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Jupiterfab: murales que cuestionan comportamientos de la sociedad moderna

Este artista urbano italiano ha viajado por el mundo realizando piezas que abordan la inmigración y sus consecuencias sociales y culturales, y el uso muchas veces irresponsable que hacemos de los dispositivos tecnológicos. Su trabajo siempre pretende impactar en las comunidades donde trabaja, como ha ocurrido en Cuba, Togo y recientemente en nuestro país, donde intervino en el municipio de Mosquera.

Andrés J. López / @vicclon

Fabrizio Bianchini, o Jupiterfab, lleva 13 años por fuera de su natal Italia siendo testigo de lo que es ser un extraño en tierras lejanas, dejando sus murales en cada lugar al que va. Actualmente está radicado en Guadalajara, México, donde pintó los rostros de varios habitantes del Parque Morelos para llamar la atención sobre la degradación y la delincuencia del lugar, pero también para cambiar su imagen negativa. “Yo no soy de hacer un mural cualquiera e irme. Todo trabajo se debe hacer con y para la comunidad, pero no me sirve que solo lo vean allá. En mi búsqueda también pretendo generar un impacto global”, afirma.

Con esa idea en la cabeza, este creador de 39 años aterrizó por primera vez en Colombia para participar en el II Festival Internacional de Muralismo de Mosquera, celebrado entre el 21 y 28 de julio con el tema “Trueque como dispositivo de memoria”. En el evento también estuvieron Guache, Mr. Garek (Venezuela), Kno-Delix, Nico, Newst y Juan David Quintero, curador del Museo de Arte Contemporáneo. Como su visita fue breve, trató el trueque desde la inmigración en general, enfocándose en las posesiones más valiosas para alguien que acaba de dejar su lugar de origen: un libro, representando la lengua nativa; una foto, para recordar a la familia y amigos; la fe, que se conserva así se esté lejos con miembros de otras religiones; y una carta, como símbolo romántico de memoria y también porque no quería agregarle un celular.

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Migrants' memories. Mural hecho en Mosquera.

 

 

Jupiterfab, su tag, lo creó por obligación durante su época universitaria, mientras estudiaba idiomas y mercadeo. “En Italia, mi nombre es muy común y cuando tuve que crear un email ya era usado por muchas personas. Coincidencialmente, había comprado un disco de The CureWild Mood Swings, de 1996— donde aparecía la canción ‘Jupiter Crash’ y antes de ponerme a traducir las letras me había gustado mucho el sonido de Jupiter (en italiano al planeta se le dice Giove). Así nació Jupiterfab”, recuerda. Cuando fue a crear su página, tuvo el mismo problema, por lo que decidió usar el mismo nombre de su correo hasta finalmente adoptarlo.

Como todo pintor, Jupiterfab trató de mostrarse en galerías de arte, pero se dio cuenta que la visión general de estos espacios es más comercial que artística o social. Eso lo aburrió y lo sacó a la calle. “Al hacer un cuadro, este iba a una galería, un comprador o un museo que lo mostraría hasta que fuera famoso. Solo lo vería un rico y no la gente del común. Yo quise hablarle a más personas y por eso llegué al muro, porque cualquiera pasa cerca de él y se le enfrentará en distintas situaciones o climas, generando varios puntos de reflexión”, comenta.

Con este objetivo para sus pintadas, en enero de 2009 llegó a Charlois, un distrito al sur de Róterdam (Holanda), por una residencia de seis meses que se ganó. En ese tiempo conoció a inmigrantes, artistas y habitantes del lugar que le contaron de la inseguridad, los bajos salarios y los problemas de educación. Basándose en la información recopilada, pintó dos murales con el apoyo del distrito, una fundación y otras organizaciones locales, plasmando la esencia de la zona. Él recuerda que en la inauguración todos los habitantes llenaron la calle para ver su trabajo y agradecerle. Eso bastó para que quisiera conocer otras culturas y “donar la experiencia y sabiduría a más gente”.

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Murales en Charlois.

 

 

Luego de Róterdam, empezó a viajar por distintos países en los que a veces se radicaba un tiempo. Eso le sirvió para darse cuenta de las situaciones de cada lugar, para recrearlas en pintadas. Así, por ejemplo, en 2012 estuvo en Toronto, Canadá, tratando la migración de caribeños, italianos y tamil (de la India) y su relación con los canadienses partiendo desde la religión. Entre 2013 y 2015, en el barrio industrial de Poblenou, en Barcelona, se unió a escritores, antropólogos y fotógrafos para mostrar la identidad del barrio a pesar del proceso de gentrificación que busca cambiar la clase social por otra con mayor poder adquisitivo, forzando a los viejos habitantes a desplazarse, junto a sus tradiciones o costumbres.

En ocasiones solo está unas pocas semanas o unos días en algún evento al que lo inviten. En estos casos no puede hacer un análisis tan exhaustivo del lugar, sin embargo siempre está pendiente, como en 2011, cuando pintó en una bienal de muralismo en Santiago de Cuba. “No fue restringido pintar porque fue algo legal, pero no hubo pago y antes de comenzar el muro nos dijeron, a todos los artistas, que tal vez no fuera a haber blanco, un color necesario para mí. Al final sí hubo y todo salió bien —comenta—. Pero en ese tiempo sí me di cuenta de los contrastes de la isla y la recursividad de sus habitantes: arreglan los carros viejos porque no hay modelos nuevos, recurren al turismo para sobrevivir. A pesar de eso, Cuba destaca mucho a nivel de deportes o medicina y todos tienen una carrera universitaria, así sean pobres”.

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Mural en Santiago de Cuba.

 

 

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Otras veces no ha sido bien recibido y lo han amenazado de muerte. A finales de 2013 estuvo en Lomé, Togo, trabajando con la ONG Ange, que le da refugio, alimento, salud y educación a cientos de niños. Una noche, cuando estaba empezando, su trabajo fue saboteado y varios rostros del mural fueron pintados con rojo y en el lugar dejaron una nota. “Decía que no pintara en el patio o que me arriesgaba. Frente al lugar había una mezquita y los de la ONG sospecharon que habían sido ellos, porque Togo es en su mayoría católico pero ha habido un fuerte crecimiento del islam y algunos le temen. Hablé con el imán (el encargado de dirigir la oración en la mezquita) y me dijo que los musulmanes no rezan en un sitio donde hay imágenes. Mi mural estaba afuera, pero el calor africano los obliga a abrir las puertas del lugar. Al final me dijo que velaría por mi seguridad, pero debí esperar y pintar en otro muro”.

Los proyectos con comunidades son solo una línea de trabajo de Jupiterfab. La otra se vincula al papel de la tecnología en nuestra vida actual, al uso excesivo de dispositivos o al cambio que estos han generado en las personas. A este proyecto le ha llamado Is this modern society?, y admite que más que un ataque es una muestra de escenas comunes para crear una reflexión sobre lo positivo de su papel, pero también sobre sus impactos negativos. Él explica que el uso irresponsable de tecnología “crea una adicción o hábitos que se normalizan y perjudican la vida social y familiar. He descubierto que se ha estudiado la situación pero pocos artistas hablan del tema o las instituciones no invierten para el buen uso de la tecnología, por eso me pareció importante abordar el tema”.

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​Mural en Guadalajara.

 

 

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​Mural en Manchester.

 

 

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Mural en St. Catharines, Canadá.

 

 

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Cuadros de Is this modern society?.

 

 

Para hacerlo más completo, varios muros son acompañados con audios hechos por el mismo Jupiterfab. La idea surgió en Barcelona, al darse cuenta de la acústica particular de varios vecindarios cuyas calles son estrechas, con piso de piedra y edificios altos. Luego consiguió un zoom de sonido y descubrió otro mundo que la imagen (en televisión, vallas, videos, comerciales o murales) no le permite apreciar. En cada ciudad descubrió pautas sonoras particulares, por eso lo implementa cuando puede al mural. Confiesa que en galerías también lo ha hecho, pero estos espacios le bajan el valor a la intervención y al final se convierte en “algo más”, que nadie aprecia de la misma manera. También graba un video del proceso, porque para él el muro será más apreciado si se entiende su trasfondo.

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