PACHAMAMA: pensar el arte como una medicina

Hasta el 31 de octubre de 2009, Juan Fernando Vélez fue una persona “oscura”. Tiempo después de graduarse de Artes Plásticas de la Universidad de Antioquia, en 1998, emigró a México para hacer una maestría en la UNAM; allí se percató de su fascinación por las calacas.

Durante su estadía en México, jamás dejó de celebrar un Día de Muertos. Bebía y se drogaba, como muchos. Tras seis años en el D.F., regresó a Medellín: era momento de enderezarse y ser responsable, además tenía que responder por un hijo concebido en ese país. Sin embargo, fue hasta Halloween de 2009 que, tras una toma de yagé, la vida de Juan Fernando tomó un nuevo rumbo.

¿Qué pasó después de esa toma de yagé?

Me morí y volví a nacer. Hasta las uñas me cambiaron de forma. Hace seis años que no me tomo un trago, no me fumo un bareto ni me meto nada. El yagé me mostró quién era yo. Mi arte y las temáticas que trabajaba también cambiaron.

Adquirí conciencia por los animales y por la naturaleza. A mí antes me gustaban las calaveras y me burlaba de la religión. Me pregunté “¿yo qué hago con el arte?”, y me dije “quiero que mi trabajo ofrezca un mensaje de conciencia”.

¿Con qué reemplazó las calaveras?

Empecé a pintar ranas, halcones y jaguares que veía en visiones; estos animales están muy relacionados con la mitología precolombina. Los enteógenos son sustancias que te permiten tener consciencia de la vida espiritual. Yo veía cosas y decía: “Ve, pero ¿qué es esto?”. Un día vi algo parecido en un libro, me puse a investigar y por eso llegué a la geometría sagrada y fractal, que se pueden apreciar en la serie PACHAMAMA.

¿Usted cree que estas temáticas le interesan al público?

Muchas veces las personas ven mi obra como un contenido ecológico y, aunque tiene que ver con ese asunto, manejo en ella un concepto más amplio del término. Esta temática espanta a la gente y pasa lo mismo con el yagé. Pero a los que les gusta saben de lo que estoy hablando. Yo tomé esto como un servicio que quiero ofrecer.

¿Un servicio?

El arte comparte muchas similitudes con la comunicación y yo busco despertar un pensamiento, que a quien vea mi obra le den ganas de mirar y, si tiene curiosidad, que se pregunte qué es lo que le están tratando de mostrar. Últimamente, también pienso el arte como una medicina.

¿De ahí que su obra se titule “PACHAMAMA curasana”?

Después de ir al Putumayo, me di cuenta de que los indígenas usan mucho el “cura, sana, cura, cura” como una especie de mantra para sanar a la gente. Pero no solo eso. La geometría sagrada también tiene mucho que ver. Si vos tienes dolor de cabeza, concentrarte en una mándala un rato puede relajarte. Por eso en mi obra hago desplazamientos de plantillas que generan un efecto de vibración. Esta obra se ve bacanísima con unas gafas 3D (risas).

¿Cree que la gente entiende su obra?

En Medellín llevo cinco años dedicado al trabajo de calle, pegando afiches y calcomanías, pintando murales, etcétera. Conozco gente que ha visto más de una de mis obras y se ha hecho una idea de qué es lo que quiero decir… Aunque es posible que toque mirar más de una vez.

¿Qué otros elementos se pueden apreciar en esta serie?

También esta compuesta de unos collages que son producto de cosas que leo. En ellos puedes encontrar la obra fotográfica del antropólogo colombo-austríaco Gerardo Reichel-Dolmatoff y algo de los inicios de la fotografía erótica francesa.

¿Por qué usó obras de autores de otras épocas?

Unas de las particularidades del arte contemporáneo es la re-contextualización y redistribución de obras pasadas. En mi caso es una mezcolanza de referentes de distintos momentos pero metidos dentro de un mismo crisol.

También escribe fanzines y dicta clases en la Universidad de Antioquia…

Llevo cuatro fanzines en los que se pueden encontrar auto-reflexiones de mi trabajo, anécdotas que me ha dejado el trabajo de calle, letras de canciones o textos que me encuentro por ahí. Es como mi libreta de apuntes.

El artista contemporáneo tiene que ser muy dinámico. Yo, por ejemplo, soy docente, hago pintura, hago trabajos de diseño de interiores, entre otras cosas. En la universidad les digo a los muchachos: “Ustedes tiene que ser muy versátiles para poder vivir del arte”.

¿Qué más nos puede decir del arte que se hace en Medellín?

A los muchachos les encanta el arte de la calle, ufff, les genera fascinación. Tú le pones un aerosol en la mano a cualquier persona, le enseñas cómo se maneja, y eso después se convierte en una fiebre. Es impresionante el poder que tiene un aerosol.

Algunos artistas paisas que nos quiera recomendar.

Mala Leche, Alejandro Paucar, Cerezo Monkey, Estilacho, la gente del Colectivo Narkográfika y del Colectivo Greña. Se me escapan muchos… 

¿Su obra se asemeja al trabajo de otros artistas nacionales?

Encuentro similitudes con el trabajo de Stinkfish, Gleo, Guache… Sin embargo, no he encontrado un referente directo de mi trabajo aquí en Colombia.

¿Y de casualidad tiene mascotas?

Sabes que no (risas). Tengo plantas medicinales y ornamentales. No me gusta encerrar mascotas en la casa. Tengo pajaritos a los que les pongo banano y papaya cuando van a mi balcón.

¿Su último encuentro con el yagé?

Hace quince días.