LA PRIMERA GRAFITERA DE BOGOTÁ
Cuando nadie conocía el ‘street art’, Angie Candamil (Fear) fue la primera mujer que se le midió a hacer grafiti en Bogotá. Perfil de una pionera del arte urbano.
Por Paula Ricciulli. Fotos: Hugo Rubiano
Ahora es común ver murales en gran formato en varias paredes de Bogotá, pero no era lo mismo en 1997, cuando Angie Candamil empezó a pintar en el barrio Providencia.
En ese entonces, no había los medios necesarios para hacer grafiti, ni conocimientos sobre esta técnica en la ciudad, así que Angie aprendió sola, tomando clases de pintura que alternaba con sus estudios de diseño de moda y su "freestyle", en varias fiestas de hip hop. Y sí que puso en práctica lo aprendido, pues, según ella, en cinco años sus tags podían verse en toda Bogotá.
En 2001, participó en el festival Hip Hop al Parque, pintando un muro de más de 60 metros cuadrados. Fue ella quien solicitó por primera vez a la Alcaldía que el grafiti fuera tenido en cuenta en el evento (y así se ha mantenido hasta hoy).
Pronto, se convirtió en protagonista de varios eventos de hip hop en Bogotá, y en otras ciudades, como Pereira y Barranquilla, donde pintaba sola, o en conjunto con su colectivo, el ‘Fory Five Team’. Incluso fundó su propia escuela de arte, en Villavicencio, y participó en el Festival Muros Libres, que para ella, fue el que verdaderamente popularizó en grafiti en la capital.
Pero ser en la primera grafftera de Bogotá no fue tarea fácil, pues sufrió lo que llamó una "persecución de la policía". A menudo, para pintar donde quería, usaba permisos falsos pero no siempre funcionaban. Calcula que ha estado por lo menos unas doce veces en la UPJ.
También recuerda una ocasión en la que recibió una golpiza de la policía, cuando estaba realizando una pieza en la calle 184 con autopista, que la llevó a estar seis días en el hospital. Luego de ser dada de alta, presentó la denuncia a las autoridades, quienes no la aceptaron, pues se encontraba pintando en el momento del ataque. "Me dijeron que quién me mandaba a pintar en la calle, si ellos solo cumplian con su deber".
Pese a que sintió miedo, no dejó de pintar, pues, “la policía y el gobierno buscan que todos seamos como ellos, que todo el mundo esté en un mismo molde, pero yo no quise ser así”.
A raíz de esa experiencia, junto a varias artistas urbanas, desde el 2007 se unió a un programa de la Oficina mujer y genero de la Alcaldía llamado Grafiti mujer, con el que busca crear conciencia contra la violencia de género.
Actualmente, sigue pintando, aunque ya no "bombardea" (crear piezas masivamente) como solía hacerlo. No obstante, en ocasiones la llaman para hacer aerografías o encargos en sitios específicos.
Es también defensora de los derechos de los animales y está trabajando en una línea de ropa con elementos del hip hop y una estética femenina y clásica.
Le alegra ver que cada vez haya más grafiti en la ciudad, así no sea todo de hip hop (inicialmente era algo que le 'rayaba') y que este adquiera una dimensión artísitica. Para ella, el grafiti ha salvado a muchos jóvenes, pues “cada minuto en el que ellos están pintando, es un minuto en el que no están en la calle o consumiendo droga”.
Ella cree que ahora cada vez más jóvenes quieren ser grafiteros, por lo que cada vez hay más artistas pintando la ciudad. Pero eso sí, siempre tendrá el mérito de haberlo hecho antes que nadie.