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HABLAR SUCIO EN LA CAMA

Blasfémina
Por María Ximena Pineda
@
anacaonax

En inglés se le dice “dirty talk”. En español hablar sucio, decir cochinadas, murmurar porquerías. Y todos entendemos de qué se trata pero no sabemos exactamente lo que son esas “porquerías”. ¿Qué es eso sucio, cochino, puerco, que nos hace poner tan cachondos en la cama?

Lo sucio está relacionado, irremediablemente, con el porno. Esas palabras non sanctas que consideramos dirty talk parecen sacadas de una película mala de soft porn. Hay quienes hablan sucio en la cama sin restricciones y hay quienes, por vergüenza o restrictiva moral, brillan por su mudez.

Los habladores cochinos no son más que personas altamente sinceras al momento de sentir placer. Aquellos mudos son la demostración de la vergüenza católica. Esa auto-censura al momento del desfogue oral (en este caso de oratoria) en la cama, da cuenta de nuestro pensamiento occidental, católico, apostólico, romano, gracias al cual nuestro cuerpo está absolutamente contaminado de un hábito de pecado y vergüenza.

Bien lo explica la escritora Sallie Tidsdale en su libro Talk dirty to me: sufrimos de miedo a que las tetas o el pipí se revelen. Aunque los vemos a diario, y aunque consideremos su pérdida en caso de enfermedad como una gran tragedia, seguimos condenando aquellas partes “nobles” que se erigen saludablemente por ahí.

Aún más, nos escandaliza el solo hecho de nombrarlas. Uno no puede ir por la vida diciendo culo, teta, verga o chocha. La mojigata diplomacia conservadora nos adoctrina para disfrazarlos detrás de palabras menos vulgares como “chichí” o “senos”. Incluso nos transmiten un miedo, un pánico social cada vez que tenemos que referirnos a aquellas censuradas partes.

Así pues, con esta trayectoria católico-moralista de Occidente con la que crecimos, es supremamente difícil dejar el prejuicio y lanzar un par de frases calientes al hacer el amor. Por eso empezamos echando mano del lugar común: el porno. De ahí las frases eróticas mediocres como: “Así, dale, más duro…” o “Quiero más, no pares, dame más”. Frases que no tienen nada de sucio y que se acercan más a malas traducciones del inglés. Y aunque no le haga juicio al acalorado diálogo erótico de cama, es un comienzo.

Hablar sucio en la cama no es solamente erótico sino que es una manera de dejar salir todo el instinto, librándose de prejuicios y llamando a las cosas por su nombre. La primera lección para hablar sucio en la cama es la sinceridad. Hay que dejar hablar sinceramente al gemido, ver en qué se traducen los suspiros, balbuceos y gimoteos, que son quienes dan verdaderamente cuenta de lo que estamos sintiendo durante el sexo.
Ahora bien, estoy convencida de que esos mudos de cama que tan pudorosa lengua tienen, están llenos de erotismo contenido. Seguro que cuando abran la boca y se arriesguen a hablar, dejarán salir sus ideas más perversas y calientes, sincerándose con su amante, acalorando las sábanas con argot prohibido y seductor.

No le tengan miedo a la palabra verga, ni a pedir que los nalgueen, que los maltraten rico. Dejen hablar a ese alter ego libidinoso que se convierte en puta o en actor porno y que blasfema un guión placentero subiendo nuestra libido a lugares impensados. No hay nada más liberador que hablar sin pelos en la lengua. Recuerden que las palabras castas no son más que camisas de fuerza y que no hay nada más erótico que hablar sucio en la cama, que para las oraciones está la iglesia.

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