Ud se encuentra aquí INICIO Historias Lo Que Piensa Una Cabeza Cuando La Tarea Es Aburrida

Lo que piensa una cabeza cuando la tarea es aburrida

¿Es cierto que a lo que más le tememos en el fondo lo deseamos? Este cuento corto y sabroso así lo propone.

Juan Manuel Montes

Cincuenta kilómetros. Tengo miedo. Hace tiempo leí que las cosas a las que más les tememos, en el subconsciente, las deseamos.

Me ha pasado varias veces. Mientras estoy haciendo la tarea, mi madre se demora más de lo normal en llegar del trabajo. Y varias veces se ha tardado tanto que he llegado a la indeseable pregunta: ¿le ha pasado algo? Tengo miedo de que aquellas veces, cuando me he preocupado por su bienestar, en mi subconsciente haya deseado algo malo.

Tengo miedo de haber deseado que vaya en el carro, plena autopista, a unos setenta kilómetros por hora. Y que mientras va manejando suene su celular y ella conteste con el manos libres. Que reciba la llamada del coordinador de disciplina del colegio y ella se alarme un poco, ya que son las nueve de la noche y es una hora inusual para esa clase de llamadas. Tengo miedo de que ella le pregunte al hombre si algo me ha pasado y él le responda que no, pero que sí he hecho algo.

Setenta y cinco kilómetros. “¿Qué pasó?, ¿qué hizo Samuel?” Tengo miedo de que el coordinador le diga que la espera al día siguiente a primera hora, que el asunto es grave, y que ella le diga entonces “para qué carajos me llama si no me va a decir nada”.

Ochenta kilómetros. Me asusta pensar que ella lo diga de esa manera, tan brava, y que el coordinador acceda y le diga que me sorprendieron en el salón de profesores, frente a Janeth, masturbándome.

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Noventa y cinco kilómetros. Que el hombre le diga que la profesora se quedó pasmada, y que yo eyaculé encima de ella y de su cartera. Tengo miedo de que la llamada deje a mi mamá en estado de shock.

Ciento veinte kilómetros. Semáforo en rojo. Mi mamá no frena.

No piensen mal de mí, pero creo haber deseado que un bus intermunicipal cargado de gente vaya a cien kilómetros por hora justo al cruzar la intersección: el bus se estrella con el carro de mi mamá haciendo que dé varios giros en el aire y quede aplastado contra un muro de concreto a varios metros de la vía. La policía, las ambulancias, las luces rojas y azules con chillonas sirenas revientan los tímpanos. Las sierras eléctricas cortando pedazo a pedazo el metal azul del carro, tratando de abrirse paso hasta la cabina.

Cuando la fantasía llega a un punto de no retorno, cuando los paramédicos y la policía rescatan el cuerpo desfigurado, en ese justo momento, mi mamá abre la puerta de la casa y me pregunta “¿cómo te fue en el colegio?”, y yo le digo que bien.

 


 

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