5 personajes infantiles que al parecer andan turros

Shaggy de Scooby-Doo

La Máquina del Misterio es una van que transporta a un grupo de adolescentes que recorren el mundo en busca de criminales que se disfrazan de monstruos o fantasmas para cometer sus delitos. La camioneta guarda una gran similitud con las que manejaban los hippies en los años sesenta y setenta. Adentro van Fred, Daphne, Vilma y Shaggy, que siempre va en la parte de atrás del vehículo riendo, tonteando y hablando con su perro Scooby-Doo. Lleva siempre una pinta relajada, y con su compañero buscan constantemente comida para saciar el hambre que, creemos, les producen las monchis después de fumarse un porrito.

Droopy

Los párpados caídos, los ojos rojos y el hablar lento son algunas de las señales que delatan a alguien que ha estado fumando marihuana. Debido al efecto de “elevación” que produce y a la relajación por la que atraviesa el cuerpo, parece que el tiempo avanzara más despacio, nos ponemos lentos y nos sentimos pesados. En ocasiones es difícil ocultar este tipo de síntomas y, por muy sobrios que nos creamos, la traba se nota, por eso, solo basta con ver los ojos de Droopy, o escucharlo decir que está feliz o enojado, sin mostrar emoción alguna en su rostro, para intuir que está en un viaje profundo y que es un marihuanero certificado.

Popeye el Marino

Siempre he tenido serias sospechas de que este marinero, que se pasa la vida con una pipa colgando de la boca, coqueteando con Olivia, peleando con Brutus y comiendo espinacas para restablecer sus fuerzas, es un adicto a la hierba. Entre las décadas de 1920 y 1930, cuando comenzaba a popularizarse esta caricatura, la palabra “espinaca” se usaba como metáfora de la marihuana, y en las campañas anti-drogas de la época se mencionaba que su uso producía un aumento en la fuerza, y que incluso podía llegar a crear inmunidad ante las balas. Por eso Popeye mantenía una lata de su hierba siempre a la mano, así obtenía sus poderes mágicos después de pegarse unos plones.

La oruga azul de Alicia en el país de las maravillas

Según el mito, Lewis Carroll escribió esta historia bajo los efectos de una preparación de vino blanco, opio y azafrán, que producía efectos psicotrópicos. A través de la escritura, Carroll buscaba describir algunas sensaciones que producían las drogas alucinógenas, como cuando Alicia sintió que su tamaño aumentaba y disminuía luego de comerse unas galletas, una sensación parecida a la que describen quienes han comido hongos; o cuando fue a tomar el té entre una nube de humo en la casa de la liebre, el sombrerero y un lirón, que en medio de su fritera llenaron de azúcar la taza de té de Alicia, e hicieron que, al intentar beber de esta, a ella le quedara la sombra de un polvo blanco bajo su nariz. En el relato, cuando la niña se encuentra con la oruga azul, esta permanece medio floja sobre una seta, bostezando, con los párpados caídos y lanzando aros de humo de colores tras aspirar de su narguile. Muchos aseguran que lo que fumaba la oruga era opio, pero no se descarta que aquello era un poco de bareta.

Timón y Pumba

Algunos estudios han comprobado que fumar marihuana aumenta los niveles de dopamina, una sustancia que produce el cuerpo y que se encarga de provocar una sensación de placer y bienestar general, desencadenando pensamientos y actitudes positivas. Así parece ocurrir con Timón y Pumba, un suricato y un facóquero cuya rutina consiste, básicamente, en vivir sin preocupaciones, relajarse en la selva, comer bichitos todo el día, cantar “Hakuna Matata” a grito herido y promover la felicidad pura, o en otras palabras, una pareja de animalitos turros, cargados de dopamina y buena energía, que disfrutan la vida rodeados de naturaleza y de una ocasional calada de humo verde.