Tranxtienda: con licencia para salir del clóset
En una de las zonas más “calientes” de Bogotá funciona una tienda que ha visto “salir del clóset” a cientos de hombres que, tras el nudo de la corbata, esconden a una Claudia, a una Valentina o a una Marisol. “Llegué aquí para transformarme, para vestirme de mujer”, dice uno de los clientes de Tranxtienda.
Hoy no es un día como cualquier otro para Andrés. Por eso se despierta alegre. Dentro de pocas horas, por fin, llegará el momento que tanto había estado esperando durante la semana. Luego de ducharse, se viste con un pantalón negro y su infaltable chaqueta de cuero. Se encierra en la penumbra de su cuarto. Se postra de rodillas, como quien se prepara para un acto de sincero recogimiento. Saca una maleta de viaje que guarda bajo llave. Al sostenerla, sus manos tiemblan. Allí oculta su secreto más sagrado, su más preciado tesoro. Lentamente, va abriendo la cremallera de la maleta, repleta de prendas que no corresponden con su sexo. En esta maleta reposa el vestuario de la mujer que vive en su interior.
Sale de su casa, no sin antes agarrar un casco, un par de pulseras doradas y las llaves de su moto. Andrés (21 años) es un mensajero de pulcra manicura. Y hoy está alegre porque irá a la Tranxtienda.
Se dirige a GalaxCentro, un centro comercial con una rampa en espiral y locales en franco deterioro. En este redondel de concreto funcionan los tres locales que conforman la Tranxtienda, un lugar que ha visto “salir del clóset” a cientos de hombres que, tras los nudos de sus corbatas, esconden a una Claudia, a una Valentina o a una Marisol.
Hace ocho meses que Andrés visita la Tranxtienda. Antes, dice, su vida era triste. Llegó con la intención de exteriorizar, de una vez por todas, su lado femenino.
“Llegué aquí para transformarme, para vestirme de mujer. Quería hacerlo porque pensaba que una vez que me mirara en un espejo, me sentiría tan ridículo y patético que jamás querría volverlo a hacer. Así que me maquillaron y vistieron, y cuando llegó la hora de verme al espejo, me vi más hermoso de lo que jamás me había visto en la vida. Me sentí hermosa, y desde ese día siempre vengo aquí”.
Así fue como nació Paula, la mujer en la que Andrés se convierte una vez entra a esta tienda en la que las “chicas”, por muy barbudas que sean, pueden comprar, intercambiar o medirse ropa de mujer con total libertad y comodidad. La Tranxtienda es un espacio ideal para redefinir el concepto de hombre.
A la Tranxtienda acuden desde travestis de tiempo completo hasta hombres de saco y corbata que simplemente quieren pasar un buen rato probándose ropa de mujer.
Detrás de una cortina rosa que sirve de vestier, se alcanza a ver la silueta de un hombre bajo y regordete que se faja cuanta prenda le pasan. Sus pies, peludos y descalzos, parecen impacientes por encontrar los tacones perfectos.
“El ideal de la Tranxtienda es liberar la feminidad que todos llevamos dentro y que por diferentes motivos no podemos expresar”, me explica su propietaria, Derly Linares, una trans de unos 40 años que diseña todo tipo de vestidos y recicla prendas de segunda mano.
El sujeto detrás del velo rosa está listo para abandonar su crisálida. Es un hombre mayor, calvo y con el pecho poblado de vellos que, seguramente, a su mujer no le gustaría que depilara. Ahora es Ana Jimena y actúa como toda una diva meticulosa, seleccionando las prendas que la vestirán. Una faja color piel mantiene a raya su barriga y su sexo. Sus piernas lucen menos masculinas bajo las medias veladas que ha sabido escoger. Ana Jimena tiene mujer e hijos y maneja un camión. Viene a la Tranxtienda para olvidar sus problemas laborales. Solo tuvo que pagar $35.000 para que Derly le ayudara a darle rienda suelta a su feminidad. El kit de hoy incluye maquillaje, ropa, zapatos, peluca, senos y pestañas postizas: todo lo necesario para una verdadera trasformación.
Ana Jimena termina de acomodarse las tetillas dentro de un brasier con relleno. Se ha decidido por un vestido enterizo de color crema.
“Voy sintiendo el placer”, dice, antes de sentarse en el tocador para que Derly la maquille.
La clientela es diversa. A la Tranxtienda acuden desde travestis de tiempo completo hasta hombres de saco y corbata que simplemente quieren pasar un buen rato probándose ropa de mujer. También viene el señor que ya no se atreve a seguir robándole prendas a su esposa. Un macancán de gimnasio vino a comprar una peluca. Dijo que se consideraba un gay homofóbico, de esos que no soportan las “plumas”. Vistiendo como mujer encontró la fórmula del éxito para conquistar hombres atléticos. Así que solo se transforma para levantar.
Un buen día Derly reunió toda la ropa de hombre que tenía, la empacó y se fue a la Plaza España a venderla. Así enterró su pasado masculino.
Una vez transformadas, las chicas van y vienen por los pasillos lúgubres de GalaxCentro. Algunas salen a dar una vuelta por los alrededores o se van de rumba y devuelven al día siguiente las prendas y los accesorios. Ana Jimena, quien luce una enmarañada peluca dorada, se tomará unos tragos en algún bar del sector. No pretende levantar, porque, según aclara, no le gustan los hombres.
Mientras Ana Jimena se prepara para salir, un hombre llega en compañía de su madre, quien lo espera al otro lado del velo rosa.
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Cuando Derly aún no se asumía completamente como mujer, no lograba explicarse por qué su gusto por vestir de chica no suprimía su atracción sexual hacia las mujeres. Empezaba a ser consciente de las dos realidades que sustentaban su vida. Por un lado, sabía que no le gustaban los hombres, pero por el otro no se podía mentir, se sentía más mujer que hombre. Fue por ello que quiso crear un espacio en el que los hombres que compartían su misma sensibilidad pudieran expresarse sin temor a ser juzgados o señalados.
La tienda empezó a volverse popular entre la comunidad trans. Todos los días un hombre, cada vez más extraño a ojos del vecindario, abría y cerraba el local. Derly llegaba cada mañana como el señor que era, pero una vez ponía un pie dentro de la Tranxtienda su masculinidad se diluía. Su jornada de trabajo era el momento para ser ella. Un buen día reunió toda la ropa de hombre que tenía, la empacó y se fue a la Plaza España a venderla. Así enterró su pasado masculino.
Ahora es una mujer menuda pero con agallas. Luce unos tacones negros que ya no le cuesta dominar. Sabe que nunca fue marica o gay. Mapi, como le dicen sus dos hijos por considerarla mami y papi a la vez, está profundamente enamorada de su compañera Zahira, mujer biológica, con quien administra la Tranxtienda.
Zahira dice no ser lesbiana y asegura que solo siente atracción hacia una mujer: Derly, a quien admira por ser una luchadora.
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El propósito fundamental de Tranxtienda es controvertir los imaginarios negativos que rodean a la población trans; esos que, por ejemplo, asocian este estilo de vida con la prostitución o la delincuencia. El trabajo social de Derly y Zahira va desde donar ropa hasta asesorar a travestis, transexuales, transgeneristas e intersexuados, a quienes les enseñan, entre otras cosas, que todo sueño debe empezar con un cuerpo sano y bien vestido.
Conozca El rap de Hanner La Gata.