
La poesía performática, audiovisual y rockera de Tálata Rodríguez
Sus recitales llegan a ser tan variados como los bares o festivales (bien sean de rap o de poesía) en los que se presenta. “Hay que situarse en nuestra época, que es nueva y es distinta. No es una época para trabajar con certezas”.
Tálata la rockera, en su apartamento, en el barrio Boedo (Buenos Aires), tiene el aspecto de lo que ella llamaría “una rolinga”. Los labios pintados de rojo, jeans entubados, el cabello desgreñado.
Rodeada de libros y de pinturas surrealistas recita uno de sus últimos poemas, ‘El Entierro del Estibador’, de memoria. Sus manos se mueven de un lado a otro y sus ojos se concentran en un punto que está más allá de la realidad.
Al entierro del estibador
no fue nadie.
Se quedó sin conocer el mar,
nunca quiso
navegar embarcado…
Sus palabras provienen de una charla o de “aquello que más está bastardeado por la cultura, que es la televisión”. Para Tálata la poesía parte de otro tipo de objeto cultural. “Hay que enaltecer lo no enaltecido —explica la mujer—. Enaltecer lo que parece basura, lo que parece nada”.
Tálata Rodríguez es reconocida en el mundo de la poesía performática, aunque ella no se sienta parte de nada nuevo. Sus recitales de poesía llegan a ser tan variados como los bares o festivales (bien sean de rap o de poesía) en los que se presenta.
Nació en Colombia, en el seno de una familia disyuntiva. La mamá era una periodista argentina y su padre un bohemio escritor colombiano: rockero, chaman, viajero, profesor y un soñador que tenía una editorial independiente que se llamaba Árbol de Tinta. En esa editorial la niña Tálata de apenas seis años publicó su primer libro de poesía, Los Pájaros de la montaña soñadora, con la ayuda de su padre.
Pasó la infancia en una casa en el centro Bogotá, rodeada de pájaros azules y guacamayos. Sin embargo, poco después sería llevada a vivir con su familia materna en Buenos Aires, en donde vive hasta el día de hoy.
A ella no le interesa mucho el sitio en el que esté. “Ni patria, ni marido. Soy de donde haya internet y pueda meditar la banda ancha interna”. Tiene un sello propio en lo que escribe y en lo que hace: desde libros en papel hasta videos performance en los que recita sus poemas. En sus videos y en sus recitales el cuerpo se ha vuelto expresión de sus letras, algo conocido como el spoken word, un estilo que hace uso de distintos elementos como el tono, la entonación, el ritmo, los gestos y hasta la improvisación para la representación de la palabra.
En 2013 salió a la luz su libro Primera línea de fuego, una publicación de poemas multimedia. Gracias a la presencia de códigos QR los lectores son redirigidos a los videos que Tálata grabó en diferentes zonas de Buenos Aires. En el estadio de La Bombonera, en las líneas del subterráneo o en la calle.
“La conformación y la configuración de los elementos que hacen a un video, es decir el lenguaje, esta trabajado de la misma manera que un poema —explica Tálata—. Para mí hacer el video es igual que haber hecho el poema, es un momento de reconstrucción y no de repetición”. Le gusta pensar en sus producciones audiovisuales como videoclips de rock. Los últimos que aparecen en su canal, ‘Rana sobre piedra’ y ‘Estado de excepción’, fueron grabados en Bogotá.
Parte de su forma de trabajo fue tomada de una teoría contenida en un libro de Salvador Dalí que se llama El mito trágico del Angelus de Millet, en el que el autor habla de la sistematización evidente de un contenido delirante o el método paranoico crítico: la paranoia es una habilidad para percibir enlaces entre objetos que aparentemente no se hallan conectados.
La artista colombo-argentina ha presentado dos tipos de performances por los cuales ha sido ovacionada y reconocida. Uno de ellos fue ‘Cartas a mi Padre’, una presentación de las cartas episcopales que mantuvo cuando era niña durante varios años con su padre, cartas acompañadas de plumas, pedazos de corteza de árbol, dibujos y objetos que fueron armando una suerte de museo postal. La otra la llamó ‘Instrucciones para escapar’ y consiste en una lectura fragmentada de una conversación amorosa que mantuvo por Whatsapp con un hombre durante meses y que leyó en el año 2014 desde su plataforma original: el celular.
Tálata creció con The Smiths, The Rolling Stones, Bob Dylan y Violeta Parra, todos ellos escritores disfrazados de músicos, y así es su estilo: poesía con impronta decididamente musical, rockera. Además enfatiza que su trabajo tiene que situarse en el contexto en el que se encuentra, en el que ya no debería existir el miedo de la página en blanco porque hay mucho material. “Hay que situarse en nuestra época, que es nueva y es distinta. No es una época para trabajar con certezas. Es mejor trabajar con problemas, con interrogantes, con preguntas, inquietudes y perturbaciones”.
Al final, tras un último suspiro y bajo el olor de un cigarrillo prendido, volvemos al mundo de su apartamento para que ella recite el último estribillo de un poema que incluirá en su próximo libro:
Ahora que estás en la tierra
ya no te preocupes por el mar,
tu ataúd es un barco varado
cubierto en su sepultura
por cemento y azulejos
en él, harás un gran viaje
y el viento azotará
por siempre
la madera de tu cruz.
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