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Surrealismo Neoestalinista

La banda de punk rock cubana Porno para Ricardo resiste y combate la censura de un gobierno anacrónico. Ha tocado más veces fuera de la isla que dentro de ella. Es particularmente famosa por eso y por burlarse del régimen sin ningún tipo de aspaviento. La sencillez y la ironía son marca de la casa. Acá un fragmento de la espinosa cotidianidad a la que se ven abocadas cientos de bandas de rock cubanas. Este artículo hace parte de un intercambio entre revista LATE y Cartel Urbano.

Giovanni Jaramillo Rojas

LA HABANA – Entro a un edificio pequeño. Tiene 3 pisos. Voy al departamento número 5. Tiene una reja con barrotes de prisión y la puerta es de metal. Hay un esténcil que dice: La Paja Recold.

Golpeo fuertemente. Nadie responde. En el segundo piso veo una niña de unos 10 años. Le pregunto si sabe quién vive ahí. Me pregunta si busco al roquero loco. Asiento con una mueca amistosa. Me dice que no sabe nada y me cierra la puerta en la cara.

En la entrada del edificio hay dos mujeres. Les pregunto. Me dicen que espere. “El que vive ahí casi no sale y si salió no debe tardar”.

Decido subir una vez más. Esta vez golpeo más fuerte.

–¿Quién es? –pregunta una voz contundente.

–Giovanny –respondo.

–¡Ah, el colombiano! Estoy abriendo.

El que me abre la puerta y la reja y todo el esquema de seguridad es un Charly García cubanizado. Me sonríe con ese bigotico albo tan particular. Está vestido de blanco. Lleva unas pulidísimas botas negras y unos elegantísimos tirantes. Su pantalón va remangado hacia afuera. De su fosa nasal derecha cuelga un piercing y, en cada una de sus orejas, danza, ermitaño, un pendiente.

–¡Gorki! –saludo efusivo.

–Hola, Gío. ¿Y eso? –señalando el estampado de mi camiseta.

–Es Emiliano Zapata.

–Un tirano, un dictador. ¿Con quién fue que hizo la revolución esa que jodió a México? –delibera, elevando su voz.

–Con Pancho Villa –respondo.

–Ese, otro hijo de puta chupa pinga.

 

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Gorki tiene 47 años. Es el líder de Porno para Ricardo (PPR). Una banda cubana de punk-rock. Opositora. Disidente. No gubernamental. Y por esto: perseguida, vigilada, criminalizada.

PPR es una banda célebre. Ha tocado en varios países de Europa, en Estados Unidos, en México y Argentina. Pero nunca en Cuba. Es tristemente célebre porque no toca: no le dejan. Son más las entrevistas que PPR ha dado que los conciertos en los que ha participado.

Gorki vive en un apacible departamento, en el agitado barrio habanero de Playa. Como en la gran mayoría de los hogares cubanos todo allí es antiguo, vetusto, con una estética que el mundo de afuera, el occidental, conoce como vintage.

En el living dos derruidos sofás se comen la vista de los invitados.  Sobre una pared blanca y en letra cursiva, alguien escribió, grande: “Gorki”, con una estrella, a modo de punto final. El techo debió haber sido pintado, por última vez, hace unos 40 años. Varios esténcil, prolijamente diseñados, decoran las demás paredes: “Tú tachas mis cosas yo tacho las tuyas” y “Una chispa pa´ que explote”.

La luz entra, radiante, por el balcón que da a la solitaria intersección de las calles 42 y 35. Una bandera de Venezuela cuelga, dispuesta al revés. Sobre el borde de la galería, un puerco plástico. Un puerco que se llama Fidel.

En la cocina una nevera alberga en su interior dos tarros de agua. En el congelador una bolsa blanca permanece desbocada, dejando ver panes tiesos. Hay una mesa de madera con potes de azúcar, sal, algo de café y una botella de ron vacía. En el lavaplatos un par de vasos descansan, desahuciados, y sobre la estufa una escrupulosa olleta resiste la oscuridad, con su mango teñido de hollín.

Una calavera de cerámica observa la escasez con resignación.

El paisaje es austero pero no miserable.

Renay, el baterista de PPR, me dice: “Al rock, nada ni nadie puede quitarle la dignidad”. Y me convida un café.

Al fondo del departamento se extienden tres habitaciones. La que ocupa Gorki: un colchón en el suelo y una buena cantidad de ropa colgada por todos lados. En otra, algunas montañas de cajas y objetos anticuados y deteriorados hacen gala de un descuido formal. La última habitación es una nave espacial. Está dividida en dos: un estudio de grabación con un par de computadoras que, para la tecnología de la isla, son de alta gama y varios afiches de bandas como Sex Pistols, Iggy Pop, The Beatles, Beck, Led Zeppelin y Eskoria. Separada por un vidrio brota, de la nada, una esmerada sala de ensayo con perfecto aire acondicionado y una veintena de instrumentos, amplificadores y pedales. La puerta que comunica los dos recintos tiene las inscripciones “Viva el diversionismo ideológico”, “La pornografía: derecho del pueblo, Anal-quía y Porno para Ricardo” (con el ya clásico eslogan de la banda compuesto por un martillo y una hoz).

 

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Le cuento a Renay que cuando fueron a tocar a Buenos Aires, no tuvimos la suerte de verlos actuar gracias a una fortuita sudestada. Le pregunto qué es lo que más recuerda de ese día y me dice que lo sorprendió mucho la manera tan entrañable como la gente de allá vive el rock, puesto que en Cuba eso es impensable.

–Gorki ¿qué fue lo que más te gustó de Argentina?

–Esos bifes increíbles, que acá son privilegio único del gobierno o de los turistas que tienen cómo pagarlos. Fíjate, un cubano promedio gana, con suerte, 30 dólares al mes, ¿quién vive con eso?

Ya con Jimmy, el nuevo bajista de PPR, les propongo charlar sobre la banda. Antes de comenzar, Gorki pide una botella de ron y se excusa por no tener plata.

–Sí, claro, vamos –respondo.

–Bienvenido al desabastecimiento –comenta Jimmy.

–Al desabastecimiento que el gobierno no ve por ningún lado –complementa Gorki.

–¿Quieres que vayamos todos? –dice Renay.

–Sí, y de paso filmamos en la calle –propongo.

–Asere, eso puede ser problemático. Una vez vinieron unas francesas y nos dijeron lo mismo y yo les dije que no y ellas insistieron creyendo que yo exageraba mi situación en este país. Finalmente accedí y en la esquina cayó la policía y nos llevaron a todos a la comisaría. A ellas las soltaron al rato y yo estuve un par de días encerrado.

–Entonces no nos expongamos.

–No, no hay problema, asere, no digo que siempre pase, pero es que esto acá es complicado. Por ejemplo hoy, 5 de agosto, se celebra un nuevo aniversario del Maleconazo: un día cualquiera del período especial en el que la gente salió a la calle espontáneamente a expresar su descontento con el gobierno. Un día muy importante para ellos como para mí, porque desde 1959 fue la primera vez que esto se sacudió y sentó un importantísimo precedente que los alertó. Pero vamos, no te meto terror, no creo que haya problema.

Salimos del departamento. Caminamos hasta un bodegón ubicado en la intersección de las calles 35 y 44. Vamos filmando y dialogando. Una vez en el lugar el tendero se le acerca a Gorki y le dice que no se puede grabar, que él sabe muy bien que eso no está permitido y que no se busque problemas. Gorki le pregunta por qué. El tipo, nervioso, no sabe responder. Gorki insiste: asere, aquí la gente se tira fotos, se hace videos y hace lo que quiere, ¿y tú me dices a mí que no puedo grabar? Me suena a antojo. A prejuicio contra mí. Enséñame dónde está escrito que no se puede grabar. El tipo se mueve dentro del negocio, visiblemente perturbado. Compro el ron rápido. Una decena de personas observa la escena. Absoluto silencio.

Nos devolvemos al departamento. Seguimos grabando.

–¿Viste cómo funciona? Soy yo, estoy perseguido y agredido. Y, por el miedo de los demás, siempre tengo las de perder. Si algo está estipulado como política de estado aquí en Cuba es el miedo. Lo que quiere Castro es que en cada ciudadano haya un policía y eso está en la Constitución: cada ciudadano tiene derecho a reaccionar contra una actitud contrarrevolucionaria. Ellos llaman, a todo, desorden público, revuelta contrarrevolucionaria. Si hablas, si marchas, si miras, si no participas. No tienes derecho de nada, ningún derecho. O bueno, sí, tienes el derecho y el deber de callar.

 

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La conversación de PPK. El natural ejercicio de la crítica y la objeción. La silenciada libertad de expresión:

Los Castro son omnipresentes. Aquí no hay política. Ni relevo de ningún tipo. Las votaciones que se vienen ahora son todo un montaje de la obligación. Nos dan el derecho de votar por ellos. Y si no vas a votar, te metes en problemas. Ahora, si eres roquero, maricón o te vistes diferente, te acosan el doble, porque para ellos eres peligroso. Es un dedo que te señala todo el tiempo, que te fiscaliza, que no te deja ser. De cualquier manera, ser señalados por un régimen tan negativo como este nos pone a nosotros como seres positivos. Somos enemigos de los Castro, pero enemigos por un problema genético. Es nuestra naturaleza. Odiamos los tipos que se meten con nuestra libertad individual. Llámense capitalistas, populistas, feudalistas. Lo que sea. El estado cubano pone a sus individuos a actuar en contra de cosas que solo le importan a él. Lo que sucede acá es diabólico. Espeluznante. Los individuos acá hacemos parte de una enumeración nacional, somos objetos.

Nosotros tenemos muy pocas cosas que decir a propósito del capitalismo, pero tenemos varios honoris causa en comunismo y, sobre todo, en castrismo. Le damos clases al mundo de este fracaso. Nacimos aquí y no nos cansamos de decir que es tremenda mierda, que es una estafa, una mentira. En el capitalismo te dejan protestar, porque ellos saben que no vas a cambiar la base, ni a hacer nada que joda al sistema, pero por lo menos puedes exorcizar lo que llevas adentro, lo que piensas ¡y gritarlo! Aquí no. Aquí todo es silencio. Incertidumbre. No hay que tener un premio Nobel para darse cuenta que la igualdad es una fantasía. Nadie es igual a nadie. Todos somos diferentes y eso es lo que nos hace humanos. Nosotros solo queremos vivir bien, tranquilos, siendo como somos, y eso sí es posible, pero no bajo un sistema abusador y fisgón como este. El desarrollo es inherente a la libertad. No puedes tener un país esclavo y pretender que sea desarrollado. El individuo libre es la base de todo lo político, lo social, lo cultural y si desconoces eso desconoces todo.

PPR sobrevive. Como todos los cubanos. Vivimos de ayudas familiares, a veces alquilamos el estudio de grabación o amigos en Estados Unidos nos mandan dinero. Muchas veces no tenemos ni para comer, pero ojo, esto no solo nos pasa a nosotros, le pasa a casi todo el pueblo cubano, sobre todo desde los 90s. Es una realidad que ellos pretenden ocultar con el teatro de la gratuidad en salud y educación. El estudio es gratis, sí, pero una vez obtienes tu título no te sirve para nada. Tienes que someterte a los trabajos de ellos, a un salario miserable y a una vulgar manipulación ideológica. Si no participas en sus cosas te vigilan, te persiguen, y si te opones abiertamente te criminalizan. Elemental. El Partido es el cuerpo de este monstruo y los Castro su cabeza. Te asustan abriéndote expedientes judiciales falsos, te ponen multas que no tienen razón de ser o se inventan contravenciones bajo el signo totalitario de conducta predelictiva: “Tú no has cometido el delito pero yo creo, por convicción policial, que eres propenso a cometerlo entonces por el bien de todos te encierro para evitar problemas”.

Te llevan a la trampa. Cuba existe gracias a un mercado interno, ilegal, que preside absolutamente todo: alimentos, servicios, turismo, tecnología. No hay otra opción. Ellos lo saben pero no se meten con eso porque se les cae el país. Se les cae del hambre. Todo lo tienen sindicado. Todos los cubanos tienen que buscarse la manera de hacerse unos pesos de más para poder comer. Cuba no solo es un país que vive al margen del mundo, sino que es un país que vive al margen de sí mismo.

No nos vamos de Cuba porque tenemos Porno para Ricardo. Además, no solo como artistas, sino también como seres humanos, tenemos el derecho a expresarnos, ¿no? Somos un grupo de rock al que el gobierno cubano le teme. Nos tienen miedo porque es un gobierno muy impopular y el arte puede contra eso y contra mucho más. El arte es un elemento de convocatoria. Es poderoso. Y ellos lo saben: si ellos no nos ponen un correctivo a nosotros, que vamos en contra de todo lo que dicen y hacen, los demás artistas no van a demorar en hacer lo mismo, entonces nosotros servimos como ejemplo de castigo para los demás. Así de simple. Tuvimos durante mucho tiempo una cámara frente a nuestro balcón. El día del concierto de los [Rolling] Stones la seguridad sitió la cuadra para que no saliéramos. Igual sucedió los días de las visitas tanto del Papa como de Obama.

Muchos de los cambios de la Europa del Este comunista surgieron a partir de grupos de rock y ellos lo saben y ya tienen el librito de cómo se jodió Europa del Este y no van a permitir que aquí suceda lo mismo. Ellos son unos criminales, nos han robado todo, nos han arrebatado la dignidad. Cuando tú le quitas la libertad a un individuo le quitaste todo. Esta gente que gobierna este país tiene que ir a la cárcel y pagar por 60 años de arbitrariedad, y por eso es que no están dispuestos a ceder ni un poquito: saben que eso puede suceder y, para eso, el miedo. El terror. La gente aquí anda abatida, agarrada de la nuca por las manos invisibles de una gigantesca jefatura de policía.

Nos encanta vivir en este tiempo porque podemos ver lo que está sucediendo en Venezuela, en parte, gracias al nefasto influjo de Cuba. Todo eso va a terminar muy mal pero, lo positivo, es que todo lo que está sucediendo allá tarde o temprano va a suceder acá, cuando el pueblo de este país se tire a la calle, con fuerza. Pero para que la gente en Cuba se despierte tienen que acabársele las opciones. Los Castro, cuando han visto que todo se está calentando o la cosa empieza a ponerse fea, más de lo normal, abren el grifo y la gente se va para Miami y después vuelve tranquila, con cosas y plata. Lo mejor que la ha pasado a los Castro es tener a Miami al frente.

Casi todos los cubanos han soñado con alguno de los Castro o con los dos, lo cual es una pesadilla. Ellos son omnipresentes, aparecen en los medios, en la bodega, en la guagua, en las escuelas, en el agro, en la vida cotidiana. El culto a la personalidad es asombroso. Artificioso para cualquier persona que venga. Pero la verdad es que es oscuro y muy adverso. Los Castro y todos sus secuaces son un nocivo mito viviente, un mito nefasto, un mito que envolvió la vida de los cubanos con nervios, con silencio, zozobra, pánico. La dramaturgia de su poder se ha convertido en un producto de consumo inagotable para todos los cubanos, incluso para PPR y muchos otros activistas y defensores de derechos humanos, que resistimos frontalmente, sin escondernos, la diversidad de consecuencias y agresiones que ellos nos hacen sobrellevar. El mensaje es claro: No coma tanta pinga comandante.

 

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A Gorki le gusta el reguetón. Dice que es un ritmo con un poder tremendo: “Musicalmente hablando, es genial”. Lo que no le cuadra es la cultura de la banalidad y deficiencia humana que promulga. Sin embargo, es consciente de que la gente debe tener la posibilidad de pensar lo que quiera y asumir el estilo de vida que desee sin que nadie se lo impida. Es un defensor del hedonismo y de la libertad individual y, en esa medida, cree que el reguetón, a su manera, promulga eso, además de ser un fiel retrato de la sociedad contemporánea donde lo que más importa –y tal vez lo único- es alcanzar el placer, a como dé lugar.

–El placer libera y eso molesta a los comunistas. El reguetón no podrá ser parado por ellos, como lo hicieron con el rock. Con el auge de los medios digitales todo llega porque llega.

La cultura musical arrastra todo, es una epidemia, un virus y, como tal, se propaga con una velocidad desmedida. Eso lo sabe Gorki muy bien.  No cree en la democracia pero, al no haber nada más sobre la mesa, se decide por ella como el único contorno político medianamente neutral. Como artista cree que la cultura del ritmo que ha trascendido el reggaetón pasa por una manivela absolutamente democrática que incluye de todo y a todos.

Las canciones de PPR son tan vulgares como algunos –muchos- reguetones, pero eso solo es una fachada que, si se pone en contexto, adquiere pleno sentido. La parodia es, para ellos, todo un género artístico y la extravagancia que empoderan una forma de acción social que hace parte de la genuina marca PPR. Les gusta el punk, sobre todo el británico y tienen su propia versión de él con sonidos y mezclas que agasajan –y a veces retuercen- el género. Les importa poco o nada la mercantilización mundial del punk. Es una cosa tan lógica como irremediable –señalan-: no defendemos el punk porque no somos puristas ni fundamentalistas, él se defiende solo y se va acomodando a los cambios que le propone el mundo: es fácil, si no logra reinventarse desaparece y entonces nunca fue tan sólido como nos hicieron creer los Sex Pistols.

A PPR le hace falta un público:

–Es un derecho que tenemos como artistas. Castro nos ha negado el derecho a tener un público e interactuar con él. A tener referencias de cómo la gente disfruta u odia nuestra música. No tenemos la posibilidad de enfrentarnos a un público real, solo sabemos lo que nos dicen desde afuera. PPR es un piquete para divertirse y los comunistas se metieron y jodieron todo. No hicimos PPR para enfrentarnos a los Castro, pero en vista de toda esta censura no nos quedó otra. Actualmente PPR atraviesa su etapa anticastrista y no sabemos qué se venga después.

¿Quién es Ricardo?

–Ricardo es un amigo nuestro que es fanático de la pornografía y el gobierno se la niega. ¿Quién carajo se cree el gobierno para negar algo así? Él es artista plástico y le gustan las gordas, la pornografía de gordas. Es un tipo que te cae bien o mal. Simple. PPR es un pedido: que le den el porno que él quiere ¿por qué no?

¿Y de dónde viene La Paja Recold?

–Para nosotros la paja es un acto creativo, es un acto maravilloso, de fantasía. Es tu mente recreando, puesta a imaginar cosas para el placer. Es algo a lo que todo el mundo aspira y tiene derecho. La Paja Recold es eso: un final feliz, un orgasmo, el placer puro y visceral. Para nosotros la música es eso: placer. No queremos estudiar, trabajar y militar, queremos, sencillamente, pasarla bien y tocar. Pero no, estar en PPR es un riesgo.

 

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Renay prepara café. Gorki come un pan que retiró del congelador. Son las 8 de la mañana. Los pajaritos dirigen armoniosamente la brillantez del sol dominguero. La temperatura empieza a subir. Es un castigo. Pasamos toda la noche conversando y escuchando música. 3 litros de ron blanco Havana Club hacen parte de nuestro repertorio acumulado. Prometo volver para seguir conversando y, de paso, traer una memoria usb empachada de música a la cual, de ninguna otra manera, ellos podrían acceder.

Salimos con Renay.  Un calor húmedo y terrible se mezcla con el olor a tabaco, tan propio de la ciudad. Veo un bodegón. Pido cerveza nacional. Me meten Heineken. 1 dólar cincuenta por cada una. Qué más da. Nos instalamos en un parque. Renay me cuenta sus pegas amorosas con una chica de República Checa. Hace cuentas con la diferencia horaria y decide que llamará una vez nos despidamos. Hablamos de Max Weber, Lezama Lima y Pedro Juan Gutiérrez. Renay es Ingeniero Civil no practicante: por no comulgar con el régimen lo echaron del trabajo, lo sacaron del partido, le partieron la vida. Su brillantez es inagotable.

En un semáforo nos arrojamos un hasta pronto. Espero que el semáforo cambie. Renay se pierde entre una calle que se derrite. Pienso que la distancia que separa a casi todo el mundo de Cuba es la misma que separa a los planetas y que aquí, en esta isla, estar vivo, no significa mucho. Quizás nada.

Después de unas 5 cuadras de camino vuelve a asaltarme la sed. Fatalidad. Compro una cerveza Presidente. Me siento frente al bodegón a disfrutarla. Estoy cansado pero tengo la confianza de que será la última parada antes del tramo final para llegar a casa y doblegar la extenuación con el sueño. Un policía se postra frente a mí. Hace ruidos con su intercomunicador. Llega una patrulla y me obliga a subir a ella.

–¿Qué pasa, oficial?

–Medidas de seguridad.

–¿Qué tipo de medidas de seguridad?

–Medidas, muchacho.

Desconfianza.

Alarma.

18 horas después tenía un expediente abierto por sospecha de narcotráfico y conspiración. Jueces, fiscales, abogados, policías, agentes de contrainteligencia y antinarcóticos me sometieron a larguísimos interrogatorios, exámenes de laboratorio y extenuantes esperas. Pedí que me deportaran. Nada. Me preguntaron una y otra vez si me gustaba el rock y por qué. Que qué pensaba de Venezuela. Que a qué se dedicaban mis padres y que si tenía algún vínculo con alguna organización política trasnacional. Se escandalizaban con mis respuestas. Callaban. También afirmaban que la salvación de Colombia eran las FARC y cuando hablaban de su país y miraban las fotos de los Castro, Guevara o Cienfuegos se ponían místicos. Casi al borde del llanto. Como no podían probar ninguno de los cargos que me imputaban entonces decidieron expulsarme del país. Les dije que no tenía cómo pagar el cambio de itinerario aeronáutico y ellos, tranquilos, me hicieron la vida imposible: se dedicaron a hostigarme, intimidarme y perseguirme sagradamente durante los siguientes 40 días. Confiscaron mi computadora, mis cámaras y grabadoras, me obligaron a cambiar de residencia y cada tercer día debía presentarme en una oficina de inmigración para ser “controlado” so pena de ir preso a una cárcel en la que yo mismo debía pagar mi estadía a 25 CUC (25 dólares) el día. Me los encontraba en la calle, custodiaban mi edificio, golpeaban la puerta de mi departamento, cuestionaban a mis vecinos. El día de mi salida del país me llevaron en una patrulla al aeropuerto y dos oficiales me acompañaron hasta la puerta del avión. Hicieron que me saltara todos los filtros de migración diciendo a los agentes y funcionarios que era una deportación por “peligrosidad” y “sedición”. Todo un despliegue de surrealismo neoestalinista en medio de un insoportable verano caribeño. En fin. Nunca pudieron justificar mi detención ni el acoso ni toda la parafernalia que armaron. Lo único seguro es que todo esto sucedió gracias a mi reunión con Porno para Ricardo.

Gorki me lo había advertido.

 

 

 

 

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