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LA DOBLE PERSONALIDAD DEL CRIMINAL

La sombra del asesino
Columna de Miguel Mendoza Luna
 
La sombra del asesino
Columna de Miguel Mendoza Luna
 
Desde que Robert Louis Stevenson publicó la novela El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde en 1886, la literatura y el cine, incluso el comic, no han abandonado las historias en las cuales los protagonistas presentan dos o más personalidades que habitan en conflicto dentro de un mismo cuerpo. Si Freud definió los límites del inconsciente, Stevenson se encargó de fabricar una figura capaz de explicar el combate eterno entre el bueno y el malo que habita el interior de nuestras mentes. Se considera que los protagonistas de esta novela permiten comprender la posible división de la personalidad, incluso permiten disculpar nuestras malas acciones: "no era yo, lo siento". El asunto de que eran dos, cada uno con su propia identidad, recuerdos, deseos, tal vez no resulte ser tan cierto.
 
Kenneth Bianchi (1951- ) fue un asesino y violador en serie de más de doce mujeres; cuando fue interrogado por las autoridades afirmó sufrir de "múltiples personalidades". Declaró que un hombre que habitaba en su cabeza era el responsable de tales crímenes. Bajo hipnosis las varias personalidades de Bianchi emergieron una tras otra: un vulnerable niño, una mujer seductora, y finalmente el hombre malo… Por fortuna, los psiquiatras de la Fiscalía no cayeron en su burda trampa. El único trastorno verdadero sufrido por Buono era la incapacidad para sentir remordimiento de sus actos, y su única otra personalidad era su primo Angelo Buono, su socio criminal. Lo de las diversas identidades lo había copiado de las malas películas del tipo Vestida para matar o Colegiala de día, prostituta de noche, historias que a su vez fueron influenciadas por casos reales famosos manipulados por los psiquiatras ávidos de publicidad y ventas de libros.
 
Aunque dentro de la comunidad científica se tenga cada vez más dudas de la realidad de tal trastorno (y se reconozca que puede tratarse de un tipo de psicosis donde el paciente experimenta dicha división pero sin perder del todo memoria de sus actos), el síndrome de Jekyll y Hyde es uno de los favoritos de Hollywood. Desde Psicosis (Hitchcock, 1960), pasando por El club de la pelea (Fincher, 1999), hasta El cisne negro (Aronofsky, 2010), la fantasía de la múltiple personalidad no ha dejado de ser una fórmula argumental efectiva que siempre despierta fascinación.
 
Probablemente, dicha fórmula no se agote debido a que en tales historias, por ridículas y poco inverosímiles que parezcan, el público se siente reflejado: o bien porque teme no ser lo que cree ser, o porque desea ser otro que no es, o porque se siente atrapado, limitado, en el que es. La multiplicidad nos define mucho mejor que la unidad y las historias de ficción suelen revelar el poder (a veces oscuro) del que decide ser ese otro, que en realidad era él.
 
Nos atraen las historias de las múltiples personalidades así como nos atraen nuestros propios cambios de identidad; nos miramos en el pasado, uno o dos años, y con sorpresa no reconocemos nuestros actos: "pero cómo pude…", nos reprochamos frente a situaciones del pasado reciente. Esos que ya no somos, también éramos, y claro, aún somos, pero nos cuesta aceptarlo.
 
La psicología moderna, para referirse a los cambios extremos de conducta, se refiere al concepto de disociación; la psiquiatría y el DSM IV insisten en hablar de trastorno de identidad disociativo. La noción de conducta bipolar es bien conocida por el público no especializado; nos referimos a nuestros amigos como "ciclotímicos." Cuando alguien se porta diferente a lo habitual, popularmente se exclama que se "rayó". Yo mismo, sobre todo los lunes, me percibo extraño, no me reconozco en el espejo, me sorprendo de algunas ideas que cruzan por mi cabeza. Al final de la semana, más o menos vuelvo a ser yo, y el ciclo comienza de nuevo. Temor a la pérdida de identidad, pero también necesidad de ruptura flotan en el ambiente de nuestros tiempos.
 
Es hora de recordarle a los que no han leído la novela -e incluso a los que la hemos leído con descuido-, dos detalles (advertencias) aterradores que no se suelen mencionar: primero, en realidad Jekyll y Hyde eran uno solo. Uno amable. Uno horripilante. Dos rostros indisolubles de un mismo ser humano. Segundo: el bueno de Jekyll eliminó a Hyde, no porque le odiara y quisiera proteger a los demás de su presencia, sino debido a que lo amaba y temía que el mundo no lo comprendiera.

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