
EL SÍNDROME SABINA
21/Mar/2012
Dígale que siga
Columna de María Antonia León
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Columna de María Antonia León
Luego de escuchar gran parte de sus canciones confirmo que las letras de Sabina describen la personalidad de algunos hombres que no han podido construirse una propia. Muchos seguidores del cantautor español se dejaron absorber tanto por su música que ya no saben dónde termina esta y empiezan sus propias vidas. Tragarse la discografía entera debe ser peor que una sobredosis de marihuana, si existiera. La percepción de realidad puede acabar seriamente lastimada.
A esta anomalía yo la denomino el Síndrome Sabina, y me permito enumerar las características que describen a quienes lo padecen. Para empezar, esta enfermedad ataca con mayor frecuencia a los prospectos de poetas, adolescentes tardíos, chicos que ya padecen del fenómeno "Bon-bril", alcohólicos, y sobre todo, hombres que están solos y tristes.
Convencidos de que la autocompasión es un lujo se lanzan a entrecerrar los ojos y cantar bajo sus sombreros la poesía cínica de Sabina. Lo insólito es que consideran a esta la herramienta adecuada para la conquista. No puedo imaginarme una escena más irrisoria que la de una mujer independiente, inteligente y bonita, oyendo a un sujeto cantar cosas como "De sobra sabes que eres la primera / que no miento si juro que daría / por ti la vida entera / por ti la vida entera // Y sin embargo un rato cada día, ya ves / te engañaría con cualquiera / te cambiaría por cualquiera /".
Muchos me dirán desagradecida por subestimar la honestidad de un hombre capaz de hacerle confesiones amorosas a una mujer mientras en su Facebook tiene una relación con otra. Tienen razón. Pero yo no soy de las que hace fila para comer. Si el restaurante está lleno prefiero irme a buscar otro. Una cosa es que entienda por qué los seres humanos somos infieles, y otra muy distinta que piense que no puedo satisfacer a un hombre sin ayuda de nadie.
No obstante, esta declaración de infidelidad es apenas la punta del iceberg. Benjamín Prado dice que Joaquín Sabina "ha sabido crear un personaje que a estas alturas es ya un auténtico mito popular, ese calavera flaco e irreductible que encarna la diversión, la nocturnidad, la poesía de la calle, la pasión sin contratos, la irreverencia, la sinceridad, la utopía…". Su comentario es bastante acertado, tanto que no sólo describe a los personajes de Sabina, sino a los hombres de carne y hueso que parodian las canciones del amiguito de Serrat.
Esa descripción está inmersa en un artículo que le sirve de prefacio al libro "Con buena letra", una antología que, leída así no más, sin la melodía que disfraza la poesía empolvada de mayo del 68, se parece más a la literatura de Mario Benedetti que a las poderosas letras de Bob Dylan, Tom Waits o Leonard Cohen. Hay que ser un verdadero entusiasta de la música de Sabina para compararlo con ellos, lo cual no me sorprende, un tipo que titula un artículo: "Cómo olvidar una canción de Joaquín Sabina" experimenta los peores síntomas de la enfermedad.
Los afectados generalmente utilizan las canciones del artista como un software para explicarlo todo: un día de lluvia, un helado derretido en una teta, un amor que no fue, la muerte de un buen amigo, la piel de una mujer que los dejó, etc. Adicionalmente, usan esas mismas canciones para acompañar sus veladas nocturnas, sus paseos familiares, sus tusas, sus lunas de miel, etc. Pero para lo que más las usan es para llevar una mujer a la cama. Una vez allí, le cantan: "Yo no quiero un amor civilizado / con recibos y escena de sofá / (…) / lo que yo quiero corazón cobarde / es que mueras por mí / y morirme contigo si te matas / y matarme contigo si te mueres / porque el amor cuando no muere mata / porque amores que matan nunca mueren /". Esos sí que son buenos versos, pero que uno quiera edificar una relación, así sea de una noche, con ese cuento, es igual de cómico a si nosotras las mujeres estuviéramos esperando los príncipes azules que Walt Disney les entregó al club de amas de casa a las que llaman princesas.
El Síndrome Sabina podría resultar más nocivo que el mismísimo realismo mágico. Tan nocivo que las mujeres podríamos acabar por preferir a un sujeto que usa ropa interior de superhéroes. A las mujeres los fanáticos nos hastían, tienen tendencia a la intensidad y les cuesta demasiado la espontaneidad. No nos resulta sexy un tipo que se toma tan en serio la filosofía bohemia de un artista, que pierde contacto consigo mismo, y cuando uno le habla solamente puede cantar una de esas malditas canciones. A todos ellos, una sugerencia: si no saben hablar inglés, aprovechen y oigan música en ese idioma.