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Cuatro artistas gráficos venezolanos que enriquecen la escena en Bogotá

El flujo de migrantes de Venezuela hacia Colombia ha dejado todo tipo de imágenes, muchas dramáticas. Pero como en todo proceso migratorio, sea por las causas que sea, se genera también un intercambio de culturas, de perspectivas y de propuestas que se alimenta gracias al trabajo de jóvenes como Mr. Garek, Nubikini, Tammy y Yoset.

Júlia Farràs

“El arte urbano en Colombia es súper masivo; en Venezuela es mucho más pequeño ahora por el tema económico”, sentencia Mr. Garek. Este joven artista urbano, oriundo de Caracas, hace parte de una ola de creadores venezolanos que han llegado para enriquecer la movida en Bogotá. Pero claro, también hace parte de una oleada aún mayor y de tintes dramáticos: según Migración Colombia, a agosto de este año había más de un millón de venezolanos radicados en nuestro país, y cerca de 35.000 migrantes cruzan cada día la frontera buscando soluciones a la escasez de recursos en Venezuela. Es cada vez mayor el número de personas que han huido de sus casas para buscar una estabilidad fuera de su país, y hay quienes la han encontrado refugiándose en su talento artístico.

Ese es el caso de Mr. Garek, pero también de Nubikini, Tammy y Yoset, todos jóvenes venezolanos que en Bogotá han aterrizado en un nuevo ecosistema artístico en el que han podido continuar con lo que más les apasiona. Así, la escena artística capitalina se ha visto beneficiada con un creciente número de creadores venezolanos que llegan a aportar al arte urbano local sus mejores influencias: Mr. Garek a través de las latas narra el proceso de autoconocimiento, migración y fronteras invisibles; Nubikini dándoles duro a las palabras para deformarlas y dotarlas de personalidad; Yoset creando vínculos entre la cultura latina y la japonesa a través del tatuaje y Tammy buscando la identidad femenina latina a través de la ilustración.

 

Mr. Garek

@mr.garek

 

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Foto de Daniel Sierra

 

Detrás de la gorra y las botas salpicadas de pintura hay un joven de 26 años que llena las paredes de colores y simbología: Jean Betancourt, más conocido como Mr. Garek. Este especialista en animación decidió dar el paso y mudarse de Caracas a Bogotá en febrero de este año, y ha logrado trabajar en lo suyo: el diseño gráfico y el arte urbano, aunque él quisiera dedicarle el cien por ciento a pintar murales. 

“El hecho de irme era una idea que tenía desde hace mucho tiempo. Tenía hambre de mundo, pero cuando tu círculo de confort está bien vas aplazando estos planes. La situación del país tuvo mucho que ver en la toma de decisión de irme de Venezuela. La escena cultural es prácticamente inexistente, hay muy pocas oportunidades...”. Este joven artista decidió instalarse en Bogotá porque cree que “es la puerta de entrada para seguir viajando. Me gustaría que Bogotá fuera mi base”. 

 

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Foto de Daniel Sierra

La obra de Mr. Garek ha ido mutando a lo largo del tiempo ya que él empezó con el grafiti puro, pasando por un estilo más figurativo y llegando a lo simbólico. “Siento que mi obra ha cambiado desde que vine para acá, me he encontrado conmigo mismo. A pesar de que los dos países comparten una cultura muy similar siempre hay cositas diferentes, y a través de compararme con el entorno encuentro mis raíces, de dónde vengo… y en las últimas obras se ve reflejado”. Ahora mismo este venezolano aborda temas como el de la identidad, las migraciones, las fronteras invisibles y los deseos y proyecciones. Tiene una serie de elementos que se van repitiendo en sus obras, como las manos, el corazón y las flores, sin dejar nunca la mujer de lado. “El tema de la mujer se ha ido desarrollando con mi tesis. A partir de tanto análisis he tenido una cosa allí con la belleza que lo he ido relacionando con la mujer. Uno conoce a ciertas personas y no logras entender esa belleza que te transmite, que va más allá de lo sexual o lo físico, hay un ‘nosequé’, un aura. Y allí nace mi obsesión de pintar chicas, para poder acércame más a entenderlo”.

Sus murales son un cúmulo de elementos que no tienen por qué tener relación entre ellos, como el corazón, que “es la manifestación simbólica de los sueños, pasiones y deseos, mis proyecciones personales. Durante las migraciones el tema de las aspiraciones y sueños se mantienen más vivas que nunca”. Otro de los elementos más recurrentes en él es la calavera, que representa la fragilidad humana, ese reconocer la humildad “porque muchas veces nos sentimos jóvenes, fuertes, que nunca nos vamos a enfermar ni que habrá cambios que van a replantear tu vida… Y la calavera es eso: reconocer que somos frágiles”. Este artista mantiene parte de sus orígenes en los murales ya que la flor representa todo lo tropical, la identidad latina “reconocernos más allá de las fronteras”. En la obra quiere dejar un mensaje positivo y es por esa razón que siempre incluye un cielo muy azul “para recordar el cielo Caribe, a donde yo vaya también estará ese cielo claro”.

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Foto de Daniel Sierra

Aunque ahorita Jean se encuentra en Colombia, país que según él ha sido muy solidario, quiere seguir viajando y aprendiendo para después volver a Venezuela y compartir sus experiencias. Reconoce que Venezuela está en una situación muy crítica, pero también cree que “las migraciones son cíclicas, son necesarias para alimentarnos los unos a los otros. En Venezuela llegaron muchos latinoamericanos años atrás y eso nos enriqueció culturalmente”.

 

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Tammy

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Foto de Daniel Sierra

Tammy, ilustradora y amante del paintball, llegó a la capital colombiana hace apenas siete meses. “Ya no tenía muchas más cosas que hacer allá, todos mis amigos se habían ido. Esta artista de 34 años estaba dando talleres de construcción de marcas, pero todos mis alumnos lo hacían para poco después irse a otros países. No tenía mucho sentido quedarme”. Su carrera se vio dificultada estos últimos meses en Venezuela porque la luz se iba, no llegaba el internet… todos esos factores le quitaban energía y la deprimían, afectando negativamente su trabajo. Fue entonces cuando decidió darse la oportunidad de ir a otro lugar: “Me puse la meta de crear mi propia marca. En principio quería ir a México, Perú… pero aquí en Colombia me sentí muy bien acogida”. 

 

La maleta de Tammy llegó cargada de sus dos grandes pasiones: las herramientas para ilustrar y la indumentaria para entrenar paintball. “Llevo años jugando al paintball, aunque durante 5 años no pude jugar porque ya la escena en Venezuela había desparecido. Aquí en Colombia puedo seguir jugando ya que es uno de los países más buenos en esto”. Desde que reside en Bogotá cuenta que sus obras han cambiado: “los colores son más fríos. La luz es muy azul aquí, en cambio en Venezuela es amarilla”.

 

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Fotos de Daniel Sierra

 

La caraqueña distingue tres ideas y personajes en su obra. Uno es el Mucho Caribe, un concepto que “es todo aquello que recuerde de dónde vengo. La esencia de Mucho Caribe se ve en todas mis obras, desde los colores hasta elementos que podrían parecer insignificantes, como las plumas de una guacamaya, las antenas de televisión, el jugo de maracuyá… Al llegar a Colombia me costó mucho conectar con mi concepto de Mucho Caribe. Pero me di cuenta que ahora se ve reflejado en mis obras desde la nostalgia”. El segundo tema es un personaje que creó juntamente con un pana para algún día hacer una novela gráfica. Ella es Candela, una chica webcam sensual y rebelde. “Representa el poder personal, cómo te identificas como mujer y cómo condiciona tu vida”. El tercer concepto y quizás el que más caracteriza a Tammy es el lema de powerful mamasita. “Siempre he dibujado mujeres y a medida que ha ido pasando el tiempo he empezado a colocar elementos más reivindicativos”. Reclamar a las mujeres como femeninas y poderosas es su mensaje, además de tratar el tema de la identidad y el pertenecer a algún lugar. Harta de que la encasillaran en un prototipo de mujer, Tammy dibuja a las mujeres sin estereotipos marcados. “La única manera de mostrar a la gente cómo es es con lo que haces. De esta manera tu arte se hace único, porque igual que tú eres única tu arte lo será”.

 

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Foto de Daniel Sierra

 

La meta ahora es convertir todo esto en ropa, parches o tatuajes. Ella, que no siente apego por nada ya que se ha mudado 27 veces de casa, dice que “ahorita en Colombia me lo estoy disfrutando mucho. Tengo un apartamento bonito, panas, una bici… si se facilita tramitar algo para estar más de dos años acá me encantaría. Tener la tranquilidad de tener un hogar”.

 

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Nubikini

@nubikini

 

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Foto de Daniel Sierra

 

Nubia Navarro aka Nubikini está instalada en Bogotá desde hace más de tres años. Con solo 25 años ya ha trabajado para marcas como Adidas, Samsung, Marriott, Coca-cola y Yogurt Boom. Esta joven venezolana trabaja en la ilustración en agencias, pero su pasión es el lettering, el arte de modificar la caligrafía para que las letras tengan más personalidad y carisma. Este frenesí por las palabras le viene desde la universidad, cuando cursó una materia de tipografía experimental y descubrió que detrás de las letras había todo un mundo para la imaginación. “Quería distorsionar las tipografías y me puse a hacer un proyecto con canciones que me gustaban: 30 días de tipografía. Hacía un poster cada día con un cachito de una canción que me gustaba”.  

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Fotos de Daniel Sierra

 

En Venezuela, después de graduarse, empezó a trabajar en una imprenta pequeña que hacía flyers y material promocional. “Allí empecé con lo de las tintas y eso… Aunque siempre he sido muy digital, eso me enseñó un montón de las bases”. Con el tema del lettering, Nubikini nunca ha dejado de formarse, yendo a diferentes talleres durante el año, aunque ahorita es ella misma quién imparte algunos de ellos, como el de la escuela de creatividad Nogma. “A la gente le interesa mucho y me pide que haga más talleres, porque ahora hay una onda de hacer las cosas de manera manual muy potente. El arte y las cosas manuales tienen mucha importancia, más que las digitales”.

 

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Foto de Daniel Sierra

 

Nubikini decidió dar el paso de venir a Colombia por la situación en Venezuela. “Ya no veía mucha oportunidad de crecimiento, aparte de mudarme a Caracas, pero sentía que la ciudad estaba súper peligrosa y no conocía a nadie allí. Entonces decidí venir Bogotá porque estaban mis papás”. El cambio constante es uno de los factores que describen a Nubikini: “Estoy en constante evolución, creo que todos somos distintos, que nuestro yo de hace una semana, y esto por supuesto se ve reflejado en mi obra”. Desgraciadamente otro de los factores que influencia en su proceso creativo es la situación de su país. “Aunque lleve tres años acá mi familia sigue allí, y es triste y desesperante porque yo aquí estoy bien y tranquila, pero sabiendo que mi familia está allá pasándolo mal me desespera”.

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Foto de Daniel Sierra

 

Cuenta que la movida cultural en Venezuela ahora es chiquita. Los artistas que aún están en Venezuela intentan dictar talleres a precios muy bajos para que la gente los pueda costear. “Ellos laboralmente están muy bien ya que no tienen casi competencia, pero a cambio renuncian a muchos derechos básicos y comodidades. En sus obras no se ve la situación de Venezuela porque ellos intentan mostrar lo mejor que tienen, sacarle lo bonito que le queda al país”. Nubikini regresó para el año nuevo y dice que no le gustó nada la situación que vivó: “Me dio mucho miedo, no había servicios, la luz se iba, no había internet… Sentí mucha incertidumbre y eso me angustió”. No tiene pensado volverse a Venezuela: “Ahora estoy bien acá en Colombia, aunque también me gustaría hacer una maestría en Argentina o trabajar en Nueva York, ¡quién sabe!”.

 

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Yoset Pérez

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Foto de Daniel Sierra

 

Dragones, peces y geishas repletas de historias son las figuras que definen la obra de Yoset Pérez. Este venezolano de 38 años se mudó a Bogotá hace poco más de tres años con el sueño de seguir plasmando su arte en la piel de la gente. “Una vez fui a Madrid a ver a un pana tatuador y él me introdujo al mundo del tatuaje oriental, y me gustó el contenido. El tatuaje iba más allá de la forma, cada pieza tenía su historia”.

En Venezuela trabajó en un estudio privado por cuatro años, pero al llegar a Colombia prefirió empezar un cambio de rumbo en un estudio compartido con unos parceros en Chapinero: el estudio Violent. “He estado muy cómodo allí, pero la energía del estudio de tattoo no es la misma que un estudio privado. Cuando estás con tu propia vaina todo fluye más rápido” explica. Él hace poco más de un mes que decidió cerrar el círculo con Violent y empezar con su propio espacio. “Después de 16 años tatuando creo que es el momento de retomar mi camino en mi propio estudio y estar más cómodo”.

 

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Foto de Daniel Sierra

 

Hace doce años vino por primera vez a Colombia ya que Yoset hasta hace un par de años viajaba alrededor del mundo a conferencias y festivales de tattoo para seguir formándose y para tatuar a gente distinta. “Quería irme de Venezuela por la situación y estuve dudando entre Colombia o Europa. Finalmente decidí Colombia por la similitud cultural, la distancia y el clima” explica. 

Ahora con el nuevo estudio y su hija no puede viajar tanto como quisiera, pero está cómodo en Chapinero y no tiene pensado mudarse por ahora, aunque sus papás siguen en Venezuela. Después de reflexionar el tatuador llega a la conclusión que “nos entestamos en crear fronteras y diferencias entre nosotros, pero hay muchas conexiones entre Venezuela y Colombia. Aún diría más, después de largos años estudiando la cultura japonesa puedo decir que entre América Latina y Japón hay un sinfín de similitudes. Entonces creo que tendríamos que focalizarnos más en eso, ver las similitudes y lo que nos enriquece que estar constantemente viendo los defectos y diferencias con los demás”.

 

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