Altaïr Lopes, neomuralismo con ‘glitch’ hecho en México
A este artista de 30 años lo motiva estar en la calle, allí en donde el arte se hace más honesto y es menos pretencioso. A través del ‘glitch’, una técnica para pixelar las imágenes, Altaïr quiere mostrarle al peatón que realmente vivimos bajo una ficción. Conozca la obra de este artista, otro de los creadores criollos que está pegando duro en América Latina.
‘‘Cuando haces murales en espacios públicos, o en la calle, debes entender que quizás al día siguiente tu mural no estará. Es arte efímero. Por eso disfruto más del proceso que del resultado final’’, dice Altaïr Lopes. Este neomuralista, como se define él, nació hace 30 años en la Ciudad de México, la misma ciudad donde estudió Artes Visuales en la UNAM y está gran parte de su obra, principalmente urbana.
Aunque ha creado obras de estudio, piezas gráficas y pinturas de caballete, lo que en verdad lo motiva es estar en la calle. ‘‘Me gusta más interactuar en espacios públicos: el arte urbano es más directo, más honesto, y menos pretencioso’’, explica. En las calles se acerca a las personas que ve caminando por los espacios que piensa intervenir y les pregunta sobre el tema que tiene en mente. Con ese método expande su panorama y ese boceto que tiene, siempre en la cabeza y no materializado, se transforma en una composición en los muros que interviene.
Estaciones de tren o museos abandonados son espacios que convierte en lienzos cargados de elementos hiperrealistas, futuristas y de ciberficción, dándoles una característica muy propia: el glitch. Con este efecto de imagen pixelada, Altaïr le da un aura virtual a sus trabajos, demostrándole a las personas que las imágenes no siempre son reales, sino que también son digitales y, por lo tanto, erróneas. “La gente construye su supuesta verdad nutriéndose también de la realidad virtual, que tiene más errores que el mundo tangible. Con el glitch trato de hacer evidentes esos errores”, dice este artista. Lo que busca es cuestionarse (y cuestionar a los demás) sobre lo que es la realidad, algo influenciado en él por libros como Neuromante, de William Gibson, o la película The Matrix, de las hermanas Wachowski.
Para él, actualmente se vive en una ficción y obras como Realidad Simulada y Cyberficción y Feminismo reflejan ese pensamiento que tiene. En el primero representa el idilio amoroso que nace en el mundo cibernético y el segundo le apunta a la inclusión. Para crear Cyberficción y Feminismo se acercó a la perspectiva que tienen las mujeres mexicanas sobre la feminidad y el feminismo, y realizó 15 murales que daban cuenta de esas opiniones. sin dejar a un lado el elemento ficticio.
Además de cuestionarse, Altaïr utiliza el arte para convertir abstracciones en elementos tangibles. A los 10 años soñaba recurrentemente con un hombre con cabeza de cabra que lo aterraba, por eso se le midió a pintar ese personaje y así hacer tangible la abstracción que lo perseguía. ‘‘Pedí que me dejaran solo pintando para enfrentar ese viejo temor. Resultó ser un muro liberador”, cuenta.
No fue ese el único sueño que convirtió en mural, también lo hizo con sueños de otros: el de una niña que soñaba con un hombre rana, y otros miedos como la pediofobia (miedo a los muñecos) o la anitideofobia (miedo irracional a la mirada de un pato).
Por la versatilidad que intenta darle a su obra, Altaïr no se queda solo en los muros. Hace un tiempo produjo Licor Barato, una instalación de un carro accidentado a la entrada de un museo que ilustra las consecuencias de manejar en estado de ebriedad.
‘‘Entendí que la instalación también puede tener un peso importante dentro del arte urbano, solo que a veces lo estereotipamos y pensamos que se limita a los murales. La mayoría de personas que deambularon por el museo especularon que algún ebrio había estrellado su camioneta. Eso quería hacer: despertar una reflexión en el espectador’’, explica Altaïr.
Si quedo con ganas de ver más de la obra de este tipo, pásese por aquí.