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Fotos de Andrea Puentes

Flores en La Sabana: una mirada al oficio de las floristas

De las 7.000 hectáreas sembradas en el país, casi el 70% se concentra en Cundinamarca. En 2018 se calculó la venta de 600 millones de tallos: rosas y claveles provenientes de nuestro territorio llegaron a países como Reino Unido, Japón y Estados Unidos, suponiendo más de mil millones de dólares en exportaciones anualmente. “Somos 600 trabajadores, de esos 600, 530 somos mujeres (…) Pasaremos de trabajar ocho a doce horas”. ¿Qué hay detrás de cada rosa que se le regala a una mujer en “su día”?

Andrea Puentes / @callejera_fotografia

Detrás de cada flor que se regala en fechas comerciales como el Día de la Madre, Amor y amistad o el Día de la mujer, hay un oficio artesanal que no se visibiliza: la floricultura. No obstante el 14 de febrero (que es también el Día de las trabajadoras de flores) mujeres de la Sabana de Bogotá resignifican una labor que hace de Colombia el segundo mayor exportador de flores en el mundo después de Holanda, según cifras del DANE. La iniciativa fue impulsada por la corporación Cactus, quienes llevan más de 20 años trabajando en municipios de la Sabana de Bogotá y cuyo enfoque está puesto en asuntos de género, soberanía alimentaria, comunicación popular y condiciones laborales de los y las trabajadoras del sector de la floricultura.

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“Yo pertenezco a un sindicato que lleva cinco años —explica doña Gloria, quien con 47 años de edad ha dedicado 25 al oficio de florista—. Estoy acá (la celebración del Día de las trabajadoras de flores) porque quiero hacerle ver a la comunidad que estamos exigiendo mejoras laborales. Hay empresas muy buenas, en las que cuidan a sus trabajadores, y otras, como en donde estoy yo, que no. Somos 600 trabajadores, de esos 600, 530 somos mujeres”.

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La imagen de Colombia se destaca por sus flores. Millones de rosas y claveles provenientes de nuestro territorio llegan a países como el Reino Unido, Japón y Estados Unidos, este último responsable de la compra de cerca del 80% del total producido. Para lograr que una temporada sea exitosa en términos de producción, se requieren entre 12 y 16 horas diarias de cuidado y dedicación a las flores.

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“Entré cuando tenía 18 años —cuenta Doña Martha, de 45—. Empecé en cultivo, debajo de esos plásticos. La verdad lloraba de ver lo duro que era ese trabajo, sin embargo, me lograron pasar al área de poscosecha y ahí estaba mucho más tranquila, no tenía que lidiar con el sol a mediodía.  Estar en cultivo es más pesado, es estar todo un día bajo el sol, exponiéndose a los químicos con los que riegan el sembrado todo el tiempo, con equipos muy pesados”.

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Son más de 7.000 hectáreas sembradas en el país entre flores y follajes, el 69% de ese terreno se concentra en el departamento de Cundinamarca. De acuerdo a un estudio realizado por la corporación Cactus, en 2018  la venta de tallos se calculó en 600 millones, mientras que en 2017 fueron 480 millones, un crecimiento considerable que para ser logrado empleó cerca de 150.000 personas, 20.000 adicionales con respecto al año anterior.

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“La empresa está exportando tres mil tallos diarios a países como Estados Unidos y Rusia —asegura Jenny, quien con 32 años ha dedicado cinco a su oficio como florista—. Creo que no hay temporada dura, todo el año se mueve casi igual, aunque ahorita para mayo la carga será más pesada. Pasaremos de trabajar ocho horas a trabajar doce. Son 25 rosas en un ramo: se corta, empaca, amarra el tallo y se va para el cuarto frío a menos seis grados para que no se dañe la rosa y se mantenga quieta en el ramo. Luego le quita los hijitos al tallo, para que salga otra rosa, y la manda a poscosecha, allá la revisan y alistan para que sea empacada… lo que estoy haciendo”.

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Este sector de la economía colombiana genera más de 1.300 millones de dólares en exportaciones anualmente, con ganancias muy altas para las empresas floricultoras. Cada ramo de tallos tiene un valor aproximado en Estados Unidos de 100.000 pesos colombianos y los costos de operación para su producción llegan a 45.000. Sin embargo, este negocio es responsable de condiciones de precariedad laboral para las mujeres que cuidan los cultivos de flores.

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“Estamos muy afectadas por las condiciones —dice Doña Martha, quien hace parte del sindicato de su empresa—, no hay hidratación, no nos pagan a tiempo, nos enfermamos y siempre las respuestas son: Váyase, así son las reglas de la empresa. Nuestra exigencia es que no haya más precarización laboral. Que no nos hagan trabajar los domingos o festivos. Da tristeza ver a esas niñas jóvenes llorando porque les vulneran sus derechos y ahí es donde nosotras entramos chocando con la empresa, porque no puede ser así, pero desafortunadamente como organización sindical, si hablamos lo que hacen es despedirnos”.

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Poco se habla de estas mujeres y menos de sus derechos. A pesar de que ganan salarios mínimos, el trabajo que hace cada una en una hora (organizar cerca de 8 ramos de rosas) equivale al sueldo del mes.  

“Doce rosas valen 7.000 mil pesos —explica doña Elvira, de 65 años, quien vende rosas en la Autopista Norte de Bogotá—. Estoy aquí hace como 3 años, aunque antes estaba en Medellín. Yo soy de allá. Fui madre comunitaria y trabajaba en un colegio en la comuna 8, pero me tuve que ir de donde vivía porque allá en las comunas todo se puso muy pesado. Para la época de San Valentín y ahora para marzo, vendo unos 20 ramos diarios, pero en general son 10 o 15. Me va mejor con las personas de por acá cerca, de Chía, de Cota o del norte de Bogotá. Hay clientas, mujeres que tienen plata, que se llevan entre cinco o siete ramos por día”. Y Elvira, como todos los vendedores informales de Colombia cuya existencia es resultado de la economía capitalista del país, ha tenido problemas con la Policía: “Una vez, cuando estaba en Ciudad Bolívar, me botaron mis rositas al piso. Otra vez una moto de la Policía pasó por encima de ellas, solo porque no tenía los permisos para estar vendiendo en el espacio público”.

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Detrás de cada rosa siempre hay un proceso en que se procura el sustento de una familia a punta de corte, empaque y venta de rosas. Las empresas de floricultura son el negocio que, a pesar de las condiciones laborales, recibe trabajadoras diariamente, por lo cual la labor de estas mujeres debe ser reconocida en las fábricas como obreras y en los hogares como trabajadoras del cuidado, otra labor que no es remunerada y que miles de mujeres ejecutan en sus hogares.


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