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Espiritualidad, dietas y cannabis: la ruta alternativa de un sobreviviente del cáncer

Después de un descenso a los infiernos del exceso y la paranoia, el protagonista de este reportaje recibe una noticia definitiva: tiene cáncer de estómago. El hombre rechaza la medicina tradicional y se aferra a la meditación, a las dietas alcalinas y a la marihuana para salvar su vida.

Mario Rodríguez H. | @quevivalaeMe

En la foto que me muestra Germán Ruiz se ve el humo que invade a plena luz del día el cuarto donde solía rematar sus usuales farras. Sus ojos hinchados dan cuenta del ritmo de vida que llevaba en el viejo continente el exbajista de Purulent, una banda colombiana de metal que tocó en Rock al Parque de 1996.

En 2008, radicado y jodido en España, de parranda en parranda, sin trabajo y debiendo tres meses de alquiler, Germán terminó un curso para ser profesor de español como lengua extranjera y empezó a enviar hojas de vida a algunos países de Europa del este. “Las mujeres juegan un papel muy importante en esta historia —dice—, y por eso decidí aplicar a estos países, porque esas nenas me enloquecen”.

Finalmente, a Ruiz le salió un trabajo en Riazán (Rusia). “Dejé mamando a los bancos y a la empresa de teléfonos, menos al del alquiler porque era amigo mío”.

Sin hablar ruso, encorbatado y muy elegante, Germanov —como le dicen— arrancó hacia el país del Kremlin, las noches blancas y el jodido vodka. “Encontré una ciudad pequeña donde yo era el profesor joven y extranjero, y me volví loco. Yo antes bebía, fumaba y era de rumbas duras, pero fue allá donde toqué fondo en todo sentido. También perdí el control a nivel mental”.

cancer-2.jpgSe metió de cabeza en las teorías de la conspiración a todo nivel: político, cultural, alienígena-masón-reptiliano. Se convirtió en un conspiranoico que creía profundamente en la existencia de un orden mundial capaz de dominarnos a todos. “Es un tema que se arraiga mucho en uno y lo menciono previo a la enfermedad porque yo parecía un ermitaño en pleno invierno ruso buscando toda clase de respuestas y teorías. Esa rabia y ese odio eran una carga emocional muy fuerte. Yo no podía tener calma mental. Además en Rusia era muy jodido conseguir moño (marihuana), que es algo que siempre me ha calmado”.

Germán empezó a sentir dolores fuertes y continuos en el estómago, las articulaciones y los músculos, acompañados de fatiga excesiva y falta de sueño.  “No fui al hospital porque simplemente yo no hablo tanto ruso como para contarle a un médico mi situación, así que pese a los fuertes dolores decidí esperar y me fui a pasar vacaciones en España”.

La noticia llegó ocho días después de la biopsia que le practicaron en el hospital de Barcelona, justo cuando Germán mejor se sentía, cuando su alimentación era más balanceada, cuando el ejercicio de nuevo hacía parte de su rutina, cuando su estado físico parecía impecable y cuando mentalmente se encontraba más tranquilo. Una doctora le explicó que tenía cáncer, que dentro de su estómago habitaba un tumor multifocal de tres milímetros que se podía expandir rápidamente.

El hombre no lloró. No reaccionó de ninguna manera. Pensó que tal vez él mismo lo había provocado por el descontrol de su vida.

Debían quitarle un buen pedazo del estómago y después vendrían las quimio y radioterapias. “Programamos la gastrectomía pero en realidad yo no estaba dispuesto a esos procedimientos tan invasivos. Cuando a mí me dicen que me tienen que quitar la mitad del estómago yo simplemente no lo acepto. Evidentemente no fui [al procedimiento]. Para mí fue como un mensaje de la vida para aprender. Sentí que debía enfrentarme a la enfermedad de forma diferente. Empecé a leer y a investigar. Con todo esto de las teorías de la conspiración, me encontré con las mafias farmacéuticas y la verdad sobre la alimentación, entonces me convencí de que debía haber otra cura aparte a la medicina tradicional, y bueno, empecé a meditar y a experimentar, como en una búsqueda de respuestas”.

Fue, irónicamente, una de las mejores épocas en la vida de Germanov, en la que él asegura haber encontrado la paz interior a pesar del tumor. “Alcancé [la paz] porque no quería nada, no anhelaba nada. La alcancé porque lo que me daba felicidad, era el simple hecho de estar vivo y no me importaba absolutamente nada más”.
Los médicos que trataron su caso estaban alarmados y lo presionaban para que se sometiera al tratamiento. “Lo riesgoso era que le hiciera metástasis y no se detectara a tiempo”, asegura Andrea Hernández, especialista en oncología y también hermana de Germán.
Para el paciente era importante regresar a su país, pues la familia sería el apoyo que en el extranjero le había hecho falta. Hacía tanto tiempo que no los veía... debía aprovechar la que podría ser una última oportunidad.

“Yo ya había empezado a investigar sobre el aceite de marihuana, pero en Europa [la yerba] es exorbitantemente cara. La oportunidad para comprar estaba en Colombia, pues es de los pocos países del mundo donde un kilo de marihuana sigue siendo accesible para el bolsillo”.

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De vuelta en Colombia, con un tumor en el estómago, sus sobrinos lo ayudaron a preparar aceite cannábico en la cocina de la abuela. Compraron un kilo de marihuana, la maceraron y destilaron en alcohol industrial al 98%. Después filtraron los residuos en una olla arrocera cualquiera. “Tuvimos que traer un ventilador porque en todos los videos que había visto decían que era un proceso inflamable y altamente peligroso: había que dejarlo enfriar y con una jeringa recoger lo que parecía una especie de melaza”.

Todas las mañanas se tomaba dos gotas de aceite de cannabis y se iba a trabajar a la International House, en Bogotá, una escuela que lo contrató como profesor de español para extranjeros. “Tuve que dejarlas solo para las noches porque cada gota era una traba putamente brava y no podía llegar a dictar clases así. No podía andar todo el tiempo trabadísimo”.

cancer-1.jpgGermán también se ayudó con una infinidad de suplementos y complementos que importaba desde Rumania, como inyecciones de vitamina C, extractos de guanábana, Omega 3, papaya fermentada, graviola y MSM (Milagroso Suplemento Mineral de Jim Humble).

Cambió radicalmente la rutina, incluyó en su vida desde dietas disociadas y alcalinas, hasta el crudiveganismo. Practicó una gran cantidad de tratamientos alternativos, como el método Reset de Suzanne Powell, terapias Reiki y sungazing, una práctica de meditación que consiste en mirar directamente hacia el sol durante unos minutos a ciertas horas del amanecer.

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Por segunda vez, Germán Ruiz Castaño tenía programada una gastrectomía total, pero esta vez en su país natal. La agresiva operación ahora sí resultaba ser una solución viable después de que el tumor aparentemente se redujera lo suficiente gracias a toda la ruta de espiritualidad que andó, a las dietas que adoptó y a las gotas de marihuana que consumió.

 

La noche antes de partir hacia el hospital, Germanov prendió el que sería su último baretico durante algún tiempo. Los temores antes de semejante cirugía abundaban en la mente del hombre y la marihuana ayuda a lidiar con ellos. Sus sobrinos, los grandes compinches en tierras bogotanas, lo acompañaron entre humos y risas, tratando de no pensar que el día siguiente sería determinante.

“Maricas, tuvo que darme cáncer para que yo volviera a este pueblo. Estoy algo nostálgico, debe ser porque hace rato no fumaba y sé que pasará bastante para que podamos volver a pegarlo —les confesó Germán a sus sobrinos—. Cuando estás ante una enfermedad como esta, lo más importante es estar vivo ahora. No importa nada más, ya no odias a nadie. Cualquier cosa es mejor que estar muerto, entonces ya no tienes conflicto con nada”.

La operación fue un éxito.

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Según la Liga Contra el Cáncer, en Colombia “cada año surgen alrededor de 3688 casos en hombres y 2209 en mujeres, de los cuales mueren anualmente por esta causa más de 2051 hombres y 1930 mujeres, convirtiendo este tipo de cáncer (el de estómago) en una de las primeras causas de muerte por cáncer en el país”. Por otro lado, la liga asocia los factores de riesgo de contraer algún tipo de tumor con el excesivo consumo de alcohol y de tabaco, las dietas desbalanceadas, las enfermedades previas, e incluso el sexo o el tipo de sangre.

Escucha uno decir constantemente en las calles: es que ahora todo da cáncer.

“Soy un afortunado en todo el sentido de la palabra —dice Germanov—. Yo lo único que quería era dar un testimonio real para que la gente por lo menos supiera que hay otras formas de tratar y luchar contra el cáncer. Que ni los químicos ni la radiación son el único salvavidas”.

De todo lo que probó durante la enfermedad, la marihuana es lo único en lo que todavía conserva confianza o a lo que le concede algún poder curativo. “¿De qué otra forma se explica que el tumor no se hubiese expandido o regado? La cannabis es un anticancerígeno natural”.

En Colombia es casi medianoche mientras en Barcelona, ciudad a la que decidió volver, casi está amaneciendo. Mi tío Germán me dice vía Skype que va a ir a dar una vuelta en bicicleta para aprovechar el sol de la mañana.

Hoy agradece estar vivo, sano y trabado.

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