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Del grafiti rebelde al muralismo colosal: Ceroker y sus 15 años de arte urbano

Creador de varios murales emblemáticos de Bogotá, este artista urbano y diseñador ha dedicado la mitad de su vida al street art. La búsqueda por elevar su pasión a una forma de vida rentable le supuso más de una crítica. No obstante, es uno de los muralistas más representativos del país, ha trabajado con tres administraciones distritales y hoy está detrás del estudio A tres Manos.

Diana Martínez López

A diferencia de la mayoría de nosotros, el olor a caño no le produce asco a Ceroker. De hecho es un aroma que le recuerda la primera vez que pintó, rodeado de aguas negras, con los zapatos sucios y los dedos cansados. “Fue una sensación muy extraña —recuerda este bogotano de 30 años de edad y 15 de trayectoria en el mundo del arte urbano—. Yo no tenía aerosoles y usé unos industriales que tenía un amigo que estaba conmigo. En esa época lo más fácil de pintar eran los caños porque en las paredes era realmente ilegal, no se podía por ningún motivo… pero ese día llegó la policía a molestar y nos metimos al caño, que estaba todo lleno de mierda. Así era que se hacía antes”. 

Camilo Ernesto Gordillo “Ceroker” se vio influenciado en principio por la legendaria escuela neoyorquina del grafiti, por el hip hop y por la década convulsa en la que vivió sus años de infancia. Es una de las figuras más representativas del muralismo colombiano gracias en parte a su múltiple participación en festivales latinoamericanos.

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Foto por A tres manos

Detonarte, un evento de arte urbano que se lleva a cabo en Quito, fue el escenario donde se encontró de frente con su pasión. Para esa época -2008- él solo pintaba letras, no sabía mucho de street art y desde su postura de grafitero adolescente —como él mismo afirma— pensaba que quienes se dedicaban al muralismo eran unos tramposos que usaban plantillas en vez de las manos para producir sus piezas. Lo que él plasmó durante el festival no recibió ningún tipo de atención comparado con las piezas claras y directas que se llevaron todas las miradas de los asistentes. “Uno no puede ser tan egoísta de llenar toda la ciudad con el nombre [propio] y terminar pintando solo para uno”.

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Foto por A tres manos 

Luego se matriculó a Diseño Gráfico en la universidad Jorge Tadeo Lozano, donde se fortaleció en ilustración, pero dejó la carrera a medias. Tiene opiniones encontradas acerca de la academia, pues a pesar de haberle ofrecido una formación fundamental en tipografía —que es en lo que se está enfocando ahora—, no necesitó un título profesional para dedicarse a lo que le gusta. “No tiene ningún sentido seguir estudiando si puedo invertir ese tiempo y esa plata en mi proyecto personal —dice Ceroker—. Llegué a un punto en el que ya había aprendido lo que quería aprender en la universidad, así que dije ‘suerte’ y me dediqué a lo mío… menos mal me fue bien”.

Menos es más. Sus piezas carecen de efectos y ornamentos porque el 2D ha sido la fórmula perfecta para plasmar lo que quiere sin necesidad de ser un gran dibujante pues, como él mismo afirma, gracias al Diseño se dio cuenta de que no es necesario tener una gran destreza con los trazos para comunicar con eficacia un mensaje. De hecho, asegura que entre menos elementos contenga una pieza mayor será su impacto visual. 

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Fotos por A tres manos

Si por algo impactan los muros de Ceroker es por la precisa selección cromática. Es imposible no sentirse atraído por su paleta de tonos, que aunque parece ser muy nutrida, está en realidad conformada por una triada bien contrastada: verde bali, rojo fiebre y naranja plural.  

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Foto por Camila Castillo

La rapidez y la espontaneidad del grafiti pasan a un segundo plano a la hora de hacer un mural. Él es consciente de su dificultad para improvisar así que se ha hecho amigo de la preproducción digital: prefiere pararse frente a la pared con un boceto terminado, la idea clara de cómo lucirá el producto final.  

Los personajes cobran importancia en su obra. Durante un viaje en el que recorrió Suramérica por dos meses se empapó de la riqueza artística sudaca y la transportó hasta sus muros a través de la creación de individuos con características indígenas. Prefiere dibujar los rostros de perfil para permitir la legibilidad de la pieza a grandes distancias. “Para mí un mural tiene que verse desde lejos —explica el artista—, asemejándolo a una valla publicitaria. Yo dije: tengo que hacer algo super icónico y super sencillo así que empecé a juntar las tendencias de arte latinoamericano con el arte bizantino y el griego y salieron esos personajes que eran como una mezcla surrealista”.

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Foto por Maltipatiando

Su admiración por el antropólogo y escritor peruano Carlos Castaneda, quien centró gran parte de su trabajo en el poder y el misticismo que rodea al peyote, le sirve de influencia. Las máscaras y sombreros de animales que adornan algunos de sus personajes son el resultado de su fascinación por este tema, que se concentró en la teoría de que todos tenemos un nahual, es decir un animal en el que nos convertiremos. El de Ceroker es el zorro, un animal recurrente en sus creaciones. 

En 2011 nació un proyecto al que bautizó Sincero, la revolución de las letras, el cual tuvo como objetivo visibilizar las problemáticas que el país atravesaba en ese momento, como la crisis de la educación pública y el asesinato de Tripido, a través de frases a en gran formato compuestas por su apodo y una palabra complementaria. Esto se dio influenciado por el contexto de izquierda que rodeaba la vida del artista en ese momento. Sin embargo, el proyecto se vino abajo cuando Ceroker se dio cuenta de que estaba siendo parte de un discurso que no iba para ningún lado y que realmente no estaba dando el mensaje que quería. “Una vez pintando un letrero grande que decía ‘Cero pobreza’ pasó un habitante de calle y que me dijo: ¿Pero usted qué sabe de la pobreza?... usted está pintando algo que no sabe qué es. Eso me hizo pensar si realmente le estaba llegando a la gente que quería llegarle, si estaba transmitiendo el mensaje que quería. Ahora pienso que no se trata de dar mensajes agresivos en un país que ya tiene mucha agresividad, que está lleno de guerra”. 

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Foto por Camila Castillo 

Decidió empezar a pintar para la gente. Con el proyecto Mil colores para mi pueblo pudo llevar sus trazos hasta territorios afectados por la violencia y olvidados por el Gobierno. Con sus murales quería contar historias e incentivar a los habitantes a imaginar otras vidas. El proyecto logró que la comunidad se uniera por el embellecimiento de la zona por medio de talleres. “Si el vecino se odiaba con el de al lado —recuerda Ceroker—, se unían y pintaban entre los dos, volvían a conectarse como comunidad”.

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Foto por Camila Castillo

Para Ceroker todo comienza con el grafiti como un acto de rebeldía pero de eso no se puede vivir. En su búsqueda por elevar el trabajo que hacía a un nivel profesional y una forma de vida rentable, empezó a trabajar con marcas como Converse, Nike y Presto. Se ha ganado más de un hater que lo tilda de vendido, pero no se avergüenza de su faceta comercial, pues si bien elabora murales para clientes, dice que puede proponer y pintar lo que se le venga en gana. 

Aunque para muchos el conflicto entre el arte urbano y la oficialidad es imposible de resolver, Ceroker ha trabajado con tres administraciones distritales desde que comenzó en este cuento. Su participación se ha centrado en proyectos que tienen como objetivo realzar la importancia del grafiti como atracción turística en Bogotá y como componente importante de la comunidad, entre los que están: Muros Libres con Lucho Garzón y Distrito Grafiti con Enrique Peñalosa. Pero algo deja claro: jamás volverá a pintar muros con mensajes políticos o religiosos de ninguna índole. 

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Foto por Sr mao

Se inclina por el trabajo colectivo. “Muchos son egocentristas y pintan solos —explica Ceroker—. A mí siempre me ha gustado pintar con alguien porque pienso que uno aprende más de las otras personas”. Este pensamiento lo llevó a crear el estudio A tres Manos, con el que ha venido trabajando hace tres años y el cual le ha permitido seguir tomando vuelo, ahora en compañía de sus amigos. El proyecto lo conforman Ceroker, Mugre y Deimos, tres diseñadores y artistas urbanos que buscan llevar la ilustración en la calle a un nivel más profesional. Se juntaron motivados por la pasión que le tienen al street art y con el objetivo de trabajar con marcas que les gusten. 

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Foto por Maltipatiando

Lo que viene para este man y su colectivo es trabajo y proyectos por montones. Spray On y Severo Estudio son las dos apuestas principales. El primero le apunta a la realización de un festival de arte urbano en la capital que pueda relacionar el grafiti con el diseño, y el segundo es un estudio que busca fortalecer el trabajo con marcas. Por otro lado, a Ceroker le quedaron gustando las galerías desde su exposición en Barcú, así que con la intención de refrescar su trabajo y experimentar nuevas cosas, está en la búsqueda de volver a exponer en sitios diferentes a la calle. Con su colectivo quiere irse de tour por Europa el próximo año para abrir la mente y no parar de evolucionar: salir de la zona de confort. Van 15 años de Ceroker y sabemos que serán muchos más. 

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El próximo miércoles 15 de noviembre, Ceroker participará en el evento Ilustres Ilustradores en compañía de Mierdinski, Paula Bossio y Raeioul, organizado por Poliedro y la Alcaldía de Bogotá. Aquí mismo puede encontrar toda la información de esta charla.

 

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