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Revista CartelUrbano

Bankleer: el colectivo alemán que usó arte participativo para liberar las emociones de los niños en Ciudad Bolívar

En la última edición del festival de cine comunitario y alternativo Ojo al Sancocho, un taller de arte se centró en problemáticas que afectan a esta localidad, como lo es el de las fronteras invisibles.  A través del performance, la videoinstalación, la actuación y la escultura, la intención fue sembrar una semilla crítica en los participantes.

Júlia Farràs

El Palo del Ahorcado, en el barrio Potosí, es un eucalipto de más de 100 años de vida que, a su vez, es símbolo cultural, social y religioso de Ciudad Bolívar. Hasta allí, cuando se puede, llegan centenares de familias a realizar peregrinaciones cada Viernes Santo, y también se ha convertido en un epicentro de la lucha de colectivos ambientalistas en esta zona de la ciudad, cobrando especial importancia en los procesos barriales del sector.

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Hasta este lugar, también azotado por un problema de inseguridad y las fronteras invisibles, llegó el talentoso y multidisciplinario artista alemán Christoph Leitner, uno de los dos miembros del colectivo Bankleer (el otro es Karin Kasböch). El colectivo alemán fue uno de los invitados internacionales a la última edición de Ojo al Sancocho, el festival de cine comunitario y alternativo que desde 2007 genera tejido social en Ciudad Bolívar, y que se realizó entre el 6 y el 13 de octubre.

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Bankleer, que significa “banco vacío” en alemán, nació en 1996 como respuesta a la represión política y cultural que se vivía en el momento en el país europeo, además del deterioro anímico que se respiraba en Berlín. Desde el inicio, el proyecto ha apostado por hacer un arte polifacético, sin barreras: poesía y performance van ligados, así como la actuación y el documental. A través de estos formatos pretenden sacarle al espectador sus emociones más enterradas, lo que cada uno siente por dentro y muchas veces tiene miedo a expresar. “Trabajamos el arte de manera política porque no lo entendemos de otra manera. Entre los dos conceptos se crea una telaraña y juntamente conforman un imaginario que casa muy bien”, explica Christoph. 

Además de crear obras, Bankleer también ha trabajado con diferentes colectivos, grupos de niños y niñas refugiadas y estudiantes de diversos centros para que, a través del arte, saquen sus emociones más escondidas y lancen un mensaje claro y fuerte al mundo. 

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Con eso en mente, Bankleer dictó un taller de arte participativo en el cual, a través del performance, la videoinstalación, la actuación y la escultura crearon una obra efímera que pretendía encarar el individuo y la comunidad con la coyuntura política y social. La obra consistía en una escultura de un cubo gigante dónde la gente podía entrar, meterse dentro y expresar lo que sentía. Este cubo iba acompañado de un texto que crearon entre todos los participantes el cual expresaba la sensación de impotencia que sentían enfrente la situación que vive el barrio, la ciudad y el país en general. Esta obra se después de realizar una caminata por el Palo del Ahorcado, la idea fue crear una situación tensa, a partir de la cual cada persona dibujó sus emociones y sentimientos. La intención era sembrar una semilla de pensamiento crítico en las mentes de los participantes y que ellos mismos reflexionaran sobre temas a partir de la obra, que la obra en sí sea la semilla. “Queremos romper con cierto tipo de fronteras invisibles y reglas establecidas”, asegura el artista alemán.

Ojo al Sancocho año tras año ha querido crear un espacio seguro y confortable para toda la comunidad: desde los niños chiquitos hasta los ancianos tienen cabida en este proyecto y es justamente esta miscelánea que hace de esta iniciativa única. Acoger a invitados nacionales e internacionales aporta nuevas experiencias y herramientas para hacer arte y quizás para encarar el día a día desde otro punto de vista. El taller de Arte Participativo que dictó el alemán hizo, por ejemplo, replantear algunos aspectos cotidianos como las fronteras invisibles, las emociones de los vecinos y la coyuntura actual del barrio. A través de estas actividades los vecinos pueden reapropiarse de sus espacios y llevarlos a planos artísticos y culturales, de esta manera la comunidad toma aire y sale por unos días de su propia cotidianidad.

Para Christoph, la experiencia fue como una bomba de emociones muy intensas que hacen aflorar conexiones perdidas. “Máximo respeto a Ojo al Sancocho pues desprenden muy buena energía y saben hacer un trabajo enorme en situaciones difíciles y convertir esas situaciones en momentos cálidos e inolvidables”, asegura Christoph. 

Este año, Ojo al Sancocho ha querido volver a las raíces, a lo que eran en sus inicios, y hacer algo local ya que la gente que crea el festival es la que hay alrededor de Ciudad Bolívar, la que lo construye y seguirá haciéndolo por muchas ediciones más. Con una asistencia de más de 7.500 personas el Ojo al Sancocho se despide otro año más con una plena satisfacción porque muchos de los participantes que asistieron estos días a los talleres y actividades ya están preguntando y esperando con ansias la próxima edición para volver.

 

 

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