me sentía bien haciendo los bichos esos porque me parecía que estaba soltando todo lo malo de esa manera.

Luego terminé con esa pareja. A veces cuando quieres salir de lo negativo que has tenido en tu vida como que quieres quitarte de todo, dejar de hacerlo todo. Estuve como tres años sin pintar. Cuando comenzó la Covid yo ya estaba con otra pareja, Taiko, y empezamos a hablar de grafiti encerrados en la casa, a hacer dibujos en libretas. Y empecé una nueva etapa colorida.

 

¿Cómo fueron las primeras salidas a pintar?

 

Uno nunca está conforme con lo que hace y a mí me falta todavía mucho en cuanto a técnica. Cuando empecé a salir, no me gustaba lo que estaba haciendo, pero me sentía feliz y eso era lo que realmente importaba. Además, la pintura que usaba era muy mala, las brochas estaban horribles, no teníamos nada. Tenía una pintura a la que mi novio le echaba pedacitos de papel para espesarla (al menos eso decía él). Todo muy precario.

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Dice la curadora y crítica cubana Yanelys Nuñez Leyva que “la amenaza más común que hace la policía cubana a los grafiteros es la de acusarlos de maltrato a la propiedad social (…) esta ley, más que controlar la imagen de los espacios públicos, tan deteriorados por estos lares, intenta regular expresiones de inconformidad y posibles mensajes subversivos”. Teniendo en cuenta que el bombing se encuentra en ese espectro de ilegalidad, ¿te consideras una grafitera contestaria?

No, aunque realmente cuando aquí en Cuba te coge la policía, eso parece que no importa: si tienes mensajes políticos o no. Con quienes más he tenido problemas es con la gente de planificación física, son los que te dicen que esa pared no es tuya, que no la puedes pintar, que tienes que sacar un permiso.

Acá el grafiti aún no se entiende. Cuando he tenido problemas con la policía ha sido por firmar, por hacer tags. Yo lo que quiero que entiendan, las autoridades y el resto de gente, es que el grafiti que yo hago es para embellecer, para transmitirles a las personas felicidad. Que tú abras la puerta de tu casa y a pesar de tantos problemas que hay en este sitio en el día a día, te encuentres con una sonrisa.

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Hace poco estábamos haciendo un mural en San Isidro, en casa de una señora que nos dio permiso, pero que quedaba al lado de un consultorio médico. Llegó a nosotros una señora que era, según explicó, la segunda jefa de higiene, y nos dijo que eso no se podía hacer. Que no podíamos pintar junto a un consultorio que está cerrado hace medio millón de años, porque aquí no hay ni medicamentos ni médicos ni nada. Y no pudimos seguir. Es así todo el tiempo. Tienen pánico y terror a todo. Yo le mostré los bocetos a esa persona y, ¿sabes lo que era?: una mujer negra con un turbante y un mundo dentro.

 

Me decía Mr. Myl hace unos meses que “la pintura era performance ilegal que requería una ejecución y una situación sincronizadas para que funcionara en medio de tanto carro patrulla y vigilante disfrazado. Era bastante peligroso ser atrapado en la noche haciendo grafiti: ser atrapado por la policía era algo bien complicado ya que el único precedente de grafiti en la isla era el contestatario”. ¿Cómo es tu relación con la policía?

 

Hace poco estuve detenida, me metieron en un calabozo por un tag que estaba haciendo en la noche; realmente ya no salgo a pintar en la noche porque no estoy para esas situaciones, la pasé realmente mal.

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Estaba haciendo un tag en un zinc, un material que iban a botar de una construcción. Pasa un oficial en una motico y me para. Resultó que yo estaba en la esquina de una estación de policía. Me pidió el carné y me dijo (a mí y a mi novio también, que estaba conmigo en ese momento): Ustedes se quedan aquí porque son interés del Estado.

Nos recogieron en una patrulla para llevarnos y nos metieron en calabozos separados. Me preguntaron que si yo tenía que ver con la contrarrevolución, que si tenía tatuadas las palabras «patria y vida». Me hizo otro montón de preguntas absurdas. Yo le dije: Oficial, mire, yo lo único que hago es poner mi nombre, no tengo nada que ver con eso de lo que me habla, me han hecho pasar la noche entera aquí sin necesidad. Acá no hay leyes para regular el grafiti porque no existía nada hasta hace un tiempo. Te atrapan y te quieren hacer creer que de verdad lo que estás haciendo está muy mal. Yo le dije: Mira, te repito que yo soy grafitera, yo pinto en las paredes y ya, no hago parte de ninguna contrarrevolución. Y todo eso lo hacen para asustarte, como me asustaron a mí, para que no pintes más.

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Haces bombas con tipografía redondeada, hasta bloques contundentes de pocos colores. ¿Cómo has descubierto y consolidado un estilo?

 

Por documentales que he visto, informándome. Acá las cosas son así. Me gustan mucho los block letters, quiero hacerlos con rodillo. Quiero aprender todas las técnicas, desde la lata al rodillo. Me gusta el tamaño, que es contundente, que es un diseño sencillo, y se mira bonito. Yo aún no he pintado en gran tamaño, le tengo respeto a ese formato. Ya que me hablas de él, cada vez que veo las cosas de Mr. Myl (porque él es el senséi aquí) yo me quedo como: wow, dios mío, tengo que intentar hacer esto.

 

¿Cómo ha sido tu entrada a las galerías?

 

Mi propósito ha sido siempre darme a conocer, no solo en la calle; la calle me ha dado todo esto, fue en la calle donde empecé, pero yo quiero más. Tuve la oportunidad de exponer en La marca. De un momento a otro, después de que me presenté, llegó Roberto Ramos y me dijo que tenía un espacio para exponer. ¡Yo me sentí tan importante al hacer una exposición! Nos metimos 15 días a La marca a organizar todo. Fue mucha gente, yo no podía creerlo, incluso vendí obra ese mismo día.

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A Lou81 la encuentra en Instagram.

 


 

 

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