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La vuelta al mundo de INTI compartiendo murales que revelan la idiosincrasia latinoamericana

Con piezas de hasta 20 metros de altura, este incansable artista chileno le ha puesto color a las paredes de Paris, Lisboa, Rabat y otras ciudades del mundo. Sus viajes por el globo le han dejado una producción de más de cien murales, uno de ellos realizado recientemente en Barranquilla, a donde llegó para participar en el festival Killart 2018. Convertido en un embajador del arte urbano latinoamericano, este creador criollo se llena de imaginarios ancestrales que combina con la religión y la cosmovisión local de cada lugar que visita.​

Andrés J. López / @vicclon

El día que INTI salió de Chile para cruzar la frontera hacía otros países latinoamericanos se dio cuenta que el continente entero era su país. Pero Latinoamérica se le quedó pequeña, y después de recorrer países cercanos como Perú, Brasil o Bolivia dio un salto que lo ha llevado a convertirse en un auténtico embajador del arte urbano suramericano a nivel internacional. Francia, Portugal, China, Marruecos, Eslovaquia, India, Holanda o España –donde reside actualmente, en Barcelona- han sido algunos de los países en los que este trotamundos del grafiti ha dejado su ya reconocible estampa: murales de gran formato que evocan el sincretismo cultural en Latinoamérica, apelando a constantes de nuestra idiosincrasia como las flores, las balas, los cráneos –ya sean como rostro o como ornamento–, los corazones, las cruces, los astros, las cerámicas, la música andina, los perros, las aves, las cabras y el maíz o el ají.

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Imagen tomada del Facebook de Lienzo Urbano.

 

 

En cada uno de estos viajes, Inti procura que el mural se conecte realmente con el territorio donde lo está haciendo, por eso intenta comportarse y sentirse al máximo como un nativo del lugar, explorando costumbres, creencias y bailes y otros elementos típicos del paraje a donde lo lleva su arte. Una de sus visitas más recientes fue a Barranquilla, ciudad en la que participó en la cuarta edición del Killart, el festival de arte urbano de Barranquilla en el que estuvieron otros grafiteros de talla internacional como Volátil, GLeo, Mr. Garek (Venezuela), Real Sociedad Clandestina, Cart1 (Francia) y Gizheb. El recuerdo de Inti para los habitantes de La Arenosa es hoy el mural vertical más grande de la ciudad, ubicado en la Plaza de San Nicolás, en la calle 33 con carrera 41.

(No deje de ver lo que sucedió en Killart 2018, la confirmación del arte urbano en Barranquilla)

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Después de su paso por Colombia, Inti regresó a Chile, de donde lleva viviendo 10 años por fuera, para reencontrarse con los orígenes de su arte. Nacido en la ciudad portuaria de Valparaíso en 1982, y bajo el apellido Castro, Inti creció rodeado de artistas, específicamente de músicos. A los  13 años, al darse cuenta que no era tan afinado como sus allegados, empezó a realizar sus primeras pintadas callejeras, con tags, personajes y letras. Esto lo aprendió de sus amigos, otros grafiteros de la época, o revisando revistas extranjeras. Su acercamiento a las culturas ancestrales latinoamericanas y a otras ramas del arte mundial se dio cuando entró a la Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar.

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En su natal Valparaíso, este artista es recordado por un muro de 20 metros y que fue considerado en su momento el más alto del país. “Se hizo en una época en la cual no había muchos murales de ese tamaño y tampoco se conseguían todos los elementos que hay ahora. Fue una terquedad absoluta pero con andamios y buscando pinturas gratis se logró hacer”, recuerda.

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Justamente ese mural lo realizó en el marco del festival ‘Graffiti Porteño’, al cual llegaron decenas de artistas locales y extranjeros y en el cual Inti tuvo rol como organizador. Para muchos, ese festival puso a esta ciudad chilena en el mapa del arte urbano, siendo hoy reconocida como uno de los destinos turísticos más palpitantes para los interesados en apreciar arte urbano. Además de su trabajo en solitario en Valparaíso y otras ciudades chilenas, Inti también hace parte del colectivo STGO Under Crew, un parche de grafiteros que abarca los estilos que hacía en sus inicios y que se acercaban más al hip hop, como el lettering, personajes, bombing y wild style. Al crew lo completan Hesoe, Fisek, Saile, Lrm, Myre y Rdg1 y a veces Inti sigue colaborando con ellos de manera ocasional, pintando cosas totalmente alejadas de sus colosales murales en tamaño y estética. Admite, eso sí, que prefiere dejar estos trabajos callejeros como algo de esparcimiento y por eso ni siquiera les toma fotos o las sube a sus redes.

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La cercanía de Inti a las culturas ancestrales se hace evidente no solo por el origen de su nombre (“Inti” es el nombre en quechua que los incas le tenían al Sol) sino que su obra está llena de imaginarios ancestrales, que hábilmente combina con la religión, la cosmovisión local de cada ciudad o pueblo que visita y algo de su propia mirada. “Es como una utopía”, afirma. Los protagonistas de sus murales son una mezcla de personajes aferrados a la cultura chilena: los incas, las tribus, los campesinos, los representantes de la Iglesia católica y los revolucionarios. A esos personajes, Inti les agrega formas mutantes, de cierta manera aterradoras, y a través de las cuales, en algunas ocasiones, busca poner el foco en problemas de la sociedad chilena como la pobreza o su convulsionada historia política.

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Más allá de su trabajo como muralista, Inti tiene toda una trayectoria trabajando esculturas y acrílicos, formatos con los que expone en interiores. Un ejemplo de esto fue la exposición ‘Profane’, que tuvo abierta entre febrero y marzo de este año en la Galerie Itinerrance de Paris, en cuya culata ya había pintado, en octubre de 2016, una enorme mujer sosteniendo una manzana pero haciendo alusión a la teoría de la gravedad de Isaac Newton en vez de la del Jardín del Edén. Allí, una escultura de más de dos metros de alto de lo que parece ser una virgen sosteniendo un cadáver, les daba la bienvenida a los asistentes. En palabras de este artista, la muestra “proponía una reflexión sobre lo frágil de nuestras creencias frente a lo efímero e incierto de la vida. Por medio de la desacralización y la sátira nos invita a examinar nuestros propios dogmas en busca de redefinir nuestras pautas sociales”. Para causar más impacto, la supuesta virgen estaba rodeada por un cinturón de balas. “Intento hacer un juego basado en el simplicismo, la mezcla de culturas y en cómo una puede absorber o influenciar sobre otra —comenta—. En este proceso se generan difusiones de cosas que no tienen nada que ver pero se terminan fusionando, como un diablo bailándole a una virgen en Bolivia”.

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Esta escultura tenía el rostro del Kusillo, un arlequín con nariz ovalada y ojos y boca pequeña muy ligado a la cultura latinoamericana. El Kusillo es un personaje propio del pueblo Aymara, originario de Bolivia, Perú y parte de Chile. “El clown lo rescato al igual que lo sacro. En Latinoamérica se le veía como algo sagrado y no simplemente como un objeto de risa; eran capaces de decir lo que los demás no se atrevían y eso cumplía una función muy importante dentro de las comunidades. Aún sigue siendo fundamental ese personaje juguetón que al mismo tiempo hace una crítica política directa por medio del humor y el sarcasmo”, explica Inti, un artista que si bien se considera espiritual también es profundamente antirreligioso.

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“[Las  mujeres con velo] se interpretan como vírgenes, pero al fijarse en ellas hay una especie de símbolo semejante a una Madonna o a una representante de la Iglesia católica. Yo lo veo como una retrospección del símbolo de la mujer porque en la Iglesia se han apoyado en cosas del ser humano como el nacimiento, la relación con el cosmos, la búsqueda de respuestas absolutas y la mujer como el ser que da la vida. Son imaginarios propios del ser humano y se apropiaron de ellos —afirma—. Mi idea es recontextualizarla; es como robarle la imagen al catolicismo y mostrarla en otras cosas, porque si te fijas en los elementos y el discurso generado a partir de ellos, dicen algo alejado de la religión”.

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La visita de Inti a Barranquilla no fue la primera que realizó a Colombia, un país al que le valora el nivel de organización que han alcanzado los festivales de grafiti. Su anterior paso por nuestro país fue en 2014, cuando visitó Cali en el marco de la Bienal Internacional de Muralismo y Arte Público. El mural hecho en la capital del Valle del Cauca se llamó “Nuevo latir” y tiene una rama de olivo, en protesta por toda la violencia que ha atravesado la ciudad por el narcotráfico y la delincuencia. Este muro que Inti dejó en la Sucursal del Cielo es una mínima parte de un trabajo que, según sus cuentas, ya supera el centenar de obras de street art.

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Es tan abundante su producción en murales que el pasado abril lanzó su tercer libro recopilatorio llamado Color, carnaval y resistencia!, en el que hace un resumen de sus últimos cinco años recorriendo el mundo. Antes ya había publicado un trabajo titulado simplemente Inti y otro más rústico y con menor producción, también con bocetos y pintadas suyas. Esto no solo le sirve a sus seguidores para conocer los trabajos hechos alrededor del mundo, sino al propio autor porque, según lo explica, “es la mejor forma de poder guardar lo hecho por mí. El trabajo en las paredes es efímero y se deteriora, y el libro es la única forma de que un artista pueda tener eso de forma física”.

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Desde que empezó a pintar de niño, Inti no se ha detenido y todos los elementos artísticos y culturales que se le han atravesado en su extenso recorrido por toda Latinoamérica le han servido para crear una obra típica de toda una región. Ahora es considerado uno de los muralistas más representativos de Chile, pero con el paso de los años, el conocer más artistas y empaparse de la cultura de países de todo el mundo, su espectro se ha abierto y ahora quiere crear algo más global con elementos como estrellas, galaxias y planetas. Pero es consciente de que aunque recopile lo máximo de cada continente “en mi mochila siempre pesarán más mis raíces latinas”, concluye.

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