Hay quienes persiguen sus sueños con firmeza y pasan largas jornadas diseñando, cortando, pegando, midiendo, tejiendo, dibujando, consiguiendo el material y buscando proveedores para que sus clientes reciban la mejor calidad. La recompensa pocas veces es un fajo de billetes. Podría decirse que cada artículo de diseño nacional e independiente tiene un ingrediente mayor: pasión.
Fotos Le Zapatiere, Kitten, Ladyrata: Ricardo León Jatem
Fotos Waira: Ricardo León Jatem, Rafael Pérez, Alejandra Ordoñez
Fotos 40 Onzas: Fernando Sierra
A través de estas imágenes se le pasa resaltador al esfuerzo de toda una comunidad de #creadorescriollos.
Le’Zapatiere
'Groovy School' es el nombre de su más reciente colección
Le’Zapatiere es la marca que crearon Natalia y Nicolás Campuzano, un par de hermanos que comparten el gusto por la moda y la alta costura. Con los zapatos que elaboran, buscan que sus clientes tengan en su pinta diaria un toque vanguardista y cosmopolita. No se producen más de dos pares de zapatos por talla. Este es uno de los primeros bocetos que dará paso a todo el proceso.
El molde se hace a partir del boceto del diseño. Primero se saca una talonera, un perfil y la capellada, que es la parte frontal del zapato.
El corte de las piezas lo hacen con una hoja (con ese nombre se conoce a la navaja utilizada para cortar, de forma delineada, el cuero sobre los moldes).
Esta es la guarnición, el proceso mediante el cual se ponen las correas, los forros y las costuras principales.
La soladura se hace sobre una horma con el zapato ya armado. En esta parte del proceso se le da forma a la punta y al ancho del calzado, luego se le monta la suela (que la mayoría de veces es una plataforma). Después se pone el zapato en un horno especial para que la suela pegue.
Y sigue el “marquillaje”, que se hace manualmente.
Finalmente se pule y se limpia el zapato.
En este proceso trabajan entre seis y siete personas de una fábrica del Restrepo. No hacen producciones en serie ni con mucha tecnología, todo se fabrica, como lo vieron, de forma manual.
40 Onzas
"No queremos hablar de accesorios, queremos hablar de joyas"
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Diego se sienta a diseñar cuando ya ha pasado varias horas hablando con su esposa y socia Sandra de lo que quieren mostrar. El estilo urbano o la mezcla entre ciudad y naturaleza pueden ser puntos de partida. Viajar con frecuencia hace parte de ese ejercicio reflexivo que tienen antes de llegar a su taller en Medellín.
Lo que sigue es la perforación de la pieza, que se hace sobre una lámina de bronce y con una técnica que se conoce como calado, en la que a través de un punteo se crea la silueta inicial.
40 Onzas elabora todas sus joyas en cobre y bronce.
El corte se realiza sobre una base de madera conocida como astillero. Se sostiene la pieza y por todas las líneas que ya se perforaron se hace el corte.
Cuando llegan a la parte de la limpieza y el pulido pueden dejar de usar el término pieza y comenzar a hablar de una joya. No importa cuánto tiempo dure este paso, es aquí donde se busca la perfección y se eliminan todas las impurezas de este futuro anillo.
El doblaje del anillo se hace con un martillo; a punta de suaves golpes se le da la forma redonda.
Los anillos se montan en un rack, después reciben un baño de químicos. Es un trabajo manual y dispendioso.
La marca utiliza oro mate, oro brillante, plata envejecida y plata mate en sus baños.
Las joyas se entregan en bolsas de papel para dar una apariencia rústica. Los precios oscilan entre 30 mil y 65 mil pesos. En este proceso participaron 6 personas.

KITTEN
Experimentar con distintos tipos de telas es el rasgo característico de esta marca
Carlos Elías Cabrices diseña y confecciona cada una de las prendas de
Kitten. Le gusta manipular las telas de jean como si se tratara de una acuarela: destiñe e inventa. El estilo de este pantalón tendrá un poco del punk de los 80 y la estética de la década de 1990.
Antes del corte viene el patronaje. Carlos Elías mantiene una especie de banco de varios patrones que ya ha usado.
En el proceso de corte, lo primero que se saca son las pretinas y los bolsillos.
Estas telas las compra en La Alquería porque “son versátiles y fáciles de trabajar”, como lo explica.

Carlos comienza la confección del jean desde la parte trasera de la prenda. Después los bolsillos y las cremalleras.
Así se ponen los remaches y demás detalles, a mano pelada. Es en este momento en el que emerge la esencia punk del pantalón.
El sello de Kitten en esta prenda es un símbolo tipográfico (TT) bordado en el bolsillo trasero. Es discreto, nada extravagante.
El tratamiento de la tela se hace al final, con implementos caseros, como se aprecia en esta imagen. El jean armado se sumerge en una mezcla de agua y Decol por varias horas.
Este pantalón cuesta entre 80 y 90 mil pesos. Todo el proceso es manual y artesanal. Kitten, una marca que arrancó en 2010, vistió a la artista Russiand Red, también asistió el vestuario de Paola Turbay para un par de comerciales y participó en el diseño del vestuario que Bomba Estéreo utilizó en la gira de su disco Amanecer.
WAIRA
La confección de estos sombreros inicia en Pasto y concluye en Bogotá
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La gente de
Waira compra la palma de iraca (materia prima de los sombreros, hebillas y tocados que elaboran) en la plaza central del municipio de Sandoná, Nariño, lugar en donde la tradición del tejido de palma está tomando fuerza nuevamente. La marca comenzó siendo la tesis de grado, de la diseñadora industrial, Alejandra Ordoñez.
Sumergen el material en calderas llenas de agua hirviendo durante una hora y las pigmentan con tinturas no convencionales, como las semillas de nogal, las cuales le otorgan al material un color tierra después de unos 20 minutos de cocción.
Seis mujeres de la familia Enríquez Mera trabajan con Waira, quienes suelen discutir sobre las formas del tejido (las mayores conocen maneras más complejas de cruzar la palma). Alejandra viaja a Nariño con frecuencia para reunirse con las tejedoras.
La palma pintada se cuelga durante varias horas para que se seque por completo.
Tejer un sombrero toma de cuatro a seis horas. Durante el proceso, una piedra puesta sobre la parte superior de la pieza sostiene la palma. El tejido comienza en el centro de la copa del sombrero. Usan tejidos comunes, chipiados, mosquiados y cuadrados, todo depende de la experticia de cada una de las tejedoras.
Los sombreros salen de Sandoná a Pasto y luego llegan a Bogotá. En el taller de Waira, ubicado en Teusaquillo, se hacen los acabados.
En este taller también se pegan las marquillas.
Los sombreros que Waira vende pasan por un proceso de decoración manual; la idea es que cada sombrero tenga un toque único y que ningún diseño se repita.
Músicos como Lucio Feuillet, Bambarabanda y Diego D Alba y Payambó han usado estos sombreros. El precio de un pieza está entre 50 y 130 mil pesos. Por otro lado, Waira pronto lanzará una marca de ropa.
LADYRATA
Chaquetas hechas a la medida para complacer a sus clientes
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Además de comprar algunas telas a través de Coltejer, Sebastián Reyes y Rober Novoa, propietarios de
Ladyrata, también consiguen materia prima en almacenes populares de San Victorino, en el centro de Bogotá.
Los diseños de Ladyrata están inspirados por el concepto urbano. Cada prenda es previamente pensada para que sea útil y cómoda.
Sebastián y Rober aseguran que el patronaje es uno de sus fuertes. Para ellos, este proceso es la arquitectura de la moda, por eso le dedican un espacio especial.
Practican el corte aplomado, una técnica propia de la sastrería tradicional.
La confección se hace a máquina, pero otros procesos como la coloración son ejecutados a mano. En Ladyrata no hay diseños repetidos.
Con su respectivo toque urbano, esta prenda recrea las típicas batas de trabajo. Los precios de estas chaquetas oscilan entre los 150 y 400 mil pesos.
LadyRata nació hace 4 años con todas las ganas de escuchar a sus clientes para entender sus gustos y necesidades, un plus que ninguna marca extrajera otorgará.