Ud se encuentra aquí INICIO Opinion Nuestro Futuro En Manos Inexpertas
COMPARTIR ARTICULO EN:
M

NUESTRO FUTURO EN MANOS INEXPERTAS

Cartel Urbano

No sobra repetirlo: la indiferencia nos tiene jodidos. Y si a la falta de interés por los asuntos más importantes del país le sumamos el mar de babosadas en que está sumida la campaña presidencial, se entiende por qué nos merecemos la debacle en la que estamos metidos.

Por Darío Rodríguez
@etinEspartaego


El debate político en Colombia podría ser conducido, sin dificultad, por la Negra Candela. La dirección de este país -donde solo los grandes empresarios consiguen ser optimistas-, las elecciones presidenciales y el bienestar de varias generaciones, están discutiéndose a punta de chismes y de informaciones ridículas.

Óscar Iván Zuluaga, el candidato del Uribe Centro Democrático, es motivo de burlas por su apariencia física y se lo ha comparado con un robot, con un muñeco más de Álvaro Uribe o con toda suerte de vampiros. OIZ no necesita hablar para producir carcajadas o comentarios acerca de su bajísimo perfil.Enrique Peñalosa, el candidato del Partido Verde, ha sorprendido a propios y extraños con una declaración que, proviniendo de él, un tipo tan importante, tan aristocrático, es insólita hasta el delirio: alguna vez, hace muchísimos años, tuvo que trabajar. Marta Lucía Ramírez, candidata conservadora, naufraga en su propio discurso gaseoso y asusta a los niños y a los ancianos con sus ojos de lince. Incluso, el presidente Santos, en campaña desde que lo eligieron hace cuatro años, lucha con buena voluntad para que sus palabras no riñan con sus gestos, ambos incoherentes, engañosos, y para lograrlo se sirve de J. J. Rendón, ese perverso y tendencioso publicista experto en destruir las reputaciones de los otros aspirantes al solio presidencial. Clara López, candidata del Polo Democrático Alternativo, despierta la curiosidad y la inquietud de una opinión pública babosa al confesar que fue novia de Álvaro Uribe (Uribe otra vez, como una especie de dios todopoderoso que está en todas partes, que come en todos los platos y sin el cual este desgraciado país pareciera no poder subsistir).

Rumores. Habladurías. Estupideces a granel. Cada una tan sórdida y baladí, que semeja más las situaciones de un reality show televisivo que la campaña hacia la presidencia de la república. El espectáculo, además de dantesco, revela la profunda fatiga en la población, ignorante de la historia, de cómo la quieren seguir saqueando, y sobre todo indiferente: este es un territorio donde vivimos dándonos la espalda los unos a los otros. También revela las escasísimas luces de nuestros dirigentes, esos seres con vocación parasitaria que llegan hasta la degradación de sí mismos con tal de ganar visibilidad y de que quizás voten por ellos.

El patético carnaval no excluye a las hordas de analistas espontáneos que determinan, por ejemplo, si del antiguo noviazgo entre López y Uribe quedan unas cuantas cenizas de amor, si las elucubraciones de Santos son menos o más elegantes que su ropa, qué tan negro o tan trabajador es Sir Enrique Peñalosa, cómo aliviar a la señora Ramírez cuando fracase en la contienda electoral y se ponga a cazar una nueva cuota burocrática, hasta qué punto puede denominarse “cerebro” lo que tiene dentro del cráneo el candidato Zuluaga.

Las conversaciones de muchísima gente en internet y en las calles de las ciudades son de ese frívolo tenor. Es divertido burlarse de esos personajes y ellos reúnen los requisitos suficientes para ser motivo de bufonadas. En las regiones apartadas y en las provincias estas temáticas casi no se tocan, pues a veces los candidatos ni siquiera son conocidos por quienes votarán.

Los chismes y las necedades entretienen, hacen pasar buenos ratos. Mientras esta ordalía de bobadas se difunde aquí y allá, lo que en verdad importa (una carta de navegación seria, digna de este país destruido; planes gubernamentales que nos permitan sostenernos como nación), solo parece interesarles a pequeños grupos (académicos, analistas políticos poco leídos), que casi nadie tiene en cuenta. Es comprensible. El porvenir económico, social y político de Colombia no posee cargas picantes, no es gracioso ni atractivo, jamás será el antiguo noviazgo entre la revolucionaria y el caballista. Por eso estas discusiones en torno a los descalabros de unos candidatos inoperantes, llevadas a cabo por personas sin un sentido claro de la realidad, más que torpes son absolutamente irresponsables, son la prueba reina de que estamos engolosinados con nuestra propia bazofia mientras vamos suicidándonos como colectividad.

Nos merecemos la debacle en la que estamos sumidos.

Las quejas y sufrimientos del futuro carecen desde ahora de cualquier justificación.Sonarán huecas.
Si es que no suenan huecas ahora mismo.

Sin embargo, Colombia se consuela con pañitos de sangre tibia: en junio habrá un campeonato mundial de fútbol.

Comentar con facebook